No resultó extraño para nadie que el primer partido de Cuartos de Final, entre Estudiantes e Independiente, dirigidos respectivamente por Ricardo Zielinski y Julio César Falcioni, terminara 0 a 0. Los dos técnicos, reconocidos por su rigurosidad táctica, no dejaron nada librado al azar y ofrecieron un partido disputado y tenso, apenas matizado por la claridad del tándem Jorge “Corcho” Rodríguez/Juan Manuel Sánchez Miño en el medio Estudiantes, y el vuelo creativo de Alan Velasco en Independiente.
En el segundo tiempo, la injusta expulsión de Thomas Ortega, lateral por izquierda del equipo de Falcioni, pareció inclinar la cancha para Estudiantes, pero el partido siguió jugándose lejos de los arcos y aunque hubo algunas tentativas, el empate fue inexorable. La tanda desde los 12 pasos se definió rápidamente a favor de Independiente por la existencia de Sebastián Sosa, que, después de su habitual ceremonia (una combinación de gritos, recomendaciones y gestos hacia el ejecutante) logró atajar dos penales seguidos. Su personalidad extrovertida y de fuerte ascendencia en el grupo, lo relaciona con la idiosincrasia de los arqueros solistas de los años 90 (Chilavert, Burgos).
Falcioni venía de perder a su esposa en la semana. Guerrero de varias batallas, también atravesó por el covid. Los “momentos emotivos” del deporte -de los medios en general- suelen ser intolerables por mezclar falsa solemnidad y premeditación. Fue un hombre de apariencia inquebrantable el que lloró en serio.
Dos equipos que hicieron muy bien las cosas, pero con itinerarios diferentes, se encontraron a las 9 de la noche del sábado. Por un lado Colón, que realizó una gran campaña pero en las últimas fechas decayó en su nivel (lo que no puso nunca en duda su clasificación como primero). Y por otro Talleres, que a pesar de perder con Lanús el fin de semana pasado, con victorias ante Boca e Independiente, se había ganado su lugar entre los 8 mejores. Y aunque empezó ganando Colón, con gol de Alexis Castro, el partido -de muy buen nivel en el primer término- en términos generales fue para Talleres, para el ímpetu y la energía de sus jugadores, empezando por Franco Fragapane, que empató y fue figura.
Sin embargo, los cordobeses nunca pudieron doblegar del todo al arquero Leonardo Burián -que tuvo infinidad de buenas atajadas-, y cuando Colón se quedó con 10, por la expulsión de Erik Meza, tampoco aprovechó el jugador de más. Talleres intentó pero Colón, sacando a relucir el oficio de un equipo que cuando no juega bien nunca se desorganiza ni se desespera, mantuvo el empate. Encima José Mauri fue expulsado en Talleres a los pocos minutos de ingresar. En la inevitable tanda de penales, se destacó nuevamente Burián, que al desviar el tiro de Rafael Pérez marcó la diferencia y permitió que Luis Miguel “La Pulga” Rodríguez sellará el 5 a 4. Colón mereció pasar, tal vez menos por el partido que por la Copa, y se enfrentará a Independiente. Talleres hizo un gran papel y sigue en la Sudamericana.
¿Quién hubiese dicho, el domingo 2 de mayo por la noche, después de perder 1 a 0 con Central Córdoba, que Racing estaría entre los 4 semifinalistas? El ciclo de Juan Antonio Pizzi quiso ser herido de muerte desde el principio, especialmente luego de perder 5 a 0 con River por la Supercopa, sin embargo parece haber conseguido más vidas. La de Vélez debe ser la mayor decepción de estos Cuartos porque fue el mejor de la Copa pero no pudo capitalizar todo lo que hizo en la fase de grupos. Es en ese sentido que este sistema de competición se revela algo insuficiente.
Al minuto y medio, Juan Martín Lucero perdió el gol con el arco solo y esa jugada marcaría la suerte de Vélez hasta la derrota final. Ya sea por la irrupción de Gabriel Arias o la del travesaño, donde rebotó un tiro libre de Thiago Almada, el partido seguía empatado. En el segundo tiempo ya no hubo tantas jugadas claras para Vélez, y todo empezó a parecerse demasiado a Colón-Talleres o Estudiantes-Independiente, tanto que no quedó otra que ir a los penales. Ahí, hasta Leonardo Sigali, cuyo tiró pegó en el travesaño y salió afuera, pateó bien en Racing. Fue el palo (en el penal de Matías de Los Santos) y la atajada de Arias a Lucas Janson, lo que permitió que Enzo Copetti, que había forcejeado todo el partido con la defensa velezana, pusiera el 4 a 3 final.
Incluso antes de que se desatara el brote en River, los dos equipos llegaban al Superclásico en medio de situaciones por lo menos confusas desde el aspecto futbolístico. Boca, que parecía haber encontrado el equipo, de pronto perdió tres partidos seguidos y hasta la MVA (Medina/Varela/Almendra) fue puesta en duda. River se había recuperado de la derrota con San Lorenzo, pero a lo largo de toda la temporada alternó buenas y malas.
