Libros

Cualquier parecido con la realidad

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La Manada es mi primera novela y se acaba de lanzar en la Argentina. Cuenta la historia de un chico de 17 años, un poco tímido, un poco insulso, que termina involucrado en el asesinato a puños del que fuera su mejor amigo. El libro es el recorrido para llegar a ese momento, alimentado de la tensión permanente que constituye la amistad masculina adolescente y que los lleva a estar rodeados de violencia, física, sexual y psicológica. La perspectiva desde la que se narra es la suya. Sus sentimientos, sus observaciones, sus temores y su profunda angustia a la humillación.

Cuando escribí la novela quise que se situara en el 2004 porque es una época en la que yo todavía no era adolescente y porque me interesaba algo de la estética colombiana de los años siguientes al 2000: una sensación de que todo estaba por estallar, pero nunca estallaba y las formas en las que esa violencia diluida y disipada afectaron la cultura y las vidas de estos chicos. Cuando escribí la novela, también estuve consciente de que todo el tiempo iba a estar referenciada a eventos de la vida real, pero nunca me imaginé que iba a estar en permanente coyuntura y que siempre iba a parecer basada en hechos reales, y eso parece ser  la confirmación de que hay una forma de la violencia masculina que apenas podemos diagnosticar, incluso predecir, pero que todavía no podemos ni sabemos cómo resolver. 

Al ser una obra de ficción, no pretende dar respuestas a la gran problemática de la violencia de las masculinidades heterocis sobre sí mismos y sobre lo que los rodea. 

No creo que la ficción deba ser responsable o funcional para ninguna problemática específica. Eso no es una obligación de la literatura, y por eso me interesó. Esta novela, en realidad, responde a una curiosidad más pequeña que para mí solo pudo ser resuelta por la imaginación: ¿cómo es que personas que tienen distintos intereses, distintos temores, y distintos principios terminan coordinando sus voluntades para hacer algo que los lastima o lastima a otros, aún cuando no lo premeditan y cuando no están a priori de acuerdo? ¿Cómo se construye ese instante? ¿Cuál es el lenguaje? Pero todavía más simple ¿Cómo se narran a sí mismos el mundo después?. La novela entonces es eso: no los perdona, ni los culpa. No los explica, no señala el origen de su posible maldad, ni siquiera la sugiere: solo pone palabras. Llena con palabras imaginarias lo que ha sido silencio, y son las suyas, las que imagino que todos esos hombres en algún momento tuvieron.