La semana pasada ocuparon lugar Racing e Independiente -por las consecuencias del penal imaginario- y Defensa y Justicia, campeón de la Recopa, pero los reflectores se los llevan Boca y River. ¿Siempre fue así o es algo que en los últimos años creció de manera exponencial? Tal vez la propagación de medios profundizó una predilección acostumbrada. El cronograma del fútbol continúa en medio de la pandemia, con movimientos de horario, protocolos y, a la vez, una postura indiferente -tal vez la que se utiliza para seguir con la vida cotidiana en cualquier rubro- y por más que se da por descontado que varios planteles están diezmados por el virus.
Podrán decir lo que quieran de Vélez, pero se recupera. Pierde por goleada, histórica, contra Boca, y se recupera. Pierde un pase a la Sudamericana frente a Banfield, y se recupera. Pierde, cuando nada lo hacía prever, con Atlético Tucumán (no por Atlético sino porque Vélez venía puntero) y, ¿a qué no saben?, se recupera. Le ganó 2 a 0 a Huracán. No tendrá el currículum del Vélez de los noventa, puede que esa etapa haya sido irrepetible, pero siempre -a excepción de algunos años recientes donde pareció naufragar- será ese equipo que nadie se quiere cruzar, que casi todo intentará pelearlo y que le da la oportunidad a pibes de las Inferiores. En la próxima fecha, si pierde, lo podrían igualar en el grupo B, pero no superar.
El panorama de Aldosivi es malo, no sólo por el hecho de haber perdido 6 de los 10 partidos, sino porque la propuesta de juego es realmente buena. Gago e Insúa se la juegan a trajinar un camino; tienen, en esta Copa, la ventaja de que no haya descensos, sin embargo la apuesta es arriesgada. Debería considerarse, más allá de los puntos, a ese riesgo como un elogio. Rosario Central, que después de la derrota con San Lorenzo padeció un aparente nocaut, ganó en Mar del Plata y ahora pelea un lugar entre los cuatro del grupo A.
Si la Copa fuese una serie se podría decir que en el episodio anterior, con ciertos sobresaltos, River le ganó al puntero, pero que, sumado al partido por Copa Argentina, dio la impresión de estar terminando de desperezarse, algo inquietante para los demás equipos.
La superioridad de River es tácita (eso no indica que siempre se cumpla, pero es el preconcepto), por lo tanto quien lo enfrenta puede intentar armar un bloque defensivo inexpugnable o, como hizo Central Córdoba en el primer tiempo, creer con convicción religiosa que ya perdió de antemano y, por lo tanto, hacerle el mejor partido posible. Eso fue lo que pasó, pero cuando faltaban 15 segundos para los 46’ del primer tiempo, River ganó un córner y Fabrizio Angileri -cada vez más sólido- puso el 1 a 0. En el segundo tiempo, con Central Córdoba aquietado tras el degaste físico y el shock del gol, hubo pasajes de floreo. River cuenta con dos jugadores surgidos de abajo cada vez más determinantes: Julián Álvarez y Federico Girotti. Este último hizo un gol a poco de ingresar; fue cultivado a lo largo de los años por Marcelo Gallardo y amenaza con convertirse en una gran aparición, no sólo para River, sino para el fútbol argentino.
El 5 a 0 incluyó un gol de José Paradela, significativo para un refuerzo que necesita ganar confianza y hasta el viernes todavía no había demostrado la potencialidad que exhibió en Gimnasia de La Plata, ésa que lo ubicó entre los favoritos de Diego Maradona. A pesar de las lagunas habituales, los 2 de Santos Borré ya son una costumbre de la casa. En el fondo, y ante la ausencia de Javier Pinola y la alternancia de Jonatan Maidana, Paulo Díaz parece haberse convertido en un líder. En el medio, Enzo Pérez pasa, como casi siempre, por un gran momento. Después del titubeo lógico de principios de temporada, Gallardo parece estar dándole los últimos toques al equipo que competirá el resto del año.
“Boca”, como dicen sus apólogos, tautológicos, “es Boca”. Miguel Ángel Russo es señalado por el periodismo y parte de la hinchada, aunque hay un claro desfase generacional en quien critica sin contemplación, y quien, primero, aprecia al campeón de la Libertadores 2007 y a la persona por su amplia trayectoria (30 años dirigiendo, es un clásico de una generación de técnicos).
