Arte

Qué tienen que ver los insultos racistas a Lamine Yamal y Nico Williams con la descolonización de los museos españoles

Laura García Higueras

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“No podemos pensar el futuro sin pensar en el pasado que ha sido borrado”. Silenciado, sustituido, dejado fuera del foco. El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid se propuso cambiar y ampliar el relato con su exposición La memoria colonial, que propone una nueva mirada al catálogo de la pinacoteca que rompe con el paradigma eurocéntrico, patriarcal y supremacista blanco que conformó –y sigue alimentando– el imaginario colectivo. La exhibición funciona como una nueva lente que ponerse para cambiar la manera en la que vemos el mundo, y poder así entender el presente.

Un presente en el que el colonialismo no solo expandió sus tentáculos en la pintura. Yeison García, uno de los comisarios del proyecto, pone como ejemplo lo ocurrido con la selección española de fútbol en su reciente victoria en la Eurocopa: “El racismo que habido contra Lamine Yamal y Nico Williams no es una cosa de ahora, es una construcción que lleva siglos inventando nuestro imaginario y nuestra identidad nacional como estado español”.

El director del centro cultural Espacio Afro alude también al concepto de amnesia colonial de Claudia Claremi para explicar una de las teorías de las que bebe la muestra: “Que no nos demos cuenta de las huellas que hay en el imaginario español sobre el pasado colonial se debe a una producción de amnesia colectiva que nos impide reconocerla. Hasta que no haya un planteamiento que nos lo ponga directamente en el espejo, es muy complicado que una mirada que se ha educado en un imaginario que niega esa realidad pueda reconocer estos gestos y huellas”. La propuesta artística opera precisamente como tal, como un espejo ante el que es imposible resistirse a reconocer los mecanismos del colonialismo que impregnaron la historia del arte.

Él es uno de los responsables que comisarió la exposición junto a Andrea Pacheco González, comisaria independiente y directora del espacio FelipaManuela; la historiadora de arte independiente Alba Campo Rosillo; y Juan Ángel López-Manzanares, comisario del museo y director del proyecto. Un equipo que lleva trabajando más de dos años en esta investigación que se puso en marcha antes de que Ernest Urtasun pusiera la descolonización de los museos en el centro del debate –y para algunos del huracán–, a principios de este 2024, tras anunciar el compromiso del ministerio de Cultura de llevarlo a cabo en los centros estatales.

El equipo de expertos pudo trabajar sobre todo el catálogo del Thyssen. Andrea Pacheco explica que el primer paso fue realizar una selección de obras en torno a dos criterios: las que mostraban “paisajes, objetos o personas no europeas, que vienen de esas tierras 'lejanas'” y las que retrataban a “personas blancas europeas en situaciones de clara supremacía”. En torno a ellas fueron articulando los seis bloques en los que se divide la exposición. En el primero, titulado Extractivismo y apropiación, se encuentran varios bodegones de Willem Kalf, uno de los grandes maestros de las naturalezas muertas. “La mayoría de los objetos que están representados vienen de otras tierras, Afganistán, distintos lugares de Oriente Medio, jarrones”, describe la comisaria.

En Bodegón con cuenco chino, copa nautilo y otros objetos, de 1662, se incluye un cuenco chino que perteneció a la dinastía Ming, usado en Europa como un azucarero. “Todos esos elementos que en sus tierras originarias tenían unos usos y que aquí son representados desde esa mirada eurocéntrica de aquello que no considera propio”, apunta. En cuanto a la extracción de recursos, sobre la que expone que “hay toda una construcción iconográfica a partir del arte, sobre todo desde el siglo XVII”.

La flota holandesa en Goeree, de Willem van de Velde II, realizado hacia 1672 y 1673, es un ejemplo de cómo la pintura se usó para “legitimar el paradigma europeo y de explotación que determina que los mares tienen que ser cartografiados para poder generar rutas marítimas para extraer recuerdos de lugares lejanos sin ninguna incidencia en la población local y explotar a las personas que habitaban esos lugares”.

La exhibición incluye en cada una de sus salas piezas contemporáneas de la Colección TBA21, como los Cóndores sin vida (2022) de la artista colombiana Nohemí Pérez, con los que alerta sobre la explotación forestal debida al narcotráfico y la pérdida de derechos de los pueblos originarios: “La suya es la mirada de una persona que realmente ha nacido y crecido en ese lugar; y ha visto cómo ha sido devastado por estos procesos”.

Del 'otro' al esclavismo

Yeison García señala que la pintura también participó en la “legitimización de la esclavización de las personas negro africanas”. En la muestra se comprueba en varios cuadros que representan un mundo árabe violento, salvaje y estereotipado, como en El rastro perdido (hacia 1856) de Charles Ferdinand Wimar; o la proliferación de esclavos como personajes dentro de los óleos. “Para muchos contextos europeos, tener a un sirviente negro africano era una manera de marcar su estatus social. Estas pinturas representan esa jerarquización racial de supremacía blanca pero antes no estaban relatadas así, sino desde la falsa neutralidad de la historia del arte”, especifica el director del centro cultural Espacio Afro.

