Soy parte del mar implica un registro en primera persona de esas voces del periodismo del rock que estuvieron en el lugar indicado en el momento indicado. Charla relajada alrededor de las historias y las fantasías detrás de más de cinco décadas de discos y canciones, de shows y festivales, de vidas y milagros. Qué sea rock en clave periodística.
José Bellas, el último editor del Sí!

En 1985, un adolescente José Bellas (Villa del Parque, 1970) compró el vinilo de Exile on Main St. para festejar su cumpleaños número quince. Es un año fundamental en su vida, pensando en el futuro cercano: ese 1985 llega a todas las casas del país el Suplemento Sí! del diario Clarín. El viernes 12 de abril de 1985, más precisamente. Alguna vez Omar Chabán dirá: “En 1985 se consolida el negocio del rock en la Argentina: salen la Rock & Pop, el Sí! y se inaugura Cemento”.
Unos años más tarde, ya como periodista, el joven PK (como todos en el ambiente musical lo conocen) se incorporará a las filas del suplemento joven. Veintidós años de su vida y trayectoria estarán relacionados con esas páginas, con los debates y polémicas vertidas, con las ponderaciones y profecías esparcidas que han sido marca registrada del Sí!. Había una militancia en el suplemento por la modernidad, por sacarse de encima el sayo del rock conservador.
Otro de los pilares de la trayectoria de Bellas está ligado a la elaboración de libros. Y con una curiosidad: una gran parte los ha realizado a cuatro manos. Primero con Fernando García –la serie 100 veces para Ediciones B, arrancando con Pappo y continuando con Charly García, los Redondos y los Stones– y luego con Paz Azcárate (Ayer soñé con Taylor, Planeta, 2023). En ambos proyectos las voces encontraron una forma de articular información y anécdotas, con una enseñanza o una observación detrás para restituir.
Unos meses atrás, a través del libro Karina. La hermana. El jefe. La soberana (Penguin Random House, 2024), firmado por la periodista Victoria De Masi, conocimos una anécdota que vincula al presidente Javier Milei con José Bellas. Por un amigo en común, los entonces adolescentes se conocieron. O sea, digamos, PK era portador de muchos vinilos de los Rolling Stones y el arquero frustrado de Chacarita quería escucharlos. Ese amigo en común logró que Bellas abriese las puertas de su discoteca en la casa paterna en Flores.
La estadística, en este caso, no miente: José Bellas fue el último editor del Sí!, una historia que dijo adiós el viernes 14 de octubre de 2016. No solo PK fue el encargado del cierre de un suplemento que marcó una época dorada del periodismo joven, sino también el testigo privilegiado de varios cismas que se dieron en el rock argentino desde los años 90 para acá. De esto y mucho más estará compuesta nuestra conversación virtual, con varias picantes observaciones sobre el devenir de la práctica periodística musical de por medio.
- ¿Cómo y cuándo te enteraste de que el Suplemento Sí! tenía un final?
- Como muchas cosas en ciertos lugares, me enteré casi por radio pasillo. Así que no fue muy grato. Pero yo no soy Jorge Pistocchi o Jorge Álvarez, que empezaron algo desde abajo, sino que yo entré a una estructura que estaba armada. De los treinta y un años que duró el Sí!, yo en veintidós ocupé distintos cargos. Soy de las personas que más tiempo estuvo en el suplemento. Tengo encima más de mil cien cierres semanales. Soy la persona récord. Pero el cierre fue una decisión industrial del diario.
- ¿Cuál de todas las etapas que viviste en el Sí! recordás con más cariño?
- La parte que más me gustó fue la etapa desde 1992-93 hasta el 2000. En ese lapso intentamos darle un alma al suplemento, y no es que no la tenía, pero quisimos legarle un alma periodística. Ahora, si bien lo podés pensar desde un lugar periodístico o también como un espacio de preferencia por ciertas cosas u oposición a ciertas otras, lo más importante del Sí! era la agenda. Si me preguntás, hoy en día es lo que más extraño. Muchas veces me pierdo shows porque no me entero. (Risas)
- Los grupos que no salían en la agenda del Sí!, sentían que ese viernes por la noche nadie los iba a ir a ver.
- Claro, incluso te diría que cuando quisimos mejorar ese asunto, se terminó el Sí!.
- ¿Cómo?
