De perderse en el desierto de Río Negro a padecer el bullying
Francisco Verderone tenía 10 años cuando se separó de su familia en un paseo. Caminó solo durante 18 horas y por más de 25 kilómetros en el desierto patagónico. A su caso lo siguió el país a través de los medios y afectó a su vida posterior. Diez años después cuenta que por la popularidad que le dio ese hecho sufrió situaciones de violencia física y emocional que le afectaron gravemente.
Francisco Verderone tenía 10 años cuando vivió un hecho que lo marcó para toda su vida: perderse en un desierto durante 18 horas en una caminata familiar. El lugar se llama Anfiteatro y se encuentra a 25 kilómetros de la represa el Arroyito, en el Chocón, en el sur de Argentina. Era un 14 de septiembre de 2010. La historia de Pancho paralizó al país. Recuerda que no paró de caminar. Buscaba personas y luces. No comió, ni tomó nada de agua en todo su extravío. El frío lo acompañó en toda la caminata. Su abrigo era la ropa que llevaba puesta. Los dedos de sus pies ya estaban ampollados y sus piernas delataban algunos cortes. De tanto caminar llegó al puente Arroyito, justo allí había un puesto de Gendarmería y un oficial lo reconoció enseguida.
“Me sentí aliviado, pero también estaba asustado, pensaba en que me iban a retar”, recuerda Francisco a elDiarioAR. El diario Clarín lo ubicó en la tapa, al igual que el periódico de Río Negro. Era la foto del reencuentro con su familia.
Francisco recuerda así aquel momento: “Con mi familia y amigos solíamos hacer viajes en distintos lugares, en esa caminata al volver por el mismo cañadón, me adelanté al grupo para llegar más rápido al lugar donde habíamos dejado el auto, y sin darme cuenta seguí de largo, me terminé pasando por mucho, creyendo que seguía por el camino correcto. Me detuve a esperar a que vinieran los demás pensando que llegarían. Pero eso nunca pasó, y empezó a oscurecer, me preocupé y decidí subir hacia la barda para ver si los podía ver en algún lado, al llegar arriba lo que vi fue un auto que se alejaba y yo creí que eran mis padres, en ese momento pensé que se estaban yendo a casa ya que al día siguiente trabajaban, no obstante, sabía que al día siguiente me vendrían a buscar. Era muy pequeño y no tenía mucha noción de lo que pasaba. Estaba muy asustado y decidí moverme, hasta que decidí tratar de caminar hasta mi casa”.
El principio de la pesadilla
Sin embargo, lo peor todavía no había sucedido. Perderse en campos desolados, cerca de la ciudad de Neuquén, iba a quedar en una simple anécdota. “La exposición mediática me afectó muchísimo en su momento. Me convirtieron en un héroe, y pasé a ser mucho más conocido, y en Cipolletti, al ser una ciudad del interior, se hizo más notoria la exhibición del caso”, recuerda Francisco, hoy de 20 años.
La angustia aparecieron en la vida de Francisco. “Mi caso fue visto como algo heroico, pero mis amigos y compañeros de primaria lo transformaron en burla, se reían de mí. A raíz del bullying que sufrí terminé desarrollando un fuerte trastorno emocional. Teniendo que ir a terapia y tomando pastillas”, dice con tono sereno y pausado.
A Pancho, como le decían, se lo escucha tranquilo y sin ánimos de revancha. “El trastorno que sufrí pude resolverlo con las sesiones. Ya lo dejé atrás. El bullying comenzó en quinto grado de la primaria y siguió hasta segundo año de la secundaria. Como de salud estaba muy mal, iba al hospital de día, lo que me imposibilitaba ir a la escuela. Esto determinó que me anotara en un vespertino para terminar el colegio”.
Francisco recuerda con detalle el asedio. “El bullying no tenía momentos ni lugar específico, podía ser durante el recreo, la clase o en otras actividades, hubo violencia física: golpes, empujones, bromas pesadas, insultos y burlas sobre mi peso. El maltrato lo sentí en muchos lados, tanto en mi escuela, Bernardino Rivadavia, como en el club Corpofrut y el Unter. No sabía cómo expresar lo que me pasaba y sentía. No sabía que era bullying. Esto dio lugar a que me afecte por un largo periodo de mi vida. En esa época no estaba tan visible. Lo callé mucho tiempo”.
“Fue un antes y un después”, dice. “Yo fui siempre el mismo, lo que cambió fue mi vida. En ese momento no me daba cuenta. Nadie está preparado para afrontar tamaña situación. Antes de perderme estaba todo normal, el factor principal que desencadenó todo fue la popularidad que tomé en la ciudad por haberme perdido”.
“Hoy, si tengo que aconsejar a un chico sobre el bullying, le diría que hable y que no tenga miedo. Hoy en día es más tangible todo, creo que es un poco más fácil”, reflexiona.
“Con los síntomas del trastorno fue difícil. Algo que no siempre una familia puede sobrellevar. Estaba muy mal. Con 15 años estuve encerrado en mi pieza sin salir. Con depresión e impulsos de violencia, y mis viejos nunca me dejaron de apoyar. Hicieron de todo por mí y sufrieron un montón. Hoy puedo decir que gracias a ellos estoy donde estoy y puedo hacer todo lo que hago”, asegura Francisco, que agradece la ayuda de sus padres. Aldo tiene 56 años y Ana, 54. Francisco tiene dos hermanas Chiara (24) y Magdalena (15).
“A medida que se fueron dando cuenta de mi situación, nunca me dejaron de apoyar y siempre me bancaron y eso que las cosas que a mi me pasaron no fueron fáciles. Si no fuera por ellos, hoy no sé dónde ni cómo estaría”, dice. Francisco estudia psicología en la Universidad de Ciencias de la Educación en Cipolletti. Cuenta que lo que vivió lo condicionó a elegir su carrera. “Sé lo que es el bullying, lo que significa y me gustaría estar del lado de la persona que lo sufre y poder ayudar”.
AB
Dónde informarse y buscar orientación para evitar el bulling:
La problemática del bullying, desde una mirada profesional
El Equipo Anti Bullying (ABA) es una asociación civil que nació en Argentina en el año 2010 frente a la necesidad de dar respuesta al fenómeno del bullying y de la violencia escolar que afecta a niños, niñas y adolescentes.
“Muchas veces son los chicos/as los primeros en comunicarse con nosotros/as. Pero sin el acompañamiento de un tutor/tutora no podemos llevar adelante el caso, les pedimos que le cuenten el problema a sus padres para que ellos se contacten y así poder iniciar el camino hacia una solución”, apunta a elDiarioAR la psicóloga y directora de ABA Argentina, Lucrecia Morgan.
Lucrecia alerta sobre tres tipos de bulling: el verbal, el social y el ciberbullying. El primero es a través de los insultos; el segundo se da por medio de la exclusión y el tercero se genera en las redes sociales. “El ciberbullying puede traer consecuencias mortales, dado que cuanta más gente se sume, peor llega a ser el desenlace”, considera, y explica que éste puede derivar en suicidios, en aumento en los niveles de ansiedad o depresión.
“Hay que estar atentos como padres en la edad escolar, cuando los chicos tienen entre 9 y 15 años. Esta etapa es la de mayor vulnerabilidad. No se queden callados/as. Hay solución y puede dejar de pasar”, reflexiona Morgan.