Dolarizaciones en plural
La vuelta de Donald Trump al poder en los EEUU augura una nueva intensificación de la “guerra de monedas” globales entre el dólar y el yuan chino. Estamos lejos de predecir el futuro de esta contienda pero las páginas de Dolarizaciones proponen una caja de herramientas que ayuda a comprender cómo una moneda global (hoy el dólar, mañana puede ser otra) condiciona y transforma la vida de millones de personas en el mundo.
En países donde las personas han atravesado el colapso de los mercados, la caída de regímenes políticos, guerras, múltiples reformas monetarias, devaluaciones bruscas e hiperinflación, qué activos conservan valor es una pregunta vital que la dolarización viene a resolver.
Si habitualmente la dolarización de la economía de un país se mide a través de los indicadores financieros (cantidad de cuentas bancarias nominadas en dólares, por ejemplo) el movimiento aquí propuesto es comprender cómo las dolarizaciones -en plural- se convirtieron en capítulos centrales de la historia y el presente de Argentina, Venezuela, Ecuador, Cuba, Haití, El Salvador, México, Zimbabwe, Vietnam y Georgia.
En estos contextos nacionales, por un lado, el protagonismo del dólar alcanza un rol preponderante en la sociedad, la política, la sociedad e incluso en la configuración de las identidades personales y colectivas. Por otro lado, este protagonismo es un lente para comprender fenómenos más amplios que han marcado el último medio siglo y configuraron las trayectorias de esos países: los procesos de descolonización, el derrumbe del bloque soviético y las transiciones postsocialistas, los procesos hiper-inflacionarios y las grandes crisis sociales, la financiarización de la economía y el debilitamiento de los estados de bienestar, entre otros.
La definición corriente del término dolarización es el reemplazo legal o extralegal por parte del dólar estadounidense en todas o algunas funciones de una moneda nacional. Son las fallas en cumplir las funciones monetarias las que operan como causante para el reemplazo de las monedas nacionales por el dólar, las monedas “débiles” o “enfermas” por las “fuerte” o “sana”.
Las narrativas expertas sobre la dolarización proponen una definición estrecha sobre el rol del dinero en la vida social. Nos ofrecen una lectura pobre sobre cómo efectivamente una moneda global como el dólar condiciona y transforma la sociedad, la política, y la economía más allá de las fronteras de los EEUU, y más allá su rol en el sistema monetario internacional.
Parafraseando al sociólogo Marcel Mauss, con el dólar circula mucho más que una moneda “fuerte” (circula poder, signos de estatus, pertenencias sociales, memorias, imaginarios colectivos y personales) y se producen muchas otras cosas diferentes a la lógica del reemplazo como determinadas dinámicas políticas (la puesta en juego de la autoridad política), sociales (la puesta en juego de modos de estratificación, diferenciación y desigualdad), personales (la puesta en juego de ideas de libertad, estima, autonomía, bienestar) e históricas (la puesta en juego relaciones con los legados del pasado).
Este libro repone estos procesos invisibilizados cuando en las conversaciones públicas, expertas o académicas las perspectivas del reemplazo dominan las interpretaciones sobre las dolarizaciones.
En primer lugar, la imagen del reemplazo invisibiliza significados y usos del dólar no tan evidentes y cambiantes a lo largo del tiempo.
Las historias de exclusiones y tolerancias en contextos socialistas y postsocialistas (Cuba, Vietnam, Georgia), por ejemplo, muestran transformaciones de los significados y usos de la moneda norteamericana muy marcadas a lo largo del tiempo, inflexiones profundas sobre los modos en que el dólar está excluido o integrado en la vida social y política de estos países. Desde ser sinónimo de contrabando e ilegalidad a representar un estatus social acomodado y afianzamiento de una identidad personal moderna y global en Vietnam, de significar un orden político contrarrevolucionario hasta ser aceptada y tolerada por un gobierno socialista como el cubano son, entre otras, inflexiones de significados y usos que exceden la esfera económica y marcan la trayectoria y los cambios de esas sociedades desde el prisma del lugar de la moneda norteamericana.
A través de la imagen de reemplazo no llegamos a captar estas transformaciones mayúsculas que impactan en imaginarios colectivos y nacionales.
