La doctora en Derecho Constitucional y profesora de la Universidad de Castilla-La Mancha Ana Valero decidió abordar un estudio en profundidad de la pornografía. En un momento en el que las críticas al porno se han extendido y algunas voces reivindican incluso su abolición, Valero hace un repaso histórico de la pornografía, pero también de las aproximaciones jurídicas y feministas que existieron. El ensayo La libertad de la pornografía (Athenaica ediciones) indaga en algunas hipótesis y se pregunta si hay argumentos que justifiquen su prohibición o bien debe quedar amparada por el derecho de libertad de expresión y creación.
Empieza su libro haciendo un recorrido histórico por la pornografía para mostrar que ha sido un elemento muy presente en todas las sociedades y también un concepto cambiante. ¿Qué fue la pornografía y cómo definiría porno a día de hoy?
Utilizo pornografía con un sentido muy neutro, no quiero atribuirle ningún significado ideológico, histórico, sociológico ni jurídico, porque pornografía ha sido tantas cosas a lo largo de la historia... Identifico pornografía con un discurso explícitamente sexual. Soy consciente de que, a día de hoy, la palabra porno evoca determinados significados dependiendo de quién aborde el término. Pero a lo largo de la historia, el discurso explícitamente sexual está muy presente en todas las manifestaciones culturales del ser humano, principalmente en el arte. Es dentro de la cultura católica que preside nuestra historia en el mundo occidental cuando a la expresión sexualmente explícita se le da un carácter más negativo.
El carácter contracultural y político de la pornografía desaparece con la irrupción de Internet y con el porno que se crea a partir de entonces
Hay también un discurso de clase relacionado: cuando la expresión sexualmente explícita se hace accesible al gran público, especialmente tiempo después de la imprenta, ya no son las élites las únicas que pueden acceder a ella y es cuando se decide que eso puede corromper. Ahí surge el concepto de obscenidad, el concepto de pornografía vinculado a algo que no debe ser, que tiene que quedar fuera de la esfera pública. Y también cuando empiezan a surgir conceptos jurídicos como el de la moralidad pública como límite de la libertad de expresión, de la libertad de creación artística y por lo tanto, de lo explícitamente sexual.
Uno de los puntos de inflexión que detecta en su libro es que el porno siempre había tenido un carácter contracultural que en cierto momento desaparece. ¿Cuál es ese momento y por qué sucede?
Con la aparición de Internet y de esa nueva pornografía a la que aludimos cuando actualmente utilizamos el término porno. La pornografía se ha ido adaptando a cada uno de los canales de expresión que el ser humano ha tenido, aunque ha sido principalmente a través del arte. Cuando surge el cine, aparece fuertemente, como lo ejemplifica la edad dorada en Estados Unidos en los años 70 y 80, donde montajes clasificados como pornográficos tenían una labor contracultural de cuestionamiento de los roles hegemónicos asignados al hombre y a la mujer, de cuestionamiento de los códigos éticos o morales dominantes. Ese carácter contracultural y político desaparecen con la irrupción de Internet y con la pornografía que se crea a partir de entonces. Llama la atención que sea el momento de la historia que más pornografía se consume y donde menos productoras cinematográficas de cine para adultos o cine porno hay. Las ha sustituido el 'hazlo tú mismo' o los tubes como formato subidos desde cualquier parte del mundo. Es un sector que está totalmente desregularizado a nivel de derechos laborales. Lo que ofrece ahora el porno mainstream es más bien una perpetuación de los roles patriarcales imperantes en una sociedad todavía desigual.
Aborda el posicionamiento de distintas corrientes feministas acerca del porno. Una de ellas, el abolicionismo, que ya vivió su momento álgido en EEUU hace unas décadas, defiende que el porno genera un daño a todas las mujeres porque genera subordinación sexual. Sitúan al porno no como una expresión más del patriarcado sino como algo que genera patriarcado. ¿Hasta qué punto puede afirmarse que esto es así?
En España se está produciendo un debate en el movimiento feminista que ya se produjo en los años 60 en Estados Unidos y que aquí, por las circunstancias históricas y políticas, ha llegado ahora. En el feminismo radical de EEUU surge el movimiento abolicionista, que dice que la pornografía es un acto político de dominación. Actualmente, en España estas posturas las están manteniendo feministas respetadas como Amelia Valcárcel o Rosa Cobo, que están adoptando posiciones propias del radicalismo de esa época. De ahí se deriva que el hombre es un ser violento por naturaleza y que la pornografía no es expresión, sino que es un acto de supremacía masculina que daña a todas las mujeres.
