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Oscar Jalil, el enlace de la escena platense

En uno de los tramos finales de nuestra conversación virtual, Oscar Jalil (Mendoza, 1962) afirmará: “Todo lo que hago desde muy chico es realizar todo lo necesario para seguir conectado con la música, con los discos”. Lo dice un periodista cuyos primeros pinitos los llevó a cabo a los catorce años haciendo las veces de DJ. Un adolescente que se mareó (para bien) cuando escuchó en vivo a La Máquina de Hacer Pájaros. El mismo adolescente –pero con cuatro años más– que flasheó con The Police en el Estadio Obras en diciembre de 1980. Pero también un futuro no abogado que pateó el tablero y luego de pasar por la carrera de Comunicación Social en la UNLP, se incorporó a uno de los medios gráficos puntales de La Plata, El Día.

Desde mediados de los años 90 para acá su nombre y apellido se convirtieron en una institución del periodismo platense. En tiempos previos a internet, si quienes no vivían en la ciudad de las diagonales querían saber qué se estaba cocinando de nuevo en aquellos parajes, Jalil dilucidaba con una serie de nombres de bandas y solistas las alternativas que se estaban gestando en La Plata.

Si bien el carácter de pionero no le interese a Jalil, muchas de las voces del periodismo que le sucedieron –colegas que están entre los 35 y los 45 años, casi dos generaciones menores– lo ven como un conector, el enlace. Primero con la revista Bongó y sus tres números entre 1991 y 1993, y luego en una línea temporal mayor al frente del suplemento joven de El Día (el romance finalizó en 2000).

Mientras que desde 1998 hasta estos días es uno de los pilares de la travesía musical de Radio Universidad –FM 107.5, el house organ del indie platense, ese que hoy reverbera en muchos festivales del mundo bajo el buque insignia Él Mató a un Policía Motorizado–, una emisora que Jalil planteó con el modelo de las radios college de los Estados Unidos. En marzo regresa al aire el programa que desde hace doce años conduce junto con Nando Magistrale, Detectives Salvajes (los viernes de 20 a 22 hs.). A su vez, desde 2010 el hacedor de la biografía de Luca Prodan, Libertad divino tesoro (Planeta, 2015) es colaborador permanente de la revista Rolling Stone, en la que comenzó a escribir en 2002.

En 2024, Radio Universidad celebró su centenario. Uno de los hitos de sus últimas décadas fue la edición de tres discos en homenaje al repertorio del rock platense: Tomo lo que encuentro (2004), un tributo a Virus con Estelares, Mister América, Norma y Nerd Kids, entre otras bandas o solistas; De regreso a Oktubre (2007), donde los versionados fueron los Redondos por Mostruo!, Don Lunfardo, Crema del Cielo o Encías Sangrantes. Y finalmente, el año pasado produjeron Cinta Testigo Vol. 1, un catálogo pequeño pero exquisito para revisitar la obra de Sergio Pángaro, El Mató, Francisco Bochatón y La Cofradía de la Flor Solar.

Detrás de esto, siempre estuvo Jalil, el conector, el enlace de la escena musical platense. 

- Según el crítico musical e historiador Sergio Pujol, sos el inventor del rock platense. ¿Qué hay de cierto?

- Lo que pasa que a él le gusta mucho el jazz. (Risas) A principios de los años 90, el diario El Día era tan mezquino que si superabas las cuatro o cinco colaboraciones mensuales, no podías escribir más ese mes. Como a veces Sergio (Pujol) excedía esa cantidad, si venía a tocar, supongamos, Chick Corea a La Plata, lo tenía que cubrir yo. Una locura. Cuando arranqué, le hacía muchas preguntas a (Sergio) Pujol. Pero tal vez todo se deba a que el suplemento joven del diario tuvo en un momento una gran presencia de artistas de La Plata, algo que no había sucedido. Esto ocurrió entre 1991 y 2000. En el año 92 o 93, todos los integrantes de los Babasónicos venían a La Plata porque sabían que había un flaco que les hacía una entrevista larga y te sacaban fotos. Así pasó también con Adrián Paoletti, con El Otro Yo, con Suárez.

- En el suplemento joven del diario El Día marcaste la cancha, construiste de un modo la escena platense.