El partido jugado frente a Junior el miércoles, mientras de fondo sonaban las explosiones de una revuelta popular reprimida, subrayaron la obsesión patológica del fútbol por ser un “mundo aparte”, como si estuviera totalmente disociado de la “realidad”. Algo similar ocurrió con la omnipresencia del coronavirus: aunque buena parte de los equipos tuvieron brotes importantes, se naturalizó que nunca se pensara en la posibilidad de suspender partidos, básicamente porque eso indicaría la suspensión total del fútbol. Por eso a River no le quedó otra que afrontar los Cuartos de Final con 15 jugadores menos: entre ellos los 3 arqueros de Primera y el titular de reserva (Franco Armani, Enrique Bologna, Germán Lux y Franco Petroli), más jugadores que suelen ser titulares como Nicolás de la Cruz, Robert Rojas, Paulo Díaz, Agustín Palavecino, Santos Borré y Matías Suárez. La ausencia de Federico Girotti en el banco también se puede contar como una baja sensible. De todos modos, el detalle más insólito era que Alan Díaz debutaría en Primera siendo suplente en Reserva, situación que sería inverosímil hasta en una película.
La ola de contagiados en River, entonces, modificó el significado del partido. Por un lado, le pasó toda la responsabilidad a Boca, que ya la tenía por atravesar un periodo negativo en cuanto a clásicos (5 eliminaciones a partir de la Sudamericana 2014), que devaluó, quizá injustamente, muchos logros locales. Por otro, le bajaría el precio a la victoria de los de Russo y convertiría en épica la de River, que jugaba con lo que tenía. Una vez empezado el partido, fue complejo que los atenuantes no influyeran en el análisis.
En principio, el mediocampo improvisado por Marcelo Gallardo (el binomio Leonardo Ponzio/Enzo Pérez como doble 5, más Milton Casco, un lateral-volante) no funcionó del todo. Por el lado de Boca, el trío Julio Buffarini, Cristian Medina y Cristian Pavón por derecha, complicaba a un River dubitativo, con el arco a 50 metros. Tras centro de Medina, Carlos Tévez, a los 10 minutos, puso el 1 a 0, de cabeza. Antes había empujado a Jonatan Maidana en la puerta del área, en una falta que el árbitro, Facundo Tello, juzgó inexistente. Después del gol, Boca dominó abiertamente el partido y probó varias veces de afuera para inquietar al arquero debutante, que recién a los 46’ desvió un tiro de Agustín Almendra. Antes River se había acercado con bastante peligro en dos jugadas seguidas. Fue un lapso aislado en un primer tiempo donde predominó Boca.
La entrada de José Paradela por Enzo Pérez, que se fue con molestias, le dio un impulso distinto al partido. Creció Ponzio, empezó a gravitar Julián Álvarez y desde el fondo Héctor David Martínez aportaba en ataque casi como un lateral. Boca entró en cortocircuito y cuando pudo rematarlo apareció la figura inesperada de Leo Díaz, el arquero inexperto que jugó como un veterano y le sacó tres remates de gol a Tévez.
Cuando Álvarez, de cabeza, empató para River, el trámite del partido había cambiado por completo. Ante la ineficacia de Jorge Carrascal, Gallardo apeló al banco: Lucas Beltrán, Tomás Galván y Daniel Lucero, estos dos últimos de Reserva. En Boca, el ingreso de Edwin Cardona aportó un poco de tranquilidad pero eso no evitó que los juveniles de River le manejaran la pelota. El partido tuvo mucha intensidad y algunas entradas violentas que tal vez merecieron roja. De todas formas, la cuarta definición por penales era irreversible.
Después de que Tévez y Villa marcaran para Boca, y Montiel para River, Agustín Rossi atajó el tiro de Angileri. Llegó el momento culminante de la noche: Cardona eligió picársela a Díaz, quien, a punto de tirarse a un costado volvió al centro del arco y la sacó. El pibe ya estaba en la Historia. El anticlímax para Boca tuvo correspondencia con el transcurso del partido, pero Rossi pagó los errores que pudo haber tenido con otra atajada, esta vez a Ponzio, y Buffarini definió el 4 a 2. Fue el punto final para un Superclásico ambiguo, de sensaciones encontradas, muy condicionado por la coyuntura sanitaria, en el que Boca encontró la victoria frente a un rival diezmado, que, incluso en la derrota, puede considerar que hizo un buen papel. Por ahora, Boca sigue en los dos frentes, y lo espera Racing en semifinales. El River de Gallardo no sólo fue eliminado en el torneo local sino que deberá atravesar los 2 últimos partidos de la primera fase de Libertadores sin 15 de sus futbolistas.
MZ