En este mes que concentra un record de elecciones en América Latina, la primera cita fue el domingo 7 en Nicaragua, donde la fórmula oficialista -el sandinista Daniel Ortega y la hechicera Rosario Murillo-, gana las presidenciales y este matrimonio resulta reelecto para un cuarto mandato presidencial. El domingo 14, en Argentina, cuyo Ejecutivo es un matrimonio vibrante de cambiantes pasiones, se votan 127 bancas de la Cámara baja y 24 del Senado. El domingo 21 la cita es doble. En Chile celebran la primera vuelta de las presidenciales y en Venezuela hay más de 3000 cargos públicos en juego, porque votan en los 23 estados y en Caracas. El calendario electoral de este mes americano concluye el domingo 28 en Honduras, en unas presidenciales que según las encuestas darán el triunfo a la candidata de izquierda Xiomara Castro, esposa del ex presidente Manuel Zelaya. La tensión social es el común denominador de estas cinco elecciones, después de un año en el que las crisis sanitaria y económica ahondaron las desigualdades. China se encierra más y más en sincronía demasiado ajustada con un mundo que se reabre más y más. Rusia taciturna por los contagios de coronavirus en una población dispuesta a todo para salvarse (o a casi todo, y a aplicarse la Sputnik bastante poco). La UE litigiosa entre disciplinas internas y rencillas fronterizas, el Medio Oriente y África Oriental en guerras intestinas, o locales, o sectarias, donde la historia es una hazaña de la crueldad, un instrumento para el que no encuentran muchos usos que les dé gusto. La conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático entró ya en anticlímax crepuscular en la ciudad escocesa de Glasgow.
1.¿Bodas de lino en Managua? ¿Cuatro presidencias de casados del sandinista Daniel Ortega y de la hechicera Rosario Murillo?
En América Latina, dictaduras cívico militares, gobiernos de facto, titulares de Ejecutivos opinables, objetables o repudiables que buscaban apoyar la punta de un pie en la legitimidad -porque en el poder ya tienen las dos botas-, reincidieron muchas veces en la retórica de insistir en que ya se iban, que no pensaban quedarse. Hacían pública profesión de fe de su transitoriedad, se exhibían como nexo efímero entre dos administraciones populares: entre una votación pasada y cada vez más remota y otra futura pero cada vez más cercana. Su norte era desaparecer, y crear las condiciones para ser sustituidos por una autoridad elegida por la ciudadanía en elecciones libres y competitivas. El próximo anuncio era el del reconocimiento de que no hay sufragio que valga sin antes asegurar buenas condiciones para sufragar puramente. El tercer anuncio, nueva y necesaria precisión, condiciones buenas, no, las mejores, es una deuda de honor del Ejército con su Pueblo. El cuarto anuncio, insistir con lo mejor o nada, no hay por qué apurarse, y eso de andar diciendo que lo mejor es enemigo de lo posible es la triste cobardía de un coraje sin destino. Con el tiempo y las obras públicas, o el acceso a los mercados de capitales, y compromisos adquiridos que requerían de una paz social que efectivamente estaban, al fin, la propia ciudadanía era la primera en admitirlo, asegurando con eficacia, invitaban a reflexionar sobre mejores calendarios. De algún modo, es la historia de la dictadura militar brasileña. El Golpe de 1964 tenía como fin declarado depurar al gobierno de algunas figuras subversivas y muy poco democráticamente influyentes, porque se abusaban en el ejercicio de sus atribuciones, por lo tanto, interrumpido a tiempo ese antidemocrático abuso, le evitaban a la república males mayores. Argumentos plausibles, nunca sólo fundados en que disponían del monopolio de la violencia incontenible, corrió los plazos, hasta que ya dejaron de dar por completo explicaciones, y en 1985, veinte años después, hubo elecciones.
En Nicaragua, la fórmula política del sandinismo para las elecciones presidenciales coincide con la de la institución civil del matrimonio. Dos cónyuges han gobernado por tres períodos consecutivos y han sometido el domingo 7 a las urnas la decisión de si merecían un cuarto período. Las elecciones no parecían ni libres ni competitivas, la abstención fue abrumadora, pero quienes votaron dieron su sí a estas bodas de lino: no las del matrimonio, sino de la fórmula. Un binomio que reitera un rasgo moderno (la paridad de género) de la mano de un rasgo tradicional (del patriarcado, con “el segundo sexo” inexorablemente subordinado a aspirar el cargo de segundo rango). Daniel Ortega salva esto -si esto puede salvarse verbalmente con una zalamería sin consecuencia constitucional- llamando su musa, hechicera, poeta, portavoz Rosario Murillo “mi copresidenta”.
