Algo en común: derechos, igualdad y democracia es una columna semanal en la que el Equipo ELA (Equipo Latinoamericano de Justicia y Género) ofrece una mirada feminista sobre los temas de la agenda de género en Argentina.
En un contexto complejo que parece cuestionar muchas de los acuerdos que fuimos construyendo en las últimas décadas, en esta entrega semanal se analiza lo que nos une, las convicciones que compartimos, los anhelos que sostenemos mirando el futuro. Con el aporte de las investigaciones de ELA en temas como las violencias, los cuidados, los derechos sexuales y reproductivos y la participación social y política de las mujeres, se ofrece un retrato de un estado de situación y se explora la realidad del país y de la región buscando recuperar aquello que nos une. No son “temas de mujeres”, son temas de la sociedad que atraviesan a las mujeres y diversidades. Algo en común propone recordar(nos) que sin igualdad no hay democracia y no hay democracia sin mujeres.
ELA es una organización de la sociedad civil apartidaria y feminista, creada en 2003 y que trabaja para alcanzar una sociedad más justa y equitativa, promoviendo los derechos humanos de las mujeres y la igualdad de género a través del derecho y las políticas públicas. www.ela.org.ar
Siete de cada diez adolescentes en Argentina realiza tareas intensivas de cuidado y trabajo doméstico no remunerado
La situación se profundiza en el caso de las mujeres y en los hogares de sectores populares, donde los jóvenes cumplen un rol central en las estrategias familiares para que las personas adultas puedan salir a trabajar.
La persistencia de los estereotipos de género y el papel clave de políticas que el Gobierno decide desfinanciar.
Cuando pensamos en una o un adolescente, solemos imaginar a alguien que asiste a la escuela, hace la tarea, se junta con sus amigos y amigas, comienza a descubrir sus intereses y a proyectar su futuro. Sobre todo, concebimos a alguien que necesita nuestra guía y acompañamiento. Sin embargo, no solemos imaginar algo que es más recurrente de lo que creemos: las y los adolescentes no solo son cuidados, también cuidan.
Un reciente estudio, elaborado por ELA y UNICEF, arroja luz sobre este aspecto muchas veces invisible: casi 7 de cada 10 adolescentes entre 15 y 17 años se encargan de forma intensiva de tareas de cuidado y trabajo doméstico no remunerado en sus hogares (ENUT, 2021). No nos referimos solamente a actividades como ordenar el propio cuarto, o lavar los platos después de la cena, que son parte de ir adquiriendo responsabilidades en el hogar y contribuyendo a este. Hacemos alusión a tareas que ocupan varias horas al día, restando tiempo y energía a las y los adolescentes, que deberían poder destinar a estudiar, descansar y socializar. En pocas palabras, tiempo para ser eso que son: adolescentes. ¿Cuánto tiempo dedican a estas tareas? Quienes cuidan le dedican, en promedio, 3 horas y 30 minutos diarios (ENUT, 2021).
Las desigualdades se profundizan en los hogares de sectores populares. Allí las y los jóvenes cumplen un rol central en las estrategias familiares para que las personas adultas puedan salir a trabajar: ya que muchas veces trabajan más horas, en horario nocturno, en lugares distantes y/o cuentan con menor poder adquisitivo para resolver el cuidado a través de la contratación de servicios (niñeras, colegios de gestión privada de doble jornada, prehora y post hora, transporte escolar, etc).
Las desigualdades también se expresan en relación al género. Las adolescentes mujeres dedican en promedio más de 4 horas a estas tareas, mientras que los varones un poco menos de 3 horas. A su vez, hay un 10% de mujeres de 16 a 17 años que realizan trabajo de cuidados intensivo y le destinan más de 5 horas diarias (ENUT, 2021).
A través de entrevistas y grupos focales realizados en el AMBA y Tucumán con adolescentes de 15 a 17 años de sectores medios y populares, la investigación buscó entender cómo percibían sus realidades y qué significados les otorgaban a las tareas de cuidado en sus vidas cotidianas. Los relatos de los adolescentes varones revelan experiencias que desafían los estereotipos de género. Manuel, un joven de Tucumán de sector popular, describe cómo se ocupa de cuidar a su abuela, asumiendo responsabilidades en su hogar: “Le tengo que cocinar, limpiar la pieza, acomodar las cosas...”. Alan, un adolescente del AMBA también de sector popular, cuenta que cuida a su hermana cuando su madre está trabajando. Estos testimonios muestran a los varones involucrados de forma intensiva en el cuidado, sin que sientan que ello pone en cuestión su masculinidad.
A su vez, aparece en los relatos de las y los adolescentes una mirada crítica a los estereotipos que atraviesan la crianza y a las injusticias que entienden que estos acarrean. Tobías, que pertenece a un hogar de clase media de Tucumán, por ejemplo señala: “A las mujeres les meten en la cabeza que tienen que cuidar desde chicas, mientras que los hombres son más de jugar y divertirse”. Fermina, otra joven de Tucumán de clase media, cuestiona: “Mi abuela me dice ‘servile el té a tu hermano’, pero si él tiene manos, ¡que lo haga él!”.
