Acaso la más famosa, la menos olvidadiza de las canciones de la Nueva Trova cubana fuera aquella donde nos entonábamos con una luz cegadora, con un disparo de nieve… Convertíamos a la historia en metáfora, porque nadie disparaba nieves, el único que apuntaba y acertaba era ‘Nievi’, un francotirador soviético que en la Segunda Guerra Mundial defendía a Stalingrado contra los nazis que la asediaron pero nunca ocuparon. De malentendidos como este, de ignorancias no siempre maliciosas, se alimenta la crisis ucraniana que opone al presidente ruso y a su colega norteamericano. Mientras todas las cancillerías occidentales se preguntaban cada mañana por una fecha incierta, ‘¿Cuándo invadirá Ucrania Vladimir Putin?’, se acerca una fecha cierta, previsible, en los movimientos del líder del Kremlin: la de este viernes, cuando asista en Pekín, como invitado especial del presidente chino Xi Jinping, a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno. Donde también la nieve será equívoca, porque la industriosidad oriental ha puesto al deporte al abrigo de las contingencias del clima, y los organizadores cuentan con un stock de nieve artificial a prueba de sequías.
1. El general Invierno
Como suele ocurrir en cualquier década, en los años 1960 y 1970 la euforia insuflaba aliento poético a una revolución latinoamericana posible a costa de descuidar la prosa de los detalles históricos prosaicos. Para el régimen comunista de La Habana, la historia rusa, la de la Unión Soviética que subvencionaba con un millón de dólares diarios el esfuerzo de cultivar el socialismo insular en contrapunto con el tabaco y el azúcar caribeño, había cobrado la relevancia de las referencias cotidianas reconocibles. No ocurría lo mismo en el entusiasmado subcontinente, donde lirismo y epopeya arrasaban. Es así que el lirismo épico y amatorio de “Ojalá” había convertido, para los oídos y voces de quienes cantaban, en un sustantivo común, nieve, lo que en realidad era un nombre propio, ‘Nievi’, alias de Vassili Grigórievich Záitsev, francotirador que mató a 225 soldados y oficiales alemanes cuando las tropas del Tercer Reich finalmente encontraron un freno fatal y final ante la ciudad de Stalingrado: “Aquellos que en Holanda / tulipanes y agua / salpicaron de lodo ensangrentado / y esparcieron el látigo y la espada / duermen ahora frente a Stalingrado”, escribía, contemporáneo, el poeta comunista chileno Pablo Neruda en su “Nuevo canto de amor a Stalingrado”. La batalla en la ciudad que desde 1961 se llama Volgogrado (Stalin no ha sido rehabilitado), se prolongó por 200 días hasta la humillante rendición de las fuerzas alemanas: hasta terminar, en 1943, un 3 de febrero como hoy, en la República Socialista Soviética de Rusia, no tan lejos de Ucrania, no tan lejos de Crimea, donde no falta quien recuerde la mejor batalla que libró el s. XX.
2. Un horizonte de cemento
Desde varias semanas, la atención de las cancillerías de los países de la OTAN escudriña el horizonte, aguardando una fecha incierta. La de una eventualidad que EEUU prevé como un hecho futuro cierto: el día que Rusia invada militarmente Ucrania. El gobierno norteamericano ha colocado la hipótesis de guerra en el centro de su agenda política internacional, involucrado a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, y buscado apoyos para una disuasión estratégica en gran escala entre sus aliados europeos, americanos, y medio orientales.
3. Jardines imaginarios habitados por escuerzos reales
EEUU menciona como precursores, y como signos seguros del que vendrá en la frontera-ruso ucraniana, el precedente de la ocupación de Crimea en 2014 (un hecho consumado), la acumulación de efectivos y tanques rusos del otro lado de la frontera (un hecho observable), e informaciones reunidas por sus agencias de inteligencia (datos reservados). Con más insistencia, y con mayor detalle, el presidente Joe Biden prefiere hablar de las consecuencias para Rusia de la guerra que de aquello que puede volver inexorable su desencadenamiento. Desde 2000 a 2021, las sanciones de Washington crecieron un 933 por ciento; en un minuto, los números del primer mes de 2022 podrían sobrepasar acaso a los del año anterior entero al momento que Joe Biden decrete contra Rusia, en el supuesto de una invasión militar a Ucrania esa batería de sanciones económicas, más mortíferas que cuantas conocimos hasta ahora conocidas, que según aseguró su gobierno ya tiene preparadas. La invasión todavía no es un hecho, pero el arsenal de sanciones, sí.
4. La continuación del magnicidio por otros medios
El agresor ruso, en caso de invadir Ucrania, será castigado con un arsenal, ya preparado por la administración de Joe Biden y listo para abrir fuego, de sanciones que dejarán lisiada a la economía rusa, paralizarán a sus empresas, y mutilarán a oligarcas y a líderes políticos, y que tendrán entre sus blancos directos y personalísimos al propio presidente de la Federación Rusa.
5. Si la puntería de Biden compitiera con la de Nievi
El primer día de febrero Vladimir Putin denegó personalmente con energía cualquier posibilidad de invasión, pero si la hubiera, calculaba al día siguiente el Washington Post, la efectiva idoneidad disuasiva o punitiva de las sanciones, contra Rusia y contra el mismo Putin, tampoco está exenta de reparos y desmentidas.
