“There are more things”, se titula, en inglés, un cuento sobre monstruos en El libro de arena (1970), el último volumen de narrativa que publicó Jorge Luis Borges. “Hay más cosas entre el cielo y la tierra, Horacio, de las que caben en tu filosofía”, dice en Hamlet (1603), también en inglés, el príncipe de Dinamarca. En todo cuanto ha ocurrido en Ucrania, es todo lo que se filtra entre las páginas, las líneas, las tapas y las contratapas de las evocaciones de una efemérides anual en curso, de la que nada invita a evitar que será una y única, es lo que reviste mayor interés, y lo que será más rico en consecuencias. Pero es un inventario que deberá esperar. Como en la vengativa tragedia de William Shakespeare deberá esperar Horacio, condiscípulo de Hamlet, los últimos derramamientos de sangre.
El Mundo es azul como una naranja, Newsletter Semanal de Política Internacional de elDiarioAR que enviamos por correo los Jueves a quienes se suscriben a ella. En un febrero doblemente récord por los extremos que nos tocaron, y que se tocaron, porque sin transiciones se apuntó los máximos calores y los mayores fríos del registro histórico argentino.
1. Este siglo, este año, este mes, estas horas
El siglo XXI no ha cumplido dos décadas y media y ya acumula récords centenarios en número imprevisto, y acaso imprevisible. Algunos agradan: el primer gobierno de izquierda en más de doscientos años de soledad colombiana. Otros hacen sonreír: los republicanos tardaron en elegir a su líder en el Congreso norteamericano más que nunca antes en los últimos cien años. En su mayoría, sin embargo, son hechos inquietantes. La más larga guerra europea después de la Segunda Guerra Mundial es otro de esos récords absolutos.
Tres cuartos de siglo atrás, celebrando no sin algo de sorna un poético cortometraje francés, Enrique Pezzoni podía escribir en la revista Sur que en El globo rojo nada era imprevisible, aunque todo fuera nuevo. “Ya sabíamos”, repite, qué imagen iba a seguir a cada imagen, ya conocíamos, dice, en qué complot nos metíamos, ya preveíamos que después de un primer globo rojo pinchado el cielo se iba a llenar de otros globos del mismo color.
Con la sola certidumbre de que no habrá Paz en la Guerra, llegamos al fin del mes más corto de cada año con un horizonte que en nada se parece a la exacta serie de puntuales certezas enhebradas por el cineasta Albert Lamorisse y palpitadas una a una por el crítico argentino en 1956. Con este telón, a menos de 30 días del inicio de la fangosa primavera boreal y de un tempestuoso otoño austral, reiniciamos, después del receso estival.
2. La guerra en Ucrania cumple su primer año
El presidente norteamericano pudo pronunciar el segundo mensaje del Estado de la Unión de su mandato iniciado en enero de 2021 con mejor desempeño que el que demostró en el primero.
Y sin embargo la guerra en Ucrania, que un año antes el demócrata Joe Biden había profetizado concluida en meses (es decir, ganada en semanas), continúa, y el 24 de febrero se cumplirá un año del inicio de las operaciones militares especiales de Rusia.
3. Moscú se equivoca
Los gobiernos y medios occidentales han hecho hincapié, a lo largo de este año, en una observación de las más importantes de señalar, aunque, a medida que pasaban los días y las semanas, de las menos dificultosas de percibir. Que las operaciones militares no le salían a Vladimir Putin como las había planeado, que todo le costaba, militarmente, en el terreno, a Rusia, mucho más de lo que el Kremlin había estimado que debería gastar para lograr sus objetivos.
En una frase ingeniosa como todas las suyas, el historiador marxista británico Eric Hobsbawm había consignado que todas las revoluciones fracasan, porque jamás logran dejar funcionando los cambios que eran móvil y justificación de sus violencias. Para añadir que todas triunfan, porque una vez de puestas efectivamente en marcha, nada vuelve a ser como era antes de la primera muerte.
4. Bruselas también
En Occidente se sorprendieron, y congratularon, de la fortaleza de la defensa nacional de Ucrania, y de la unidad que demostraron EEUU y la Unión Europea (UE) a la hora de sancionar a Moscú y dotar de armas sofisticadas a Kiev. La congratulación continuaba efusiva y recíproca en el seno de la OTAN en vísperas del aniversario de la decisión del Kremlin de intervenir militarmente en Ucrania.
