OPINIÓN

Ahora que termina la miniserie de YPF, comienza la telenovela con el FMI

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La economía argentina se presenta, a veces, como una telenovela que ocupa el horario central y atrapa a su público como si de su desenlace fuera a depender el fin del mundo.

El año pasado, además de los efectos de la pandemia, la gran historia que ocupó el prime time de la atención nacional fue la renegociación de la deuda soberana por US$ 67 mil millones que encaró el ministerio de Economía con los acreedores privados. Las conversaciones entre las partes consumieron meses de idas y vueltas, con mensajes que cruzaban de un lado a otro e hicieron que el precio del dólar que se negocia en el mercado paralelo al oficial -el temido blue- tocara su récord cuando el supuesto fracaso de las negociaciones amenazaba con llevar nuevamente al país al default. El dólar blue, que llegó a 199 pesos en 2020, está hoy en 150, como si nada hubiera pasado. Una lástima para los televidentes desprevenidos, que compraron creyendo en el drama que elucubraban los guionistas de la telenovela.

Desde hace exactamente un mes, la nueva saga que ocupa el horario central es la miniserie por capítulos con la renegociación de la deuda de YPF. Comenzó el 7 de enero con la oferta de canje por US$ 6.200 millones que hizo sorpresivamente la petrolera controlada por el Estado y que provocó que algunos exagerarán con el quiebre de la petrolera. La novela YPF contra Fidelity-BlackRock-Oaktree incluyó el capítulo memorable del día que se filtró que el presidente de la petrolera, Guillermo Nielsen -que hacía del muchacho bueno de los mercados-, sería reemplazado por el diputado santacruceño Pablo González -al que los medios le dieron el papel de muchacho malo con los mercados-. El precio de la acción de YPF tocó su valor en dólares más bajo de la historia, llegando a hacer creer a muchos que el valor de YPF -según su capitalización bursátil- era de apenas US$ 1.400 millones, el equivalente a apenas un 5% de las reservas certificadas de petróleo que tiene la empresa que es dueña del 50% del mercado petrolero argentino.

La realidad no es ni una telenovela ni una miniserie. El precio de la acción de YPF ya recuperó un 30% desde el día de su peor caída mientras siguen abiertas las tratativas con los fondos de inversión que pulsean (a los cuales le mejoró ya cuatro veces las condiciones de su oferta original). Hubo acercamientos con Oaktree y BlackRock primero, ahora mismo transcurren negociaciones en tiempo de descuento con Fidelity. Fuentes al tanto del juego de póker en desarrollo deslizan que los bonistas, incluso los más duros, terminarán sumándose para el final feliz que mañana sería anunciado por YPF. Habrá acuerdo, detalles al margen. El petróleo no llegará al río.

Si se hace un ejercicio de memoria, la historia de vértigo vivida por YPF durante el último mes no se compara, ni de lejos, con lo que fue el abismo de abril del 2012, cuando -acorralada por un déficit de US$10 mil millones anuales, generado por las importaciones de energía- la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner decidió nacionalizar el 51% de YPF y puso a un hombre del sector privado, Miguel Galuccio, en la doble función de presidente y gerente general de la empresa.

En aquel momento, por la nacionalización y las quejas de Repsol, , la empresa que cotizaba a US$60 por acción cayó a un piso de US$12. Una vez más, se anunciaba el fin del mundo.

Pero nada de eso ocurrió. Por gestión de Galuccio, YPF recibió de Chevron una inversión de US$1.200 millones en Loma Campana y lo hizo pese a que, como hoy, en ese entonces había un cepo que generaba un dólar blue a $9 contra el oficial de $5, la misma brecha que hoy.

La llegada de Chevron fue un punto de inflexión para la Argentina. Al moverse los grandes inversores en manada, cuando ven que uno de los grandes jugadores del mercado - Chevron lo es- se acerca a pastar en la llanura de un nuevo negocio, todos lo siguen. Así también llegaron Dow Chemical y Petronas para asociarse con YPF y Exxon -la petrolera más grande del mundo- desembarcó en soledad, para no quedarse afuera.

