En el más famoso de los poemas brasileños, el poeta brasileño más famoso del siglo XX le comunica al Mundo su decisión: Mundo mundo vasto mundo, / se eu me chamasse Raimundo / seria uma rima, não seria uma solução. Para Carlos Drummond de Andrade (1902-1987), todo será posible, menos dejar de llamarse Carlos.
La estética y la política de Drummond fueron rigurosas. Tan coherentes en su modernismo como lo son las abiertas, vastas arquitecturas de Brasilia. Ese modernismo fue atacado y herido el segundo domingo de un año 2023 que había empezado en domingo por la violencia de miles de opositores furiosos armados con palos y piedras. Derechistas que buscan la ruina de la nueva administración federal de centro izquierda y reclaman el poder para el ex presidente derechista. A una semana de la asunción de Luiz Inácio Lula da Silva, tomaron por asalto a la capital inerme de esa presidencia que buscan hacer caer con rabia. Acaso de antemano convenga colocar uno de los énfasis en que no, no cayó, y en que no, nunca jamás iban a hacerla caer con palos y piedras.
Sin solución a la vista en el sofocado horizonte brasileño inmediato, sin visa para las rimas que nos volvieron a desilusionar, como ese joven padre que en uno de los más famosos poemas mexicanos (con rima) del siglo XX “siente -entre sus brazos- latir un hijo ciego”, hoy elDiarioAR publica aquí y así este viernes El mundo es azul como una naranja, la Newsletter Semanal de Política Internacional que a quienes se suscriban (ver abajo) llega a su casilla de correo los días jueves.
1. Brasilia la capital del dolor, o el golpe golpista que más dolió no fue Golpe
Los recursos de los asaltantes de Brasilia son insuficientes para derribar al Presidente. Acabaron por mostrarse sobreabundantes, sin embargo, para estropearle la luna de miel a un gobierno recién consagrado. Agriado el estreno, el vandalismo de los golpistas pudo actuar más directa y cómodamente de lo que ellos esperaban y llegó mucho más rápido y fue mucho más lejos de lo que las élites políticas y sociales esperaban. Sin el freno de obstáculos, de un solo impulso penetraron en el corazón de los nuevos dueños del poder brasileño. Abrieron una herida de la que todo invita a creer que crecerá con el tiempo, una hemorragia en los cuadros gobernantes, de la que brotará más, y no menos, sangre de la dirigencia.
Los sistemáticos destrozos que dejaron atrás en el corazón del Estado, las destrucciones que casi equitativamente distribuyeron a las sedes de los Poderes del Estado, poco agregan como información acerca de qué pueden hacer estos vándalos monotemáticos del extremismo derechista conspiranoico.
En cambio, más novedosa resulta la información, tan espectacularmente comunicada, de que el nuevo gobierno recién instalado, al frente de una de las mayores economías del mundo, un gobierno que compra aviones supersónicos, helicópteros ultramodernos y submarinos atómicos para su Defensa exterior, fue tomado por sorpresa, y que nada de todo cuanto de desolador se veía el segundo lunes de 2023 en Brasilia, que no era poco, previno, o impidió.
2. Golpe de Estado, ¿me repite la pregunta?
La población latinoamericana lo suficientemente provecta en su edad es muy poco sufrida y muy impaciente ante las dudas, sinceras o muy poco sinceras, acerca de qué es y qué no es en definitiva un Golpe de Estado. Les resulta uno de los datos básicos de la existencia humana, porque lo fue de la suya. Cuando las autoridades del Estado son invitadas a retirarse del poder por quien dispone del monopolio de la fuerza, o son privadas de ese poder porque declinaron la invitación y opusieron heroica resistencia infructuosa, ha habido un Golpe. Característicamente, quienes disponen del monopolio de fuerza (o, los que es lo mismo, el arsenal más abrumador por su superioridad), son las FFAA. Todo Golpe de Estado es, al menos, militar, aunque una dictadura subsiguiente pueda ser, como tantas veces, cívico-militar.
Cuando el Ejecutivo boliviano dimitió en noviembre de 2019, quienes negaban que hubiera habido Golpe alegaban que se trató de una ‘sucesión constitucional’. Porque la sucesión de los renunciantes Evo Morales y Álvaro García Linera fue tramitada según las normas de la Constitución. Suponiendo que fuera así (tampoco fue), esto desplaza la cuestión. Las consecuencias no son definitorias. Hay Golpe de Estado cuando las autoridades son destituidas por el uso (o la amenaza cierta del uso) de una fuerza irresistible.