- En 1992, armamos una encuesta del rock platense. Por primera vez los músicos de la Plata tenían voz y voto: opinaban y salían con su fotito. Yo hablaba con bandas que no tenían disco y que capaz nunca iban a sacar uno porque en esos días era imposible grabarlo. Entonces, era un laburo muy de remarla para encontrar la historia de esa banda que no tenía una gacetilla y a lo sumo contaba con un demo en un casete. Hasta el año 2000, la escena platense era muy reducida, con diez a doce discos por año. A partir de 1998, lo mismo que yo hacía en el diario, intenté llevarlo a cabo en Radio Universidad de La Plata. Por ejemplo, las bandas de acá no sonaban en las radios de nuestra ciudad: cuando los Peligrosos Gorriones estaban con sus videos en MTV y habían ganado la encuesta del Suplemento Sí! de Clarín en 1993, en La Plata no los pasaban en ninguna radio. Ahora eso ha cambiado. Hasta una canción como “Un día perfecto” de los Estelares suena en las radios deportivas.

- ¿Cómo arrancaste puntualmente en el diario?

- Mientras estaba estudiando Comunicación, entré al diario por un contrato de verano. A mí lo que me interesaba era escribir periodismo, pero en la facultad no te lo enseñaban. Entonces, arranqué un taller de escritura con Gabriel Bañez. Al año y medio de laburar en el diario, me di cuenta de que tenía un techo, del que me golpeaba todo el tiempo. (Risas) Es que llega un instante en que mucho no se puede aprender, salvo cuando te mandás una cagada. Ahí aprendí algo que es maravilloso y horrible a la vez: el elogio del silencio. Eso me lo enseñó una colega que trabajaba en la sección. Si hacés las cosas bien, nunca va a pasar nada.

- ¿Alguna macana que puedas evocar?

- Una vez me putearon porque lo había puesto a Juan José Becerra en la tapa del suplemento joven de El Día: se inauguraba el Centro Cultural Islas Malvinas y Becerra era el director. Me acuerdo que el secretario de redacción se recalentó conmigo porque decía que yo estaba a favor de la política municipal. Pero en el suplemento no solamente hablábamos de música. Mariana Enríquez fue tapa por sus libros. A mí lo que me gustaba era poner en pie de igualdad lo que sucedía acá con lo que ocurría afuera de esta ciudad.

- ¿Cuál fue uno de tus descubrimientos predilectos?

- La primera vez que vi a Sergio Pángaro tocar en una fiesta, no lo podía creer. Le dije: “Quiero hacerte una nota”. Pero él no tenía ni un demo. Me pareció un personaje único. En el suplemento aparecían los protagonistas de esa mini escena del rock de La Plata con voces y opiniones. Y no eran esas notas medias automáticas, típicas de diario. La idea era abrir el juego porque además lo hacía yo solo, por eso hasta tuve que inventarme seudónimos. Como nadie firmaba en el diario El Día, lo primero que intenté hacer fue que me dejasen firmar porque quería llevarme algo el día de mañana. A ver, yo crecí políticamente odiando al diario El Día –N. del E.: parte del grupo económico del diario bahiense Nueva Provincia, muy ligado a la dictadura cívico-militar– y cuando volvió la democracia era el enemigo. Cosas de la vida, terminé laburando ahí. (Risas) Mi tío me decía: “Che, vos que sos periodista, ¿dónde va a laburar? Tenés que trabajar en el diario El Día”. Ahí me di cuenta de que no había modo de escapar.

- En toda esta historia, fue primordial la revista Bongó que montaste con unos amigos a principios de los años 90. ¿Qué recordás de esos días? Bosquejaron un mapa del futuro con los distintos artistas que sacaron en tapa.

- Sí, en ese momento fue también el arranque de un sello discográfico que estaba medio apadrinado por la Municipalidad de La Plata, Uno Dos Discos. Ahí sale el primer álbum de Elefante Violeta y el segundo de Las Canoplas. Como melómano fanático de las revistas de rock que soy, con varios amigos armamos nuestra propia revista, Bongó. Salió un número por año pero era imposible hacerla; pusimos y perdimos mucha guita. Igual, era muy cómico: lo que más interesaba a la gente era la fiesta que hacíamos de presentación, donde tocaban todas las bandas. En 1993, la primera tapa fue para los Peligros Gorriones. La de 1994, la compartieron Mister América, Víctimas del Baile y Elefante Violeta. Y en la última fuimos con Las Canoplas. Sin embargo, no había que tener demasiadas luces para darse cuenta de que eso se estaba gestando, estaba en el aire. Para mí, Rudie Martínez es uno de los artistas más importantes del rock argentino y a veces no tiene ese reconocimiento. Víctimas del Baile era vanguardia al principio de los 90 en el rock de La Plata.