A la par, también surgen expectativas de un reparto más equitativo de las tareas domésticas. Muchas adolescentes, como Ana, de clase media, y Zenia, de un sector popular, ambas del AMBA, expresan su deseo de que el cuidado en el hogar sea compartido de manera igualitaria con sus futuras parejas, buscando un equilibrio que rompa con los esquemas tradicionales. “Creo que deberíamos repartirnos las tareas 50 y 50”, asegura Ana.
Sin embargo, estos avances conviven con perspectivas más tradicionales que se presentan sobre todo cuando se piensa en la vida adulta. Cuando se les pregunta a los varones sobre cómo se imaginan que van a organizar el cuidado cuando tengan su propia familia, muchos siguen proyectándose fuera del espacio de cuidado y centrados en el trabajo remunerado fuera del hogar. Alan reflexiona: “Si estoy todo el día trabajando, tendrá que cuidar mi pareja”. Manuel, otro joven de Tucumán, también lo confirma: “Creo que con un trabajo fijo seguiría ayudando, pero mi mujer se encargaría de la casa”.
Mientras tanto, las adolescentes siguen viendo el cuidado como una responsabilidad primaria. Paulina de Tucumán y sector popular, por ejemplo, expresa: “Yo me tendría que hacer cargo [de mis hijos], porque soy la madre. Es lo que me corresponde”. Los testimonios muestran la persistencia de los estereotipos de género, que continúan moldeando las expectativas de las y los jóvenes respecto a sus futuros roles en el hogar.
El informe pone en evidencia que, si no se toman medidas para profundizar el trabajo sobre la socialización de género, la desigual distribución del cuidado no se modificará. La mirada de las y los adolescentes sobre su rol presente y futuro como cuidadores es congruente con lo que las estadísticas reflejan: actualmente, la brecha de tiempo dedicado al cuidado entre adolescentes mujeres y varones es del 44%, y esta cifra aumenta al 75% en la población total (ENUT, 2021).
Esta disparidad en el tiempo dedicado al cuidado tiene consecuencias profundas. En los hogares con personas que requieren cuidado, las jornadas laborales de las mujeres, sumando trabajo remunerado y no remunerado, son más largas: en promedio, ellas trabajan 11 horas y 32 minutos diarios, mientras que los varones dedican 9 horas y 50 minutos. Esto equivale a que las mujeres tienen 51 horas menos al mes para el autocuidado, la formación personal y la vida social, lo que afecta su bienestar general.
Además, esta carga desigual repercute directamente en la inserción laboral de las mujeres, afectando su autonomía económica presente y futura: 11 de cada 100 mujeres que participan en el mercado laboral se retiran al tener un hijo o hija, y el número asciende a 24 de cada 100 cuando tienen dos o más (EPH-INDEC, 1er trimestre de 2024). Y en parte es por esta razón que las jubilaciones de las mujeres son, en promedio, un 30% más bajas que las de los varones (Anses, 2023).
Una herramienta clave para romper con estas dinámicas es la Educación Sexual Integral (ESI), que se implementa en las escuelas y trabaja para desnaturalizar los roles de género. La ESI, junto con otras políticas públicas, tiene el potencial de generar cambios en las futuras generaciones, promoviendo una distribución más equitativa de las tareas de cuidado y construyendo una sociedad más justa.
¿Desfinancia la ESI y la ENIA porque cree, en definitiva, que el lugar de las mujeres es el cuidado y el hogar? ¿Qué futuro se les está proponiendo a las y los adolescentes? ¿No cree el gobierno que las mujeres merecen la libertad de poder elegir su proyectos de vida sin discriminación?
La libertad se construye al proporcionar las condiciones necesarias para su ejercicio, lo que exige, entre otras cosas, una inversión sostenida en educación y políticas públicas que enfrenten el desafío de transformar las desigualdades de género. Es hora de que se reconozca y se apoye el derecho de todas las mujeres a decidir sobre sus vidas y su futuro.
La autora integra el área de Políticas de ELA
Cuando pensamos en una o un adolescente, solemos imaginar a alguien que asiste a la escuela, hace la tarea, se junta con sus amigos y amigas, comienza a descubrir sus intereses y a proyectar su futuro. Sobre todo, concebimos a alguien que necesita nuestra guía y acompañamiento. Sin embargo, no solemos imaginar algo que es más recurrente de lo que creemos: las y los adolescentes no solo son cuidados, también cuidan.
Un reciente estudio, elaborado por ELA y UNICEF, arroja luz sobre este aspecto muchas veces invisible: casi 7 de cada 10 adolescentes entre 15 y 17 años se encargan de forma intensiva de tareas de cuidado y trabajo doméstico no remunerado en sus hogares (ENUT, 2021). No nos referimos solamente a actividades como ordenar el propio cuarto, o lavar los platos después de la cena, que son parte de ir adquiriendo responsabilidades en el hogar y contribuyendo a este. Hacemos alusión a tareas que ocupan varias horas al día, restando tiempo y energía a las y los adolescentes, que deberían poder destinar a estudiar, descansar y socializar. En pocas palabras, tiempo para ser eso que son: adolescentes. ¿Cuánto tiempo dedican a estas tareas? Quienes cuidan le dedican, en promedio, 3 horas y 30 minutos diarios (ENUT, 2021).