Desde la segunda vuelta del 30 de octubre, cuando el derechista Jair Bolsonaro se había visto privado de la reelección, los partidarios más extremistas del presidente extremista organizaron marchas para negar toda verdad y toda realidad a la ‘fake news’ de la derrota. Marcharon a golpear las puertas de cuarteles y destacamentos del Ejército. La invitación a las FFAA a unirse activamente a la protesta y a repudiar la estrecha verdad del desempate electoral fue recibida por las autoridades militares. Es difícil estimar hasta qué punto ese clamor ultra de los manifestantes (tropa rasa en la línea de fuego incitada y financiada por empresarios del agronegocio y de la 'minería artesanal', por jefes territoriales estaduales adictos al gobierno extinto, por ligas de camioneros) fue desoído; es innegable que fue desatendido. Nada hicieron para restaurar la ley y el orden, y restablecer la genuina soberanía del pueblo que había elegido Bolsonaro.
3. Un error de los golpistas, el creer que tenerla clara es tenerla fácil (¿o acaso la lucidez alguna vez sirvió para algo?)
En el razonamiento de los años 70, los civiles golpistas que pedían la intervención de las FFAA eran antidemocráticos al considerar que la democracia, ‘de momento’, podían consentir, mientras no se hubieran completado todas las necesarias pedagogías, no servía para América Latina. Porque el pueblo inculto, en su resentida pobreza famélica, votaba mal. Siempre. Tan pronto le hacían el regalo de poder elegir, la masa popular votaba comunistas, peronistas, unos revolucionarios, otros corruptos, todos lamentables. El gobierno democrático debía ser sustituido por una dictadura militar, higiénica, terapéutica, curativa, respetada, obedecida, sanadora. Los militares podrían gobernar guiados por la neutralidad de técnicos civiles.
En el caso brasileño, lo que piden los golpistas es que las FFAA se valgan de su fuerza irresistible, o de la amenaza de usarla. Es un caso diferente, ni un ápice más democrático, ni un ápice menos inquietante, que la imagen de las ‘fuerzas vivas’ de la sociedad golpeando a las puertas de los cuarteles de la década de 1970. El contexto anterior era más complaciente con las FFAA, esos golpistas pedían un Golpe que derrocara a un gobierno ‘corrupto’, civil, ‘rosquero’, elegido por sufragio, ‘ineficaz’, ‘comunista’. Y que gobernaran con ‘mano dura’ nuevas autoridades de las FFAA: pedían una dictadura militar.
Los golpistas brasileños quieren una intervención militar para colocar en el poder al genuino presidente, Bolsonaro. En la década de 1970, el argumento era al revés. No pedían al Ejército los golpistas de entonces que defendiera a la democracia. Pedían que la sustituyeran, la anularan. Mientras los votos se ‘contaran’ y no ‘pesaran’, mientras el pueblo no supiera qué y a quién votar, no había democracia que valga. Porque el electorado siempre iba a preferir, inexorablemente, al candidato que menos gustaba a los golpistas.
En 2023 en Brasil, y antes en EEUU (aunque sin apelación trumpista a las FFAA), es diferente. Estos golpistas dicen que el pueblo elige bien. Y elige a elegidos por Dios: empiezan a aflorar esta semana datos sobre la participación de iglesias evangélicas en las caravanas de ómnibus que el domingo 8 llegaron a Brasilia.
La victoria de Lula es la prueba del fraude, porque el pueblo vota Bolsonaro. Como todos los terrenos baldíos, todos los corralones argentinos según el poema “Fundación mitológica de Buenos Aires” de Jorge Luis Borges, gritaban unánimes una sola palabra: Yrigoyen. Ni Bolsonaro ni Trump quieren ganar haciendo trampa: ellos ganaron, dicen, fraudulentos son los otros. A Lula no lo eligió el pueblo, tuiteó Bolsonaro, lo eligieron la Corte Suprema y la Justicia Electoral.
Los golpistas son la Libertad: la encarnan. Eso proclaman. Sus aviesos adversarios elitistas izquierdistas son basura, dictadura, persecución, represión, prisión. Esto explica que las pintadas que dejaron los golpistas en el Supremo Tribunal Federal (STF) y otras superficies de Brasilia denuncien la “Dictadura” lulista. O que al retrato al óleo del prócer decimonónico José Bonifácio, declarado “Patriarca de la Independencia” por el presidente Michel Temer (ya honrado por calle porteña en el barrio de Caballito), le pintaran bigotes nazis, hitlerianos.
