Como los afiches de las películas o las contratapas de los libros, las últimas campañas de Barracas Central, el club del presidente de la AFA, Claudio Tapia, podrían ser reseñadas con extractos de notas de prensa. Al “sensacional éxito” que calificaría con justicia a sus resultados -el equipo regresó en abril de 2019 a la segunda categoría después de 69 años en la C y en la D, y en la actualidad está puntero en el Nacional y pelea el ascenso a Primera División-, debería agregársele un costado menos edificante.
Dijo TyC Sports, tras la 25ª fecha de la Primera Nacional, jugada el viernes 10 de septiembre: “El insólito gol anulado a Tristán Suárez contra Barracas Central. Todavía no se sabe por qué”.
Publicó La Voz del Interior, tras la jornada anterior, la 24ª, el viernes 3 de este mes: “A Barracas le dieron un penal insólito, pero empató contra Ferro”.
Escribió el mismo diario cordobés tras la 13ª fecha, el 22 de junio: “Otra vez polémica en la cancha de Barracas. A Atlético de Rafaela no le dieron un claro penal en el descuento”.
Informó Olé tras la décima fecha, el 15 de mayo: “Otro penal polémico para Barracas y empate con Instituto”.
Los ejemplos podrían seguir. Aunque es cierto que en algunos partidos no fue favorecido como se dijo y que en otros incluso resultó perjudicado -y que ninguna gran campaña se sostiene con eventuales ayudas arbitrales si no hay buenos jugadores y un equipo competitivo-, la relación entre Barracas Central y palabras como “polémica” y “escándalo” se tornó cada vez más habitual, también -o sobre todo- en redes sociales. Al mismo tiempo, es un tema que sobrevuela más de lo que se profundiza: ¿pregunta válida o blanco fácil?
¿Algunos títulos periodísticos y la indignación de los hinchas de los otros clubes están alimentados por la siempre tentadora crítica contra un presidente de la AFA, en este caso Tapia, además cara visible de un equipo chico y en la mira del gobierno para encontrarte un sustituto? ¿O realmente Barracas pasó a ser un equipo del poder -no a la escala de los clubes más grandes, por supuesto, pero sí en su categoría- que resulta favorecido por los entresijos invisibles, algo que se cocina desde el fondo de la Historia entre paredes secretas y que el hincha apenas percibe como rumor?
¿Se trata de los mismos guiños que elevaron a Arsenal, el equipo de Julio Grondona que, bajo su conducción en AFA, subió de la cuarta categoría a la A entre 1986 y 2001? La comparación acaso sea inevitable porque el crecimiento de Barracas también suele ser catalogado como meteórico. Si en 2010 trepó de la Primera C a la B, los logros se acrecentaron desde que Tapia asumió la presidencia del fútbol argentino en 2017: el equipo ascendió al Nacional en 2019 (no participaba en la segunda categoría desde 1949) y ahora va en búsqueda de la Primera División. Barracas juega bien, lidera su grupo y apunta a jugar la primera final, todo entre la suspicacia que generan algunos arbitrajes.
El Nacional
El tema, en verdad, tiene varios trasfondos (y algunos que dejan al avance de Barracas como una simple curiosidad deportiva). Uno de ellos es que el arbitraje en el ascenso, no sólo alrededor del club de Tapia, está bajo severo cuestionamiento. Es posible que los críticos más acérrimos del VAR revean su postura si prestaran atención a los errores que se acumulan en las categorías menores, donde los fallos no son finitos sino elefantiásicos. En competencias internacionales o en el ascenso profundo, el fútbol es un ambiente en el que evitar perjuicios arbitrales figura entre las obligaciones laborales de los dirigentes de clubes.
En julio pasado, después de que su equipo fuera perjudicado ante Agropecuario de Carlos Casares, el vicepresidente de Gimnasia de Mendoza, Luis Vila, puso foco en tres árbitros “corruptos y delincuentes”. Les puso nombre y apellido: Nelson Sosa, Yael Falcón y César Ceballos. Dos meses después, consultado por elDiarioAR, Vila ratifica que aquellas declaraciones no fueron en caliente.