- Históricamente, desde abril de 1985 hasta el año 2000, la agenda era una sola página al final del suplemento, en la retiración de tapa. Como editor, cuando te llegaba el mono, la página en el diagrama estaba entera. Ahí empezaban a poner los avisos pagos y después con el espacio que te quedaba, vos te encargabas de lo que era la agenda gratuita. Cuando al suplemento le dieron más páginas y color, dijimos: “Bueno, vamos a darle a la agenda dos páginas”. Ahí entraba casi todo, pero aún así quedaba gente afuera. En 2008, nos dieron más páginas para el suplemento, veinte inicialmente. Entonces llevamos la agenda a tres páginas. Con el tiempo, como le sucedió a muchos medios, tuvimos que achicarnos: de veinte a dieciséis, de dieciséis a doce, los costos del papel, etc. Además, entraba a tallar la web. Por ende, en la web salía todo; por ende, utilizábamos menos papel. El tema es que la agenda nos siguió quedando en tres páginas. ¿Pero qué pasó? Los grupos ya no tenían que pagar su destacado. Al no contar con publicidad, el Sí! cierra porque deja de ser un negocio para el diario.
- Uy, no lo había pensado así. Por democratizar el espacio, ustedes rompieron con su propia estructura de negocio…
- Los que hacíamos el suplemento no estábamos pendientes de eso, pero en un momento fue obvio que no se generaba ese dinero de los destacados. Esto terminó impactando. En una época, he tenido charlas de media hora con un integrante de una banda poque no salían en la agenda. Y yo pensaba: “Esta persona cuando le llega por error una factura de cien mil pesos de Edenor por ahí no tiene esta vehemencia para demandar por algo que es un servicio y lo paga, pero se lo reclama al Sí!”. En un punto, esta cuestión de proporciones ayudó al cierre del suplemento.
- ¿Cuál fue el mayor logro del Sí!, teniendo en cuenta el aspecto ideológico que señalabas?
- Lo más importante del Sí! es que lo hayan fundado. Dentro de la estructura de Clarín, en 1985 le encargan realizar a Daniel Kon –que era un periodista importante y joven, venía de escribir el libro y el guión de la película Los chicos de la guerra en 1984– un suplemento con un enfoque joven. Básicamente, en el diario querían tener lectores jóvenes. En ese momento ya se empezaba a hablar de que los jóvenes no leían tanto el diario: ¡año 1985! Lo del Sí! es la creación de un visionario tal como Daniel Kon, un tipo que después terminaría manejando a Soda Stereo. Él concibe esa especie de máquina adentro de Clarín y uno como adolescente se entera enseguida del asunto porque es el diario que compra tu viejo: Clarín estaba en la mayoría de los hogares de clase media trabajadora. Además, era una lectura gratis, ya no me tenía que comprar la revista Pelo. En el 90, Kon se va con Soda (Stereo). Por un par de años, el Sí! queda al comando del gran (Guillermo) “Pacho” Allerand y después agarra la manija Marcelo Franco. Creo que él tenía ganas de darle un golpe de efecto, así que lo va a buscar a Pablo Schanton, y entran Fernando García, Marcelo Panozzo y Ernesto Martelli. De este modo cambia la generación de colaboradores y muchos de los que escribían en el suplemento –como Javier Febré (que en paz descanse) y David Wroclavsky– empiezan a pasar a otras secciones.
- Esos comienzos de los años 90 son un momento bisagra en el rock argentino. En 1992, regresa Serú Giran y Soda Stereo invita a las bandas sónicas al Estadio Obras. ¿Qué podés repasar de esos cambios en cuanto el enfoque periodístico?
- Ese 1992 fue un padecimiento. Tuvimos seis meses donde todo era Serú (Giran), después otro semestre con El amor después del amor sonando hasta cuando tirabas la cadena del inodoro. Y para terminar, el éxito de la película Tango feroz. Entonces, la única salida era por arriba; o más bien, por abajo. Por eso le dimos tanta manija a la movida sónica; se trataba de que hubiese una música perteneciente a esta nueva generación.
- Además, estaba el conflicto por institucionalizar algo que nació para no ser institucionalizado como es el rock.
