Soy parte del mar implica un registro en primera persona de esas voces del periodismo del rock que estuvieron en el lugar indicado en el momento indicado. Charla relajada alrededor de las historias y las fantasías detrás de más de cinco décadas de discos y canciones, de shows y festivales, de vidas y milagros. Qué sea rock en clave periodística.
Lalo Mir, la voz radial del rock

Seríamos marcianos si tuviésemos que ponernos a recordar programa a programa, los logros que han traído hasta aquí a Eduardo Enrique Mir (San Pedro, 1952), más conocido como Lalo Mir. Un animal de radio si los hay. Un gladiador de ese aparato que no se da por vencido. Una aplanadora de horas y horas de estar sentado frente al micrófono. Lo desopilante, lo irreverente. Lo imposible, lo irrefrenable. Eso encarna la voz de Lalo, una marca registrada de la primera Rock and Pop, esa institución radial que está conmemorando este 2025 cuatro décadas de vida.
Pero ese 1985, Lalo estaba finalizando el exitoso y señero 9PM, el programa que primero con Horacio Maurette y luego con la Negra Elizabeth Vernaci pondrá su granito de arena para que la radio con sintonía FM no sea la misma. Algo de eso se puede rememorar en el canal de YouTube que abrió a fines del año pasado donde saca a relucir su papel de pionero en todo esto. Además, Lalo conserva en su archivo reliquias tales como el primer demo de dos grupos que captarán el espíritu de la época como pocos: Soda Stereo y Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
Lo anecdótico dirá que estuvimos a punto de juntarnos en algún bar del Amba, pero su vida nómade nos llevó a conversar vía zoom. Eso no impidió el cotejo de ciertos momentos puntuales en su rica trayectoria de ciencuenta años, donde siempre apuntó alto, siempre hacia un más allá que parece quedar cerca. Quedará para otra futura entrevista el recuerdo de su compañero de tropelías en Radio Bangkok, Douglas Vinchi (el alias de Carlos Masoch) quien falleció a los días de este encuentro.
- Empezaste en la radio produciendo avisos publicitarios en JC y Asociados, que era un desprendimiento de una agencia muy grande (Julio Cepeda Producciones). ¿Cómo es que terminás al frente de 9PM?
- Yo trabajaba en la producción de radio y de publicidad desde fines de 1975. Cincuenta años se cumplieron este año.
- Felicitaciones.
- Gracias. Recién ahora me cae la ficha. En el año 1980 yo había hecho un programa que se llamó La Isla del Tesoro en el lanzamiento de FM Splendid. Lo producía la agencia en que trabajaba, Julio Cepeda Producciones. Uy, la semana pasada se acaba de ir de viaje el genio de Julio Cepeda, que era el que manejaba todo eso. Ese 1980 yo estaba un poco cansado, laburaba mucho. Con mi mujer de entonces, Adela, decidimos irnos de viaje al menos un año. Fui a JC y les dije: “Me quiero ir de viaje un tiempo”. Me dijeron: “Bueno”. En la agencia quedé como en stand-by todo ese 1981. Volví al país a fines de diciembre. Fui a JC y les dije: “Buenas, ¿qué tal?” A lo que me respondieron: “Bien”. Entonces, entré a mi oficina y estaban mi escritorio, mi lápiz, mi blog de notas. Todo igual. (Risas)
- ¿Y te ponés a trabajar de nuevo?
- En el viaje escuché mucha música en la radio. Fuimos por Perú, después saltamos a México, después a varias ciudades de Estados Unidos (Los Ángeles, Washington, Nueva York), después Brasil… Hicimos un viaje que duró once meses. En JC yo programaba música porque era una de las tareas que me tocaban. Pero no era un rockero fanático. No tenía esa tradición. Yo venía de escuchar radio AM: El club del Clan, Sandro, por ahí un poco de los Beatles. Tal vez algún fenómeno local como “La balsa” de Los Gatos o “Muchacha ojos de papel” de Almendra. No mucho más. Sin embargo, cuando llego a Buenos Aires –me instalé en 1973/4– era la época de la primera andanada del rock. De Billy Bond y la Pesada, de Sui Generis, de Pappo’s Blues. Pero para mí era una música más.