4. Brasilia, o por qué a los símbolos del comunismo los manchan pero jamás destiñen
La aspiración política de mudar la capital nacional desde Rio de Janeiro al interior central de Brasil, para contrapesar el hegemonismo del litoral atlántico del sudeste, había sido formulada muchas veces por distintas voces y sectores en esto coincidentes desde el siglo XIX. En la década de 1950, el presidente Joscelino Kubitschek colocó la nueva capitalía como eje y blanco de su programa político. JK era desarrollista, un par ideológico de su coetáneo par en el Ejecutivo argentino, Arturo Frondizi. Cuando lo que era proyecto se hizo ley, JK había añadido el requisito futurista de la nueva capital, además, fuera una ciudad nueva, planificada desde cero en un hueco geográfico creado para esperarla.
El resultado de esa decisión fue Brasilia. Urbanismo de toma aérea, simbología democrática del vidrio y el cemento brutalistas en clave de futurismo bien temperado, extemporáneo camposanto tropical del sentimentalismo utópico, extrapolado edén adánico del racionalismo desarrollista. Nuevos espacios, nuevas geometrías y geologías devastadoras diseñadas a la medida del ‘Hombre Nuevo’ en esa euforia de la revolución posible que estremeció a América Latina al fin de la década de 1950. Arquitecturas devastadoras diseñadas por un arquitecto comunista, el carioca Oscar Niemeyer, exiliado por la dictadura militar.
Jair Bolsonaro es un hombre de esta Brasilia comunista que hizo carrera legislativa gracias al miedo al comunismo. Idóneo en inducir pavor, el político paulista y candidato derechista ganaba elección tras reelección. Hasta ser elegido presidente en 2018, durante dos décadas consecutivas Bolsonaro estuvo apoltronado en su banca de diputado federal por Rio de Janeiro. Gracias a las guerras culturales del anticomunismo militante, este ex capitán paracaidista del Ejército prolongaba período tras período su permanencia y residencia en el Congreso y en la capital que había diseñado Niemeyer, premio Lenin de la Paz.
El 1° de enero de 2019, después de asumir la presidencia, el primer acto de gobierno de Bolsonaro, anterior a cualquier otro, fue el de retirar todas las sillas y sillones de las sedes y residencias presidenciales que fueran de color rojo. Ordenó reemplazar esos muebles por otros nuevos, equivalentes, pero azules. Cuando el 1° de enero Lula asumió la presidencia, un enorme lienzo rojo lo saludaba entre la multitud partidaria, prolongándose de grupo en grupo. Fue criticado el color, como si el nuevo gobierno prefiriera el símbolo del Partido de los Trabajadores (PT), en el día que asumía el presidente de la República, a los colores verde y amarillo de la bandera nacional. Pero el rojo simbolizaba también una recuperación del equilibrio, la restauración del color primario que Bolsonaro había cancelado de cientos y cientos de piezas de mobiliario del patrimonio nacional.
5. Brasilia, o ¿la pasión de mi vida habrá sido el miedo?
Brasilia fue estrenada como nueva capital de Brasil en el alba de la década de 1960 por un presidente, Janio Quadro, que no duró un año en el poder. Le dio miedo, huyó en avión. En su renuncia se refirió vagamente a “poderes ocultos”, que sin duda temía nombrar por su nombre. Fue sucedido por su vice Joao Goulart. Este gobernante neopopulista fue tumbado en 1964 por un Golpe de Estado de las Fuerzas Armadas. Brasil, que en el siglo XIX había conocido sólo dos años de república democrática, supo en la segunda mitad del siglo XX de 21 años consecutivos de dictadura militar, récord continental latinoamericano.
Desde mucho antes de ser presidente, Bolsonaro ya sufría de insomnios. Como acaso sea anticipable, la presidencia lo alivió en poco. También se dice que es paranoico, y él dice, con más palabras, que es agorafóbico. El Palacio de la Alborada, la residencia presidencial oficial, fue el primer edificio público completo que se levantó y completó en esta ciudad nueva en la meseta del Oeste de Brasil. Toda su fachada es de vidrio. En su planta baja, hay una larga columnata, que el francés André Malraux, escritor comunista y ministro gaullista de la Cultura, calificó de cumbre de la arquitectura universal, parangonable sólo con el griego Partenón de la Atenas clásica.
A Bolsonaro asustaba este monumento a la transparencia que debía habitar. Su espacio favorito, donde se recluía en las noches de insomnio, las más, era un vestidor de una treintena de metros cuadrados, en forma de U, sin ventanas, invisible desde el exterior. Pronto encontró que ese espacio de su confort era bueno, el mejor, para despachar los asuntos de gobierno. Después, también ahí reunía a ministros y al Gabinete. En un libro que acaba de ser publicado, Cauchermar brésilien, el periodista francés Bruno Meyerfeld, corresponsal Brasilia del vespertino parisino Le Monde en Brasilia, estima que Bolsonaro gobernó la mayor parte de cuatro años a medio vestir, en calzoncillos, pero siempre con las medias puestas. Una fantasía masculina hecha realidad, poderse quedar en el vestuario sin tener que salir.
