Opinión

Cuánto aumentar el gasto sin que se dispare el dólar en plena campaña y con una soja no tan alta

20 de junio de 2021 00:01 h

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Ocurrió a fines de mayo, antes de que el ministro de Economía, Martín Guzmán, y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, escenificaran con una foto de principios de junio la tregua entre ambas visiones económicas disímiles aunque no contrapuestas dentro del Frente de Todos. Fue una reunión en el Senado citada por Cristina Fernández de Kirchner. Comparecieron ambos, pero también los ministros de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, de Agricultura, Luis Basterra, y de Producción bonaerense, Augusto Costa, y la secretaria de Comercio Interior, Paula Español. La vicepresidenta los zarandeó a todos, elevó el tono de voz, pero el que más cobró fue Guzmán. El ministro defendió su estrategia para conseguir dólares con exportaciones, a Cristina Kirchner le pareció bien, pero le advirtió que “la gente debe morfar”. Acababa de comenzar el cepo parcial a la exportación de carne vacuna por 30 días, que vence hoy. Ella le reprochó que hubiese elaborado un presupuesto sin prever el impacto económico de la segunda ola del Covid-19 y que pisara tanto el gasto. Volvió a reivindicar su gobierno. 

A partir de entonces se fueron aflojando las tensiones. Para no ser menos, Alberto Fernández reunió a los pocos días a todo el gabinete económico en Olivos. Guzmán y Kicillof no sólo se fotografiaron juntos sino que también han comenzando a telefonearse en forma permanente. Igual persisten lo que ellos definen como “fricciones naturales” o “diferencias de grado” en una experiencia inédita para el peronismo al gobernar en coalición y sin un líder que controle todo. Ahora es tiempo de unidad para ganar un proceso electoral que arranca en septiembre con las primarias. Para más adelante quedarán las peleas de fondo, aunque las opiniones se dividen sobre ellas. Hay albertistas que temen que la vicepresidenta ya le haya “picado el boleto” al ministro de Economía, mientras que hay cristinistas que lo descartan: “La tarea de Guzmán no está resuelta, debe reestructurar la deuda con el FMI y reestablecer la relación con el mundo financiero, pensar que Cristina no quiere eso es subestimarla, lo que pasa es que ella plantea una posición más dura sobre las condiciones del acuerdo y la defensa del interés nacional”. Pero hay dirigentes más extremos dentro del Frente de Todos, como los que firmaron el 25 de mayo contra el pago de la deuda y hoy por la reestatización de la hidrovía, que opinan que el ministro tiene el boleto picado no por la vicepresidenta sino por “una situación social que esta coalición no se banca”. Entre los firmantes de esas proclamas están los economistas Fernanda Vallejos, Claudio Lozano, Guillermo Wierzba, Felisa Miceli y Roberto Feletti, el jefe de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) de los Argentinos, Hugo Yasky, y el de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), Juan Carlos Alderete.

Guzmán y Kicillof mantienen coincidencias básicas en contra de una devaluación, de una apertura del cepo cambiario o de una estrategia de endeudamiento, y eso los separa de lo que fue la experiencia de Cambiemos. También están a favor de impuestos altos para financiar un gasto público alto, tal como dejó claro el ministro el pasado miércoles ante grandes empresarios que se quejaron de los tributos pero le aplaudieron la moderación en un almuerzo del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp), que preside Daniel Funes de Rioja. Ese mismo discurso del jefe del Palacio de Hacienda reiteró las “diferencias de grado” que mantiene con el último ministro de Economía de CFK. Esas discrepancias tienen que ver con cuánto el Estado puede gastar de cara a la recuperación socioeconómica previa a los comicios y en qué medida eso impactará o no en una disparada de los dólares paralelos.

