Adelanto del libro

Jóvenes Periodistas

Laura Rosenberg

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Los primeros pasos en una sala de redacción

 

¿Cómo aprenden el oficio quienes ingresan a trabajar en la Redacción de un diario? ¿Cuáles son las prácticas y los conocimientos que convierten en periodistas a los inte­grantes más jóvenes de ese mundo laboral? El recurso al verbo “convertir” no es azaroso, sino que remite al modo en el cual las sociologías interpretativas —que oficiaron de cimientos de la presente investigación— abordaron los aspectos más significativos de las trayectorias vitales de las personas y su repercusión en sus identidades. Esas trayectorias se forjan aprendiendo de, e interactuando con, otras personas.

 

Una vez concretado el acceso a los medios, el interrogante se dirigió a los primeros desafíos que encontraron los jóvenes durante sus primeros meses en las salas de redacción de los diarios Página/12 y Tiempo Argentino, que remitían al dominio de los ritmos de trabajo, a la posibilidad de “ver” una noticia y proponerla al editor, y a la construcción de una “agenda de contactos”. Explicamos su resolución en términos de “ritos de pasaje” —acorde al uso que el sociólogo estadounidense Everett Hughes hacía del concepto para dar cuenta de las instancias de transición más relevantes en las carreras laborales— a partir de los cuales dejaron de verse a sí mismos, y dejaron de ser percibidos por los demás, como principiantes en el oficio.

 

Careciendo de instancias formalmente instituidas en el mundo periodístico donde se objetivase dicho cambio de estadio, fue a partir de la resolución de las prácticas mencionadas que dejaban de ser percibidos en el medio como principiantes y se convertían en “un periodista más” de la Redacción. Este pasaje se cristalizó de diversos modos e implicó la capitalización de recursos y experiencias formativas con las que, en forma dispar, estos jóvenes llegaron a las Redacciones.

 

Los pri­meros días de un pasante se caracterizaban por los desafíos presentados a la hora de encarar el trabajo de construcción de las noticias. Para algunos se trataba del primer acercamiento al trabajo en los medios, por lo que no tenían incorporado el hábito de pensar y proponer temas de cobertura:

 

  • “A lo mejor la crítica que tengo yo es que empecé a proponer notas recién al segundo semestre que empecé en el diario. Al principio estaba muy poco proactivo y recibía todas las notas como sugerían en la sección, y tal vez eso no es lo mejor. En ese sentido, creo que activé un poco tarde a ofrecer notas que me interesaban a mí. Es quizá lo más interesante del periodismo, tener una mirada propia y poder ofrecer notas que escapen de la agenda que tiene el dia­rio mismo”.

 

La “falta de agenda” de contactos, el dominio del “ritmo de trabajo” y la adecuación al estilo de escritura propio del género periodístico fueron otras de las cuestiones afrontadas por pasantes que llegaron al diario desde la universidad. En este sentido, las palabras de un editor coincidieron con la percepción de esos jóvenes, cuando afirmó que “la escri­tura periodística es bien diferente a la académica”. Los pasantes precisaban dominar con urgencia lo que hasta el momento representaba para ellos un nuevo género de escritura:

 

  • “Uno a veces puede pensar, si no viene del palo, que cuando ya están los cables: ”¡Ah, bueno! ¡Ya está todo resuelto!“, y lo copias y lo pegás. Pero, en realidad, en una nota periodística uno aprende que es mucho más que eso, ¡vos tenés que hacer algo mucho más ganchero! Son cosas muy básicas pero que cuando entré no las sabía y las fui aprendiendo”.

 

El acceso a las fuentes también se encontró entre las principales preocupacio­nes de quienes se iniciaban en la labor periodística. En el transcurso de los primeros meses de trabajo, precisaban familiarizarse con el uso de “fuentes propias” así como con aquellas de segunda mano, que fueron cada vez más explotadas a partir de la digitalización del trabajo en las Redacciones. Por fuentes de primera mano o “fuentes propias”, nos referimos a per­sonas que pertenecen a instituciones públicas o privadas, funcionarios de gobierno, especialistas de diversas disciplinas, ciudadanos comunes, entre otras, y que brindan una información a periodistas y medios de prensa. Las fuentes de segunda mano, en tanto, han asistido a una importante expansión a partir del auge de las plataformas virtuales y las redes sociales. Su uso intensivo en el trabajo diario en la sala de redacción puede superar la recurrencia a las “fuentes propias”, pero no llega a reemplazarlas.

 

El tema y el tiempo disponible para traba­jarlo condicionaban la decisión acerca del tipo de fuentes con las cuales ha­brían de trabajar. Cotejar la información con diversas fuentes e incorporar opiniones que reflejen distintos puntos de vista sobre los acontecimientos son parte del manual de buenas prácticas del oficio, compartido entre el amplio espectro de actores que integran el mundo periodístico. En los he­chos, también se coincidía en las múltiples dificultades para llevarlas a cabo.