Cumpliéndose el año, sin embargo, Occidente no ve cumplidos sus cometidos. Ni estratégicos, ni económicos, ni políticos, ni geopolíticos. Parece haber hecho un cálculo sobre la guerra no desemejante al del presidente turco Recep Tayyip Erdogan sobre los sismos y los terremotos. En Bruselas y en Washington calcularon -descontaron- que iban a tener suerte. Que la tierra no iba a temblar, tanto, tanto tiempo, con tanta intensidad, en el peor lugar para él, habría calibrado Erdogan. Acaso más candorosamente, que la guerra iba a terminar, en algún momento, con algún acuerdo de statu quo, habría esperado, según parece ser, la UE. Sobre qué hacer con una guerra que no termina, ni a la que se le ve el fin, no ha contado Bruselas su Plan B. Ni ha dado pistas.
5. Y también yerra Ankara
Recep Tayyip Erdogan gobierna Turquía desde hace tantos años como su vecino Vladimir Putin gobierna Rusia. El entero siglo XXI es de ellos, y no prevén abandonar el poder en lo inmediato. Uno y otro hicieron del negocio inmobiliario y de su alianza con las grandes constructoras una de las bases de su alianza con el empresariado oligárquico. Pero este pacto es a la vez más extenso y más fundacional en el caso del presidente turco que este mayo enfrenta elecciones. Por primera vez, puede perder.
Los terremotos fueron una catástrofe de magnitudes centenarias. Como fenómeno natural por su intensidad y duración. Y como hecho social por las víctimas, los daños, las revelaciones políticas y aun geopolíticas que el mapa de la destrucción turca y siria ofrece al ojo desnudo.
El hecho natural era contingente, un hecho futuro cuya fecha y enormidad era imposible de determinar para la geología. Sobre esta imposibilidad, se construyó una improbabilidad, y sobre este cálculo se armó un negocio millonario. La renovación urbana en la frontera este y sureste de Turquía y la construcción de barrios populares. Financiación de la compra de departamentos en ciudades y pueblos donde antes la propiedad horizontal era una excepción. Vendidos al valor de edificios antisísmicos. Cuando en realidad no eran tales, sino construcciones de calidad subestándar erigidas a las apuradas con materiales inadecuados pero baratos (un menor costo para el vendedor que no aminoraba el precio exigido al comprador). En las pocas localidades donde los alcaldes rehusaron el permiso de venta de esas construcciones, el terremoto no dejó más que escasas víctimas.
6. El Celeste Imperio y la República Imperial
En el doble duelo que EEUU libra contra sus viejos y sus nuevos rivales, los sucesos vibran, como suelen hacerse oír, en más de un ámbito de resonancia.
El sábado 24 de febrero se cumplirán cuatro semanas desde que un primer globo partido de China fue abatido después de sobrevolar de costa a costa el territorio de EEUU. Aumentado el nivel de control, aumentó el número de detecciones, aumentó en dos semanas el número total de derribos, bajo las órdenes y según la organización del Pentágono.
Que Washington y Pekín se espíen, no sólo parece una consecuencia, sino aun una de las causas del reconocido estatus de superpotencias de los países. El espionaje recíproco era una prueba de la paridad de la URSS con EEUU, los adversarios líderes de la bipolar Guerra Fría. No es esto lo que se ve en cuestión en la encrucijada actual. Del incidente, o de la multiplicación del mismo incidente, surgen preguntas sin respuesta, que se vuelven cuestionamientos.
7. A Pekín no le faltan respuestas
Sobre los globos espías -o no- abundaron debidamente las hipótesis surrealistas. Como la de que los globos fueron en realidad enviados por EEUU, para distraer al pueblo, y al mundo, sobre los “misterios” del tren que descarriló la semana pasada en el estado de Ohio, y derramó sustancias tóxicas.
¿Y si el globo, en realidad, terminó en los cielos del continente americano por error o casualidad? En Washington están analizando esta posibilidad. Cuando la Casa Blanca denunció la violación del espacio aéreo, China respondió que el “dirigible sin piloto” era solo parte de una inocente misión meteorológica, y que terminó allí por la acción de los vientos occidentales que no habían previsto.
8. En Washington se guardan preguntas
Los globos espías o presuntamente tales -yendo al detalle, en apariencia algunos sí lo serían, alguno no, otros serían multitask…- formulan una pregunta que se respondieron los republicanos antes que el oficialismo demócrata. Su respuesta es que conviene rechazar cualquier explicación de la cancillería de China popular, que denuncia la “exageración” de un incidente en suma marginal, y endurecer las relaciones con Pekín.