- Exacto. Habían pasado diez años de Malvinas y la explosión masiva del rock a través de las radios. Por eso pensamos que debíamos dejar de ser condescendiente con el rock. Estos tipos estaban ganando mucha guita, transformándose en unos viejos chotos; dando poco, totalmente aburguesados. Ante esto, salimos a hacer un poco de periodismo y a pinchar. Había gente que estaba tapando o no dejando crecer otras expresiones… Si algo lamento a nivel periodístico en estos ocho años sin estar al frente del Sí! es no poder hacer una tapa por semana con un trapero. Son un montón de estrellas que estaría buenísimo presentarlas y hablar con cada una Pero, además, pincharlas como no se los pincha, ¿no? Fíjate que eso también sucede por la percepción crítica y no es algo de este último año, ya nos pasaba en los años 90 con La Renga y Los Piojos. Por ejemplo, el colega Juan Facundo Díaz hizo una crítica en la revista Rolling Stone muy respetuosa del último disco de Duki, haciéndose una pregunta sobre la evolución o no del artista. El comentario se viralizó, con gente diciendo: “Mirá, lo destrozó”. ¡¿Qué lo va a destrozar?! El colega estaba ejerciendo el derecho de hacerse una pregunta pública.
- ¿Ahí es cuando el periodismo musical conversa con la época, en el sentido en que también se fue pauperizando su espíritu crítico?
- Creo que hay una malformación de la idea de crítica. Mucha gente cree que crítica es tener un martillo como Thor. Así, después de escuchar un disco, bajás el martillo: “Dos estrellas. ¡Es malo!” En el suplemento, si bien no realizábamos crítica con puntaje, intentábamos ser críticos pero desde la idea de hacernos más preguntas que las que se suelen efectuar sobre el mismo objeto. La crítica es una conversación permanente que se reposiciona y se resignifica; es permitir contemplar un montón de puntos de vista distintos. “Esto que nos gustan mucho, ¿por qué nos gusta tanto?” Creo que las redes fueron el Maná que llegó para los músicos y para los fans: ¡nos pudieron saltear a los periodistas!
- Más al ángulo imposible.
- No sé cómo en algún momento se bajó la línea de que todo aquello que dijeran los que se dicen artistas es algo que le hace bien al mundo, que es un regalo que nos dan con su corazón. En algún momento inicial de su creación puede ser así, pero mayormente se trata de gente queriendo ganarse legítimamente la vida y, al fin y al cabo, haciendo un negocio por y para ellos mismos. Eso lo empezamos a ver en los años 90. Por ejemplo, La Renga llenaba estadios y eso se suponía que era toda la afirmación, que los hacía indiscutibles. En lo personal, mi pregunta era cómo podía ser que veinte años después, una banda basada en Vox Dei pero con menos calidad, le iba veinte veces mejor. ¿Qué había pasado? En ese entonces, si vos te hacías tres preguntas y dudabas un poco, te calificaban de mala leche. Y uno empezaba a comprender que el grueso de nuestros potenciales lectores solo quería leer cosas que ratificaran su gusto.
- Algo usual en estos días, ¿no? Recuerdo que David Viñas proponía leer siempre La Nación, así sabías qué pensaba el enemigo. A todo esto, ¿cómo fue tu formación antes de ingresar al Suplemento Sí!?
- Empecé en la revista Rock en Blanco y Negro. Tenía veinte y estuve tres años. Me llevó Fernando García, que va a dar el salto al Sí! después de hacerle una nota a John Lydon cuando vino con PIL. Yo me quedé un año más en la revista. Pero mi formación era la que teníamos antes. Mi primer show fue a los doce años: fui a ver a Van Halen con unos amigos grandes del barrio. Mi formación, entonces, fue leer revistas: leer a los periodistas que eran buenos y a los que eran malos, porque los que eran malos también te formaban.
- No vamos a dar nombres...
- Yo leía todo porque a mí me gusta tanto leer y escribir de música como escucharla. Me encanta la literatura bastarda que emite el rock. Y trato de emular en la escritura algo que pocos hicieron –puedo citar a Lester Bangs–, que es reproducir ese rayo, la velocidad de un riff de guitarra; la potencia, el estruendo o la decepción. Mismo el bajón que te produce que te decepcione algo, ¿no? Al costo que le pones el corazón.
Pero volviendo a lo que te decía antes, cuando en el suplemento nos dimos cuenta de que esa especie de crítica que le podíamos hacer a una banda grande, eso no mermaba la cantidad de seguidores que ellos tenían, el hecho en sí nos liberó: “Ahhh, no les estoy cagando dinero.” (Risas) Al mismo tiempo, cuando escribías un panegírico sobre Suárez, eso no lograba tampoco que ellos sumasen público. Entonces, en cierto sentido era decepcionante pero también liberador.