 

En el proceso de aprendizaje del uso de las distintas fuentes lo que generaba mayor inquietud era la poca o nula experiencia en establecer con­tactos que permitieran acceder a la información buscada. Un joven redactor consi­deró que el hecho de haber trabajado durante dos años en una agencia de noticias le permitió adquirir “el training” de hablar con gente, de entrevis­tar, de tener fuentes: “Son de esas cosas que si vos llegas a un diario y tenés que arrancar de cero te lleva un tiempo…”. Los primeros años de Tiempo Argentino, además, había que lidiar con el bajo conocimiento público del medio, sobre todo durante “la etapa de los números cero”. Esta cir­cunstancia impactó en el trabajo de todos los periodistas del diario cuando intentaban contactar a las fuentes.

 

Los vínculos que establecían los más jóvenes en el espacio de la Redac­ción con colegas con más experiencia tuvieron capital importancia en su aprendizaje del trabajo con las fuentes. La cate­goría de “docente”, más afín al espacio de formación académica, se trasladó al espacio de trabajo, dando cuenta de que en las salas de redacción los nuevos ingresantes continuaron siendo aprendices de aquellos periodistas con mayor trayectoria. En efecto, cuando los pasantes de Página/12 recordaban sus primeros días de trabajo en la sala de redacción daban cuenta de los aportes significativos que recibieron por parte de los periodistas de la sección, quienes les brindaron asistencia inmediata para poder aprender el trabajo:

 

  • “Era la primera vez que laburaba con gente en un ambiente que me parecía que era súper profesional. Cuando entré estaba un poco apichonado. Si hay algo que me sorprendió también fue la buena predisposición de todos. No solo de mi sección, sino de gente fuera de la sección también. Siempre muy predis­puestos a ayudarte, si tenías dudas te ayudaban a resolverlas. Si necesitabas algún contacto para una nota en particular te lo daban”.

 

Los redactores y pasantes de ambos diarios pronto comprendieron que la cooperación con periodistas de otros medios en las coberturas resultaba tan importante como la que buscaban puertas adentro de la Redacción. La fraternidad entre colegas de prensa no solo tuvo un impacto positivo en las prácticas de los recién llegados al mundo periodístico, sino que tam­bién modificó sus expectativas sobre la cultura laboral del periodismo, que habían estimado mucho más “competitiva”:

 

  • “Cuando cubrís campañas, por ejemplo, hay viajes que terminás compartien­do y la verdad que, por lo menos con los colegas de otros medios que me ha tocado laburar, siempre tuve una excelente relación, al punto de compartir cierta información que por ahí no era necesario. Por ahí podían ser más celosos respecto de eso y la verdad es que no. De hecho, seguimos en contacto y desde hace años tenemos un muy buen vínculo con periodistas de Perfil, La Nación, Télam, DyN, y NA. Y no se da una cosa muy competitiva, por lo menos no había ese espíritu cuando íbamos a una cobertura conjunta”.

 

La cooperación de los colegas con más trayectoria redundó en apren­dizajes sobre cómo contactar nuevas fuentes y cómo tratar una proble­mática específica. Es así que, entre el acceso a los datos de contacto y el establecimiento de un vínculo duradero con las fuentes, comprendieron que había por delante un camino más largo por recorrer. Lo más difícil era convertir a esos contactos en fuentes de información: “El problema no es tener el teléfono. Lo importante es tener el vínculo”.

 

Establecer ese lazo con las fuentes resultó una estrategia clave para mejorar la posición de los recién llegados a las Redacciones, permitiéndoles proyec­tar una carrera periodística a largo plazo. Estos lazos incrementaron su ca­pital social, dando por concluida la etapa inicial de su carrera: ya contaban con más recursos para hacer su trabajo y dependían en menor medida de sus colegas y sus jefes a la hora de “conseguir un contacto”. Mantener el vínculo en el transcurso del tiempo, “respetar el off”, asistir a las convocatorias de sus organizaciones o instituciones eran solo algunas de las reglas incorporadas a los fines de “cuidar a las fuentes” y “ganar su confianza”. Se ponían de manifiesto tanto los dilemas éticos que se presen­taban a los periodistas en formación en su trato cotidiano con los informantes como la preocupación por la opinión que estas fuentes tendrían de las notas que publicaban, en calidad de lectores expertos en los temas.

 

Como parte de la cultura de trabajo de cada diario, los jóvenes periodistas y los pasantes incorporaron los caminos para construir “una buena nota” y distinguirse positivamente entre sus pares. Solo el trabajo con fuen­tes de primera mano podía redundar en un logro profesional y en el reconocimiento por parte de sus colegas y editores, que se hacía tangible en la aparición de la nota publicada con la propia firma; parte ineludible del rito de pasaje en sus trayectorias.

 

 LR