Hay otra pregunta, menos oída, más insidiosa, que se hacen algunos medios, sobre todo. De consecuencias más hondas, por retrospectivas, y más inquietantes. Significativamente, la Casa Blanca del presidente Joe Biden parece descreer de la inocencia de los globos que alega el gobierno de su par chino Xi Jinping. Pero no de la excepcionalidad y novedad del incidente, aun cuando todavía ponga entre paréntesis la dilucidación del propósito y de las intenciones.
Prefiere no abrir la probabilidad de que las defensas de EEUU hubieran resultado hasta ahora inidóneas para la detección de una forma de espionaje preexistente, y acaso habitual y frecuente. El primer globo derribado representaría el más nuevo de esos vuelos espías, pero de ninguna manera un método nuevo. La pregunta podría extenderse al liderazgo occidental asumido por Washington en la guerra en Ucrania: si no ha sido un fracaso en absoluto, en nada ha acercado la paz.
9. La guerra, el récord dentro del récord, y una desgracia para las democracias
Todo récord es una anomalía. Un hecho excepcional que se señala por salirse de la regla y distinguirse en una medianía más o menos tranquilizadora. La guerra en Ucrania empezó modesta. Al menos, sin voluntad de destaque por quien dispuso las primeras movilizaciones de armas y de tropas. Eran operaciones militares especiales, casi una subvariante de las maniobras de entrenamiento y práctica rutinarias, las que un año atrás dispuso Vladimir Putin. Así en el vocabulario oficial, y obligatorio, del presidente ruso.
En esta sordina épica no se disimulaba, porque era imposible hacerlo, que en el hecho había un récord dentro del récord de una nueva, inusitada guerra europea. Era que la potencia que se movilizaba en Europa era, por primera vez, un Estado que pertenece al club nuclear oficial. Rusia es uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. En la guerra que en Kiev, Varsovia, Bruselas, Londres o Washington describen como la lucha de las Democracias contra la Autocracia, una realidad transparece: el orden institucional internacional se funda sobre la diferencia (de fuerza) de los cinco grandes, antes que sobre la igualdad de las naciones unidas en el moderno Palacio de Vidrio de Nueva York.
10. El poeta chileno emponzoñado
Más de 3000 personas fueron asesinadas, 40000 desaparecieron, miles fueron detenidas en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet, 1973-1990.
A la lista se añade otra muerte, según una investigación forense de Canadá, Dinamarca y Chile, que encontraron la toxina Clostridium botulinum, que causa la parálisis del sistema nervioso y la muerte, en el cadáver del poeta chileno Pablo Neruda. El Premio Nobel de Literatura 1971 murió cincuenta años atrás, a los 69 años de edad, en Santiago de Chile. Pocos días después del suicidio de Salvador Allende en el Palacio de la Moneda, pocos días después del golpe de Estado que derribó el gobierno del presidente socialista en 1973.
El 11 de septiembre, el gobierno de Gabriel Boric recordará, en una conmemoración cívica de una magnitud e intensidad nunca antes conocidas en la vida política chilena el suicidio del presidente socialista y el asesinato del poeta comunista. El recuerdo institucional de la interrupción de la democracia por el golpe cívico-militar será un homenaje a las posibilidades abiertas de la democracia, perdida medio siglo atrás y recuperada en 1989.
En 1969, estos versos prologales abrían un nuevo libro de Neruda: “Qué siglo permanente! / Preguntamos: / Cuándo caerá? Cuando se irá de bruces / al compacto, al vacío? / A la revolución idolatrada? / O a la definitiva / mentira patriarcal?”. Fin de mundo era un muy largo poemario tardo sesentista: un muy triunfalista poema-río. El volumen fue publicado en Santiago por la Sociedad de Amigos del Arte. De forma oblonga, la esmerada tipografía en rojo destacaba en el margen izquierdo ciertos elementos temáticos y apelativos de los poemas enfrentados a la espaciosa disposición de los versos en negro, que llenan las 246 páginas de una edición que festejaba los 65 años del poeta. El color rojo, el lado izquierdo. Por delante estaba el triunfo electoral de la Unidad Popular en 1971. Nada preveía derrota, caída, veneno y muerte.
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