- A la distancia, ¿cuál sería la diferencia que marcó una revista como Bongó?

- En esos tiempos, no había mucho humor en el periodismo de rock y nosotros jodíamos bastante con eso; algo más en la línea de la revista Revolver. Había un personaje –Kaiser Killer– que era un periodista de Capital y que venía a destruir a las bandas de La Plata. (Risas) Esto era una invención de uno de los que hacíamos la revista, Marcelo Rodríguez Gaitán, que era muy divertido. No sé, nos interesaban los chismes del rock…. Nos gustaba también divertirnos bastante con eso. Hasta teníamos un suplemento de heavy metal, que no tenía nada que ver con la revista; pero había una escena de metal y hardcore importante en La Plata. Además, en Bongó colaboraron muchos fotógrafos que después fueron importantísimos dentro de lo que es la fotografía del rock. Por ejemplo, Leo Vaca o Martín Lucesole.

- ¿Qué tiene el agua de La Plata que genera tanto talento?

- Yo no soy para nada endogámico ni creo que todo lo que se hace acá es genial. Es más, siempre fui bastante crítico a eso como a la mirada a veces de La Plata con respecto a otros lugares. En 1991, lo conocí a Rocambole (el Ricardo “Mono” Cohen) y armamos una productora fantasma llamada La Conspiración. Con él aprendí mucho de cómo funciona el rock, más que nada en cuanto a esa intención que tenía La Cofradía (De La Flor Solar) o la que tuvieron los Redondos en su primera época. Reivindico esa mirada un poco inocente de difundir música nueva, de hacer cosas distintas. Para mí, el espíritu más romántico de los Redondos descansa en toda la obra de Rocambole. Con esa productora trajimos a bandas que hicieron sus primeras movidas en La Plata: desde Martes Menta a Tía Newton, el grupo de Carca, quien aún hoy se acuerda. Los primeros shows de Los Piojos los armamos con Rocambole. Todavía hoy seguimos haciendo cosas juntos. A mí me interesaba conectarme con los músicos.

- Otra faceta importante de tu trayectoria está ligada a Radio Universidad de La Plata y a los cambios que le imprime tu arribo en la coordinación artística. El dial de la radio fue el faro de esa escena que fuiste generando en el suplemento joven del diario El Día.

- La radio siempre me había gustado. Es un medio mucho más expansivo que la gráfica, tiene un halo muy fuerte. Sin embargo, sobre todo me interesaba poder poner música que no suena usualmente en la radio. Esa fue mi intención. Me encantaba la idea de ir en auto y que suene Tindersticks. Un amigo me contó que estaban buscando musicalizador y fui a hablar con la directora. En ese tiempo, 1998, pese a los cambios que se habían dado –el rectorado de la universidad había arreglado para que se hiciese cargo de la emisora la facultad de periodismo–, no había un proyecto de radio. A ella le cuento que era posible adaptar acá el formato de las radios college rock yankees, pero no había mucha información al respecto. R.E.M., los Pixies y Nirvana, son todas bandas que habían surgido de las radios college. Después también estaban las radios inglesas o pensar en cómo funcionaba la BBC. Así que me metí en el tema y me encargué de traducir para La Plata una idea de radio college.

- ¿Cómo se fue armando la radio?

- Al principio, todo era muy precario. Yo era coordinador de aire y musicalizador. Creo que destruí mi colección de CDs llevando todos los días una caja gigante de cuarenta a cincuenta discos… Le puse mucha garra. Me interesaba esa idea de la radio temática, la radio con tiempo, las entrevistas largas, la contextualización. Había un programa llamado “Cátedra libre”, donde un supuesto profesor académico hablaba una hora, por ejemplo, de Roger Corman. O sino de Alfred Hithcock. O de Yo La Tengo.

- Me acuerdo que le festejaban los cumpleaños a ciertos músicos con una pasada maratónica de sus canciones.

- Lo nuestro era muy pasional. Esos programas especiales eran una demencia. Cuando cumplió años el Flaco (Luis Alberto Spinetta), el 23 de enero de 2002, hicimos “Operación Spinetta” con diez horas de su música. Lo armamos con Lucas Finocchi (hoy guitarrista de Mostruo!) y llamamos por teléfono al Mono Fontana, a Ariel Minimal; lo llamamos al Flaco a la casa pero no contestó. De esos programas hicimos varios: uno dedicado a Peter Gabriel, otro a John Lennon, otro a Daniel Melero.

