Wanda Felicja Lurie, una joven de 33 años, avanza, pocos días después de parir, mirando hacia adelante, hacia la fábrica donde le aplicarán su condena. Será parte de lo que se conoció como la matanza de Wola. Cada palabra que dice y cada paso que da, sabiendo que está a punto de morir, cobran un mayor significado porque va agarrada de la mano de sus pequeños hijos. Probablemente esta sea una de las escenas más conmovedoras de la obra de Denis Smith, basada en el libro Chicos de Varsovia, de Ana Wajszczuk. “Hitler, en esta matanza, dijo maten a todos, que no quede nadie vivo, niños o lo que sea, nivelen Varsovia a ras del suelo, arrasen, maten a todos. En la matanza Wola murieron 50 mil personas en dos días. Eso tan tremendo fue lo que a Dennis más le atrajo, porque resume muy bien la crueldad y la muerte de inocentes”, cuenta la periodista y escritora.
Wajszczuk, nacida en Quilmes en 1975, recibió en 2000 una llamada del pasado. Su tío Waldemar se contactó desde EEUU porque estaba haciendo un árbol genealógico de su familia paterna y necesitaba datos. Wajszczuk, a diferencia de sus hermanos, se interesó por el tema. Y en el afán de encontrar la información para su tío empezó a pensar sobre su pasado familiar: de dónde venían, quiénes eran sus antepasados. Así, esa llamada significó un cambio rotundo tanto en su vida laboral como en lo personal: Wajszczuk dejó otras tareas y comenzó una ardua investigación hacia sus orígenes que plasmó en el libro editado en 2017, en el que cuenta el levantamiento del pueblo de Varsovia contra la invasión del ejército alemán en 1944. Adaptado y llevado a escena por Dennis Smith en el marco del FIBA (Festival Internacional de Buenos Aires), Chicos de Varsovia se estrenó el 5 de marzo de 2022 en el Centro Cultural San Martín y seguirá en la misma sala los sábados a las 20 y los domingos a las 19, durante los meses de marzo y abril.
-¿Qué significa para vos que tu libro se pueda ver plasmado sobre un escenario?
-Me preguntan muchas personas si el libro se tradujo al polaco, al inglés o a otro idioma. Y pensaba en eso, porque siempre fue para mí una frustración que el libro no se haya podido trasvasar a otros lenguajes. Pero al final pasa como en esas películas que uno le pide un deseo al diablo o al genio de las botellas y te lo cumple literal. Porque en realidad esto es como una traducción a otro lenguaje, así que estoy sintiendo que eso que yo quería, que era una traducción, se está cumpliendo. Jamás me imaginé que iba a ser al lenguaje teatral y no a otro idioma.
La autora del libro y el director de la obra se conocieron cuando Wajszczuk la entrevistó por una nota acerca de una de sus obras de teatro. “Y pegamos muy buena onda”, cuenta Wajszczuk. “La obra la protagonizaba Laura Oliva que también trabaja en Chicos de Varsovia, se llamaba Eye y yo. Era la historia de una sobreviviente del holocausto. A mí me impactó mucho y le llevé a Dennis mi libro de regalo, que había salido hacía poquito, y a la semana él me llamó y me dijo que después de lo que estaba dirigiendo quería hacer Chicos de Varsovia”.
¿Hubo cosas del libro que el director no tomó y a vos te hubiera gustado que estuvieran en la obra?
-Había muchas historias en el libro. Y hubo que elegir, tuvimos que pulir mucho. Por ejemplo, la salida de la ciudad vieja. También estaba la historia de los abuelos, mi historia del viaje con mi papá, pero todo no podía ir. Y yo confié en Dennis, en que él sabía qué era lo que iba a ser más importante para el público que la iba a venir a ver, porque no es lo mismo el público del teatro que los lectores. A mí me habría gustado que esté la historia de los demás también, pero no lo podíamos ligar. Es una historia ya de por sí bastante complicada e iba a ser muy confuso para el público mezclar lo familiar con lo de otra gente. Hay algo para entender que yo también lo entendí con el tiempo en el periodismo: uno no puede estar contando siempre la historia de todos.