“Hay muchos árbitros buenos, otros malos y otros que deciden dirigir mal. O sos un corrupto o sos extremadamente malo. Le apunté a (Nelson) Sosa, que nos perjudicó a nosotros con un escándalo, y que ya tenía antecedentes complicados, uno con Barracas. Hay tipos que están marcados, y él es uno de ellos, tiene un montón de partidos malos”, dice Vila, en referencia a un triunfo del equipo de Tapia contra Belgrano en diciembre de 2020 (o sea, de la temporada anterior a la actual), que terminó con un escándalo.
“Chiqui Tapia está endemoniado para que ascienda su equipo. Se maneja con mucha maldad, los árbitros tienen pánico de dirigir a Barracas Central. En esta categoría hay resultados que ya sabemos antes de que empiecen los partidos”, apuntó en ese momento Ricardo Caruso Lombardi, entonces técnico de Belgrano.
Consultado sobre si algunos árbitros dirigen a favor del poder, Vila para la pelota: “Es difícil decir eso. Contra Gimnasia de Mendoza, mi equipo, no tienen nada en particular: no somos un club poderoso. Ahora, si me preguntás por el gol que le anulan a Tristán Suárez contra Barracas, decís ‘flaco, ¿qué viste?’. El tipo (de Tristán) cabeceó solo. Entonces, ¿qué queda? O dirige a favor de alguien, que no tengo pruebas, o son muy malos. Yo no voy a acusar a ningún árbitro que fue coimeado. Yo digo que son malos. Y si son malos, los tienen que sacar. ¿Si tuve problemas después de haber declarado lo de ‘delincuentes’? No, ninguno, y nunca más nos jodieron”.
El periodista que más sabe de arbitrajes en el fútbol argentino, Oscar Blanco, primero aclara las virtudes de Barracas: “En el ascenso de la B no necesitaba arbitrajes porque era el mejor, y ahora también juega bien”, aclara, pero luego ofrece una opinión contundente. “Yo veo que, en el 95% de los casos, las jugadas de errores favorecen a Barracas. Hubo algún partido en el que no le cobraron un penal, pero está claro que forma parte de los equipos del poder de la categoría, junto a Güemes, Almirante Brown y Tigre. Algunos clubes son ayudados de forma grosera. A veces también se equivocan en contra, pero no veo esa proporción de errores en perjuicio de Barracas”, agrega el periodista, de 69 años, y larga trayectoria en medios. La referencia al club de Santiago del Estero cercano a Pablo Toviggino, el secretario ejecutivo de la presidencia de AFA, no resulta menor: Güemes es escolta en el grupo B del Nacional detrás de Barracas y también protagonista de un ascenso veloz en los últimos años -en enero subió desde el Federal con un arbitraje “escandaloso”, según recuerda Blanco-.
“Mirá los árbitros que dirigen a Barracas: son cinco o seis. Lo mismo pasó cuando subió de la B”, propone el periodista y abogado. Consultado sobre si Barracas es una suerte de nuevo Arsenal, Blanco -de larga relación con Grondona- responde: “Para mí esto es más grosero, a Arsenal lo perjudicaban más. Lo que sí veo parecido es que los dirigen un pequeño grupo de árbitros”.
El orgullo de Barracas
Pero al otro lado de lo que algunos interpretan como una regla de tres simple, que el presidente del club y el capitán del equipo sean hijos del presidente de la AFA -en referencia a Matías Tapia, de 25 años, que dirige la institución desde marzo de 2020, y de Iván Tapia, talentoso número 10-, y que el estadio también lleve el nombre del presidente de la AFA, en Barracas desestiman las sospechas. “Imagínense la impotencia de los jugadores y del cuerpo técnico por este show que están armando. Esperaron a que estuviéramos primeros para decir que nos favorecen. Y esta campaña nos sorprendió hasta a nosotros, no pensábamos pelear tan arriba”, dicen en Olavarría y Luna, la patria chica barraqueña.