Si sólo fueran dictadores quienes acaparan el poder de resultas de un golpe de Estado, Reynaldo Bignone podría exigir que retiren ya de su pabellón a un Adolf Hitler reaparecido en tiempos de Justicia Internacional sin pena de muerte . El general argentino se podía sorprender si le decían que ya no estaba ahí. Con un buen abogado (¿Hans Kelsen, el de la teoría pura del Derecho, tan admirado por el gran jurista peronista Carlos Cossio?), en 1960 el canciller alemán había logrado probar que el Tercer Reich era una creación constitucional nueva, una forma de Estado eugenésico cuyo gobierno ejercía un partido único, el Nacional Socialista. Un proceso semejante al del jefe de gobierno Fidel Castro. Después de un putsch fallido, el hombre nuevo finalmente había creado en Cuba un nuevo Estado, socialista (pero no antinacionalista), también con partido único. Y, visionario, anunció que Cuba iba a durar más que Alemania, porque era una isla y porque sólo iba a luchar en guerras lejanas, y que el partido único daría estabilidad, que sólo debía aleccionarse del derrumbe de la República de Weimar. Tener santo temor de la inflación. Y ocuparse de la pureza de la moneda. Dedicarle el tiempo que en las democracias liberales dedican a destilar la pureza del sufragio, ese problema arcaico que ellos superaron.
Los procesos electorales nacionales y locales que llevaron a la re y la re-re presidencial nicaragüense no resisten el examen. La Constitución fue reformada en camino de allanar la repostulación indefinida. Aun si hubiera razón para sustituir la palabra dictadura por otra a la vez más técnicamente inexpugnable y menos moralmente oprobiosa, esa palabra, en la Nicaragua del siglo XXI, designaría al período de unos crímenes cuya monotonía inspira todavía más horror.
2.¿En qué no se parecen Daniel Ortega y Augusto Pinochet?
Dictadores o no tanto, los Ortega, como cualquiera, puede sacar provecho del estudio de la historia: quienes la ignoran, se sabe, están condenados a repetirla. Menos insincera su posición que la de tantos presidentes en Latinoamérica durante la década de 1970, que disponían del poder público por habérselo arrebatado por la fuerza a alguien que lo había obtenido con los votos, la del capitán general Augusto Pinochet era reconocer que buscaba el medio de retenerlo cuanto pudiera. Pero ya no más únicamente por la fuerza. Iba a someter su permanencia al voto. Los Ortega no dicen que 'esta es la última vez'. Son honestos como Pinochet. Y también se someten a las urnas. Estudiando el caso chileno, advirtieron el error del plebiscito de 1988: si se permite hacer campaña al NO, las chances de perpetuación entran en zona de peligro mortal. Lo subsanaron.
La Fiscalía investigó a los candidatos competitivos, descubrió de qué delitos eran imputables, quedaron inhabilitados para presentarse, y para proteger su seguridad, en prisión. Esto dio aire a cinco candidatos no competitivos, a los que la población ni conoce ni reconoce, a los que sospecha de connivencia colaboracionista con el sandinismo, y que usan esta campaña, sin megalomanía política, para hacerse conocer como personas antes que como presidenciales.
3.¿Por qué no habrá guerra civil en Centroamérica?
La crisis política y la represión sistemática de oposición, ONGs, prensa, críticos, con cientos de muertes y decenas de miles de desplazados y exiliados, iniciadas en 2018, despejan toda duda residual sobre algún resquicio de legalidad en el funcionamiento del Estado en Nicaragua. En particular, sobre el valor jurídico de la elección presidencial del domingo 7, de la que prolijamente se excluyó previamente toda candidatura que fuera popular.
Este comportamiento del presidente Ortega, y de su administración, con un abuso al que su regularidad aritmética vuelve más indisimulable, no es ni irracional ni suicida. El sandinismo dispone sin contestación del monopolio de la fuerza en Nicaragua. Todos recuerdan la guerra civil de los Contras alentados por Reagan y la CIA en la década de 1980. Es cierto que esto no se repetiría en fenómenos comparables, pero esta salvedad es meramente conceptual.