Son las dos de la tarde de un sábado soleado de ensayo. Ana Wajszczuk y Dennis Smith están parados frente al escenario ubicado en la sala A del Centro Cultural San Martín, el mismo que hace instantes fue utilizado por una decena de actores para mostrar un pasado proyectado en el presente, evocando a aquellos jóvenes que lucharon hasta la muerte por defender su país, Polonia. Smith hace una diferencia entre el libro y la obra de teatro. “No se lee un libro de corrido, se lee un poco, el lector descansa y al otro día sigue. A medida que vas absorbiendo la información se te arma en la cabeza algo mucho más grande. Una obra de teatro, en cambio, es algo que dura una hora, por ejemplo, y en ese tiempo vos tenés que llevarte algo. Y lo que te llevás es un montón de dudas y, sobre todo, preguntas más generales sobre la humanidad y sobre por qué se llegan a hacer estas cosas. En cuanto a la historia, hay algo de la trama del teatro que te obliga a que no haya tantos cabos sueltos”. Ana Wajszczuk escucha y asiente.
¿Participaste de algún modo en la adaptación que hizo Smith de tu libro?
-Yo lo que hice fue un resumen de lo que consideraba lo más importante del levantamiento de Varsovia, pero no tuve que ver con la adaptación . Mi tarea consistió en supervisar que no hubiera errores históricos, porque estamos hablando de hechos reales, más allá de lo que está ficcionalizado. Hay nombres cambiados, hay situaciones que se amalgamaron dos en una, con todos los procesos de la ficción que requiere un lenguaje diferente como es el teatro. Pero es una obra de Dennis: las canciones son de Dennis, la idea de hacer esta mezcla entre obra de teatro convencional y performance con los bailarines también es idea de él, ese imaginario es suyo. Creo que logró algo muy ajustado, que transmite la emoción, la historia, y esa búsqueda de la madre y la hija que creo que es muy importante. Por lo menos para algunas generaciones de argentinos que tenemos antepasados que vinieron de la guerra, no necesariamente de Polonia, también de Rusia, de la guerra civil española, de las persecuciones a los judíos en Europa. Me parece que lo que puede identificar a las personas que vengan a ver la obra, tanto como pasó con el libro, es que les hará acordar a su propia historia familiar. Y entonces aparecen esas ganas, que casi todo el mundo tiene, de decir de dónde vengo, de dónde son mis abuelos, cómo era su pueblo, de qué historia vienen.
En tu libro escribiste: “Mi abuelo había preferido el silencio sobre esos años. La llamada de mi tío llegó cuando él ya no estaba. Entonces, las ramas del árbol familiar se cargaron de hojas como si la poda del silencio hubiera regenerado algún tipo de savia oculta”. A partir de ahora, con esa savia, una vez concretada la investigación, el libro, la obra de teatro, ¿Le das un fin al exorcismo con tu pasado?
-Yo creo que sí, yo creo que llegué a estar en paz con esos abuelos que conocí muy poco. A mi abuelo, porque murió cuando yo tenía 8 años. A mi abuela, porque no hablaba y nunca tuve una relación muy cercana con ella, ni ninguno de mis hermanos tampoco. Tal vez el silencio era una manera de protegernos. Entonces esto de investigar y escribir fue como hacer las paces con ellos, a los que casi no conocía, y descubrirlos. Y también fue alucinante el viaje con mi papá, un viaje que nos reunió. Me parece que ya quedé bastante satisfecha, primero con la investigación, me daba mucho miedo meterme en algo que era tan lejano, en otro idioma, con tan pocas fuentes en inglés y en español como para documentarse. Por suerte estaba Waldemar, lo mismo que pasa en la obra, él abre puertas, me abrió un montón de puertas, sin él no hubiera hecho ni la mitad de lo que hice. El levantamiento duró dos meses, del primero de agosto de 1944 al 2 de octubre de 1944. Hay mucho detrás del levantamiento de Varsovia, pero a nivel familiar y de la historia, yo creo que estoy satisfecha con el recorrido que logré hacer con mi papá, y siento que no me mandé ningún “moco” contando esa historia. Pude penetrar en un idioma, que sigo sin hablar, estudié dos años y aprendí muy poco. Justo después nació mi hija y ya no pude retomar el estudio, en algún momento lo haré. Fue mi manera de entrar a un idioma y a través del idioma entrar a una cultura que me era totalmente ajena en un punto, pero a la que a la vez yo también pertenecía.
