En Argentina, sólo 1 mujer de cada 150 estudiantes del sistema universitario cursa una carrera de programación. El horizonte parece invariable ante datos que indican que, en el periodo 2010 - 2019, la participación de las mujeres permaneció estancada en aproximadamente 1% del total de inscripciones en estas carreras. El relevamiento surge de una investigación recientemente publicada por la organización Chicas en Tecnología, que analiza estadísticas del Ministerio de Educación sobre todas las universidades del país, tanto públicas como privadas. La brecha de género en las disciplinas vinculadas a la tecnología es una problemática compleja que requiere de una transformación en el ámbito cultural y educativo para que niñas y adolescentes consideren estas carreras como una opción válida y posible para ellas. Pero eso no es todo.
La escasa participación de las mujeres en las carreras que diseñan y construyen tecnología tiene consecuencias que alcanzan a toda la sociedad. La dimensión económica no escapa a esta problemática -el desarrollo de software es uno de los sectores productivos más dinámicos y no llega a cubrir la oferta de puestos laborales- y a ella se le suman otras vinculadas a la interacción social en el entorno digital, a quiénes y cómo acceden a la información y los recursos disponibles y de qué manera se organizan los roles en un mundo mediado por la tecnología. La falta de diversidad en las carreras del ámbito tecnológico tiene su correlato en la brecha digital de género, es decir, en las diferencias de acceso y uso de internet y dispositivos entre hombres y mujeres. En América Latina, el acceso a internet tiende a ser igualitario. La brecha de género, en cambio, se hace notoria en los usos diferenciados. Datos del BID sobre la región muestran que las mujeres reportan falta de conocimiento sobre cómo usar un teléfono móvil o internet. Mientras que ellas usan estos dispositivos fundamentalmente para comunicarse, los hombres los utilizan de forma más intensiva y variada y para actividades de trabajo, de entretenimiento e informarse, entre otras.
“La falta de mujeres en estos ámbitos tiene una doble arista porque es causa y consecuencia. No hay mujeres que estén diseñando internet, que piensen estrategias tanto de cuidado como de uso, de exploración, de producción. Hoy, internet está pensada en una gran mayoría por varones”, dice Lucía Fainboim, directora de Educación de Faro Digital, un colectivo dedicado al estudio de la ciudadanía en territorios digitales. En diálogo con elDiarioAR, explica cuáles son las brechas que observan en el trabajo que realizan junto a escuelas, familias y docentes.
¿Qué impacto tiene en la brecha digital de género la escasez de mujeres en carreras de programación?
Sabemos que, por lo menos en nuestro país, las mujeres usan internet. No hay una brecha tan fuerte de acceso, pero sí hay una brecha muy fuerte en la toma de decisiones, que es el impacto de estas mujeres que no están eligiendo carreras que les permitan después posicionarse en esos puestos. Entonces, por un lado, es consecuencia de la brecha. Al no haber tenido referencias tanto en la cultura como en la sociedad de que pueden elegir carreras de programación o robótica, al no leer libros donde las mujeres sean programadoras, no ver películas donde ese rol sea de mujeres, al no tener motivación desde la escuela, la brecha en el uso también impacta en la elección de la carrera. Y al mismo tiempo, como las mujeres no terminan eligiendo estas carreras que les permiten tomar decisiones, diseñar, programar, se profundiza la brecha porque son espacios pensados por y para varones. Es un círculo vicioso que hay que romper porque hay una inercia que hace que se reproduzca.
¿Cómo se vincula la brecha digital de género con las elecciones de formación y profesionales de niñas y mujeres?
Hay un horizonte de posibilidades que se construye. Qué puedo hacer, qué puedo ser, qué puedo elegir. Nadie le prohíbe a una chica de 17 años elegir una carrera de ingeniería, de programación, pero, ¿por qué cuando vamos a los números de estas carreras el porcentaje de mujeres es bajísimo? Tiene que ver con una construcción, que es histórica y cultural, de un horizonte de posibilidades. Este horizonte se va alimentando, por un lado, de las referencias, de los usos digitales, de las posibilidades que tienen en la escuela, de la posibilidad de romper esta inercia, de que haya programas que incentiven. El Estado es clave. Si vemos que hay una inercia de las mujeres no eligiendo estas carreras, en un primer momento hay que dar impulso, motivación, subsidios, becas, para promover y que después pueda darse la rueda. Una vez que se empieza a generar eso, una empieza a tener amigas que estudian programación, entonces parece posible hacerlo, hay conocidas que estudian ingeniería, entonces no lo ves tan lejano. Y una vez que empezamos a ver mujeres en estos espacios, se empieza a romper un poco la inercia. También hay que trabajar mucho en las nociones culturales, están muy impregnados por discursos de odio machistas, esto lo estamos viendo ahora en el mundial. En Twitter, las mujeres que comentan o relatan el mundial son muy atacadas. Hay una resistencia al avance de mujeres en sectores que supuestamente están dedicados a los varones. Hay mucha descalificación e infantilización, en cuanto las mujeres ocupan estos territorios se las mira con una lupa.
A nivel nacional, ¿qué diagnóstico hacen sobre la brecha digital de género a partir del trabajo en territorio que realizan?
Sabemos que la brecha de género digital tiene, a grandes rasgos, tres dimensiones. La primera dimensión es el acceso, es decir, ¿hay una desigualdad en quiénes acceden a Internet? En algunos países hay, en el nuestro no es significativa, es decir mujeres y varones se conectan más o menos por igual. La segunda dimensión es la de uso. Están conectados y conectadas, ¿qué hacen, es parecido, es igualitario el tipo de uso? Ahí ya vemos una brecha. En pandemia, por ejemplo, se observó que si bien las mujeres y los varones se conectaban la misma cantidad de tiempo, no había problemas en el acceso, el tipo de uso que se hacía de los entornos digitales era desigual. En general, recaía en las mujeres, por ejemplo, la continuidad pedagógica de sus hijos y sus hijas. Estaban mucho tiempo conectadas pero no trabajando o haciendo un uso personal, exploratorio, productivo, creativo, sino haciéndose cargo de la compra del supermercado online, de la tarea de sus hijos y sus hijas, de entrar al aula virtual, todas tareas de cuidado que suelen recaer en las mujeres. Sabemos que en Argentina no tenemos que pensar tanto en cuánto se conectan las mujeres, sino en qué hacen, porque si no reproducimos una desigualdad muy invisibilizada. Eso sí se vio mucho en pandemia y también tiene que ver con factores culturales que se están cambiando pero hay que darles mayor impulso.
En términos de la permanencia, hay un ataque de resistencia muy fuerte cuando las mujeres ocupan territorios de cualquier tipo y sin dudas la violencia de género en entornos digitales fomenta también la brecha. Si queremos trabajar en que las mujeres puedan tener un rol más protagónico y achicar la brecha de género digital hay que también trabajar en la prevención o al menos en la visibilización de las violencias de género digitales, y una muy fuerte son los discursos de odio machistas.
JLC