- Recuerdo también las ferias de los outlets.

 - Eso fue en la época cuando la radio no tenía dial por un problema técnico. Empezamos a armar los outlets, unas ferias como las que hacía Gustavo Rudy del sello Ultrapop en Buenos Aires. Él traía los discos de allá y las bandas venían con su CDR recién hecho, con las tapitas realizadas por ellos. Hicimos diecisiete outlets y tocaron más de ciento ochenta bandas. Uno de los shows los cerró (Richard) Coleman, otro Palo (Pandolfo). En el primero tocó Miranda! cuando aún no habían sacado su álbum debut, sino ese CDR con unos pocos temas. La radio Universidad siempre fue un laboratorio de ideas. 

- ¿Qué canon impuso la radio?

- A mí me cuesta saberlo, pero creo que muchos músicos de la Plata han escuchado la radio y se han fanatizado, por ejemplo, con Nick Drake. En Radio Universidad intentamos compartir la música, pero también con un contexto detrás. Esas canciones o esos artistas tienen que ver con películas, con momentos históricos, con geografías, con mucha literatura. Eso hace a un combo de maneras de apreciar la música que no empieza y termina en la canción sino que va más allá. Y siempre compartiendo la música de la ciudad de La Plata, tanto la nueva como la vieja.

- ¿Quedaste conforme con el laburazo que implicó un libro como Libertad divino tesoro, la biografía de Luca Prodan?

- El libro de Luca (Prodan) tiene mucho de revelador a partir de que cuenta la historia familiar. Se sabía muy poco al respecto. Es más, Andrea Prodan me decía que le gustaría que se hable de su papá porque en la película de (Rodrigo) Espina, Luca (1999), el padre había quedado muy mal parado; que había algo más para contar sobre él. En un punto, fue remontarse un poco a la historia del abuelo de Luca, que también fue un personaje. Yo tenía noventa entrevistas hechas y ordenarlas era casi imposible. Con el editor, tomamos la decisión de que se torne un libro coral. Cada momento de la historia de Sumo tiene que ver con diferentes instancias muy fuertes de nuestra historia; no solamente la dictadura y la guerra de Malvinas, sino también la asunción de (Raúl) Alfonsín y el regreso de la democracia; el Punto Final y la Ley de Obediencia Debida; la asonada de Semana Santa… Justamente en cada momento puntual de nuestra historia, ahí estaba Sumo por sacar un disco. Me parece que para la generación de los más jóvenes es importante que sepan de toda la riqueza que tiene la historia de Luca.

Otra de las cosas que me quedó marcado fue la proyección de las mujeres, la mirada que tenían sobre él. Ellas le sacan la ficha enseguida, con ellas no competía. Luca era un gran amigo de las mujeres y tenía ciertos modales que lo diferenciaban bastante del machismo argentino. Diez años después del lanzamiento del libro, estamos viendo de sacar una cuarta edición de Libertad divino tesoro, ya que está agotado.

 

Nuestro próximo invitado será José Bellas

En uno de los tramos finales de nuestra conversación virtual, Oscar Jalil (Mendoza, 1962) afirmará: “Todo lo que hago desde muy chico es realizar todo lo necesario para seguir conectado con la música, con los discos”. Lo dice un periodista cuyos primeros pinitos los llevó a cabo a los catorce años haciendo las veces de DJ. Un adolescente que se mareó (para bien) cuando escuchó en vivo a La Máquina de Hacer Pájaros. El mismo adolescente –pero con cuatro años más– que flasheó con The Police en el Estadio Obras en diciembre de 1980. Pero también un futuro no abogado que pateó el tablero y luego de pasar por la carrera de Comunicación Social en la UNLP, se incorporó a uno de los medios gráficos puntales de La Plata, El Día.

Desde mediados de los años 90 para acá su nombre y apellido se convirtieron en una institución del periodismo platense. En tiempos previos a internet, si quienes no vivían en la ciudad de las diagonales querían saber qué se estaba cocinando de nuevo en aquellos parajes, Jalil dilucidaba con una serie de nombres de bandas y solistas las alternativas que se estaban gestando en La Plata.