El 7 de agosto los católicos rinden homenaje a San Cayetano, santo del trabajo y abogado de los humildes, porque fue en esa fecha que murió en Nápoles, Italia, en 1547.
Ese día, miles de fieles se acercan a las iglesias que lo veneran para recordarlo, pedirle y agradecerle. En su figura se lo ve sosteniendo al niño Dios en sus brazos.
Gaetano di Thiene, su verdadero nombre, nació el 1 de octubre de 1480 en Vicenza como hijo de los condes de Thiene. Era de familia muy rica. Sin embargo, de mayor, se desprendió de todos sus bienes y los repartió entre los pobres.
Estudió en la Universidad de Padua donde obtuvo dos doctorados.
Después se fue a Roma, donde llegó a ser secretario privado del Papa Julio II y notario de la Santa Sede.
A los 33 años fue ordenado sacerdote y a partir de ahí inició una vida dedicada a la ayuda de los pobres y enfermos.
Su máxima preocupación fue la corrupción reinante en la Roma de esos años, razón por la cual formó una congregación para socorrer a personas carenciadas y desprotegidas.
Volvió a su ciudad natal, creó hospitales y consagró mucho tiempo a apoyar y dar buenos augurios a las personas que se encontraban internadas. Hizo lo mismo en Verona y Venecia. Fue en esos sanatorios donde, según se dice, logró realizar milagros, como por ejemplo la sanación de la pierna de una joven que, comprometida por la gangrena, estaba a punto de ser amputada.
Murió a los 67 años y el Papa Clemente X lo declaró santo en 1671.
En Argentina se lo venera como santo que ayuda a proveer de pan y trabajo. “Que no nos falte el pan, la paz y el trabajo”, reza la oración para pedirle a San Cayetano. En el resto del mundo es común invocarlo para auxilio de pobres y desprotegidos.
CRM