Los resultados de un recurso a la violencia, o de dar armas a Freedom Fighters de cualquier calaña, serían los que más detestaría la presidencia Biden. Un enfrentamiento armado dispararía bien nutridas columnas de migrantes, miles y miles de personas, mujeres y menores, a golpear las aldabas de los portones de la Frontera Sur de EEUU, el lugar del mundo que el presidente demócrata haría desaparecer primero de la geografía y de la memoria. ¿Qué Historiografía del futuro podría admitir el derecho del demócrata a tratar de monstruo a su antecesor republicano si negaba el status de refugio a esas gruesas columnas alimentadas del hambre de la viudez y la orfandad causadas por una discusión de pureza del sufragio en su patria hasta entonces tranquila salvo para la insolencia que ensucia las bodas de lino?
4.¿Por qué Biden prefiere que le digan 'Gracias' a que le digan 'Hola'?
Donald Trump era un payaso siniestro salido de la televisión chatarra. Fue bajo ese ojo sin párpado de las cámaras siempre encendidas que recibió una revelación: el exitoso desarrollador inmobiliario nació de nuevo. Se arrojó a la comunión con un público al que la intimidad compartida sin retaceos ni remilgos hacía sentirse a la par de ese multimillonario que ahí trataba como iguales. Qué gloriosa es la vida sacrificada en esa santa misión que va mucho más allá de las pantallas: el rating.
Casi octogenario y casi ex tartamudo, el católico Joe Biden sólo comulga con arzobispos. No le importa la confianza de su electorado: le basta con que le demuestren gratitud y admiración. Su proyecto político es un proyecto auto-hagiográfico fundado sobre dos catecismos rectores, uno de Exteriores, y otro del Interior: la retirada militar planetaria de EEUU como gendarme global (paz) y la ley de estímulo social, reconstrucción infraestructural, y salud medioambiental más onerosa de la historia humana (pan y trabajo).
Si no hay signos visibles de aquella serena admiración continua que Biden pareciera anhelar, durante este año la adulación de la que ha sido objeto fue alta, sostenida y sin conocer un solo desfallecimiento. El elogio de la prensa culta y la mayor parte de las cadenas de noticias viene condimentado y abundante, pero el menú es fijo y la dirección única. Ni editorialistas ni columnistas ni muchachas lesbianas musulmanas negras de hermoso y profuso look capilar (que los trumpistas llamarían 'afro') que son periodistas ni sus compañeras trans hispano-asiáticas auto-designadas iroquesas que cubren Capitolio y Casa Blanca saben por dónde avanzar, a la hora del panegírico, por fuera de una autopista a cuatro carriles donde se circula a 40 millas ph. Los dos primeros son científicos, los dos segundos sociales. Por el primer carril corrieron las campañas y programas de vacunación y de atención sanitaria contra el Covid-19. Ahora, incluido el booster, el refuerzo de 3a dosis, por el que claman en Europa. Esta carrera ya casi terminó. Meses después de cuando Biden dijo que iban a decir 'Misión Cumplida'. Esta constatación de impuntualidad surge de comparar la fecha en que el presidente anunció que el 70% estaría vacunado, y cuándo ocurrió. Es una constatación que aparentemente habría interesado más a la prensa de EEUU si el impuntual se llamara Donald y no Joseph. El segundo carril, como todo aquel por donde se libren las batallas de una guerra cultural, es muy activo. Es por donde avanzan las tropas de las cruzadas (científicas, laicas) de este católico papista, que va a misa cada domingo en Washington y al momento de la comunión eucarística recibe la hostia sólo de manos de la más alta dignidad de la arquidiócesis de Washington, contra el oscurantismo (medieval, evangélico, parapolicial, racista, racista sistémico, supremacista blanco) antivacunas y antiaborto. El tercero es BBB, de futuro incierto, para exasperación de la izquierda demócrata, que no estaba conforme con los 5,5 billones iniciales, exigían más. El cuarto es carril es la el del programa de infraestructura, que ascenderá a 1,2 cuando se le añadan los fondos destinados al mantenimiento de las carreteras. Este programa federal creará empleos (temporarios) y pondrá en valor autopistas, rutas, puentes y costas del país.
