Anoté cada palabra como algo trascendental, las subrayé como esas cosas que tienen que quedar grabadas para la posteridad. Un mojón, ese antes y después de lo iniciático, ese tipo de gesto solemne –del ser más punk al más ñoño, todos pasamos por ahí aunque sea un ratito– que sólo es posible en la primerísima juventud.
Las registré incluso aunque no las entendiera bien o no las hubiera leído jamás (mi propio Volver a los 17: los días en los que asistía con un entusiasmo desmesurado a la escuela de periodismo y anotaba, y anotaba): un listado con expresiones que había que evitar en los textos. Eran pecados mortales los sismos de grandes proporciones (¿cómo sería un sismito?), la precisión quirúrgica (¿no hay colectiveros, carniceros o zapateros minuciosos?), las imágenes que hablan por sí solas (¿pero qué dicen?), los incendios voraces (¿hay fuegos tímidos que dicen “hasta acá llegué, ya estoy”?) y así.
Había fórmulas prefabricadas para todas las secciones. Mis favoritas, las del universo deportivo, que en mis oídos sonaban directamente ecos de otro idioma. Anoté verde césped y la variante se echó a rodar por el verde césped con mucho cariño, sobre todo por esa persona que alguna vez lo dijo así, en ese orden y con cada uno de esos términos, por primera vez, y sin saber que estaba fundando de este modo una tradición.
Entre los lugares comunes del decir, había un par que me fascinaban (otra vez: nada de esto me sonaba familiar en aquel tiempo) y que, como todos los demás, estaban prohibidos: no estaba bien visto que alguien prendiera el ventilador y ¡menos que menos! que alguien rompiera el silencio. La primera me inquietaba un poco porque no veía nada raro ahí, salvo una escena refrescante. La segunda, porque en mi cabeza no podía dejar de imaginar una mano enorme con una maza dándole duro a una bola de cristal, los vidrios chorreando en todas las direcciones, el cataclismo mínimo, los añicos.
En estos días zombies de fin y de comienzo de año algunas cosas que vi y leí me llevaron a esa imagen otra vez, a pensar de qué manera se rompen los silencios, si siempre es inevitable el mazazo, si se pueden liquidar en fade out, si a veces se tapan con otros silencios. También si para hacerlo es imprescindible hablar o decir, si esos dos términos pueden postularse como sinónimos.
El primer libro que leí este 2024 es Cuando comenzó el silencio (Sigilo, 2023), del escritor estadounidense Jesse Ball. Después de años radiantes, de vivir en una casa hermosa con jardín, de que hubiera tiempo para todo juntos con su pequeña hija, como señala Ball en el prólogo, de un día para el otro la esposa del autor deja de hablarle. Con ese silencio encima, la forma que él encuentra de romperlo –o, más bien, de intentar algún camino para desgranarlo– es buscar casos similares de gente que de buenas a primeras se queda callada, incluso en situaciones extremas. Encuentra un caso impactante en Japón, claro, y entonces ese mutismo ajeno se transforma en un montón de palabras que componen una novela extraordinaria.
Unas horas antes había ido al cine a ver Priscilla, de Sofia Coppola, y me había enganchado justamente la forma en la que la protagonista –que está todo el tiempo callándose hasta que se esfuerza por decirles algo a Elvis Presley o a los que lo rodean, aunque nadie la escuche– sostiene la falta de palabras con movimientos sutiles, con una colección absurda de ropa y peinados desfasados, con los ojos cada vez más maquillados.
Una vez más la directora de Lost in Translation nos muestra con todo su talento a una joven (su propio Volver a los 17: un catálogo de princesas encerradas en castillos de lujo, en ciudades chillonas como Tokio, en casas agobiantes) que tiene que ver cómo pone en palabras, qué hace con ese techo cuando no las encuentra, cómo puede quebrar un peso de imposibilidad que la aplasta. En paralelo, Sofia Coppola acompaña esos huecos mudos con el anacronismo deliberado de una banda sonora impecable y nos hipnotiza en su red con el parpadeo de canciones y silencios.
Transito estas horas congestionada (¿los cuerpos hablan o dicen?, no sé bien) y con una molestia en la garganta que hace que me salga apenas un hilito de voz.