“Somos el equipo que más partidos ganó y el que menos perdió, pero por un error del árbitro contra Tristán Suárez se empezó a instalar la idea de un robo, y nosotros nos tenemos que estar defendiendo, como si fuésemos culpables -agregan en el club-. Porque además hablan sin ver los partidos: ninguna estadística demuestra que Barracas sea favorecido. En todos los partidos tenemos la posesión de la pelota más que el rival. Ganamos 12 partidos seguidos sin un penal a favor y un sólo expulsado en contra”.
La cantidad de tarjetas rojas avalan la teoría de quienes ven una persecución injusta. En las 26 fechas que van del torneo, a Barracas le expulsaron dos jugadores y, a sus rivales, apenas uno. En la tabla de penales, en cambio, Barracas sufrió tres en contra y siete a favor, una cantidad que sólo disfrutó Tigre. “Pero seis de los siete penales estuvieron bien cobrados, ¿qué quieren, que no los cobren? Y los últimos dos fueron contra Tristán Suárez, el equipo con más penales en contra. Esto va más allá de Barracas, es contra Chiqui Tapia”, interpretan desde el club.
Tapia nació en San Juan pero por decisión familiar se mudó a Buenos Aires en su infancia y a los 12 años llegó a Barracas, a pocas cuadras de un club con una historia centenaria, incluso con un pasado en Primera División durante el amateurismo (jugó 14 partidos contra Independiente, 13 partidos ante River y 4 frente a Boca). Delantero de roce, guapo, Tapia hizo las inferiores en el club y llegó al equipo de Primera en julio de 1986, cuando debutó para Barracas, entonces en la D, en un partido contra Brown de Adrogué. Tras un paso por Dock Sud, en el que jugó otras dos veces (también en la quinta categoría de la AFA) en el primer semestre de 1990, regresó a Barracas a mitad de ese año y sumó otros 10 partidos en la D hasta su retiro, en 1991.
Mientras escalaba puestos en Manliba (primero barrendero, luego recolector) y afianzaba su relación sindical en el gremio de Camioneros, Tapia nunca olvidó su amor con Barracas Central. Muy joven, con 33 años, asumió en 2001 la presidencia de un club en estado crítico, incluso bajo riesgo de volver a caer de la C a la D. La renovación del vínculo sería funcional para Tapia y para Barracas. Al ascenso del equipo a la B en 2010 le siguió la carrera personal del dirigente en la AFA. Ya presidente del fútbol argentino desde 2017, las referencias a sospechas de guiños arbitrales y reglamentarios a favor de Barracas se convirtieron en un paisaje habitual de las crónicas periodísticas y del runrún de los hinchas. Términos como “escándalo” y “alevoso” acompañaron parte del ascenso de la B al Nacional en abril de 2019 y durante la primera campaña de Barracas en la segunda categoría.
Ya en el Nacional 2019/20, dirigentes rivales cargaron contra Barracas. En septiembre de 2019, el presidente de Agropecuario, Bernardo Grobocopatel -ahijado de Gustavo, el llamado Rey de la Soja-, comentó que dos anónimos lo llamaron antes del partido para decirle que su equipo iba a perder. Algunos técnicos también contaron que, en la semana previa a enfrentar a Barracas, entrenaban de manera diferente a sus equipos por cómo creían que los árbitros no cobrarían las posiciones adelantadas del equipo de Tapia.
Tras 26 fechas ya jugadas del Nacional 2021, y a falta de ocho partidos (más la final y el octogonal que definirán los dos ascensos), la temporada entra en zona de definiciones. También el futuro de Tapia en la AFA, siempre en la mira del Gobierno, puede resolverse antes de fin de año. El sanjuanino sueña con un partido entre Barracas Central y Boca, sus dos equipos del corazón, un duelo que no se juega en Primera desde 1930 y en amistoso desde 1938. Como toda película o libro que merecen reseñas, ya nada parece imposible.
AB