El Eternauta, clásico de clásicos de la historieta argentina y mundial creado por Héctor G. Oesterheld, ilustrado por Francisco Solano López y publicado por primera vez en 1957, fue durante décadas el sueño (imposible) de decenas de productores, directores y guionistas de la industria cinematográfica. La historia de Juan Salvo y un grupo de sobrevivientes luchando contra una invasión alienígena en medio de una Buenos Aires devastada por tormentas de cenizas tóxicas que parecen nevadas tenía todos los condimentos propios de la más impactante distopía, de lo apocalíptico, del género tanto bélico como de aventuras y hasta derivaciones políticas a partir de un tema como la resistencia (por entonces el peronismo estaba proscripto) y de un eslogan disruptivo en estos tiempos de individualismo: “Nadie se salva solo”.
Más allá de las siempre complicadas –y a veces conflictivas– cuestiones de derechos, El Eternauta estuvo cerca de ser una película (hasta Lucrecia Martel trabajó durante un buen tiempo en ese proyecto), pero finalmente llegará este miércoles 30 de abril en formato de serie (la primera temporada consta de 6 episodios de algo menos de una hora cada uno) gracias a una compañía que viene desarrollando el proyecto desde hace más de una década (K&S Films, responsable de exitosos films como “Relatos salvajes”, “El clan” y “El Ángel”), al financiamiento y distribución por parte del servicio de streaming más popular y poderoso del planeta (Netflix) y el trabajo de un showrunner, realizador y jefe del equipo de guionistas como Bruno Stagnaro.
De larga experiencia en el universo de las series (“Okupas”, “Un gallo para Esculapio”), Stagnaro fue también una pieza clave en el surgimiento del Nuevo Cine Argentino con ese clásico de 1997 codirigido con Israel Adrián Caetano que es “Pizza, birra, faso”, una película que con mínimos recursos se apropió de Buenos Aires (la escena en el Obelisco ya es icónica) de la misma manera en que ahora –con muchísimo más presupuesto y tecnología de vanguardia– lo hace “El Eternauta” con otros barrios de la ciudad.
“Para mí ese arco temporal y artístico tiene todo el sentido y está mucho más próximo de lo que se podría suponer”, dice Stagnaro en diálogo con elDiarioAR. “La resolución de la escena del Obelisco en aquel momento lo hicimos con back projecting, que ya era una técnica totalmente en desuso, con muy pocas probabilidades de éxito. Dijimos: 'Probémoslo igual”, y funcionó“.
Stagnaro agrega: “La verdad es que no hay mucha diferencia entre aquello y esto, ni en lo material, ni en términos de actitud. Y me parece que ese tipo de situación es algo que me mueve, que me importa. Lo que me interesa rescatar de 'Pizza, birra, faso' es que siempre que se pueda estar en el lugar real y con el espacio físico de la ciudad voy a apostar por eso. El otro día encontré una nota que me hicieron por 'Okupas' en el año 2000 y es muy loco porque en ese momento hablaba de 'El Eternauta' como una posibilidad completamente lejana e improbable en mi vida, pero sí lo definía como algo que había tenido una influencia enorme en lo que me interesaba de filmar”.
Una historia actualizada
Vistos cuatro de los seis episodios de esta primera temporada que Netflix adelantó a la prensa, queda claro que la serie es muy fiel al espíritu de la historieta original (Martín M. Oesterheld, nieto del autor, trabajó como consultor creativo) en cuanto a atmósferas, estéticas, lugares y arcos narrativos (más del primer fascículo que del segundo), pero bastante distinta y distante en otros aspectos. Ya desde los planos iniciales, con tres chicas adolescentes a bordo de un velero en pleno Río de la Plata cuando en el cielo surge una suerte de aurora boreal que mancha de verde la noche seguida de una tormenta y un apagón total de la ciudad, intuimos que estamos en una Buenos Aires contemporánea.
Y eso quedará ratificado en la escena siguiente (un flashback), cuando veamos a Juan Salvo (Ricardo Darín), al Ruso (Claudio Martínez Bel) y a Omar (Ariel Staltari, también coguionista de la serie) varados a bordo de un auto por un piquete y al caos callejero debido a los constantes cortes de luz en medio de una ola de calor. Mientras Juan y el Ruso cantan “No pibe”, de Manal, Omar, que justo ha regresado a Buenos Aires luego de un par de décadas radicado en Michigan, se queja de su (mala) suerte: “Argentina, qué país, me fui con cacerolazos, vuelvo 20 años después y me reciben con cacerolazos”.