5.¡Es el electorado, estúpido!
Ni una vez en la cumbre o el podio, siempre en el llano o la pista, cada vez que Trump busca empatía, la consigue, en vivo o por las redes. Ni ruido ni obstáculo ni equívoco ni ofensa en ese idioma del que animador y público, candidato y electorado saben todas las palabras y del que respetan todas las reglas. Esta vulgaridad perfecta sin dar jamás una sola nota en falso recibía el regular homenaje de su transcripción por la prensa culta. En el irrepetible hilo de aciertos que aquí en elDiarioAR es el podcast “Sobremesa” de Pablo Gerchunoff y Roy Hora puede oírse al primero de estos dos historiadores decir que si lo que leemos en las redes fuera como la prosa literaria de los evaluadores del Conicet, Twitter sería ridículo, pero no divertido, sería solemne, pero intrascendente (es una paráfrasis, es distinto, es más corto, es mucho mejor como lo dice Gerchunoff ). El público lector se burlaba del Trump y se sonreía ante ese otro público, que era más pobre, más numeroso, menos educado y que sigue llamando 'mamá' a 'la persona de la que nací´.
Las personas que egresaron de la Universidad apoyan masivamente a Biden. Pero en EEUU sólo el 38% pisó alguna vez un aula universitaria para cursar. La población de EEUU es joven y multiétnica. Sobre un total de 330 millones, la mitad tiene 40 años, o menos. Y sólo el 60% se identifica como blanca. El electorado es una entidad diferente. Son quienes votan. El equivalente del 'padrón', en un país donde se vota en día laborable (los martes) y donde el voto es libre, no obligatorio. El promedio de edad del electorado es 53 años y cuando vienen a sus casas el día del Censo y les preguntan por su raza, responden “¿Cómo no te das cuenta? ¡Blanca!”. Trump siempre tiene pareja para vals o milonga en el electorado, pasó su vida bailando con ellos. A Biden el electorado no sólo lo desaprueba, sino que ahora lo detesta. Esta semana fueron las elecciones del gobernador de Virginia, vecino de Washington DC. Son las primeras elecciones después de las presidenciales, y se consideran un referéndum sobre el Presidente. En noviembre de 2020, Biden sacó diez puntos de ventaja en Virginia; en esta elección, la victoria del candidato republicano fue tan avasalladora como la derrota del demócrata, al que Biden había acompañado en los actos de campaña.
6.¿Por qué la presidencia en EEUU dura cuatro años pero la de Biden termina en 2022?
Más y mejor comunica el presidente n°45 de EEUU cuando no innova, cuando reitera siempre una misma fórmula que vuela siempre a un mismo destino (la repetición es el latido de la sangre nac&pop). El inquilino legal de la Casa Blanca y okupa del partido Republicano reinventaba con el afán de cada día su itinerario desde lo verbal hasta lo no verbal, desde el desparpajo zarpado de cada insensatez monumental hasta la democrática carcajada de plaza pública plebeya. Ante la risotada, el presidente n°46 es de una prudencia extrema. Porque puede ocurrir que alguna vez se rían de él: nada más ultrajante para un demócrata. ¿Ídem para los políticos de la UCR, esos constitucionalistas vanidossis, esos diputados en traje de tres piezas departiendo con socialistas de perla en la corbata?, preguntaríamos al binomio de “Sobremesa”. También Biden departe con el senador demócrata de Vermont, el millonario octogenario y socialista Bernie Sanders, uno de los defensores más acérrimos de Build Back Better (BBB), el maximegaplan de los 3,5 billones de dólares. En enero eran 5,5 billones, en noviembre ya son 1,7 billones, pero la prensa y medios mainstream usan 3,5 como sinónimo de BBB. Pasar de más de 3 millones de millones a sólo 1 y más, podría hacer lucir esta segunda y enorme rebaja como una derrota del presidente.
En 2022 son las elecciones legislativas en EEUU. En la Cámara de Representantes los demócratas llevan una ventaja de menos de diez, pero los demócratas progresistas ya no votan con Biden. En el Senado, los demócratas empatan 50/50, pero los demócratas moderados ya no votan por Biden. No hay voz ni encuesta que no augure que los demócratas quedarán en minoría en las dos cámaras del Congreso. La política de Biden necesita de cash-flow del Capitolio a la Casa Blanca. Si ahora no es un torrente, el año que viene será sequía. Y tampoco le votarán ni una ley. Ni siquiera leyes institucionales (las gratis), como el documento para personas autodesignadas no binarias, que en EEUU le ponen una X en la casilla 'género' del Pasaporte.