- ¿Qué otras transformaciones fuiste percibiendo en el transcurso del tiempo?
- Cuando ingresé en 1994, el editor Marcelo Franco tenía una libreta con los teléfonos de la casa de todas las estrellas. Nosotros le vamos a contar a nuestros nietos que a Charly García lo llamabas por teléfono y, si estaba, ¡te atendía! (Risas) Cuando llegué a ser editor en 2004, yo no tenía el teléfono de la casa de ninguno. Fue el momento en que los músicos y las bandas empezaron a poner prensa, secretarios y filtros. Solo hablaban cuando sacaban un disco.
La primera tapa del Sí! fue con (Juan Carlos) Baglietto vestido de tanguero con un chambergo. Cuando supe que habría un último número, la llamé a Jorgela Argarañas –la madre del hijo de Baglietto que tocaba en ese momento en El Huevo– e hicimos con Julián Baglietto la misma foto. Tratamos de hacer ese cierre circular para decir: “Bueno, este no era un producto más, sino que estaba pensado de esta manera; tratando de insuflar un alma, un sentir, una noción y un pensamiento”.
- En un momento el Sí! abandona el perfil musical y tiende a convertirse en un suplemento de tendencias.
- En el periodismo, pretender cubrir la atención y los intereses de un joven es estar llamado al fracaso. Igual que le sucedía a quienes realizaban la revista Rolling Stone, había lectores del suplemento que defenestraban que hubiese en la tapa un actor o una actriz, alguien de la radio o que se tocase un tema social. Sin embargo, era un suplemento joven, no uno de rock. Es un disparate creer que en un medio así podés interpelar a todos los jóvenes del mundo. Por eso hacer un suplemento joven era estar condenados de entrada al fracaso: hay tantas formas de ser joven…
- Usás mucho la idea del fracaso como una certeza. Pero el Sí! también manejaba cierto carácter profético en relación a los artistas que recomendaba. Se embanderaba con ellos. Pienso en Leo García, en Suárez, en Miranda!
- Nos interesaba la dinámica o la máquina de hacer estrellas de los suplementos de afuera, la de los tabloides ingleses. Leíamos a Simon Reynolds en ese momento, no veinte años después por Caja Negra. Había una cosa de nuevo periodismo en nuestro quehacer. Estaba buenísimo salir los viernes, que es todo lo contrario a la idea del diario del lunes. En la actualidad, la mayoría de los libros de rock están hechos con el diario del lunes. El periodismo de rock tiene que ser lo opuesto a tener un salvavidas, un paracaídas, que es el diario del lunes.
- Ya que hablamos de libros, en general los que hiciste están hecho a cuatro manos.
- Todo empezó con Fernando García con quien queríamos hacer un libro sobre anécdotas de Pappo. Cuando hago un libro sobre rock, me interesa que el día en que va a imprenta, el 90% sean cosas que no se conocían previamente. Es que si no es un rejunte, es una compilación.
- ¿Y cuándo leeremos el 100 veces Iorio?
- Me gustaría hacerlo. Sin embargo, el proyecto que últimamente más me entusiasma es la antología que estamos armando con Pablo Schanton. Queremos hacer una antología de escritos sobre música argentina, pero no solamente de rock, sino también de música electrónica, de tango, de folklore, de música contemporánea. Va a salir por Vademécum que es una editorial muy seria.
- Al respecto, tu escritura se ha vuelto punzante y reflexiva a la vez.
- Esto pasa porque soy viejo. (Risas) No, imagino que esto sucede por el hecho de bajar las ansiedades. A todo esto, el final del Sí! me hizo reflexionar y desprenderme del día a día. Esto te vuelve más selectivo. Así, elegís de qué opinar y hasta muchas veces es mejor callar. Como diría (Jorge Luis) Borges: “Me da más orgullo lo que leí que lo que escribí”.
Nuestro próximo invitado será Yumber Vera Rojas
Sobre este blog
Soy parte del mar implica un registro en primera persona de esas voces del periodismo del rock que estuvieron en el lugar indicado en el momento indicado. Charla relajada alrededor de las historias y las fantasías detrás de más de cinco décadas de discos y canciones, de shows y festivales, de vidas y milagros. Qué sea rock en clave periodística.
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