6. Disparos por la culata, o el uso y abuso de las sanciones económicas
Desde la ocupación de Crimea en 2014 están vigentes penalidades financieras y comerciales que EEUU y la UE impusieron a Rusia. Castigo ineficaz: nunca se renegoció el hecho consumado. Y contraproducente: en vez de dañar el crecimiento ruso, lo estimularon, según el Financial Times.
En el siglo V a.C. la ciudad más democrática de Grecia, Atenas, fue la que decretó la primera sanción de la historia occidental; en el siglo XXI la nación que se declara la más democrática del mundo es también la más sancionadora. De acuerdo con el cómputo del organismo que dentro del Departamento del Tesoro actualiza el prontuario de sanciones y sancionados, EEUU ordenó 9421 sanciones económicas en 2021: 26 por día, más de una por hora. Contra barcos y aeroplanos en Venezuela, contra bancos y clérigos en Irán, contra funcionario e instituciones en Bielorrusia, Cuba o Angola; en Corea del Norte, incluso contra la Academia de Ciencias.
7. Pero al final de cuentas, ¿de quién era la república de Crimea?
Desde 2014, las potencias occidentales sancionan a Rusia por haber ocupado la península de Crimea, en el Mar Negro. Desde 1991, Crimea pertenecía a Ucrania. Pero en tiempos de la URRS, Crimea era una República Federativa. En el Derecho Constitucional soviético, estas repúblicas tenían un estatuto político y administrativo de un rango más bajo y subordinado que las Repúblicas Socialistas Soviéticas, y cada una estaba asociada a una de estas. Hasta 1991, y desde la Constitución stalinista, Crimea había estado asociada a Rusia. Esta es una justificación que Occidente descarta de plano, pero que ni Putin, ni la mayoría de las poblaciones rusas y ucranianas desconocen, o minimizan.
8. Las provincias rebeldes
Tampoco China condena a Rusia por su ‘recuperación’ de Crimea. Las analogías no faltan con sus propias argumentaciones acerca de la isla de Taiwan, una ‘provincia rebelde’. El gobierno de Pekín advierte que Washington debe abstenerse de tratar como gobierno nacional independiente al de Taipei. El embajador chino en EEUU es muy reiterativo en comunicar que el conflicto por Taiwan es de una urgencia y gravedad muy superiores a las que la Casa Blanca le fabrica, a sus ojos, a un enfrentamiento entre Rusia y Ucrania que es en verdad un conflicto entre Moscú y la OTAN.
9. Relatos, ofensa y desmemoria
La URSS colapsó y se fragmentó en repúblicas independientes el 1991. Según el presidente ruso Vladimir Putin, antiguo funcionario de inteligencia soviético, Occidente olvidó, o ignora que el nazismo fue vencido y Europa liberada gracias al Ejército Rojo y a los 12 millones de muertes soviéticas.
En los planteos de fondo, Kiev coincide con Moscú más de lo que le gusta ver y oír a Washington. Ucrania solicita una diplomacia más callada, porque el dar por descontado una crisis bélica inminente es noticia que ya está causando perjuicios al país, en cuyas provincias orientales, separatistas (de Ucrania, y acaso anexionistas, a Rusia), el gobierno ucraniano no ejerce control territorial. Moscú ha desmentido sin matices cualquier designio imperialista contra su vecino del sur y denunciado este escenario como una fabricación.
10. Dos milenios y medio de fracasos en el arte de sancionar
La prostitución, oímos decir a los cómplices de esa eternidad, es la profesión más antigua del mundo. Lo que sí es cierto es que en las primeras versiones del más antiguo ejemplo occidental de sanciones económicas para castigar y doblegar a gobiernos extranjeros díscolos aparecen prostitutas –y fue un fracaso. Según el historiador Tucídides, el bloqueo comercial impuesto en 432 a.C. contra Mégara aceleró la sangrienta, desgastante, ruinosa, fratricida guerra llamada ‘del Peloponeso’ por una península situada en el corazón del territorio continental de Grecia. Durante un cuarto de siglo lucharían la democrática Atenas (la potencia que impuso la sanción inicial), la oligárquica Esparta y las ciudades griegas que se alineaban con uno u otro bando. Y todo había empezado, según la cruel versión paródica de Aristófanes en su comedia Los acarnienses, con una escalada de secuestros retaliatorios de prostitutas entre una polis y la otra, hasta que un pomposo Pericles decretó el embargo total; en Mégara empezaron a “morirse de hambre”, y rogaron a los espartanos que intervinieran en su favor. Ya en esta primera instancia es limpia la secuencia de los acontecimientos, son nítidas las componentes que por dos milenios y medios configurarán a este instrumento inerme pero letal, es transparente su baja capacidad de victoria. Y es sugestiva su idoneidad para la autolesión.
Los gobernantes de las grandes potencias democráticas (y otras después, que no desdeñaron recorrer el sendero de la sanción –así, p.ej., China ha sancionado a la NBA-) aprovechan una máxima conveniencia de la sanción, la superior facilidad y ductilidad que hay en decidirlas e imponerlas. Ya a Pericles le bastó un decreto. Y cuando hoy se requiere la aprobación de un Congreso, casi ninguna otra propuesta de un Ejecutivo sigue un curso más terso. Fáciles de aplicar, son difíciles de suspender. Porque, en realidad, las sanciones norteamericanas sólo pueden levantarse por completo si se consuma el supuesto violentamente unilateral que las ha dictado: que el país sancionado cambie de régimen.
AGB