Las conexiones entre ese presente y el 2001 no son los únicos cambios de una serie que se toma el tiempo necesario para exponer, desarrollar y profundizar la psicología y la historia de cada uno de los personajes, como por ejemplo la tensa relación entre Juan y su exesposa, Elena (una médica interpretada por Carla Peterson), cuando tienen que salir a buscar a su hija Clara en medio de múltiples amenazas y peligros, las contradicciones del personaje más enigmático, inclasificable, creativo e incómodo del grupo como el de Alfredo “Tano” Favalli (el uruguayo César Troncoso), que está casado con la Ana de Andrea Pietra; o el Lucas de Marcelo Subiotto (“Puan”), un bienintencionado empleado bancario que desde hace 30 años espera un ascenso que nunca se ha concretado.
No conviene adelantar demasiado de la trama (aunque se van adaptando con bastante fidelidad los eventos de la primera parte de la obra de Oesterheld), pero la imponencia de ver Puente Saavedra y la avenida Cabildo completamente “nevadas” o la irrupción de los escarabajos gigantes de los invasores extraterrestres a partir del tercer episodio hacen de “El Eternauta” el espectáculo épico que todo lector de la historieta siempre ha soñado con ver en imágenes en movimiento.
En el excelente soundtrack de los primeros capítulos de la serie se escuchan clásicos como el apuntado “No pibe”, “Salgan al sol”, de Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll; “Cuando pase el temblor”, de Soda Stereo; o “Todo cambia” y “Credo”, ambas en la voz de Mercedes Sosa, pero también canciones más recientes como “El Magnetismo”, de El Mató a un Policía Motorizado (¿Quién te va a cuidar? / En este mundo peligroso tenemos que estar juntos / ¿Quién detendrá a la turba iracunda si no estoy con vos, nena? / Con este magnetismo que sigue bajando, nena). Y precisamente esa convivencia, esa mixtura de épocas, citas, homenajes y referencias, es la que se percibe también en una historia en la que ese grupo de amigos maduros que se reúne todos los viernes por la noche en un sótano a jugar al truco y tomar whisky deberá lidiar con y unirse a otros personajes más jóvenes y con una idiosincrasia muy diferente para enfrentar a un enemigo tan desconocido como poderoso.
Desafíos de una superproducción
elDiarioAR visitó el set principal en los Estudios Ronda en Martínez durante una filmación que se extendió durante 148 jornadas entre junio de 2023 y marzo de 2025 con un equipo fijo de 150 personas que en algunos momentos llegó a 250, mientras que el elenco y los extras alcanzaron a 2.900 personas
Rodada en más de 50 locaciones reales y 30 escenarios creados con la tecnología Virtual Production (misma que se usó, por ejemplo, para la serie “The Mandalorian” del universo “Star Wars” y muchas otras), “El Eternauta” demandó la utilización de 16 cámaras entre las principales, las de segunda unidad, los drones, las de VFX y las de tomas de riesgo; y de hasta 35 vehículos en una sola escena. Para “crear” la nieve tóxica se utilizaron 410 toneladas de sal, cuatro toneladas de celulosa y 600 kilogramos de eco-snow.
Pero, más allá de las imponentes cifras, la clave del éxito artístico fue conservar la tónica local (porteña) de la historia para luego construir una alegoría de alcance universal (desde el 30 de abril estará disponible en los casi 200 países en los que opera Netflix). “Buscamos despegarnos de las fórmulas de la mayoría de las producciones apocalípticas que apelan a grandes elipsis”, apunta Stagnaro. “En El Eternauta, en cambio, la idea del tiempo real formaba parte del ADN, ir viendo todo desde una perspectiva al ras del piso, un evento gigante pero contado desde la hendija de una ventana y cómo estos personajes van adquiriendo la información de lo que pasa, a través de la lucha y el instinto de supervivencia. También buscamos potenciar una idiosincrasia más local porque no solo es una historia de supervivencia sino también una historia de amistad muy argentina. Nunca pensamos específicamente en el impacto internacional. Nos parece que si la historia está bien contada y tiene algo verdadero que transmitir es suficiente como para que repercuta y resuene en todas partes. Buscamos no quedar atrapados solamente en el aspecto físico de la aventura o en la escala de producción, sino tratar de darle un desarrollo humano a lo que sucede y una problemática específica para ese héroe”.