¿Cómo te preparás para el impacto de recibir la devolución de los espectadores al instante, una vez finalizada la obra, o mientras los observás sentados cerca tuyo en la butaca?
-No sé, en principio no me voy a poner rimel, porque me voy a correr todo el maquillaje. Me parece que va a ser muy conmovedor, que la gente se va a conmover de verdad, porque más allá de que vos no vengas de una familia de polacos, seguro que hay alguna historia parecida en tu familia, de abuelos, tíos, primos.
¿Te interpela lo que está sucediendo entre Rusia y Ucrania en relación a todo lo que sabés, lo que investigaste y a la historia de tu familia?
-Siento muy cercana a Ucrania y a su situación, mi familia es del Este de Polonia, muy cerca ese país, mi abuelo vivió y estudió en lo que hoy es Lviv y mi abuela pasó su infancia y primera juventud, hasta que el Ejército Rojo la deportó a Kazajstán, en un pueblo llamado Trembowla que hoy es parte de Ucrania. El invasor y criminal, para ellos puntualmente, durante la Segunda Guerra, fue el Ejército Rojo. Así que en ese punto me pone muy contenta que Polonia y otros países europeos hayan abierto sus puertas a los refugiados de un pueblo hermano y desde ya estoy en contra de la invasión rusa, y de cualquier invasión en general a la soberanía de un país. Sin embargo, considero que existen algunos puntos ciegos para pensar. ¿Por qué en los medios no se escucha la voz de los habitantes de las provincias separatistas? Y ¿existen ciudadanos y refugiados de primera y de segunda, guerras de primera y de segunda? Porque la invasión a Afganistán por parte de Rusia o la crisis de refugiados de África y Medio Oriente en 2015 no contó con los brazos abiertos de Europa, excepto Alemania, si no me equivoco, y los conflictos en Palestina y Medio Oriente no despertaron jamás la misma empatía con los invadidos que despierta esta invasión. No soy analista política, pero son cosas que me parece hay que tener en cuenta para no caer en una narrativa fácil de buenos y malos.
A los dos meses de publicar “Chicos de Varsovia” Wajszczuk quedó embarazada, después de muchos tratamientos. “No creo que fue tan casual, me parece que yo emocionalmente cerré una puerta a mi juventud, como si me hubiera dicho que podía dejar de ser hija para pasar a ser madre. Me parece que fue una cosa así. Y estoy trabajando en un libro acerca de mi experiencia de años de tratamientos para tener a mi hija. Primero todo ese maltrato que pasé, es todo un mundo que el que no pasa por esa circunstancia no lo conoce. Y luego, la experiencia de ser mamá, qué es ser mamá, tantos años queriendo algo y ”ahora lo tenes, arréglate“. Aunque es otro plan de trabajo, de alguna manera es una continuación: era una hija, ahora soy una madre, aunque sigo siendo una hija todavía”.
¿Cuáles son tus proyectos a futuro?
-Estoy trabajando en un libro acerca de la maternidad y de mi experiencia sobre el tratamiento para tener a mi hija. Primero todo ese maltrato que pasé, que no todo el mundo conoce. Y luego, la experiencia de ser mamá, qué es ser mamá, eso que nadie te explica. De alguna manera es una continuación: era una hija, ahora soy una madre, sigo siendo una hija todavía, mis papás están vivos y van a venir a ver la obra. Y también en marzo sale mi libro de poemas “El libro de los polacos”, que se publicó en 2004 en España.
¿Qué se siente que ahora salga en Argentina?
Estoy muy contenta, lo estaba esperando, recibió un premio afuera y acá no estaba. Está basado en lo que alguien me contó, no es estrictamente real, digamos que la poesía no es real o no real. Yo inventé historias en esos poemas y de hecho a los chicos los puse en un invierno cuando el levantamiento fue en pleno verano. Yo los veía en un campo nevado. Su surgimiento fue cuando recién tomé contacto con esta historia. Aún no había investigado como lo hice después.
LS