Fruto extraño. Billie Holiday 1939
La canción posiblemente no fuera igual, en sus comienzos, a aquello en que se convirtió. Tal vez se pareciera, más que a un blues, a las que Kurt Weill componía en los Estados Unidos luego de haber huido de la Alemania nazi. Su autor era Abel Meeropol, un maestro de escuela judío y comunista que firmaba sus piezas con el seudónimo de Lewis Allan y compuso esa canción luego de ver la foto de un linchamiento. La cantaba en los mitines políticos que se hacían en el Café Society, un bar del Greenwich Village. El mismo lugar donde Eleonora Fagan Gough, más conocida como Billie Holiday o, apenas, como Lady Day, empezó a actuar al salir de los límites de Harlem.
“Un fruto extraño cuelga de los árboles del Sur galante./ Un cuerpo negro que se balancea en la brisa como en una pastoral/ los ojos saltones, la boca en una mueca/ el aroma dulzón de las magnolias y la carne quemada/ que a los cuervos les gusta picotear/ a la lluvia empapar y al viento balancear/ es el fruto de una amarga cosecha”, pronunciaba ella con los dientes apretados, como triturándola, hablando de ese fruto extraño –ese era el título de la canción– que colgaba en un árbol del Sur racista. “Strange Fruit” fue considerada por la revista Time, en 1999, la mejor canción del siglo que se terminaba. 60 años antes, al mismo tiempo que comenzaba la Segunda Guerra Mundial, no había opinado lo mismo. “Billie Holiday seguramente no entiende la letra que canta”, publicaba en una pequeña columna donde el comentarista lamentaba “la politización de la cantante”.
Su madre tenía 13 años y su padre 15 cuando ella nació en Filadelfia, en 1915, Él, que las abandonó apenas unos pocos meses después, era guitarrista y contrabajista y había tocado con la orquesta de Fletcher Henderson. Eleonora entró, a los diez años, en una escuela católica –de la que se escapó dos años después con ayuda de un amigo de la madre– y para ese entonces, según cuenta en su autobiografía, ya había sido violada. A los 12 años se mudó con su madre a Nueva Jersey y luego a Brooklyn. Allí colaboraba con ella en trabajos de ayuda doméstica, al principio, y luego comenzó a ejercer la prostitución. A los 15 cantaba en clubes y tres años después, otro comunista, el productor John Hammond, manager de Benny Goodman, y gestor de la inclusión de afroamericanos como Teddy Wilson y Charlie Christian en la banda de su representado, escribió sobre ella en una columna que tenía en un diario y llevó a Goodman a verla. El clarinetista la incluyó como solista en su grabación de “Your Mother’s son-in-law”, realizada el 27 de noviembre de 1933:
Fue una vida veloz. En la mejor tradición de las grandes cantantes de blues, como Bessie Smith y Ma Rainey y, sobre todo, teniendo en el oído el sonido de Louis Armstrong, Billie Holiday ya era una celebridad antes de cumplir veinte años. No estaba segura de cantar esa canción. El dueño del Café Society quería que ella la hiciera para cerrar sus actuaciones. Ella la hacía justo en el medio de su actuación. Apagaban la luz y sólo dejaban un reflector sobre su cara. El público se quedaba en silencio (lo que no era habitual en los clubes) y explotaba en aplausos al final. Billie Holiday grabó por primera vez la canción ese mismo año, 1939. Es posible que no se trate de la primera canción política registrada en disco y que, además, sea mucho más que eso. Un fruto con toda la extrañeza de una voz que no se pareció a nada.
Un disco revulsivo y casi secreto
Debo al poeta y traductor Jorge Fondebrider el dato acerca de Barbara Dane, la artista que hace cincuenta años grababa el disco con el título más extraordinario de todos los tiempos: I Hate the Capitalist System. Militante de los derechos femeninos y de la población afroamericana, afiliada al Partido Socialista de los Estados Unidos, recopiladora y cantante de folklore rural y de blues y admirada entre otros por Louis Armstrong, Dane decidió, en 1972, registrar sus propias canciones. “Odio al sistema capitalista y les voy a decir por qué”, empezaba en la canción que daba título al álbum. “La voz es, pura y rica ... rara como un diamante de 20 kilates”, escribían en Time. Aquí puede escucharse I Hate te Capitalist System completo:
Y aquí puede verse y oírse a la rubia Dane junto con Armstrong, el baterista Gene Krupa y una fila de trompetistas ilustres que incluye a Bobby Hackett:
(https://www.youtube.com/watch?v=8x-U62JCF44)
La canción menos pensada
Elvis Presley, más allá de auto percibirse bastante afroamericano, nunca se caracterizó por sus posturas radicales. Ni siquiera tibiamente progresistas. Y, sin embargo, grabó una de las canciones sociales más crudas y explícitas de los años sesenta. La letra habla de un niño que nace en una fría mañana de Chicago, en el Ghetto, y de su madre que llora “porque si hay una cosa que ella no necesita/ es otra boca hambrienta para alimentar”. La pieza, escrita para Presley por Mac Davis, un autor profesional que compuso para Frank y Nancy Sinatra entre otros, se titulaba, obviamente “In the Ghetto” y fue, en 1969, uno de los grandes éxitos de ventas del año. Publicada en un disco single en la Argentina, gracias a la involuntaria creatividad de la filial local de la RCA Victor, como “En el barrio de los judíos”, la canción fue incluida más tarde en el álbum From Elvis in Memphis y llego al puesto 3 de Billboard, en el que permaneció durante trece semanas. “Y su hambre arde/ así que empieza a vagar por las calles por la noche/ y aprende a robar/ y aprende a luchar/ en el ghetto”, canta el santo blanco del rock’n roll, con un coro gospel que replica “en el ghetto”. La voz de Presley, con una profundidad extraordinaria, canta (y cuenta) que “una noche desesperada/ un joven se escapa/ compra un arma, roba un coche/ intenta correr, pero no llega lejos/ y su mamá llora”. Y el final no podría ser más estremecedor: “Mientras, una multitud/ se reúne alrededor de un joven enojado/ boca abajo en la calle con un arma en la mano/ en el ghetto./ Cuando su joven muere/ en una fría y gris mañana de Chicago/ nace otro niño pequeño/ en el ghetto/ mientras su mamá llora”.
Muchos años después, en 1984, Nick Cave and The Bad Seeds la incluyeron en su primer álbum, From Her to Eternity. Una relectura que acentúa el eco fantasmagórico del coro y del glissando de los arreglos originales. Pero claro, como Elvis no habrá ninguno igual, no habrá ninguno.
DF