“Sin memoria no hay identidad, ni justicia y en España la memoria, al igual que el amor, duele”, dice la artista e ilustradora madrileña Tina Paterson (pseudónimo de David Rodríguez), que bucea en archivos y colecciones para rescatar fotos que colorea y lanza en las redes como dardos que viajan desde el pasado reciente. Aterrizan hoy y devuelven destellos de una historia que no quiso contarse.
El proyecto Enhanced Memory, de Tina Paterson, muestra retratos de víctimas de la represión franquista como imágenes congeladas que son claramente antiguas y al mismo tiempo vibran con los colores. Paterson recupera fotografías dañadas, las trata y colorea para dignificar a personas asesinadas, encarceladas y obligadas al exilio. El resultado conmueve y obliga a pensar en todas las vidas que no pudieron ser, en el olvido en que se quiso sepultarlas.
“Es un proyecto de recuperación de la memoria de la libertad republicana democrática. Al igual que otros proyectos similares sobre el genocidio, se intenta volver a poner rostro, nombre y relato a las víctimas. En mi caso, mi trabajo se basa en la inmensa labor de organizaciones y voluntarios que llevan años buscando información, cavando fosas y escaneando rostros de los asesinados por el franquismo. Mi agradecimiento a ellas y ellos”, dice Paterson, que trabajó en proyectos de creación colectiva y activismo vecinal como La Fiambrera Obrera, YOMANGO, ComidaBasura, o el baile vecinal La Flor de Lavapiés en el espacio autogestionado La Tabacalera, de Madrid. En los últimos años trabaja en proyectos sobre memoria histórica y construcción de la identidad como sociedad contemporánea a través de imágenes de archivos y fototecas.
“De este proyecto, que a veces llevo a cabo con lágrimas en los ojos tras conocer las terribles historias, lo más valioso son las reacciones de muchos afectados, familiares, ante estas imágenes, su agradecimiento no solo ante el hecho de compartir su pasado, sino por visibilizarlo o descubrirles detalles escondidos incluso para ellos. Me produce una reflexión y es que es necesario trabajar en pos de unas leyes que traten la memoria como un patrimonio más”, apunta.
Colorear imágenes para traerlas al presente
La artista hace un trabajo de recuperación y colorización de las fotografías a través de software que usa inteligencia artificial. Recuerda que “las técnicas de coloreado de imágenes surgen desde el inicio mismo de la fotografía o del cine”. “Aunque uso la inteligencia artificial creo que da igual que el coloreado se haga de esa forma o a mano, como se hacía a finales del siglo XIX y principios del XX, lo importante es traerlas de vuelta a la vida. Para mi el coloreado y la restauración de imágenes reales o documentos históricos es un modo más de narrar, pero sobre todo de pensarse. Un proceso que parte de una clara necesidad de mediar entre el pasado y la mirada de hoy”, añade.
Tina Paterson investiga en los archivos visuales “para explorar su capacidad de instruirnos, conmovernos, es decir, de poder mirar el pasado a la cara”. No le interesa tanto reivindicar el coloreado de imágenes como “ponderar el archivo como ese fondo infinito de material en el que puedes introducirte y escoger, rescatar y remezclar entre sus capas y formatos. Esa es la verdadera mina de oro”.
Con cada foto realiza una investigación paralela para saber de qué colores exactos eran los uniformes, los objetos o los carteles de las imágenes, pero no le interesa tanto reconstruir los detalles sino recrear la atmósfera del momento pensando cómo sería la película a color que hubiesen utilizado en ese momento los fotógrafos si la hubiesen tenido. Porque, aunque hubo fotografía en color desde el inicio de la fotografía misma, “su técnica, su alto precio, y sobre todo los medios de reproducción gráfica que trabajaban en blanco y negro no la hicieron muy popular hasta después de la segunda mitad del siglo XX”.
La red como espacio de memoria
Paterson dedica otro buen tiempo a investigar sobre los metadatos (fecha, lugar, personajes que aparecen en cada imagen) e intenta que todas las fotos estén datadas y firmadas. “Casi paso más tiempo leyendo la prensa de la primera mitad del siglo XX que la actual”, cuenta.
Se planteó desde el principio que la mejor vía para contar la Historia a partir de archivos eran las redes sociales. Sus hilos de Twitter derraman imágenes a menudo poco conocidas, y le devuelven mensajes agradecidos de reconocimiento. “Me hace feliz el trabajo en la red para visibilizar, datar, catalogar de un modo colectivo, de la mano de mucha gente entusiasta, tantas y tantas imágenes, o el brillante trabajo de recuperación de gente muy joven como la artista madrileña Luda Merino”.
Las fotos elegidas retratan historias que están por contar. Como la serie realizada por el fotógrafo de origen alemán Juan Guzmán de un bombardeo en la Gran Vía, con las que se lo puede imaginar dentro de la escena, corriendo por la calle, retratando los cadáveres y los heridos que va encontrando. O el hilo de Twitter “viajeros por España antes de las bombas”, que muestra a turistas extranjeros en los años antes de la guerra, en albergues y estaciones y construye un relato de una historia truncada de golpe.
“Hay un reto frente a una posible institucionalización de la memoria que es pasar página. Yo creo en la memoria viva, activa, una que juega a querer inundar con imágenes de la otra historia que fue posible. Teñir el pasado de otro color libertario para reconocer la falta, lo que duele, lo que fue y también lo que podría haber sido una gran nación republicana que fue exterminada, y el de sus rostros, para que vuelven con color a la vida”, afirma Paterson, para quien denunciar la desmemoria es un acto de justicia: “Al final no hay más que un reconocimiento, una vuelta al presente en color. Las víctimas reviven, los sentimos más cerca y también sentimos su pérdida. Nos hace pensar en aquella República robada, y un tiempo cuando aún era posible construir una historia más justa, y en la posibilidad de una libertad y dignidad futuras”, reflexiona.
Tina Paterson interpela con su trabajo a una generación que, afirma, ha de posicionarse ante la represión franquista y la democracia que se construyó sobre su legado. “Aquí ha habido una gran fosa donde se enterró no solo la democracia y la libertad, sino a toda visión distinta de España que no fuera la de la derecha y su líder. Y allí dentro te metían cadáver, o te dejaban vivo, pero mudo de por vida. Y ese drama es hasta normal que, con el paso del tiempo, no se pueda ocultar más. Por supuesto, los que llenaban las fosas siguen dispuestos a que todo eso siga ahí enterrado y la gente siga bien calladita. Normal, ¿no? Por eso sigue publicándose toda esa plaga de pseudohistoriografía y literatura de la equidistancia, del 'Ambos bandos eran malos' y 'En la dictadura no se vivía tan mal', y de la 'campechanía de la familia Borbón'... En realidad, es la eterna pataleta, la sobreactuación habitual de la derecha española, de la que nadie espera que de repente vaya a ponerse a confesar que aniquiló a la democracia y que cometió un genocidio en su propio país, y pida perdón. Pero todo se andará”.