Mientras la noticia de que la Copa América cambiaba su sede a Brasil generaba estupefacción, se jugaron las dos semifinales de la Copa de la Liga, en San Juan.
El primer turno fue para Boca y Racing, dos equipos que, con vaivenes en el juego y momentos de cierta inestabilidad para sus técnicos, también habían logrado avanzar a Octavos de la Libertadores. Entre las ausencias que podían condicionar el partido se contaban las de Cristian Medina en Boca, con covid, y Gabriel Arias, el arquero figura de Racing, convocado a la Selección de Chile (al igual Eugenio Mena). Miguel Ángel Russo, como es costumbre, también sorprendió con la formación del equipo: incluyó a Agustín Rossi por Esteban Andrada (hasta hace poco titular indiscutido), a Carlos Zambrano por Julio Buffarini y sacó de los 11 a Cristian Pavón.
A los 20’ del primer tiempo lo único claro, por lo menos para quienes seguían la transmisión de Sebastián Vignolo y Diego Latorre, es que había vuelto Cruella. En Twitter, el desarrollo del partido recordaba el soporífero amistoso de Los Simpsons entre México y Portugal.
Desarmada la gloriosa MVA (a la de Medina, se sumaba la ausencia de Agustín Almendra, lesionado) Boca no encontraba la manera de que Alan Varela y Edwin Cardona se hicieran cargo del partido. Racing, cómodo, le cedía la pelota a Lisandro López y Carlos Izquierdoz, que se la pasaban, inofensivamente, en su campo. La ubicación de Enzo Copetti como 4 reflejaba, a las claras, la postura del equipo de Juan Antonio Pizzi aunque Racing supo manejar la pelota ante la apatía de Boca, pero sin crear una sola chance de gol. Lo más cercano, para Boca, estuvo en un mano a mano en los pies de Sebastián Villa, desviado por Gastón “Chila” Gómez, el arquero que reemplazó a Arias.
Cuando el árbitro pitó el final de los 45 minutos iniciales, la posibilidad de un gol en la tarde cuyana era casi una utopía, pero es sabido que Boca es como una impresora: de la misma forma que no se sabe bien por qué a veces falla, de pronto, también sin muchas razones, puede volver a funcionar. De todos modos, si alguien tenía la esperanza de que en el segundo tiempo las cosas cambiaran, nada de eso ocurrió. Promediando los 30’, la semifinal entre Boca y Racing se postulaba como uno de los peores partidos de la Copa, especialmente por las expectativas al ser instancias definitorias.
En cuanto a jugadas de peligro el panorama fue tan yermo que habría que señalar algún desborde de Frank Fabra y un tiro débil, que pasó cerca del palo, efectuado por Carlos Tevez, que esta vez no aprovechó sus intervenciones aisladas, donde comprime su jerarquía y con frecuencia define los partidos de Boca. Russo decidió reemplazar a Cardona por Gonzalo Maroni y aunque el colombiano no había tenido una tarde para nada brillante, era el único que podía sacar un conejo de la galera. También hizo ingresar a Diego “El Pulpo” Gónzalez, que reapareció después de una lesión. En Racing, Pizzi sacó a los más veteranos (Iván Pillud, Darío Cvitanich e Ignacio Piatti) y corrió a Copetti de 9, pero ni Tomás Chancalay ni Leonel Miranda, de buen primer tiempo, pudieron encontrar los espacios para destacarse. Además ya pagaba el costo del esfuerzo del primer tiempo.
Los penales, inevitables, aparecieron en el horizonte como la conclusión obvia, no del partido, sino de la irregularidad propia del fútbol argentino, agravada por las múltiples consecuencias de la pandemia. En ese plano, Racing demostró una gran solidez para patear. Acertaron Matías Rojas, Lorenzo Melgarejo (a quienes Pizzi ingresó para eso) y Tomás Chancalay. En Boca, Tévez reventó la pelota contra el travesaño y siempre es un mal presagio que el ídolo erre un penal. Villa convirtió pero a continuación “Chila” Gómez atajó el tiro del Pulpo González. Fabricio Domínguez tenía la chance de liquidar la serie y Rossi, como ante River, se lució. Pavón, que ingresó en los últimos segundos (no en sentido figurado), no defraudó. Finalmente, Copetti -que ya había dado muestras de personalidad cuando convirtió aquel polémico penal contra Independiente en el último minuto-, determinó que Racing, a quien un par de semanas atrás todos daban por muerto, llegara a la final. Por esas turbulencias se entiende el festejo de los jugadores y el cuerpo técnico.
Boca, a pesar de que estuvo más cerca, dejó una imagen deslucida, no muy diferente, es cierto, a la que ofreció en otros partidos de este mismo semestre.
A las 7 de la tarde, un cielo rojo y naranja, salido de Crónicas Marcianas, otorgó a los primeros minutos del partido entre Colón e Independiente un contexto onírico. Desde el principio se notó que sería un partido más intenso que el anterior, en especial por la actitud de Colón, que de alguna forma salió a evidenciar que era el equipo más regular de la Copa y también uno de los más aceitados. Sin un estandarte como Paolo Goltz, ni Bruno Bianchi (los dos lesionados, el primero igual en el banco), el equipo de Eduardo Domínguez dominó con claridad y a los 18’ llegó al gol a través de un penal, después de una mano de Juan Manuel Insaurralde. Luis Miguel “Pulga” Rodríguez evitó “la psicológica” de Sebastián Sosa, mandando a Gonzalo Piovi como falso ejecutante. Jugadores como Federico Lértora, Rodrigo Aliendro, Christian Bernardi y, por supuesto, el Pulga, todos de buen desempeño en la primera rueda, pudieron haber alargado el marcador. En los últimos minutos, cuando Andrés Roa se cambió de la izquierda a la derecha, Independiente tuvo más la pelota pero no llegó a inquietar a Leonardo Burián.
Pudo empatar Independiente en los primeros 15 del complemento. Hubo un tiro libre en el travesaño de Lucas Romero y después un cabezazo de Roa que desvió Burián, en la que tal vez sea la mejor jugada colectivo de los de Julio César Falcioni en la Copa. Pero la ambición de Colón, que presionaba la salida de Sosa como si estuviera buscando el empate cuando en realidad ganaba, liquidó la ilusión de Independiente. El gol lo hizo Santiago Periotti, que había ingresado pocos minutos atrás y a los 22’ puso el 2 a 0, tras pase de Alexis Castro. Los últimos 20’ minutos del partido tuvieron a Colón más cerca de la goleada, que a Independiente del descuento. Ni la entrada de Alan Velasco, algo tardía, pudo cambiar la historia.
Por su pasado de gloria y la cantidad de obstáculos que enfrentó a lo largo de los últimos años (y de esta Copa en particular) es difícil analizar a Independiente. En todo caso, la superioridad de Colón, aunque no apabullante, fue indiscutible. También en San Juan, la final ante Racing será este viernes a las 19 hrs.
En caso de que el partido terminara en empate, antes de la opción de los penales, habrá tiempo suplementario.
MZ