- Aún el rock no te atravesaba.
- No, pero el viaje me acercó al rock. Me llamó la atención que las radios que transmitían rock tenían una energía que no poseían las otras, y me cautivó ese sonido, esa energía. Entré por ahí. Entonces, en los comienzos de 1982, cuando ya estaba de regreso, le digo al Cholo Castañón –que era mi jefe en JC–: “Tengo ganas de hacer un programa de rock al estilo americano a la hora nueve”. Es que, a las nueve de la noche, radio Del Plata se dejaba de vender, no había auspicio. Esa era la hora de la tele, la radio en ese tramo no facturaba. Y me dicen: “Hacé lo que quieras”. El 15 de marzo de 1982 empezamos 9PM con el finado Horacio Maurette, que era el gerente artístico de la radio. El programa lo musicalizaban Gustavo Noya –que después fue uno de los que iniciaron con Michel Peyronel la FM Tango– y Danielito Ladogana. Teníamos más o menos una carta de 60% de rock anglo, rock bastante heavy, y un 40% en el cual incluíamos cosas de cualquier otro origen, entre otras de rock argentino. Pero el 2 de abril… Malvinas. Entonces se nos acabó la música en inglés.
- Hay cierto consenso de que los militares prohibieron la música en inglés cuando se desata la Guerra de Malvinas. Pero creo haberte escuchado decir todo lo contrario. ¿Cómo es la historia entonces?
- No, no decís cualquier cosa. Yo siempre digo lo que tengo en mi cabeza, que es la información con que cuento. A.R.P.A., la Asociación de Radiodifusoras Privadas Argentinas, que era como una especie de gremio de los dueños de las radios privadas, toma esta decisión y le manda esta recomendación a todos sus afiliados. Recordemos que había como una especie de explosión nacionalista nunca vista, ¿no? Recordemos las plazas de Mayo de (Leopoldo Fortunato) Galtieri y todo eso: una en contra y a los dos días, otra a favor. Un disparate como es la Argentina. (Risas) Esta recomendación de A.R.P.A., por decirlo de alguna manera, se tomó al pie de la letra. Creo que todo el mundo lo entendió como algo que era natural. Claro, ¿cómo vamos a pasar música en inglés si los tipos están viniendo con toda la flota? Supuestamente, si es como yo lo tengo en la memoria, las radios oficiales que estaban manejadas por los interventores militares hicieron lo mismo. Pero creo que la medida nace del sector privado, no de los militares. Tal vez haya forma de constatarlo, pero no sé si es importante.
- Después de este fervor nacionalista, 9PM se encargará de dar a conocer los primeros demos de grupos fundamentales del rock argentino como Soda Stereo y Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. ¿Cómo era eso?
- Bueno, había dos había dos fuentes a través de las cuales nos llegaba la música. Yo no me ocupaba del asunto, sino que lo hacían Dani (Ladogana) y Gustavo (Moya). Primero estaba el canal oficial, que eran las compañías discográficas. Radio del Plata era una radio musical tanto en AM como en FM, salvo los programas periodísticos de la mañana. Y, por el otro, estaban las bandas independientes, que no tenían compañía y que eran mayoría en ese momento; esas llegaban directamente a la radio, a Daniel (Ladogana) a Gustavo (Moya) o hacían cola a las 9 de la noche.
- ¿Cómo?
- Así fue. Nosotros salíamos de la radio y había gente. Estaba un loco del Borda que venía con una carta y no sé qué... Estaban los que querían que les promuevas un baile o un show. Y estaban los casetes.
- ¿Quién curaba el tema de los casetes? ¿Vos o los musicalizadores?
