Niños y pantallas son un tándem casi inseparable a día de hoy, un tándem que genera mucha controversia a nivel social. Puede verse a niños y adolescentes mirando el celular o jugando con la tablet en cualquier lugar: parques, cafeterías, tiendas... Tanto la Academia Americana de Pediatría como la Asociación Española de Pediatría desaconsejan a las familias la exposición de los niños a las pantallas antes de los dos años. El frecuente empleo de estos dispositivos, alertan, no solo afecta a niños y jóvenes en la relación con sus iguales y su forma de comunicarse, sino que merma el desarrollo de su aprendizaje y creatividad e impide la conveniente adquisición del lenguaje. Pero ¿tienen las familias alternativas al alcance de la mano para no recurrir a las pantallas?
En muchas ocasiones, se percibe incluso a niños y niñas con gran dependencia de las pantallas y los padres tienen dificultad para gestionar esa situación. Teresa Jiménez de Miguel, psicóloga especializada en infancia y adolescencia, explica que las familias han de estar presentes para que se dé cabida a otras opciones. “Si en diversos momentos la primera idea es poner una pantalla delante de la cara al niño para entretenerlo y poder tener cierto relax, le acostumbramos a que resulte su 'chupete tecnológico'”, dice.
Para esta profesional de la crianza respetuosa, antes de dar un celular o una tablet se pueden ofrecer a los niños sus juguetes favoritos o dejarles solos para que descubran y compongan historias o juegos... Según ella, llegarán momentos donde haya que lidiar con protestas de los hijos ante un 'no', pero puede lograrse pactar el tiempo y el contenido a visualizar o bien darles alguna tarea “especial” que elaboren mientras los adultos tienen que hacer frente a una reunión o a alguna tarea.
“Los padres deberían preguntarse por qué en ciertas situaciones les molestan los niños. Las respuestas pueden ir desde: 'quizá no estoy entendiendo el mundo del niño', 'puede que no esté siendo muy realista en cuanto a lo que pienso por crianza', 'probablemente necesite pedir ayuda o delegar para no saturarme'…”, especifica Jiménez.
Esta psicóloga infantil recalca que el niño necesita experiencias reales para aprender e integrar mejor lo aprendido, relaciones sociales para poder interactuar de verdad, es decir, algo más que imágenes planas. “Un aprendizaje significativo es aquel en el que el niño es agente activo de su propio proceso de aprendizaje, en el que toma conciencia de lo aprendido, está motivado, fomenta la curiosidad, el espíritu crítico y es difícil de olvidar. Las pantallas anulan la posibilidad de hacer otras actividades, mantienen el cerebro en una sobreestimulación para la que no está preparado y que tiene consecuencias nefastas para la atención, concentración, frustración, la necesidad de recompensa o, incluso, a nivel emocional y psicológico”, explica.
La experta subraya que los padres deberían entender que los niños no necesitan la exposición a las pantallas, por lo que habría que alargar lo máximo el tiempo para iniciarles en ella. En sus palabras: “No aprenden más y diversos estudios aseguran que tampoco mejoran el desarrollo cerebral”. Por estos motivos, es urgente que los padres se formen sobre el mundo digital. “Para entregar un celular a un niño habría que valorar su madurez, comprensión, pensamiento crítico… poniendo ciertos límites y restricciones que le proporcionen seguridad e informarles de los peligros con los que puede encontrarse”.
Hacerse responsable de su propio entretenimiento
“El tiempo que un niño pasa delante de las pantallas es tiempo que le quita al ocio en la calle, a hacer deporte, observar, curiosear, crear... El uso abusivo a edades demasiado tempranas o con poco control sobre el contenido perjudica el aprendizaje, interfiere en el sueño, aumenta la pasividad en el niño, resta tiempo de juego tan necesario en esas edades para desarrollar la inteligencia o habilidades sociales y de la vida diaria. Por el contrario, favorece el nerviosismo y la necesidad de movimiento no satisfecha”, apunta Jiménez.
Para Buenaventura del Charco, psicólogo sanitario y docente universitario, el problema de los dispositivos electrónicos es que los niños se acostumbran a que algo “dirija” su atención. Dicho de otro modo, es un tipo de entretenimiento pasivo donde el niño meramente debe seguir lo que el vídeo le está marcando. El también autor de Hasta los cojones del pensamiento positivo (Ediciones Martínez Roca) señala que el problema ocurre cuando se vuelve algo sistemático “ya que el niño ve cómo se atrofia su autonomía e incluso su responsabilidad sobre su propio entretenimiento”.
El profesional señala que cada vez más los padres asumen funciones del niño en diferentes áreas de su vida, no sólo en lo que respecta al entretenimiento. Entonces, el niño se autorregula y autogestiona poco. “Hemos de permitir que los niños se aburran, sin correr a rescatarlos del tedio, ya que sólo en esa incomodidad del aburrimiento el niño movilizará sus capacidades y recursos para deleitarse con algo”, sostiene Del Charco. El psicólogo añade que la creatividad es un buen ejemplo de esta movilización de capacidades potenciales: “El niño ejercita su imaginación con el fin de hallar algo con lo que entretenerse: aprender a explorar el entorno, utilizar objetos desconocidos o incluso inventar nuevos usos para algunos, por ejemplo: el tubo que se convierte en una espada o en un catalejo...”.
Este psicólogo aclara que aprender a autorregularse y a asumir la autonomía es muy importante y significa una norma para proceder en la vida. “Aprender a hacer esto con aspectos básicos como el juego y la diversión en la infancia ayuda al niño a interiorizar esta forma de estar en el mundo, que luego podrá aplicar a temas como la alimentación, gestión emocional o enfrentarse a los problemas. Si no es capaz de hacerse cargo de su diversión, ¿cómo lo va a hacer de adversidades más 'severas'?”.
Del Charco sostiene que el aburrimiento y la quietud dejan un espacio para poder mirar lo que ocurre dentro de cada uno en un mundo que prácticamente obliga a estar hiperestimulados audiovisualmente y que absorbe. “Si nuestra conciencia está llena de información, no le queda capacidad de darse cuenta de otros factores. La introspección es muy necesaria para poder observar nuestros fenómenos como el discurrir de nuestro pensamiento y aprender a escucharnos, destapar nuestros sentimientos y cómo nuestras emociones se expresan en forma de sensaciones corporales...”.