El ministro insiste una y otra vez que el problema no radica en las erogaciones sino en cómo se financian y considera que si las costea con una emisión monetaria mayor a la ya existente, inversores individuales y empresas saldrán corriendo detrás del dólar, como hicieron en octubre pasado, cuando el blue llegó a $ 195, el Bolsa a 169 y el contado con liquidación (CCL) a 181. En las huestes de Guzmán consideran que no hay que complacer al mercado financiero con un ajuste del gasto sino elevarlo por encima de la inflación para desactivar protestas sociales y alentar el consumo interno, pero “tampoco irse de mambo” porque consideran que la emisión monetaria “tiene un límite” y los inversores se van ir al dólar aunque se los reprima con más controles. Es decir, creen que si no pueden comprarlo por la vía legal en la Bolsa o el CCL, recurrirán al informal. Guzmán busca el balance entre ambas tensiones. Quiere revertir el recorte real (ajustado por inflación) que le aplicó a principios de año a salarios públicos y jubilaciones y acelerar las obras públicas, más por su efecto económico que por el impacto mediático de funcionario cortando cintas en campaña. No por nada Kicillof y el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, están inaugurando tramos de rutas ampliadas o mejoradas. Guzmán discute cuando le piden subsidios indiscriminados, como los de la energía, en los que terminó cediendo, o un nuevo Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que denegó para concentrar la ayuda social en programas más focalizados.

Kicillof está de acuerdo con la sostenibilidad fiscal a la que apunta Guzmán, pero considera que en el contexto actual no se puede sobrecumplir la meta de ahorro primario (antes del pago de la deuda) del 4,5% del PBI. Entonces deben aprovecharse los ingresos extra del aporte solidario de las grandes fortunas y la recaudación tributaria por la inflación mayor a la prevista y por la supersoja, cuya tonelada cayó de los US$ 602 en las últimas dos semanas pero después de que terminara lo grueso de la cosecha y aún se mantiene en niveles relativamente altos (512). El gobernador no ve una relación tan directa entre un mayor gasto y una presión sobre el dólar y considera que en tal caso deben ecualizar ambas variables. Celebra que el Banco Central haya logrado recuperar US$ 7.000 millones de reservas líquidas gracias a la soja y cree que entre eso e intervenciones en los mercados del dólar bolsa y el CCL se pueden aplacar eventuales tensiones cambiarias típicas de los periodos preelectorales. Aunque le pide más gasto al ministro, reconoce que hay que manejarse con prudencia para evitar una disparada del dólar en plena campaña. “Si se nos va el dólar, cagamos”, admiten en La Plata.

En el Central, que conduce Miguel Pesce, especulan con que poderosos actores económicos intenten sembrar inestabilidad con compras de divisas y remarcaciones de precios en los próximos meses para evitar que el Frente de Todos se quede con la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados en las elecciones de noviembre. En la City descreen de las conspiraciones de pocas manos manejando el mercado: “Hay grandes fondos de afuera que aún siguen y se podrían ir, como Pimco o Templeton, pero no veo a nadie con capacidad por sí solo de generar una corrida cambiaria o de precios. Lo que sí es que se van a financiar campañas”. En tiempos de pandemia deberán untarse con alcohol en gel los valijeros de unos y otros que buscan bolsos cargados de efectivo y los trasladan a departamentos misteriosos que funcionan como centros de distribución para el proselitismo.

Por fuera de las diferencias de grado entre Guzmán y Kicillof, hay posiciones rupturistas en el Frente de Todos, como las de quienes firmaron la proclama contra el pago de la deuda al Club de París -que vence a fines de julio- y al Fondo Monetario Internacional. Son los mismos que plantean que, en lugar de amoldar la política fiscal a las expectativas del mercado, hay que reprimirlas. ¿Cómo? Con mayor control de la liquidación de las divisas de exportación y de la justificación de la salida de dólares para operaciones comerciales y financieras, transparentando e interviniendo en los mercados del dólar bolsa y el CCL para evitar especulaciones contra la política gubernamental, y con una reforma de la ley penal cambiaria. 