- No, los musicalizadores tenían libertad absoluta de programación. Si bien yo tenía algún derecho a veto, en general coincidíamos. Las cosas que suceden y se dan orgánicamente, evolucionan de una manera orgánica. Entonces el reglamento era medio una pauta de todos. “Mirá lo que conseguí.” “Mirá lo que traje.” Porque a veces era yo el elegido. El demo de Soda (Stereo), que vino en un TDK rojo, me lo da Charly Alberti con uno de los hijos de Pinky, Leo Satragno. Traía “Vitaminas”, “Jet Set” y “Telekinesis”. Me lo dan en Express, una discoteca que estaba en Junín y Santa Fe. Era un casete, era chiquito. Era fácil de llevar. Te lo ponías en el bolsillo. El CD fue más complicado. (Risas)
Había mucha música dando vuelta, entonces cuando elegíamos un artista, una banda, de alguna manera lo sosteníamos. Una radio se programa así: vos no cambiás la música todos los días; vos generás unas tendencias que tienen que ver con tu audiencia. Entonces, en 9PM siempre sonó Riff, siempre sonó Soda Stereo, siempre sonaron los Redondos. Es decir, era una constante; era como el color del programa que estuviesen ciertos artistas.
- Además, sonaba mucha música hecha por mujeres.
- Desde muy temprano tuvimos bastante inclinación al género. Me acuerdo que nosotros poníamos mucho a Celeste Carballo, a Claudia Puyo, a Púrpura, que era la banda de Leonor Marchesi, y a Patricia Sosa que era parte de La Torre. Es decir, había mucho rock femenino. Y también sonó Diana Nylon. Bueno, después pasábamos las bandas donde había chicas como Los Twist. Pero eso venía ya del rock americano; es decir, nosotros siempre tuvimos una conducta donde había bloques con música hecha por mujeres. Al principio de 9PM había sido con grupos como Blondie o solistas como Pat Benatar. A su vez, cuando nos quedamos solo con el rock en castellano por Malvinas, apareció Chantal Rigoreau, una agregada cultural de la embajada de Francia. Ella que me trajo toda una discoteca en francés de rock. Desde Téléphone a Francis Cabrel. Eso sirvió y mucho. Pero empezamos a investigar y pusimos bandas de Brasil como Barão Vermelho, Titâs y Legião Urbana. Los Prisioneros y Electrodomésticos de Chile. El Tri de México. Entonces, el programa era una mezcla de música comercial, provista por las compañías, y la de los grupos independientes. Los Redondos siempre siguieron siendo independientes y esa cinta, la primera, se la dio la Negra Poli –yo no la conocía– a uno de los musicalizadores, no recuerdo a cuál de los dos.
- ¿Era una cinta abierta, no un casete?
- Era una cinta abierta grabada en estéreo, que aún la conservo. Había sido tomada de un ocho pistas donde hicieron el demo. Tenía “Superlógico”, “Un tal Bigritte Bardot”, “Nene, nena”, “Mariposa Pontiac” y el que nunca grabaron, “Pura suerte”, un lento. Los pasábamos todos.
- ¿Cómo fue rearmarse después de Malvinas?
- De a poco las radios volvieron a su programación habitual, pero no me acuerdo cuándo fue… Sí que ese volver a la normalidad fue muy de a poco y temerosamente. Primero con el rock norteamericano, luego el inglés. ¡Como si hubiera una diferencia! (Risas) Bueno, éramos unos chorlitos… Era mi primer programa y tenía éxito. 9PM duró cuatro años, de 1982 a 1985. El 86 me lo tomé sabático. Pero esta tendencia de programar más en castellano que en inglés se tornó una costumbre. Se había abierto tanto el panorama que teníamos una discoteca muy amplia de rock argentino y de rock latinoamericano, de rock español. O sea, Virus graba “Carolina querida” porque nosotros pasábamos el original de Moncho Alpuente.
- Es cierto. En 9PM pasaban también mucho heavy español: Barón Rojo, Obús, Leño; bandas recomendadas por el periodista y locutor Vicente “Mariscal” Romero.
- Fijate a dónde llegó la locura que yo me voy a trabajar a unas radios en España y el Mariscal Romero vino a transmitir y se quedó con la Negra (Elizabeth Vernaci) haciendo 9PM. Es decir, era medio todo un delirio. En España me decían: “Quedate”, a lo que yo les contestaba: “¡Cómo me voy a quedar si me va bien allá!”. Era todo una locura. (Risas)
- ¿Sos consciente de lo que hiciste con 9PM y luego con Radio Bangkok, de las puertas que abrieron y de lo que generaron?
