Insertó la primera coma moderna, el primer punto y coma, y, por si fuera poco, dio al mundo el libro de bolsillo. Hay muchas razones para homenajear al tipógrafo, humanista, editor y traductor italiano Aldo Manuzio (o Aldus Manutius en su versión latina). Él fue a la cultura escrita lo que el fundador de Apple, Steve Jobs, resultó para el desarrollo de nuestra cotidiana vida digital. Ambos fueron visionarios e innovadores que lograron atraer a gente muy capaz cuando se propusieron realizar innovaciones que reemplazaran soluciones para unos pocos por algo que funcionara eficientemente para la mayoría. Así como Jobs se convirtió en el símbolo de las transformaciones que nos hicieron a todos digitales, Manuzio fue el hombre que hizo accesible la cultura escrita a un público más amplio de la población. En realidad, existe otra conexión entre Manuzio y Jobs: en 1985, Aldus lanzó el programa Page Maker destinado al diseño, que se adaptó para las computadoras Macintosh, de Apple. ¿Por qué Aldus? Sí, en efecto, como homenaje a nuestro héroe, Aldo Manuzio.
Si bien trabajó y desarrolló todo su arte en Venecia, Manuzio nació en Bassiano, una pintoresca ciudad medieval ubicada en una colina del Lazio, aproximadamente a una hora en auto al sur de Roma. A la entrada de la ciudad, es posible ver a un hombre de pie en posición rígida a un lado de la carretera. Está hecho de bronce, pero cuando soplan los vientos de julio que llegan desde África y elevan la temperatura a más de cuarenta grados, podría decirse que suda. Aldo Manuzio monitorea el tráfico que circula por su ciudad, donde nació alrededor de 1449. Manuzio no es un personaje histórico demasiado conocido, pero sin embargo resulta una celebridad en los círculos editoriales y literarios de todo el mundo, y Bassiano sabe apreciarlo. La ciudad tiene su propio museo dedicado a Manuzio e invita a sus habitantes a participar en las fiestas anuales dedicadas a homenajear su memoria.
A una edad muy temprana, Aldo viajó a Roma para aprender latín. Continuó sus estudios en Ferrara, concentrándose especialmente en el griego clásico. Luego, se dirigió a Capri, donde el príncipe Lionello Pio lo contrató como tutor de sus hijos, Lionello II y Alberto. Aquí comenzó a escribir libros de texto que involucraron la gran pasión de su vida: la gramática.
Así como Jobs se convirtió en el símbolo de las transformaciones que nos hicieron a todos digitales, Manuzio fue el hombre que hizo accesible la cultura escrita a un público más amplio de la población.
Cuando Aldo llegó a Venecia, en 1489, ya superaba los cuarenta años. Había dedicado su vida a la gramática, la enseñanza y la filosofía de la Antigüedad, tanto en griego como en latín. Llegó a Venecia cuando la ciudad estaba en su apogeo tanto político, como económico y cultural. Más tarde, Aldo la describiría como el mundo entero concentrado en una sola ciudad. En 1492, el humanista Marsilio Ficino (1433-1499) escribió que el siglo XV se reveló como la Edad de Oro para lo que llamó las artes liberales, que incluía a la poesía, la pintura, la escultura, la arquitectura y el canto, además de la retórica y la gramática. Nos encontramos en las décadas en las que Leonardo da Vinci dio vida a su famoso fresco La última cena, en que Miguel Ángel talló su estatua del David y Nicolás Maquiavelo comenzó el borrador de El príncipe, en tanto Colón se alejaba con su pequeña flota del Puerto de Palos en busca de nuevos continentes. En Roma, las primeras piedras eran trasladadas hasta lo que hoy conocemos como la Plaza de San Pedro.
Venecia era la capital europea de la edición y los talleres de impresión, y Manuzio quedó fascinado con el libro como fuente de poder e influencia en el mundo. Vivía en una sociedad que respiraba un constante progreso económico y cultural, pero ni siquiera Venecia estaba a salvo de la guerra y la crisis. En el prólogo a un libro sobre los escritos de Aristóteles, Manuzio sostenía que el destino de la época era vivir en tiempos trágicos y confusos, en los que el hombre se volvía más fácilmente hacia las armas que hacia los libros. Por lo tanto, enfatizó que él mismo no descansaría hasta poder darle al mundo un suministro sólido de libros. Y cumplió con su palabra: más de 130 títulos fueron publicados por su sello editorial, Aldine, en el período que va de 1495 a 1515.
En 1492, el humanista Marsilio Ficino (1433-1499) escribió que el siglo XV se reveló como la Edad de Oro para lo que llamó las artes liberales. Incluía a la poesía, la pintura, la escultura, la arquitectura y el canto, además de la retórica y la gramática
En 1493, Manuzio ya tenía lista una gramática para imprimir y así entró en contacto directo con los más importantes actores de la industria gráfica. Su editorial e imprenta se instaló poco más de un año después cerca de Campo San Paolo. Allí se colocó, en consecuencia, la piedra fundacional de lo que poco después se convertiría en la referencia más importante ligada a la palabra escrita en Europa, un hecho histórico al que el imán turístico de Venecia, quinientos años más tarde, hace todos sus esfuerzos por ignorar. No obstante, tras las puertas de un modesto establecimiento que produce y vende productos de papel, el rostro del propietario se enciende cuando escucha mencionar el nombre de Manuzio:
—Siga por la calle Bernardo y cruce el canal hasta la calle del Scaleter. Y luego continúe hasta el final de Rio Terà Secondo.
¡Tiene razón! Allí está. Una sencilla placa anuncia humildemente las primeras palabras de la historia de Aldo Manuzio.
Aldine, editorial modelo, en pocos años se hizo reconocida por su capacidad para combinar las exigencias de una alta calidad estética y de contenidos con un agudo sentido comercial y olfato para los intereses y necesidades de una clase media lectora. El orfebre y metalúrgico Johannes Gutenberg ya había inventado el arte de la impresión, pero fue la poderosa comunidad de Venecia la que utilizó la innovación tecnológica al servicio de la producción de libros para un público masivo.
Aldo Manuzio fue el primero en su campo, pero también se inspiró en los maestros de otras áreas y disciplinas. Después de no pocas consideraciones, el fraile franciscano Luca Pacioli (1447-1517) elaboró los principios de la contabilidad de doble entrada, que se convirtió en un elemento esencial para la moderna economía empresarial.
Erasmo de Rotterdam (1466-1536) es hoy conocido como el hombre que dio su nombre al sistema de financiación del programa de becas que posibilita el intercambio de estudiantes de toda Europa. En su tiempo, Erasmo fue el principal humanista del continente. También pasó largos períodos al sur de los Alpes, pero la persona a quien más admiraba en Italia no era el papa, sino… ¡Aldo Manuzio! Erasmo lo visitó en Venecia, trabajó allí e hizo imprimir su colección de proverbios literarios por Aldine. Su círculo de conocidos también incluía a prósperos nobles y artistas. Incluso el joven pintor de Núremberg, Albert Durero (1471-1528), en una ocasión tuvo la oportunidad de visitarlo durante una gira de estudios por el sur.
BBM