El partido ante Atlético Tucumán, en la Bombonera -escenario que últimamente le trajo problemas-, tuvo algunas de sus mejores ráfagas de fútbol en el año. La cercanía del debut contra The Strongest, por Copa Libertadores, y las bajas de Carlos Zambrano y Jorman Campuzano (los dos con Covid, el segundo además lesionado), impuso un equipo alternativo. El primer gol lo marcó Cristian Medina, un chico de Inferiores que por su desempeño regular merecía alguna recompensa. El segundo fue de Sebastián Villa. Boca amenazaba con golear, superaba ampliamente a los tucumanos que, por prepotencia de trabajo, descontaron a través del cabezazo de Leonardo Heredia. Con su claridad para los pases se destacó Agustín Almendra, a quien Russo quiere rescatar después de un tiempo largo de ostracismo.
La expulsión temprana de Cristian Erbes por doble amarilla (a los 15 minutos del segundo tiempo), permitió a Boca un dominio por momentos exclusivo de la pelota. Hubo fluidez pero Carlos Tévez estuvo inestable en la definición (no así en el juego) y Cristian Luchetti recordó por qué sigue atajando a los 42 años. En una arremetida voluntariosa, Agustín Rossi desvió un remate que hubiese significado un empate tan injusto como anticlimático.
Poco antes de terminar, Franco Soldano, el 9 cuestionado por no hacer goles, de rebote, con la ambición que a veces prefiere descartar para favorecer a otro compañero, puso el 3 a 1. Era otra buena noticia para Boca, que ganó autoestima y, por diferencia de gol, sigue en el segundo puesto, atrás de Vélez: tiene 16 como Talleres (de gran campaña, goleó 3 a 0 a Unión) y Lanús (en zigzag, perdió con Sarmiento 1 a 0). Completaron la grilla del sábado el empate entre San Lorenzo y Argentinos Juniors (1 a 1) y el segundo triunfo del Newell’s de Germán Burgos, 1 a 0 ante Patronato, que sigue último en el grupo B, al igual que Arsenal en el A, ahora acompañado por Aldosivi y Platense, porque ganó 3 puntos al imponerse 2 a 1 a Racing, que no pudo capitalizar la victoria ante Independiente.
El peso pesado del domingo era Estudiantes, en su Estadio, contra Gimnasia. Como casi todos los clásicos post pandemia, la ausencia de público sugirió una adversidad para el clima habitual de este partido.
El plantel de Gimnasia sufrió un brote de Covid-19 semanas atrás y se supo que Lucas Barrios tiene una miocarditis leve, según informó el Club, efecto secundario del virus. También Germán Delfino y Miguel Savorani, que iban a dirigir, dieron positivo: los reemplazaron Darío Herrera y Ezequiel Brailovsky.
En medio de ese contexto complicado (también Estudiantes sufrió bajas), en los primeros 15 minutos Marcelo Weigandt (a préstamo, de Boca y de buen nivel general) y el atrevimiento de Johan Carbonero inclinaron la balanza para el Lobo, aunque todo era peleado y difuso. Estudiantes, con Leandro Díaz y Martín Cauteruccio como factores de peligro, y algunas pinceladas de Juan Manuel Sánchez Miño, mejoró con el correr de los minutos, pero en el segundo tiempo la fricción pudo más que la circulación de la pelota.
Cuando Díaz, el delantero de Estudiantes, reventó el travesaño, a diez minutos del final, el empate era clavado. Ganando, Estudiantes hubiese alcanzado a River como segundo en el grupo A, donde Colón sigue arriba.
A los 30’ habían echado a Harrinson Mancilla y Gimnasia tenía uno menos, pero Nicolás Contín luchó con los defensores de Estudiantes y casi se va solo frente a Marcelo Andújar. Al instante, Rodrigo Rey impidió la última arremetida de los locales: centro de Sánchez Miño y aparición de Manuel Castro. Fue una brisa antes del final, sostenida por la expulsión, pero otorgó al clásico su épica emblemática en medio de las consecuencias de la pandemia.