A día de hoy, se puede estar produciendo una convergencia entre el sector del feminismo más institucionalizado y posiciones conservadoras con un objetivo común como es la prohibición de la pornografía
Algo que me preocupa es que en los años 80 en EEUU este movimiento abolicionista se vincula con el conservadurismo político, con las posiciones más puritanas dentro del Partido Republicano, y aprueba ordenanzas municipales en algunas ciudades para prohibir la pornografía. A día de hoy, esa conexión, o al menos esa convergencia con un objetivo común como es la prohibición de la pornografía, se puede estar produciendo entre el sector del feminismo más institucionalizado y posiciones conservadoras. Es algo que me preocupa, cómo puede estar produciéndose esa convergencia por abordar algunas cuestiones con un discurso de brocha gorda y no entrar en las consecuencias de un discurso de ese tipo.
Hay una idea muy repetida actualmente en España que es que el porno está detrás de la violencia sexual. Para su libro ha revisado decenas de estudios sobre el asunto. ¿Hay evidencia suficiente para hacer esta afirmación?
A través de los estudios sociológicos y psicológicos que se han hecho, en España y principalmente fuera, llego a la conclusión de que no. No hay un consenso sobre el tema. Hay determinados estudios de laboratorio que defienden que sí, que puede ser un factor más en los hombres en los que haya previamente esa tendencia agresiva, que el consumo desmesurado de pornografía puede ser un factor más a tener en cuenta, pero como otros múltiples factores. Pero no es el desencadenante o no es la causa que tiene como efecto directo la violencia contra la mujer.
Su análisis parte del derecho a la libertad de expresión. Defiende que la pornografía no debería prohibirse porque no puede probarse ese nexo causal con un daño inmediato y que debería estar amparada en el derecho a la libertad de expresión.
Como jurista, ponderas cuáles son los derechos implicados en este asunto, los bienes constitucionales a proteger y cuál de ellos prevalece. En el momento de iniciar este estudio partía de ponderar la libre autodeterminación sexual de los consumidores de pornografía o la libertad de expresión artística de los pornógrafos, con dos derechos o bienes constitucionalmente protegidos, como serían los derechos de las mujeres y la dignidad de la mujer, su integridad física o moral, su igualdad con respecto al hombre. Y otro plano, que es la protección de la juventud y de la infancia.
A través de los estudios sociológicos y psicológicos que se han hecho, en España y principalmente fuera, llego a la conclusión de que no existe consenso sobre que el porno esté detrás de la violencia sexual
Parto de una teoría sobre la libertad de expresión muy concreta, que defiende que la libertad de expresión solamente puede ser limitada en los casos en que exista una relación causal, y no una mera probabilidad, de que un determinado discurso amparado por la libertad de expresión genere un daño real a los derechos de terceras personas u otros bienes jurídicos protegidos. Eso es lo único que justifica en una sociedad democrática limitar la libertad de expresión o la libertad artística. En el caso de las mujeres, la premisa de que exista un nexo causal, un riesgo alto y pronto y no meramente probable, no se sostiene. Por el contrario, llego a la conclusión de que sí que existe ese nexo causal en el caso de los menores.
¿Cree entonces que una parte del feminismo está participando a día de hoy de un discurso de nuevo puritanismo y que tiene lazos con sectores muy diferentes ideológicamente, conservadores?
No puedo decir sí con mayúsculas, pero sí que existe el riesgo de que esa convergencia se produzca. A día de hoy no es posible, jurídicamente hablando, defender que un límite a la libertad de expresión es la moral pública. Pero jurídicamente hablando sí que sería defendible decir que el daño a las mujeres es un límite a la libertad de expresión. Este sector del feminismo está apostando por defender eso, que hay que limitar la la pornografía porque genera un daño real a todas las mujeres, por el hecho de ser mujeres. Y creo que este discurso es muy peligroso.
Si bien no está probada la vinculación entre porno y un daño general a las mujeres, defiende que la cosa es diferente cuando estamos hablando de menores. ¿Es el porno una escuela de violencia?