La entrada de Vietnam en la economía capitalista global se señalaba mediante la visibilidad del dólar estadounidense. Caricaturas, cuentos cortos y programas de televisión utilizaban el símbolo del dólar estadounidense para narrar la fuerza desestabilizadora pero deseada de la globalización en la sociedad vietnamita. En Zimbabwe las estimas de sí personales y colectivas estaban relacionados a la idea de nación. La perdida de confianza del dinero estatal empujada por la dolarización trajo desconfianza en la nación. En el año 2000, en El Salvado el ex presidente Francisco Flores prometía más dinero y riqueza para los salvadoreños si todos cambiaban a dólares estadounidenses. La dolarización llegó inicialmente envuelta en promesas y deseos que que el Colón no podía cumplir. La dolarización continúa en El Salvador, pero ahora compite con dramáticas afirmaciones proyectadas al futuro asociadas con el Bitcoin y la insatisfacción generalizada entre los salvadoreños de promesas no cumplidas en más de dos décadas.
En segundo lugar, estos significados y usos tienen fuertes impactos en cómo se moldea materialmente y simbólicamente la desigualdad social. Aspectos desentendidos desde la perspectiva del reemplazo.
El acceso y la distribución de la riqueza no es indiferente a los circuitos diferenciados entre monedas. En El Salvador, la rápida afluencia de remesas nominadas en dólares estadounidenses que caracterizó los años que van desde la década de los 2000 a principios de 2020 creó una microclase receptora de estos envíos desde el exterior que permitió a algunos salvadoreños experimentar una sensación de movilidad económica, eclipsando lo que era imaginable a través de la configuración monetaria limitada a la ex moneda nacional (el colón). En Cuba en los años 90’, aunque la creación de la moneda CUC (peso cubano convertible) respondía al objetivo de mantener la política de centralización-redistribución amenazada por las dificultades que siguieron al derrumbe de la Unión Soviética, las esferas de transacciones monetarias resultantes pusieron de relieve el desarrollo de una economía de mercado en ciertos sectores, así como el desarrollo de las desigualdades en la sociedad cubana.
Los casos de Zimbabwe, Venezuela y Argentina iluminan como los mercados de cambio formales e informales y las cambiantes regulaciones estatales para acceder a las divisas son dispositivos centrales en los procesos de diferenciación social de esas sociedades. En Zimbabwe, por ejemplo, las élites dentro del partido gobernante estaban entre actores principales de los mercados paralelos que se garantizaban divisas a través de redes opacas, formales e informales, y tenían prácticas bien desarrolladas de fuga de activos. En la parte baja de la sociedad Zimbabwense, la escasez de divisas llevó a que muchos recurrieran a lo que parecía ser transacciones de trueque, como un número específico de pollos por un viaje en autobús o un galón de combustible por moler una canasta de maíz. En Georgia, el acceso a la propiedad está dado por la participación de circuitos de prestamos dolarizados. En Vietnam, las personas asociaban el đồng emitido por el estado con gastos cotidianos y los dólares con bienes importados altamente deseables.
En tercer lugar, la imagen de reemplazo deja afuera otro proceso: cómo las autoridades de los Estados son desafiadas o afianzadas a partir de un orden monetario dolarizado.
Por un lado, los procesos de descolonización (Zimbabwe, Vietnam, Haití) o de crisis y salida del régimen soviético (Georgia, Cuba) son momentos desafiantes para rearmar una autoridad estatal capaz de imponer una jerarquía monetaria. Los ordenes monetarios dolarizados informales que se erigen contra esas pretensiones enlazan a la sociedad contra el estado, eludiendo sus regulaciones e imposiciones. Esto se puede observar en la indisciplina haitiana frente al intento del estado de prohibir el dólar haitiano. El caso de Vietnam ilustra como los dólares estadounidenses median una forma de riqueza privada que escapaba al estado territorial. En Vietnam, como en Argentina, prolifera la idea del dólar como “pasaje” para eludir las regulaciones del estado.
Por otro lado, las dolarizaciones formales muchas veces son legalizaciones o estatizaciones de ordenes monetarios ya aceptados socialmente como fue el caso de Argentina en la década del 90’ o El Salvador en los 2000. El primero bajo el impacto de una gran hiperinflación que generalizó la moneda norteamericana como unidad de cuenta e intercambio, el segundo bajo el impacto de una migración masiva a los EEUU que convirtió a las remesas en dólares en la principal fuente de ingresos de la economía salvadoreña. Apoyados sobre esos ordenes monetarios dolarizados ya aceptados socialmente estos gobiernos construyeron la autoridad política del Estado, anteriormente debilitada o amenazada.
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