“Las cuestiones políticas –agrega Martín Oesterheld, nieto del autor– van a estar inevitablemente en las conversaciones que desate la serie porque es parte de la historia, no solamente de mi familia sino también de la génesis de El Eternauta, donde el autor mismo está muy imbricado en la historia. De todas maneras, no deja de ser la épica del hombre común –un sobreviviente como siempre le gustaba a mi abuelo–, la historia de una resistencia de un grupo de amigos que tienen como armas la solidaridad, el ingenio, cosas muy locales, muy argentinas. Apostamos a no repetir la misma historia apocalíptica en la tradición anglosajona a partir de los mitos porque ya nos aburren. La estamos contando a nuestra manera, desde un punto austral y respetando la relación ética y honesta que mi abuelo siempre tuvo con la aventura”.
Por su parte, Matías Mosteirín, uno de los máximos responsables de la productora K&S, aseguró que “Bruno dijo que la verdadera escala de este proyecto se va a definir por la dimensión afectiva que hayamos construido entre los personajes. Y eso es algo que fuimos redescubriendo todo el tiempo. Hablamos de sobrevivientes y de resiliencia, también de lealtad en este cuento. Es una historia muy llena de esperanza, pero al mismo tiempo muy desgarradora. Es una tragedia, pero al mismo tiempo es una épica y una aventura que conecta con nuestra idiosincrasia. Siempre tuvimos en claro que, como estrategia, hubiese sido un error que un paquete tecnológico de efectos visuales fuese el vehículo o el medio para hacer posible una historia. Al contrario, lo que siempre intentamos fue plantearnos desafíos sobre la forma de contar esta historia e ir buscando soluciones, apelar a la confianza y a la intuición. No hay solamente recursos y tecnología, que es fantástico, un medio maravilloso, sino la belleza de ir redescubriendo la obra original a partir de lo que va sucediendo y se va poniendo en juego en el proceso creativo. Y eso tiene que ver con lo dramático y no con los efectos. Adaptar 'El Eternauta' fue desde siempre un sueño de nuestra comunidad artística y cinematográfica, nosotros asumimos en 2005 el desafío de intentarlo y después de muchos años de búsquedas y frustraciones recién cuando en 2018 Netflix nos propone convertirlo en una serie vemos la oportunidad de resolver uno de los grandes desafíos creativos que habíamos tenido hasta ese momento. Es una obra con una gran premisa y una consigna muy profunda y muy impactante, pero muy difícil de adaptar a una estructura de tres actos justamente por su naturaleza episódica. Y de pronto la posibilidad de volver a un formato episódico, ofrecían muchas respuestas que hasta ese momento no habíamos encontrado. Por otro lado, podría hablar de la capacidad económica, tecnológica, de ambición, de masividad, una cantidad de cosas que evidentemente ofrecía Netflix. 'El Eternauta' deja una capacidad instalada muy importante luego de este proyecto. Cuando nosotros comenzamos a hacer esta serie sabíamos que lo íbamos a lograr, pero no sabíamos cómo. Con Bruno y con todo el equipo desplegamos un abanico de recursos y de herramientas, como Virtual Production o construcción de decorados. Tuvimos que probar y comprobar, afianzar aquello que funcionaba y descartar lo que no convencía. Fuimos repensando entonces de qué manera usar las cosas que mejor resultado ofrecían. La creación de escenarios virtuales que se utilizan no solamente en el set, sino que son recursos visuales que se van a usar después en postproducción, fue el fruto de un equipo que lleva trabajando varios años. El escaneo de la ciudad, por ejemplo, se hizo durante la pandemia. La virtualidad digital está muy bien, pero siempre preferimos lo material porque nos conecta con otras personas. Nos ha pasado con la gente de ferrocarriles, con el Ejército, con los vecinos de cada lugar en lugar que filmamos, que se conectan con nuestra historia y emociones”.
DB/DTC