Empieza entonces, como un silencio roto a medias, una nueva edición de Mil lianas.
1. Documentales 2023. Última entrega del balance 2023, prometo. A lo largo de todo el año pasado la música tuvo un lugar importante entre los estrenos audiovisuales. Se lanzaron en cine y en plataformas documentales bien diversos con la historia de bandas y grandes solistas. Algunos por el escándalo, otros por declaraciones novedosas, otros con hallazgos o reconstrucciones de episodios poco conocidos, se destacaron, entre muchísimos otros, series y unitarios que repasan la obra y la vida de Donna Summer, Elvis Presley, Michael Jackson, entre otros.
Especialmente si están buscando material como plan de evasión, les dejo por acá un repaso por seis de ellos que rescaté y las plataformas donde están disponibles.
El repaso por seis grandes documentales musicales de 2023 disponibles por streaming se puede leer en este enlace.
2. Tiranos Temblad. Imprevisibles y siempre bienvenidos, los creadores de Tiranos Temblad en las últimas horas subieron a su canal de YouTube su ya mítico resumen de acontecimientos uruguayos. Esta vez se centraron en episodios que tuvieron lugar durante los últimos días de 2023. Una vez más, el recorrido que armaron está construido en base a videos realizados en ese país o desde otros puntos del planeta donde se hace referencia a Uruguay por el motivo que sea. Un adelanto: volvió el segmento del Crack de la semana con una historia increíble y aparece un hit que, intuyo, se le pegará por varios días a más de uno de ustedes, sobre las andanzas de Godzilla en Uruguay.
La nueva entrega de Tiranos Temblad se puede ver en este enlace.
3. Series y películas de enero. El año comienza con regresos esperados, con grandes lanzamientos y con algo de cine argentino en el universo de las plataformas de streaming más populares. Me intriga especialmente la vuelta de True Detective, con un elenco nuevo encabezado por Jodie Foster, que llegará a HBO a partir del 14 de enero.
Pero hay de todo. Así que armé una guía que pueden pispear en este enlace.
El repaso por las series y películas que llegan al streaming en enero se puede ver por acá.
Banda sonora. Hablábamos arriba de la música de Priscilla, de Sofia Coppola y obviamente varias de las canciones que integran su banda de sonido se sumaron esta semana a nuestra lista de temas compartidos, que siempre encuentran en este enlace. Entran, entre otros, Dolly Parton, Alice Coltrane, los Ramones y una versión hermosa de Crimson & Clover.
Otra película excelente de silencios y de personas que intentan lidiar con ellos que vi por estos días es The Holdovers (Los que se quedan), de Alexander Payne. Además de las actuaciones de sus protagonistas –con Paul Giamatti haciendo de un profesor medio insufrible a la cabeza– van a encontrarse con una historia entrañable y una banda sonora muy linda que pueden escuchar por acá. Trafiqué para nuestra lista algunas de sus canciones. Y, ahora mismo, me quedo escuchando la versión del himno navideño Silent Night, de The Temptations.
Bonus track. Hablando de silencios y de palabras que nos asaltan, transcribo un fragmento de la última edición de Bailando sobre una telaraña, el precioso newsletter musical y poético de Gustavo Álvarez Núñez (quiero creer que ya se suscribieron, ¿no? Es por acá).
“Llegan, entonces, arriban, nos sopapean con alegría esas palabras desafiantes y precisas para poner las cosas en su lugar. ¡Queremos poner las cosas en su lugar! ¡Necesitamos poner las cosas en su lugar! ¡Debemos poner las cosas en su lugar! ¿Cómo hacemos? Samuel Beckett escribió: 'paso a paso/ en ninguna parte/ ninguno solo/ no sabe cómo/ pequeños pasos/ en ninguna parte/ obstinadamente' (lo leo en uno de los ensayos de Lucas Margarit, El monólogo mudo – en torno a la obra de Samuel Beckett). Queremos esbozar el rostro de lo que no tiene rostro. Así nuestras esperanzas, así nuestro calvario”.
Bonus track II. Para cerrar, esta imagen de The Holdovers en homenaje a los que, de las formas más ruidosas o más imperceptibles, nos quedamos descifrando algún silencio.
¡Hasta la próxima!
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