6. Brasilia, o ni a palos un Golpe
Con más prudencia que Bolsonaro, el presidente Lula no se mudó de inmediato el 1° de enero de 2023 a la residencia presidencial oficial desde el hotel de Brasilia donde se alojaba. Esperó a que los servicios secretos brasileños, según les fue ordenado, cumplieron con un exhaustivo rastrillaje en busca de los micrófonos y otros dispositivos de espionaje que temía que el gobierno del hombre que gobernaba en calzoncillos pudiera haber dejado instalados para registrar o transmitir en directo cuanto hicieran o dijeran representantes de la nueva administración.
Con menos prudencia que la que le recomendaban en público y ante las cámaras ministros de su gabinete, con más sensatez, Lula no aguardó a que prolijas brigadas anti explosivos rastrillaran todos los ambientes vandalizados de todos los edificios públicos. Apenas reducidos los asaltantes, el Presidente se encaminó sin demoras y fue a recorrer y observar de primera mano y sus propios ojos los destrozos consumados en la sede del poder brasileño.
Con las omnipresentes paredes de vidrio del piso al techo, el arquitecto Niemeyer simbolizaba la transparencia, la glasnost democrática, que en lenguaje liberal es la publicidad de los actos de gobierno, que no se ocultan a la mirada de la ciudadanía. El hormigón armado a la vista, simbolizaba la solidez de los fundamentos y principios doctrinarios de la democracia. Ya antes de visitar en persona las áreas y construcciones vandalizadas, Lula ya sabía que lo más feo del daño iban a ser las ventanas cascoteadas y los montones de vidrios rotos. El poder explosivo de estos vándalos no llegaba mucho más allá que sus piedras y sus palos.
7. El principio de Pedro Picapiedra
Sin rareza, se sabe, no hay paradoja. Pero el Peter’s Principle es el raro caso de una rara paradoja. Originariamente, este principio formulaba una regla propia de la administración de empresas. Aparentemente, con seriedad. Paro explotaba de comicidad, involuntaria o no. Como una paradoja cándida, sin autoconciencia humorística. En una organización jerárquica, dice el principio de Peter, cada empleado asciende hasta ser colocado en llegar al lugar de su incompetencia más perfecta.
En su versión seria, el principio que el educador canadiense Laurence Peter bautizó con su nombre en 1969 significa que nuestras carreras terminan donde empiezan las competencias de los otros. En traducción al absurdo, describe un mundo sin rima ni razón, maravilloso como el de Alicia, mágico como el patriarcado otoñal latinoamericano. Donde la estructura del Estado y la sociedad automáticamente asignará, para ocupar cada cargo, para cumplir cada función, a personas particularmente desprovistas de competencias.
En estas dos semanas, la administración del Estado brasileño, en su conjunto, pareció dispuesta a proveer ejemplos de trágica comicidad. El funcionario encargado de velar por la seguridad de Brasilia, Anderson Torres, estaba de vacaciones en EEUU el domingo 8 de enero. El Distrito Federal (DF), que como en la Argentina ocurre con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), cuenta como un estado (provincia) más, que se suma a los 27 de la Unión (República Federal) .
El nuevo gobierno de Brasilia, del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), elegido en las elecciones generales brasileñas (y primera vuelta de las presidenciales) del primer domingo de octubre de 2022, había designado a este ex policía, que había sido el último ministro federal brasileño de Justicia y Seguridad Pública de la presidencia de Bolsonaro, para ocupar el cargo de Secretario (equivalente a un Ministerio en el DF) de Seguridad Pública. Ya había sido el titular de la misma Secretaría en la anterior gobernación de Ibaneis Rocha (MDB), antes de su promoción del gobierno estadual al gobierno nacional. Pero elegirlo ahora era, en palabras de la periodista Eliane Cantanhêde, el principio de Pedro refulgente en su esplendor, “el zorro puesto a velar por la vida de la población del gallinero”
8. La falta de imaginación al poder en Brasil
Luce razonable que los funcionarios del Estado gocen de jubilaciones anticipadas. Sin fatigas de años y años. Un par de semanas de servicio, y sus declaraciones ya merecen el retiro. Los hechos aceleran la velocidad del tiempo. En la mañana, los únicos privilegiados son los niños, pero en la tarde de ese mismo día el funcionario declarante ya está disfrutando de los derechos de la ancianidad.
