Fueron un puñado de minutos que cambiaron la historia de los mundiales. Si en cine se decía que había un antes y un después de Lo que el viento se llevó, en el fútbol sin duda alguna hay un antes y un después de esos dos goles. Es más, ya no los pienso como dos goles separados sino como un solo evento futbolístico que arranca con la carrera de Diego antes del gol de mano y culmina con el festejo universal de “barrilete cósmico”. Imagino, lectores, que saben de lo que estoy hablando, pero por si acaso, confirmo: los dos tantos que embocó El Diez contra Inglaterra en 1986. Esos minutos en los cuales todo, absolutamente todo, lo que el fútbol puede ser nos fue demostrado por nuestro genio del fútbol mundial. Lo bello, la trampa, el atletismo y la poesía. La picardía y la inteligencia. La razón y la pasión. Todo en un solo hombre.
Los adversarios protestaron la mano pero internamente festejaron el segundo. Casi todos lo admiten (sigue un poco amargo al respecto el arquero Peter Shilton). Uno de ellos, Stephen Hodge, portador de una casaca con el número 18, partícipe de cierta manera en la jugada que lleva al gol de mano, después del partido intercambió camisetas con Maradona. Estaba cerca. Vio la oportunidad. Se sentía privilegiado de haber compartido el campo de juego con el jugador al que más admiraba en el mundo. Un honor ser derrotado por semejante espécimen.
Con la camiseta del 10 como reliquia, pasaron los años y cada tanto, sobre todo en años de mundial, Hodge visitaba algún estudio de TV con su motín, contaba el cuento. Dice un presentador de un programa matinal que una vez Hodge apareció con su tesoro en una bolsa de plástico. La primera que vez que yo lo vi la llevaba en un maletín cerrado con llave.
Lo contacté; me pareció simpática la historia. Seguimos en contacto esporádico a lo largo de los años. En marzo del 2002 la camiseta que vistió Pelé en el mundial de 1970 (no sé cuál partido) rompió récords mundiales al ser subastada y finalmente vendida por £157,750. “Te parece que la de Maradona podría llegar a valer algo así?”, me preguntó Hodge. Aunque no la quería vender, dijo. Pero igual…
En un momento intentó acercarse a uno de los tantos ‘museos’ de memorabilia maradoniana. La respuesta que obtuvo por parte de los allegados fue dura. Cuestionaban que sea la genuina camiseta. En otro momento Hodge la prestó a un museo de historia del fútbol. Ahí estuvo bien resguardada, detrás de un vidrio, a temperatura ideal, varios años.
Y en abril de este año, 2022, cuarenta años después del evento en sí, Hodge finalmente la lanzó al mercado. Con la casa de subastas Sotheby’s, una de las más prestigiosas rematadoras de objetos finos del mundo, basada en Londres, se abrió la venta. Casi inmediatamente hubo una oferta anónima por cuatro millones de libras. El cierre sería a las 16 hora de Londres el 4 de mayo.
El milagro y la redención
Desde la mañana hubo un revuelo mediático importante, con todos los noticieros siguiendo ansiosos el destino de la prenda. El gol que usaron para ilustrar, casi sin excepción, fue el primero. Pero el valor de la chomba, todos lo sabemos, es cósmico justamente por los dos; el segundo es el verdadero milagro, y la redención. En las redes los intercambios continúan reviviendo recuerdos, relaciones íntimas, historias de lealtad, traición y justicia a medida que quienes aman el futbol evocan la reacción emocional y personal que esos instantes, vividos o contados, provocaron en cada uno de nosotros.
La prensa amarilla británica corrió con una historia que aseguraba que una delegación argentina constituida por integrantes de la AFA y de la familia de Maradona habían viajado a Londres para suplicar que ese tesoro – patrimonio nacional – termine en la patria. “¿Cuál familia?” comentó un allegado cuando se le pidió confirmación de este dato. La BBC quería explorar esta súplica nacional. Cuando informé a una productora que tanto la AFA como parte de la familia desmintieron la versión, agradecieron diciendo que entonces entrevistarían a otra persona. La maquinaria mediática generando sus propias versiones de los hechos. Un coleccionista privado argentino sí se hubo acercado al remate, pero se entiende que no fue finalmente el comprador.
La pregunta de si es o no el artículo genuino también resurgió una y otra vez. Sotheby’s la autenticó con tecnología avanzada analizando micro detalles; contando puntos, estudiando el tejido, comparando el despegue del número con imágenes del partido como referencia. En algún momento a lo largo de las décadas surgió la versión de que la camiseta fue utilizada no al momento de hacer los goles sino en el otro tiempo. Según Sotheby’s esto también ahora puede ser categóricamente desmentido; científicamente corrobora que esta es LA camiseta que portaba EL Diez al momento de sus dos goles.
Se trata en realidad de una remera barata comprada en un mercado de México porque Bilardo hubo decidido que la indumentaria provista por la AFA era demasiado pesada. Con la obsesión que lo caracteriza, Bilardo pesó las remeras de algodón oficiales mojadas con la cantidad de líquido que estimó podría ser sudor y o lluvia y encontró que eran demasiado pesadas. Entonces mandó a los utileros a comprar remeras azules con cuello en V, y las trabajadoras de la concentración se pasaron la noche planchando números plateados de los que se usaban para jugar deportes norteamericanos. Los escudos de la AFA también fueron aplicados a mano. Estos detalles sirvieron ahora para que Sotheby’s pueda autenticar la legitimidad de la prenda.
A las cuatro de la tarde en punto se dio a conocer la cifra por la cual finalmente fue vendida: más de 7 millones de libras. 7,142,500 para ser precisos. Cerca de 9 millones de dólares. La cifra más alta jamás pagada por un ítem de memorabilia deportiva. A la altura de las obras de arte más cotizadas. El comprador permanece anónimo. ¿Steve Hodge celebrará? ¿O tendrá que elaborar un pequeño duelo?
Peter Shilton logró protagonismo una vez más diciendo que si él hubiera obtenido la camiseta la hacía hilachas en el vestuario. Que no la hubiera aceptado ni para secar los platos en su bungalow de vacaciones. Gary Lineker felicitó a su excompañero Hodge por “jugarla bien”. “¿Qué diría Diego?” me preguntan en otro noticiero inglés. Podemos suponer que tras disputar que la camiseta sea realmente la suya, luego aceptaría que quizás sea la que usó pero que entonces no debería estar en manos de un inglés, y finalmente, tras intentar negociar una tajada de la torta, lo imagino sonriendo ante la cifra sideral, convencido de que realmente lo vale.
CC