- Yo me fui enterando por la prensa. Es mi manera de laburar y de ser: yo no estoy contando los porotos. Soy un tipo que hace, que va para adelante. Soy acción. Siempre me sorprendo después cuando sale alguien y … Por ejemplo, hay una tesis doctoral en la Universidad de Tucumán sobre Radio Bangkok, y que fue presentada en audio. Recién al escucharla me di cuenta lo que yo había hecho. Porque no tengo tiempo de estar pensando en lo que hice ayer. Tengo cuatro horas por delante hoy, el vértigo es alucinante. O sea, soy hiperactivo por un lado; y por el otro, medio adicto al laburo. No soy autorreferencial, no le doy bola a eso. Pero siempre me entero después. Y no lo dudo. No es que digo: “Ay, no”, y me hago el humilde. No, debe ser así como todo el mundo lo dice.
- Es que tu forma de hacer radio detonó un planeta nuevo, una forma desconocida de plantarse frente al micrófono.
- Sí, siempre fui de romper. Como me aburro, trato de salirme del camino o de buscar caminos paralelos. Y por otro lado soy curioso. Eso me llevó a realizar todo lo que hice y la forma en cómo lo hice. Aunque esto se debe haber dado por ahí en otros lados al mismo tiempo. Porque muchas cosas que a veces creemos que las inventamos nosotros –porque fehacientemente las hicimos como una pulsión, como algo que se nos ocurrió–, suceden en otros lugares al mismo tiempo. Es algo propio de la humanidad, ¿no? Desde los comienzos de los tiempos. En cuanto a lo de usar las voces fuera del micrófono, eso se dio naturalmente. Primero, Bobby (Flores) y Quique (Prosen) no estaban para micrófono: eran mi productor y mi musicalizador. Pero como ellos se acercaban y me hablaban... O sea, yo empecé a generar eso de una manera inconsciente y fue sucediendo. Como yo uso los auriculares muy fuertes, tengo un manejo del audio cósmico…
- ¿Audio cósmico?
- Es decir, yo no escucho el ruido de afuera, yo solo escucho todo lo que viene de la consola. Entonces, si me hablaban, yo la agarraba a esa persona y la acercaba hasta un punto para que se escuchase y se entendiese esa voz, pero quedaba en un segundo plano. Y eso me empezó a gustar, así aparecieron los planos. Hay una famosa anécdota con el ingeniero de la Rock and Pop. El operador de Radio Bangok, Guillermo “Guillo” García, nos hablaba por el talkback, pero lo que él decía no salía al aire. Como lo que me decía era interesante, yo me quedaba escuchándolo. Sin embargo, de alguna manera yo tenía que adaptar después ese silencio o justificarlo con lo que él me había dicho. Pero había un ruido tremendo en el aire. Entonces una mañana le pregunto al ingeniero: “¿No podés poner el talkback para que salga al aire?”. Y me dice: “¿Para qué?” “Para que salga al aire el operador cuando habla.” Y él me contesta: “El operador no habla”. Estábamos en el control de la radio. Abro la puerta y lo llamo a Guillo: “Vení, Guillo. Hablale”. “Hola”, dice. Entonces le digo al ingeniero: “El operador habla”, y salimos al aire con el talkback. (Risas) No sé si fuimos nosotros los primeros en hacerlo porque también lo hacía Gonzalito en Feliz domingo. Por ahí lo copié de ahí, no lo sé. Por ahí nosotros fuimos los primeros, ¡no importa! Pero en eso de romper una pared, el talkback, que era una técnica para llegar a nosotros, se metió al aire. Y hoy en día las consolas lo tienen. El operador puede seleccionar a quién le habla. Y eso fueron generaciones de avances y de evolución en la técnica de todo esto. En esos tiempos era todo muy precario.
- En esto de romper la pared, ¿qué reflexión te genera el fenómeno del streaming?