7. Chile después de Pinochet, ¿más democrático que EEUU?
Tal vez, la pareja del funcionario Biden y el millonario socialista Sanders se parece más a otra, en otro país rico que vive sus últimos días como derechista. Algo de ellos encontraríamos, en el católico Eduardo Frei, democristiano, cuchicheando, al filo del siglo XXI, el apoyo del socialista Ricardo Lagos, que es agnóstico como el judío Sanders, en algún rincón del Congreso de Valparaíso.
En EEUU, la Convención Demócrata eligió como candidato a Biden para que no fuera candidato presidencial un izquierdista, Sanders. Nunca se dio que entre precandidatos ganara alguno de izquierda alguna primaria en el gran bipartidismo del Norte.
La Concertación gobernó Chile más años que Pinochet. En esa coalición electoral de centro-izquierda formada entorno a la DC y el PS hubo lugar para la candidatura de los dos y en el año 2000 el democristiano Frei fue sucedido en La Moneda por el socialista Lagos del Partido por la Democracia (PPD). Al que sucedió Michelle Bachelet, socialista del PS. Después del mandato de esta médica presidenta fue el primero del empresario, y millonario, Sebastián Piñera del derechista Renovación Nacional (RN),
8. Pero, ¿ha habido presidentes derechistas que no sean millonarios?
Cuando más útiles son las comparaciones es cuando empezamos a ver que no sirven. Piñera megamultimillonario se parece un poco al millonario Mauricio Macri, ex presidente argentino ilusionado con volver a serlo. Aunque el chileno creó, no heredó, su fortuna. Más rico que Trump, mucho más rico que Macri. Fue dos veces presidente. En 2017, la victoria de Piñera fue arrasadora; en 2019, su aprobación era del 54%, la más alta nunca de la democracia. Esta semana el Congreso decidirá si considera una falla ética el que su familia tuviera una empresa a la cual el fideicomiso que administra su fortuna fijó domicilio en las británicas Islas Vírgenes. Tal vez en lo único que parezca a Trump es que son los dos únicos presidentes a quienes sus dos países sometieron dos veces a impeachment. Trump fue declarado inocente las dos veces. Piñera la primera vez, después del estallido social de 2019. Ahora espera la decisión del Senado.
El hombre más rico de Italia es más rico que Piñera. Ese crooner de crucero mediterráneo que quería ganar el festival de San Remo (como el Festival de Viña, pero en Italia). El caballero Silvio Berlusconi, megamagnate de los medios. En cambio, ese eterno servidor público, capitán, diputado o presidente, Jair Bolsonaro, es rico, pero a la categoría 'millo' no califica. Parte de su éxito se debe a que es un hombre común, que se hace su propio cafezinho. Se parece también, cuando grita, a un borracho de bar. A ese 'contra' que hace que todos lo oigan en botecos y churrascarias y hagan ronda alrededor porque dice todo lo que esos parroquianos piensan. Es un exagerado, un desubicado, un guarango, un macho que descarrila. Cuando el Senado brasileño pide a la Justicia Internacional que proceda contra Bolsonaro y le haga pagar sus crímenes de lesa humanidad porque sus tuits de charlatanería anticientífica o bravuconadas homofóbicas en defensa de los varones cis y en contra de la gripezinha maricona son un plan de exterminio masivo de la población brasileña a través de la aceleración de los contagios, finge que no entiende que es así como se comunica, que esas son sus (únicas) gracias, y que además esas gracias son las que le gustan a ese público. Ese mismo Senado destituyó a Dilma Rousseff, funcionaria y presidenta.
De todo lo anterior, unos números que no son regla ni siquiera tendencia. Los presidentes o gobernantes derechistas más ricos de todos, son reelectos en el Ejecutivo por mayorías contundentes, nunca son hallados culpables de delitos importantes por la Justicia o el Congreso. Macri, que enfrenta un juicio por espionaje ilegal a los familiares de las víctimas del submarino ARA San Juan, corre más riesgo de condena, y tiene menos posibilidades de reelección. Bolsonaro arde en un horno. Hay que decir que no a todos mueve a compasión.