Otro caso significativo es el Retrato de David Lyon (hacia 1825) de Thomas Lawrence, una de las más emblemáticas de la colección Thyssen. “De él se destacaba que era 'el guapo', 'el dandi', su elegancia, pero nadie se había puesto a investigar quién era y de dónde venía toda su riqueza, que resulta que venía de la esclavización de personas negro africanas en Jamaica”, expone. Conocer esta información permite que se “amplíe el relato”: “Ahora el dandi es el esclavista y te permite saber cómo se han construido una parte de las riquezas europeas”.

A este apartado pertenece uno de los lienzos estrella de la exhibición: Grupo familiar ante un paisaje (1645-1648) del holandés Frans Hals. Yeison García comparte que la investigación reveló que su protagonista es Jacob Ruychaver, el encargado del enclave desde donde se gestionaba la esclavización de personas negroafricanas“.

Cuerpos “a conquistar”

La sala Evasión a nuevas arcadias ejemplifica “cómo la representación del paisaje formó parte de esa narrativa de construcción idílica de ese mundo al que se había llegado”. “Gran parte de estas representaciones ocultan la violencia de la colonización”, reflexiona Yeison García. La muestra avanza hasta situar el Cuerpo y la sexualidad en el foco. “Durante la investigación, nos dimos cuenta de que no es posible hablar de descolonizar el pensamiento, el conocimiento del arte, sin hablar de despatriarcalizar”, reconoce Andrea Pacheco.

Esta lógica es la que determinó que “el cuerpo de la mujer racializada o no blanca sea vista como un cuerpo a conquistar, a representar únicamente la hipersexualización”. Algo que se ve en obras como Dos desnudos femeninos en un paisaje (hacia 1926) del pintor alemán Otto Mueller, que contrapusieron con la instalación de video de Inci Eviner Harén (2009).

La artista turca tomó como punto de partida uno de los grabados de Antoine Ignace Meilling (1763-1831), sobre uno de estos espacios, cuyas representaciones occidentales poco tuvieron que ver con lo que sucedía en sus interiores realmente. En su video, las atemporales figuras captadas por el artista alemán son sustituidas por personajes contemporáneos que, a través de sus movimientos alineados, se abren a la posibilidad de resistencia.

Resistencia

Uno de los únicos artistas no europeos presentes en los fondos del Thyssen es Romare Bearden, artífice de Domingo después del sermón (1969), que forma parte del último bloque de la exhibición, Resistencia, Cimarromaje y derechos civiles.

Un área que busca, como apunta Yeison García, “poner sobre la mesa que frente a la dominación colonial, las comunidades tanto negroafricanas como los pueblos originarios han generado siempre procesos de resistencia”. Esto se ve también en Sin título, de la serie Lluvia dorada/Pardo es el papel (2019), de Maxwell Alexandre, que “visibiliza las vidas de las personas negras en el contexto de fabelas, pero no en una posición de sufrimiento, sino de poder”.

Otro caso paradigmático, incluido igualmente en el tramo final de la exposición, es el Retrato de un hombre de la isla Dominica, pintado hacia 177-1780), cuyo autor se desconoce. “Hasta hace poco se llamaba al cuadro El cocinero de Washington, dando por hecho que una persona negra vestida de esta manera no podía ser otra cosa que un cocinero o un sirviente”, aporta el comisario, “las investigaciones empezaron a construir la hipótesis de que seguramente pertenecía a una clase social de personas negras libertad de la isla de Dominica”.

“El colonialismo no ha terminado”

Dentro del diálogo que el equipo del proyecto quiere generar a través de la exposición, Yeison García sostiene que no solo hay que tener en cuenta “no poder pensar el futuro sin pensar ese pasado que ha sido borrado”, sino también “no pensarlo simplemente desde el pasado colonial”. “Antes de la llegada de la conquista y de los europeos ya había toda una serie de civilizaciones. Hay que interrumpir el relato de considerar que la historia empezó ahí”.

A modo de cierre, la obra del artista palestino Taysir Batniji, que expone fotografías de casas de Gaza como si estuvieran en una inmobiliaria. “Plantea cómo su lugar, su hogar, está siendo expropiado por el colonialismo israelí”, indica el comisario, que insiste en que esta era la manera de dejar claro que “el colonialismo no ha terminado. En la actualidad se manifiesta de diferentes manera y una de las más flagrantes es el colonialismo israelí frente al genocidio del pueblo palestino”.

“Queríamos acercar pedagógicamente al público a que viera estas huellas, esta memoria colonial que tan evidente para nuestras miradas que han sido educadas en un prisma puramente eurocéntrico. Queremos que la gente entienda que hay que hablar de todo esto para enfrentar este problema y entender mejor nuestro presente”, describe.

El trabajo de este equipo fue sobre la colección del Museo Thyssen pero ambos responsables coinciden en que se podría repetir con los catálogos de todas las pinacotecas: “Se debería, de hecho”. Ambos seguirán involucrados en este proceso, ya que forman parte de los comités de expertos que el Ministerio de Cultura puso en marcha para elaborar el informe técnico que servirá de guía para la renovación del Museo de América y el Nacional de Antropología.

LGH/CRM