También hay posiciones más pro mercado en la coalición gobernante, como la de Sergio Massa, que esta semana viajó a Estados Unidos con su asesor en política exterior Gustavo Martínez Pandiani y la diputada Laura Russo. El presidente de la Cámara de Diputados se reunió con los jefes de las comisiones de Relaciones Exteriores de ambos recintos del Capitolio, el senador Bob Menéndez y el representante Gregory Meeks, y se adjudica haber sido la llave para que Guzmán recibiera el miércoles la llamada del subsecretario del Tesoro norteamericano, Wally Adeyemo. Massa considera que el abaratamiento de la soja aumenta la necesidad de al menos un compromiso de un acuerdo poselectoral con el FMI que destrabe la negociación con el Club de París. Pero fuentes empresariales de Estados Unidos niegan relevancia al viaje de Massa, advierten que Adeyemo reclamó un plan económico “sólido” y apuntan a que al gobierno de Joe Biden le molestó la abstención argentina en la Organización de Estados Americanos (OEA) en la votación sobre la violación a los derechos humanos en Nicaragua.

En la industria aceitera también prevén que el campo vuelva a retener granos en los silobolsas no sólo porque pasó la cosecha gruesa y el agricultor debe estirarse hasta la fina (la de trigo, en diciembre) sino por el menor valor de la oleaginosa y por las especulaciones electorales que sobrevendrán. En tanto, el gobernador de la provincia donde votan cuatro de cada diez argentinos considera que la campaña dependerá de la vacunación -factor que en Chile no influyó a favor de la derecha gobernante- y de una recuperación de la economía y de los ingresos de los trabajadores. Esta semana se instauró una nueva pauta salarial del 45%: fue lo que consiguieron los Moyano para los Camioneros, lo que concedió la camporista Fernanda Raverta a sus empleados de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses) y lo que logró Víctor Santa María reabriendo la paritaria de los encargados de edificios. Ya no va más el 32% con el que soñaba Guzmán. Igual para que el 45% le gane a la inflación habrá que trabajar. Por ahora el índice de precios al consumidor (IPC) acumula 48% en el año, nivel que consultoras y bancos vaticinan que se mantendrá hasta fines de 2021, según el relevamiento de la firma FocusEconomics. Para 2022, los analistas del mercado pronostican un descenso al 39%, pero Empiria Consultores, del ex ministro de Hacienda macrista Hernán Lacunza, anticipa un 53%, similar a la cifra con la que él se despidió del gobierno, pero en este caso por los atrasos cambiario y tarifario que ha impuesto en estos meses el Frente de Todos. 

Igual, en el Central reconocen que la depreciación del peso retomará su ritmo similar a la inflación una vez que se esta se calme, pero sin caer en movimientos bruscos. En el gabinete económico califican de “sensible” la baja de la inflación mensual del 4,1% en abril al 3,3% en mayo y aguardan un 2,9% o un 3% en junio. Defienden que lo fiscal y lo monetario están alineados, pero atacan la ambición de los empresarios que remarcan: “Sobreestiman sus problemas y subestiman su rol en la inflación”. Los funcionarios pronostican una merma de la inflación para los próximos meses por el acuerdo de la carne vacuna que se anunciará este martes, por la contracara de la caída de precios de las materias primas (se abaratan el maíz, que alimenta al ganado, y el trigo, que comen los argentinos) y la mejora en los controles de precios. En la City coinciden en que el IPC se irá desacelerando por el ancla cambiaria, el impacto rezagado de la moderación de la expansión monetaria de 2020 y porque ya pasaron los aumentos regulados, como los de la energía y la medicina prepaga -que recurrió a la Justicia por las cuotas y comparte el temor de sindicalistas de la CGT por la reforma sanitaria que plantea el Gobierno-. Pero en el mundillo financiero porteño alertan contra lo que ellos consideran “excesos”: les parece bien que aumenten los salarios, pero no tanto como para que los empresarios reaccionen remarcando precios; y admiten un mayor gasto sin impulsar el dólar paralelo, siempre y cuando se sigue financiando con los bancos en el mercado local de deuda y sin recurrir a la maquinita de hacer billetes. Diferencias de grado, como diría Kicillof.

AR