9. Nadie se quiere casar, ¿y Usted?
En francés, que es una lengua cartesiana por esfuerzos que hicieron los románticos y surrealistas para que fuera onírica, en vez de matrimonio de conveniencia, expresión comercial de mostrador de almacén, se dice mariage de raison, matrimonio razonable, orientado por la razón, no por las pasiones. Como, en términos figurados, el del presidente Alberto Fernández con su vicepresidenta Cristina Fernández, viuda de Kirchner. Nadie ignora en Argentina que ese ‘su’ es impugnable. Esta coalición de gobierno, de un peronismo imbatible cuando unido, probará si lo es una vez más en las legislativas de esta semana. Corre peligro Fernández de sufrir ahora el destino que Biden, inexorablemente el norteamericano, sufrirá en 2022.
Es más fácil ir del amor a la razón que al revés. Xiomara Castro de Zelaya, esposa del ex presidente depuesto, es candidata por el partido de izquierda Libre en las elecciones del domingo 28. Es muy posible que sea la próxima presidenta de Honduras.
En Chile, ni amor ni pasión ni razón entre los candidatos, aislamiento. El candidato del frente de izquierda Apruebo Dignidad, el joven senador Gabriel Boric, había ido contagiado (sin saberlo) al último debate presidencial. Cuando se enteró, el resto fue a recluirse también. La primera vuelta de' la elección presidencial es el domingo 21. El enfermo, cuando cure, puede llevarse como premio el primer lugar, sugieren las encuestas que ponen al muy izquierdista empatando con el muy derechista José Antonio Kast.
10. Aurora roja
Sobre China Popular, no hay debates sobre si es o no es dictadura. Nos recuerda Roy Hora que Tulio Halperin Donghi, a propósito de ese truculento subgénero narrativo subcontinental, la novela de dictadores, que América Latina conoció muchas veces a la dictadura como forma de gobierno, pero que esa forma nunca conoció la legitimidad. En busca de contraejemplos de 'dictaduras legítimas' es mejor ir a aquellos países cuyos gobiernos no se llaman a sí mismos dictaduras (ni se valen de la modestia fingida de su transitoriedad). Como Vargas Llosa encontró en el PRI mexicano, que llamó “dictadura perfecta”. En Mëxico, hasta que Ernesto Zedillo renunció públicamente a usar de su presidencial 'dedazo' para indicar quién gobernaría el próximo sexenio, no había primarias partidarias, el sufragio era muy impuro, las elecciones no eran ni propiamente libres ni competitivas. En Sudamérica, un país que no reconoce a China sino a Taiwán, Paraguay en tiempos de Alfredo Stroessner, un general que como perpetuo candidato del Partido Colorado derrotaba al rival del celeste Partido Liberal, y a otros menores, en elecciones que Jimmy Carter y su equipo encontraban puras. El nivel de aprobación era alto (Si Perón no hubiera sido derrocado en 1955, ¿los países a una y otra orilla del río Pilcomayo habrían sido hermanados por la regularidad de los sufragios positivos de sus pueblos?). En el otro extremo de un mismo oscilante péndulo, a las culturas de la cancelación corresponden las culturas de la rehabilitación. El revisionismo finalmente triunfó, Julio Irazusta finalmente ingresó a la Academia de la Historia en tiempos de Cámpora, y la primera y la segunda tiranías, Rosas y Perón, fueron rehabilitadas. Paraguay rehabilitó al Dr Francia y a los López. Y, quien lo creería, Artigas era un dictador, el Uruguay independiente vivió medio siglo sin él, hasta su apoteósica rehabilitación en el último cuarto del s. XIX.
En Bejing, el Politburó del Partido Comunista se reunió esta semana para hacer una Declaración sobre el Pasado. Sólo una o dos veces se reunió con este fin. En esta lengua sutil, significa que la declaración es sobre el Futuro. Todo indica que se arbitrarán los medios para que la presidencia de Xi Jinping se prolongue, del Pretérito hacia el Porvenir, sin el engorro de solicitar periódicas renovaciones. Significa el triunfo del ala más nacionalista, aquella cuyo lema es Make China Great Again!
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