Buenos ejemplos de esa aceleración dio el ministro de Defensa brasileño. No había cumplido una semana en el cargo, y ya sus primeras declaraciones eran obsoletas. De pleno derecho, habían llegado a la edad jubilatoria. José Múcio pronunció un breve discurso al asumir su Ministerio, un día después de que Lula asumiera la Presidencia. Los jefes de las FFAA de Brasil que estaban presentes escucharon, aplaudieron. (Lula, un enamorado de los símbolos, no estaba; de las 37 juras en 37 Ministerios, sólo asistió a una, la de su vice Geraldo Alckmin a la cartera de Desarrollo, Industria y Comercio).
Los acampes del irredentismo bolsonarista ante los cuarteles del Ejército se están “vaciando”, dijo Múcio. Esos acampes, según el ministro flamante del flamante Ejecutivo, “forman parte del juego de la democracia”. Desde el primer día del nuevo año 2023, Lula había dejado de ser presidente electo: había asumido como presidente de la República. Él lo sabía bien. Se lo habían contado “conocidos, amigos, parientes”. Poco a poco, los extremistas levantarían esas carpas donde habían pernoctado, devolverían esos baños químicos donde se habían desahogado. “Nuestro país tiene tradiciones pacíficas”, resumió.
9. La falta de imaginación al poder en Brasil (pero también en Brasilia DF y en Washington DC)
Como en sus 2 mandatos anteriores, como su sucesora la también petista Dilma Rousseff en sus 1,5 mandatos, Lula designó a un civil de perfil temperamentalmente serio y profesionalmente técnico como titular del Ministerio. El Ministerio de Defensa, que en el siglo XIX solía llamarse Ministerio de Guerra, quiere ser la cartera de la Paz.
Múcio es un moderado. Si se buscaba a una persona ajena a las internas militares, nadie parecía más adecuado. No conocía los nombres de la cúpula militar, ni sus carreras. Pero, aclaró, cuando Lula le pidió nombres para el cambio de mando, buscó a conciencia en internet.
NI el Ministro de Defensa de Brasil, ni el Gobernador de Brasilia, ni el Secretario de Seguridad de Brasilia, se imaginaron nunca los hechos del domingo 8 de enero en la capital de la Nación “Inimaginable”, dijeron.
No sólo hay déficit de imaginación (y superávit de fantasía) en Brasil. También en EEUU. El presidente demócrata Joe Biden declaró que era “inimaginable” que documentos clasificados del Estado fueran hallados ocultos en una oficina que él usaba en Washington.
Todavía más “altamente inimaginable” le resultó que dos conjuntos de documentos secretos fueran encontrados en su biblioteca personal y aun en el garage de su residencia familiar fuera de Washington DC. Estaban allí desde los tiempos en que había sido vicepresidente de Barack Obama. Allí Wilmington, Delaware, el Estado por el cual en 1972, después de su declaración de guerra sin cuartel al consumo personal de drogas, fue elegido el senador más joven de la historia del Capitolio. A los 80 años, el político demócrata es el presidente de más provecta edad de la historia de EEUU (que espera postularse en 2024 a un segundo mandato). Pero en Washington DC, se sabe, clasificado y controversia son sinónimos.
10. And yet, and yet
Y sin embargo, y sin embargo. Así termina Borges su ensayo “Nueva refutación del tiempo”, escéptico de su propio escepticismo. (Esta Newsletter es argentina de origen controlado: como sin querer la cosa, ya va una cita de Borges cada mil palabras).
El Partido de los Trabajadores (PT) recién empieza en Brasil su quinto gobierno, después de ganar una agónica quinta elección presidencial.
El 16 de enero, América celebra el día de Martin Luther King. El himno del líder afrodescendiente hoy se ha incluido incluso en el cantoral de la liturgia de la Iglesia Católica. Canta así: We Shall Overcome – Vamos a vencer, al fin al fin.
A partir de ese lunes conmemorativo, el redactor de esta Newsletter Semanal de Política Internacional de todos los jueves enfrenta su período anual de receso y descanso estival. Entregado en ese su El mundo azul como una naranja a un par de semanas de indisciplina, se las pasará leyendo sin ton ni son ni rima ni razón. Para regresar después a su métrica regular y a su escandido, al ritmo y la energía de un epistológrafo hebdomadario para elDiarioAR y para el Mundo.
Mundo mundo vasto mundo / mais vasto é meu coração termina rimando la estrofa de “Poema de Sete Faces”, el poema brasileño más famoso del mundo, que es también el primer poema del poeta brasileño más famoso del mundo, Drummond de Andrade, Carlos.
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