- Me lo han preguntado mucho. Y cada vez que me escucho opinando o narrando cuestiones sobre el tema, voy cambiando. Porque voy entendiendo cosas nuevas. Lo primero, es un programa de radio. Si algo se parece es a un programa de radio: gente hablando frente a un micrófono porque lo que aporta desde la imagen, no es nada; es decir, no hay un valor agregado. Pensemos: al principio la televisión era como un radioteatro con una cámara delante. Bien. Después se empezó a grabar como cine, pero en principio no fue así. Las evoluciones son lentas y progresivas. Veo eso en el streaming. Y lo que veo es después como esta necesidad… Como no pueden poner música y no pueden poner un testimonio porque toda la gente se va –yo he estado invitado a programas de streaming y me han dicho: “No, yo no puedo ir al baño porque sino baja el número de conectados”–, es otra la dinámica. Entonces, hay que estar hablando todo el tiempo. ¿Y de qué se habla? Sarandanga. (Risas) Nosotros cuando en Radio Bangok íbamos con esa sarandanga, es porque estaba armada. Si bien había una parte improvisada, partíamos de una noticia, sabíamos a dónde llegábamos. El operador incidía en nuestro discurso, nos corría con los efectos de sonido. Eso nos obligaba a improvisar sobre la marcha. Pero había una mecánica. Vos escuchás un sketch de “División Entel”, por decirte alguno, cerrás los ojos y lo ves. Hay acción. (Risas)
- ¡La imaginación al poder! ¿Se puede vivir sin música?
- Sí, se puede vivir. O sea, vivir sin música las 24 horas del día. Los de las tribus aisladas del Amazonas tienen su música, pero no están tocando todo el día. Tienen que salir a cazar, hacer la comida, defenderse, hacer la choza. Ahora bien, acá tenemos que hablar de otra cosa, no de música, sino de estímulos.
- Eso me gusta.
- ¿Se puede vivir sin estímulos externos? ¿Se puede vivir en la contemplación? Sí, yo lo estoy haciendo ahora. Estoy hablando con vos y tengo enfrente un hermoso parque. Y me quedo horas mirando la naturaleza o leyendo un libro. Por ejempo, estoy leyendo El hambre de (Martín) Caparrós. Ya estoy por terminarlo. Un libro escrito para que nadie lea.
- Reformulo la pregunta: ¿qué lugar ocupa la música en tu vida?
- Como yo he trabajado con la música más de cuarenta años, cuando estoy en casa en general no escucho música. Es como una herramienta que uso muchas horas al día o varias veces a la semana, y ese es lugar que ocupa. Pero no me imagino tampoco una vida sin música. Soy alguien que ha llegado a ella por una contingencia profesional: es uno de los pilares de mi carrera, de mi trabajo, y me encanta. Pero no soy un melómano, no me acuerdo los títulos de las canciones, no me sé las letras; bueno, de algunas sí, de otras no. El melómano es otra cosa, es alguien que tiene ese enfoque y esa obsesión por la música. Pero la música está siempre, forma parte de mi vida.
- En relación a tu pasado en Rock and Pop, cuando te fuiste a FM 100, ¿los rockeros amigos te bardearon? ¿O se entendió que antes que nada sos un profesional?
- Creo que se entendió lo último que has dicho. Tengo muy pocos haters. Es como que me aceptan así como soy. Calculo que alguno debe haber dicho algo. Pero el enojo dura tres minutos. Además, yo empecé en la 100 como locutor de turno. O sea, no empecé un programa. El programa no se llamaba Lalo por hecho. Yo arranqué a las 9 de la mañana, con Maju Lozano éramos los locutores de la mañana. Pero de a poco se fue generando ese contenido “lalesco”. Fue una entrada medio subrepticia. (Risas)
- ¿Qué te pasa por la cabeza si te digo Encuentro en el estudio?
