Trump descubre el primer tope de su mandato: los mercados

Cuando los mercados empezaron a hundirse con la tabla arancelaria que presentó Donald Trump en el llamado “Día de la Liberación”, el presidente estadounidense hizo burla del pánico bursátil y lo desestimó. Han pasado poco más de tres semanas desde entonces y el mandatario no solo ha aplicado una tregua comercial —parcial— de 90 días con la mayoría de países, sino que también ha rebajado el tono con China. Trump parece que ha encontrado en los mercados un rival capaz de ponerle cerco a sus políticas agresivas.
En los tres meses que lleva sentado en el Despacho Oval, Trump ha ordenado despidos masivos, ha roto con los viejos aliados para acercarse a Rusia e incluso ha desafiado (y desoído) la autoridad de los jueces. Todas estas acciones han conllevado protestas, movilizaciones, críticas y una caída de la popularidad en las encuestas. Pero, de momento, los únicos que han puesto un tope a las aspiraciones del presidente, y le han hecho recular, han sido los mercados y los bonos del Tesoro. “¡No seas débil! ¡No seas estúpido!... Sé fuerte, valiente y paciente, ¡y la GRANDEZA será el resultado!”, publicó Trump en los primeros días posteriores al anuncio de la guerra comercial, mientras escalaba hasta cifras casi absurdas los aranceles para China. En esos días el estado de choque de Wall Street era doble, no solo por ver cómo el presidente ignoraba los avisos de posible recesión, sino porque Trump siempre se había guiado por los mercados.
En la primera presidencia, Trump ya acostumbraba a seguir los mercados bursátiles, casi con la misma atención que las encuestas de popularidad. Aun así, siempre ha tenido la costumbre de apuntarse el mérito cuando la curva subía hacia arriba y desentenderse si se desplazaba en sentido opuesto. Muestra de la fijación del magnate con estos es cómo los usó como un arma de ataque contra sus rivales demócratas, Joe Biden y Kamala Harris, durante la pasada campaña electoral. Trump sigue criticando al expresidente Biden por dejarle un mercado “enfermo” y aseguraba que Harris provocaría un “colapso Kamala” y una “depresión al estilo de 1929”.
Pero incluso cuando desestimaba la reacción de los mercados, Trump no ha podido ocultar su fijación con estos. Ya fuera para criticarlos o hacer predicciones, el presidente tuvo unos días muy activos en Truth Social comentando cada uno de los zarandeos que él mismo provocaba en las bolsas. Desde asegurar que al final habría un “boom” hasta anunciar a sus seguidores que compraran acciones pocas horas antes de anunciar la tregua arancelaria y volver a disparar los stocks.
A pesar de que, de puertas hacia fuera, la administración ha estado justificando cada uno de los volantazos comerciales como parte de un plan “a largo plazo” para mejorar la economía estadounidense, los pasillos de la Casa Blanca dicen otra cosa. La rebaja de los aranceles recíprocos durante 90 días fue más fruto de una larga charla por parte del secretario del Tesoro, Scott Bessent, y otros miembros del gobierno sobre el alarmante rendimiento de los bonos del Tesoro que algo orquestado con antelación.
Lo mismo parece estar pasando ahora con la guerra comercial con China. En una semana, Trump ha pasado de anunciar aranceles de hasta el 245% para algunas de las importaciones asiáticas a rebajar el tono y asegurar que en las próximas semanas fijará una nueva cifra a la baja. El giro, según publican The Wall Street Journal y Bloomberg, coincide justo después de que el lunes Trump se reuniera con altos ejecutivos de las grandes superficies del país, como Target, Walmart y Home Depot. Según explican personas familiarizadas con la conversación a ambos medios, los representantes de las compañías advirtieron al presidente de que los impuestos a las importaciones chinas implicarían un aumento de precio en sus productos.
Las grandes cadenas no eran las únicas en hacer sonar las alarmas. Norfolk Southern, un gran grupo ferroviario de transporte de mercancías en Estados Unidos, advertía el miércoles que los aranceles podrían ralentizar los envíos de coches y contenedores, debido a la “incertidumbre en el comercio de exportación”. La compañía de aviones Boeing también decía el miércoles que, debido a la escalada entre Estados Unidos y China, tendría que buscar nuevos compradores para algunos de sus modelos.
El miércoles, Bessent reconocía que no es “sostenible” la guerra comercial con China en los términos planteados y Trump empezaba a rebajar el tono ante un Pekín que no ha retrocedido ni un milímetro en sus aranceles de represalia. Ahora mismo, el republicano está navegando entre la aplastante realidad del mercado y su teoría para volver a reindustrializar el país.
Uno de los temores de las políticas arancelarias de Trump es que crearan dinámicas excluyentes donde solo aquellas grandes empresas con contactos con la Casa Blanca lograran conseguir excepciones. Es algo que el mismo presidente planteó a la prensa poco después de anunciar los aranceles recíprocos. “Hay algunas a las que les ha afectado mucho”, reconocía a principios de abril Trump. “Hay algunas que, por la naturaleza de la empresa, se ven un poco más perjudicadas. Vamos a estudiar ese caso.”
Esta dinámica no solo se refleja en el cambio de postura con China después de la reunión con los ejecutivos de las grandes cadenas estadounidenses. También se vio cuando el presidente concedió un mes de gracia a los aranceles del 25 % para los coches después de que las grandes automovilísticas —Stellantis, General Motors y Ford— se lo pidieran.
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