Sin duda. Con carácter general, la mayor parte de estudios manejan los 12 años como edad de inicio, pero ya hay algunos que hablan de los ocho o nueve años. Aquí, los efectos son devastadores, como la distorsión de la percepción sobre la sexualidad y las relaciones sexuales. Hay niños y jóvenes que incluso son nativos pornográficos, que no han tenido una experiencia sexual y ya acceden a este tipo de escenas, donde hay por ejemplo sufrimiento femenino o ausencia de consentimiento, y se produce esa confusión entre ficción y realidad. Ven escenas donde no existe ni el afecto ni el cuidado, donde la violencia física o la degradación de la mujer es lo habitual, y eso produce una desconexión emocional y falta de empatía a la hora de relacionarse con sus parejas sexuales o afectivas. También incide la autoestima de las chicas y chicos. Así como los estudios antes mencionados no eran concluyentes, en el caso de los menores son unánimes.. La última memoria de la Fiscalía General del Estado o el informe del Ministerio del Interior hablan del incremento de las agresiones sexuales en grupo, por ejemplo, con grabación del delito.
¿Hasta qué punto podemos saber si existe un aumento real de esa violencia o si ahora hay más denuncia y más visibilidad? Las expertas no se ponen de acuerdo.
Efectivamente, hace falta llevar a cabo estudios profundos y más continuados en el tiempo para ver si efectivamente está produciendo y en qué medida. Pero hay que tener en cuenta que el grupo de población que más tiempo pasa en internet es la juventud y que un tercio del tráfico que se produce en Internet tiene que ver con contenido pornográfico. Podemos llegar a la conclusión de que el porno está actuando como manual de aprendizaje sexual, máxime cuando no existe una verdadera formación en educación afectivo sexual en las escuelas hasta la fecha. La nueva Ley de Educación ya prevé para este curso que el currículum educativo incluya carácter obligatorio de educación sexual, pero aparece nuevamente como materia transversal. Yo creo que tendría que tener un carácter autónomo, tendría que ser una asignatura obligatoria con profesores especializados.
Es fundamental que exista una verdadera educación afectivo sexual, una asignatura obligatoria con profesores especializados
La otra gran corriente feminista acerca del porno es la llamada pro-sex, que acepta que el porno mainstream es machista pero que, frente a ese porno androcéntrico centrado en la mirada y en el placer masculino, propone un porno distinto. Dice usted en el libro que ese argumento es aplastante. ¿Hace falta entonces hacer porno feminista?
Aplastante, sí. En los años 80 en EEUU surge este sector del feminismo que dice que la pornografía puede ser un instrumento con gran capacidad transformadora y de fortalecimiento de las mujeres. Hagamos un porno distinto, es el mensaje. No dicen que la pornografía no es patriarcal o machista, sino que la pornografía no es mala de por sí, que lo que hay que hacer es contrarrestarla con un discurso distinto. Ya en los años 90 empiezan a aparecer manifestaciones de lo que se llama porno feminista. Surge un discurso sexual que busca representar todas las orientaciones sexuales e identidades de género, cuestionar el binarismo, las identidades sexuales... Emplea instrumentos artísticos como la performance o el videoarte, y propone generar una relato diferente en el que tenga cabida no solo el deseo de la mujer y su placer, sino también las sexualidades más periféricas, las disidencias, el cuestionamiento al planteamiento heteronormativo de la pornografía mainstream.
¿Qué hacemos entonces con el porno?
A nivel europeo no existe una normativa común, hasta ahora esta cuestión se ha dejado a los estados y cada uno ha hecho más o menos en función del tinte político, también del gobierno de turno que ha tenido. Pero la mayor parte de los marcos normativos que existen hasta la fecha se refieren principalmente a la regulación de las plataformas, exigiendo mecanismos de verificación de edad, sistemas de clasificación de contenidos, etcétera. Sin embargo, las medidas adoptadas hasta la fecha se han demostrado ineficaces, insuficientes, porque es ponerle puertas al campo. Internet es el campo. Es fundamental que exista una verdadera educación afectivo sexual y no una una educación centrada meramente en el aspecto biologicista o de protección o de sensibilización en cuanto a los embarazos no deseados. Los jóvenes deben ser capaces de contrarrestar los mensajes que vienen de otros entornos y que puedan establecer relaciones sexuales más sanas e igualitarias y emanciparse de los roles de género que tradicionalmente se asignan en esta pornografía. Lo que tengo claro es que la respuesta no puede ser la prohibición.