¿Cómo se logró la llegada de Chevron? Casi por un tema de amistad y respeto entre el entrerriano Galuccio y el estadounidense de origen iraní Ali Moshiri, jefe de la compañía para toda América Latina. Una amistad que fue bendecida por la presidenta Fernández de Kirchner, que sacó primero un decreto presidencial para asegurarle a Chevron que podría llevarse en dólares su inversión después de cinco años, que después fue convertido en ley. Es decir, se generaron las condiciones y el respaldo político e YPF comenzó a levantar dólares en el mercado internacional como nunca lo había hecho antes en préstamos, pero también en ventas de participaciones en bloques de Vaca Muerta.

Cuatro meses después del final del gobierno de Cristina Fernández, Galuccio salió de una YPF que ya valía US$ 30 por acción y generaba US$ 5.500 millones de ganancia antes de impuestos, intereses y depreciación (lo que se conoce como Ebitda por sus siglas inglesas). Con ese nivel de ganancias, el tamaño de la deuda no era un problema porque la relación (el ratio) deuda sobre Ebitda era de tan solo 1.6.

En los años posteriores a Galuccio, el entonces presidente Mauricio Macri puso a un financista, Miguel Gutiérrez, como presidente de la empresa. Cuando Macri entregó el mando a Alberto Fernández, YPF había pasado a tener apenas US$ 2.000 millones de generación de Ebitda. El problema actual de YPF no es tanto la deuda que pueda haber tomado en el pasado cuanto la raquítica generación de ingresos que tuvo durante los años de vigencia de la resolución 46 y, más tarde, el precio sostén para el “barril criollo”.

La buena noticia es que hoy Vaca Muerta produce 600.000 barriles de petróleo y la industria ya sabe que es el tercer reservorio de petróleo no convencional y el segundo de gas no convencional del mundo. Hay 100 años de reserva en Vaca Muerta y las empresas saben que se puede extraer a un costo razonable con los precios actuales que se pagan en el mundo. Esto no existía en 2012. En ese momento, Vaca Muerta era un enigma, nadie conocía el subsuelo. Era un período completamente exploratorio. Ahora es otra cosa y ya existe una ley. Con su deuda refinanciada, es muy probable que la petrolera con mayoría estatal YPF llegue a un acuerdo con la estatal noruega Equinor. Podría tratarse de la nueva Chevron que lidere la manada de inversión que retornaría a pastar en tierras argentinas.

Para que se recuperen los ingresos de la YPF que presidirá González y viene gerenciando Sergio Affronti -sugerido por Galuccio- tendrán que pasar unos cuantos meses, quizás algunos años. Y, por sobre todas las cosas, habrá que llegar a un acuerdo con el FMI para renegociar los US$ 44.000 millones de deuda que tomó Macri. Esa será la nueva telenovela de visión obligada desde el martes.

El negociador de esa deuda es Sergio Chodos, alter ego de Martín Guzmán. Su aspiración es bajar el nivel de los intereses que paga la Argentina, hoy en el orden del 3.5% (por encima del 3,07% que cobran los privados luego de la restructuración que lideró Guzmán el año pasado). Esta semana, el FMI aseguró que también quiere terminar las negociaciones antes de mayo. Argentina necesita hacerlo antes de ese plazo para renegociar con el Club de París otra de sus deudas. A ese club de países, la Argentina le paga 9% de intereses.

La buena noticia para la Argentina es que ya no está Donald Trump al frente de Estados Unidos y que su sucesor, Joe Biden, está decidido a inyectarle US$500 mil millones al Fondo para que los distribuya en el mundo necesitado de incentivos en efectivo para salir de la pandemia. Un nuevo Plan Marshall de escala mundial que llega en el momento justo. No será fácil conseguir una reducción en los intereses con el FMI, pero ese será el gran intento. Guzmán tiene la valija lista para viajar a Washington y reunirse con Janet Yellen, la jefa del Tesoro, que por las restricciones de la pandemia aún no se ha reunido con nadie.