- Es lo más grande que hice en mi vida, todavía no lo dimensiono del todo. Ya hace tres años que no grabamos. La última temporada la realizamos en Montevideo con el canal de la ciudad de la capital uruguaya y Canal Encuentro. Hoy esa coproducción está desactivada. Yo viajo mucho y en todos lados soy Encuentro en el estudio: en Estados Unidos, en Francia, en Costa Rica, en Brasil, en Perú, en el Amazonas. El programa ha tenido una trascendencia a través de YouTube que supera con creces todo lo que hice antes. O sea, la suma de las reproducciones de todos los programas en YouTube supera los mil millones de reproducciones. Es un infierno. Y continúa subiendo. Nosotros ya no manejamos ese contenido, es propiedad del Canal Encuentro.
- ¿Pensaste que iba a tener tanto éxito, tanta acogida?
- No, nunca pensé que iba a suceder eso. Hoy miro los programas y me sorprendo porque están muy bien hechos. Creo que es una de las cosas que mejor hice en la vida.
- Además, lograste que ciertas bandas como La Renga vayan a la televisión.
- Sí, pero no lo logramos con todos. Por ejemplo, con el Indio (Solari) lo intentamos pero no fue posible. Algo similar nos pasó con Skay (Beilinson). O con Babasónicos. Me lo ha dicho directamente Adrián (Dárgelos): “No, Lalo, gracias”. Pero tampoco era un programa de televisión, sino más bien una especie de documental. Es un formato muy antiguo, que viene de la BBC. Encuentro en el estudio es como una película. Estábamos un día encerrados en el estudio ION con el artista, pasaban cosas. Al mismo tiempo, se grababan horas, horas y horas; y después editar era un quilombo. Pero por suerte salió redondo. A veces sale, a veces no. (Risas)
- La tecnología siempre estuvo al servicio de tus búsquedas. Pienso en la colección de audios que vas subiendo a tu canal de YouTube, un museo de audios con todo tu trabajo en radio. Un archivo compuesto de entrevistas, audios inéditos y programas legendarios que marcaron las décadas de 1980 y 1990.
- Todo esto lo hago con la colaboración de Daiana Masin, una amiga socióloga y archivista audiovisual. Ella maneja el tema de cómo archivar porque estamos abriendo muchas cajas repletas de cintas, casetes o DATs. Son miles y miles y miles de horas de cincuenta años de trabajo, y muchas veces yo no me acuerdo nada. Pero de pronto a los diez minutos, a los cinco minutos, a los diecisiete minutos de esa cinta, algo que sucede en la grabación me hace click y recuerdo el momento. Y ahí es impresionante. Es como un Rasti que se arma.
- Qué hermoso.
- Aparece el estudio, aparece el olor. Aparece la situación, el por qué. A veces más, a veces menos. E imagino que cuando alguien que escuchó eso en tiempo real, en 1983 o en 1994, y ese momento por algún motivo le quedó guardado en alguna parte. Es lo que nos pasa cuando escuchamos una canción que nos habíamos olvidado y que de pronto la escuchamos y nos pega una especie de sacudón. (Risas) Y lo hacemos también para que ese material no se pierda, porque esas cintas un día se dejarán de escuchar; al ser soportes físicos, algunas no se escuchan; los DATs, por ejemplo, unos andan, otros no.
- En una época eras de andar con un grabador…
- Siempre. Sí, ahora contamos con el teléfono. Pero ya no grabo compulsivamente. En esa época, llevaba el grabador en vez de una cámara fotográfica. En lugar de fotos, grababa sonidos. (Risas) Tengo casetes enteros de las radios de Marruecos o de Francia; grabaciones mientras caminaba en las catacumbas de París, en el subte de Londres; grabé los aviones, las azafatas, todo lo que suena; los parlantes de las estaciones de Roma. ¿Si había algún propósito? Sí, todo se usaba para los diversos programas que hacía. A mí todo me nutre.
Nuestro próximo invitado será Luis Paz.
Sobre este blog
Soy parte del mar implica un registro en primera persona de esas voces del periodismo del rock que estuvieron en el lugar indicado en el momento indicado. Charla relajada alrededor de las historias y las fantasías detrás de más de cinco décadas de discos y canciones, de shows y festivales, de vidas y milagros. Qué sea rock en clave periodística.
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