“Decía que yo era de él, que él era mi dueño. No paraba y no paraba. Ahora nadie va a volver a tocarme”. La que habla es Florencia Mansilla. Tiene 27 años y se está grabando con su propio teléfono celular. Es el domingo 18 de diciembre. Sí, el de la final del Mundial. Unas horas después, ya es de noche en la ciudad de Río Grande, en Tierra del Fuego.
Ella no viene de ningún festejo. Acaba de matar a puñaladas a Alexis Baciocchi, un tatuador y profesor de música de 35 años que según dice, la acosaba sexualmente y amenazaba a sus hijos y otros miembros de su familia.
“Hace un tiempo que me amenazaba. Así que hoy le dije que lo iba a ver. Vine a su casa y le dije lo mal que me sentía, todo el tiempo. Traté de ser sincera. Le avisé que lo quería matar porque no me dejaba tranquila y soñaba muchas cosas”.
La mujer está, efectivamente, en la calle Punta Popper 363 del barrio Chacra XIII de Río Grande, donde vive su presunto acosador. Tiene la cara desorbitada y se esfuerza por construir un discurso coherente, aunque sus palabras suenan calmas de a ratos, como si no fuera consciente de lo que acaba de suceder.
“Discutimos y lo apuñalé, no sé cuántas veces, porque se movía mucho, todo el tiempo se movía. No me dejaba hacer algo limpio para que no sufriera. En realidad quería que sufriera pero mi intención no era quitarle la vida, sino asustarlo tanto como para que no se pudiera meter nunca más conmigo”, agrega la joven en el video de cuatro minutos de duración.
En un momento manipula un manojo de llaves, y se fastidia porque no encuentra la que abre la puerta. En otro pasaje se limpia con la boca los dedos manchados de sangre.
“Llamé a la policía hace muchos minutos. Les di mis datos pero todavía no vienen. Siempre tardan para todo, igual que la justicia. Espero que se apuren. Quiero salir de esta escena que no es linda para nadie”, dice Mansilla en uno de los pocos momentos en que parece algo más conectada con la realidad.
La alusión a la demora de las instituciones es algo que ahora investiga la justicia fueguina. Constatar si es cierto que existe un historial de denuncias de acoso al que nadie prestó atención, podría ser la base de la defensa material de la mujer.
Los investigadores también recopilaron sus posteos en las redes sociales. Sobre todo uno realizado una semana antes del homicidio, donde hay una referencia a la situación de acoso, sin que ello derivara en la intervención de alguna dependencia estatal.
“Sin querer soy parte de algo horrible y sin sentido. Entendí que alguien puede matarte, violarte y dejarte por ahí tirada. Yo me niego a ser una víctima. Somos fuertes”, escribió Mansilla.
También sostuvo que estaba cansada de “mirar a los costados” y advirtió: “Voy a actuar”.
La policía llegó finalmente a la casa de la víctima, en la madrugada del lunes 19, y detuvo sin resistencia a la mujer. Una de las causas más escalofriantes de la historia criminal fueguina, empezaba a salir a la luz.
Imputada pero libre
El martes 20, por la mañana, Masilla fue sometida a una pericia psiquiátrica, y por la tarde fue trasladada ante la jueza de instrucción Nº3 de Río Grande, Cecilia Cataldo, para prestar declaración indagatoria
Pero en ese momento, ante la jueza del caso, sostuvo que iba a ser uso de su derecho a negarse a declarar. Fue por consejo de su abogado, el defensor público Rafael Nacaratto, quien hizo lo habitual en este tipo de casos: evitar que su defendida se enrollara en una versión que complicara todavía más su responsabilidad penal. Mejor esperar el desarrollo de las primeras medidas probatorias, y declarar después, con un panorama más claro.
Otra mujer, la fiscal Laura Urquiza, le imputó formalmente el supuesto delito de “homicidio simple”, que prevé penas de 8 a 25 años de cárcel, aunque también hizo algo que llamó la atención. Cuando el defensor Nacaratto solicitó la excarcelación de la imputada, Urquiza prestó su consentimiento.
Por eso, el miércoles 21, Cataldo ordenó liberar a la mujer, bajo el cumplimiento obligatorio de pautas de conducta, aunque también se dispuso su internación en un área de salud mental.
En sus fundamentos, Cataldo expuso que la liberación de Mansilla “no implica riesgo procesal”, ya que “siempre estuvo a derecho, fue ella la que alertó a la policía sobre lo sucedido y participó de las medidas de prueba dispuestas por el juzgado”, detallaron las fuentes consultadas.
De todas maneras, la magistrada tomó en cuenta las conclusiones de la pericia psiquiátrica realizada por el perito oficial del Poder Judicial de la provincia, Mariano Ripolli, donde se menciona que en las actuales condiciones, la acusada representa peligrosidad “tanto para sí como para terceros”.
Es por ello que se dio intervención al Juzgado de Familia y Minoridad Nº2 de la misma ciudad, a cargo de la jueza Marina Montero, quien dispuso el alojamiento de la mujer en el área de Salud Mental del Hospital Regional Río Grande, bajo “tratamiento psiquiátrico y medicación”, agregaron los voceros oficiales.
“Les pido perdón”
Los investigadores ya saben que Baciocchi había sido docente de Mansilla en el colegio Polivalente de Arte de la ciudad sureña, cuando la joven tenía 14 años. Lo que buscan determinar es en qué momento habría comenzado la historia acoso sexual que denuncia la autora del crimen.
La Justicia ya dispuso un peritaje sobre el teléfono celular tanto del hombre como de la mujer para verificar los antecedentes de llamados y mensajes entre ambos.
La joven “había sido víctima de abuso sexual durante su infancia, en un caso donde el acusado es otro sujeto diferente y que la Justicia nunca resolvió”, mencionó una persona allegada al entorno de la acusada que pidió reservar su nombre.
“Lo que está claro es que este hombre la acosaba desde hacía mucho tiempo. Ella pidió ayuda en todos lados y nadie le prestó atención. La llevaron al límite de cometer este acto que si hubiera tenido contención, nunca hubiese pasado”, añadió la fuente.
Aunque fue excarcelada, Mansilla deberá cumplir el tratamiento médico, no podrá abandonar la provincia ni cambiar de domicilio sin aviso, y tampoco podrá mantener ningún contacto con la familia de la víctima, bajo riesgo de volver a la cárcel.
“Les pido perdón a todos mis seres queridos, a los padres de mis hijos que tenían miedo. No podía permitir que alguien tan insignificante les causara dolor”, se la escucha decir a la joven en la misma grabación donde confiesa el crimen, y que también fue incorporada a la causa.
Después, completa: “Ya nadie va volver a tocarme. No quería llegar a esta instancia”.
Esas fueron sus últimas palabras. Ahora la que debe hablar es la justicia.
GR