Las ventas de algunos productos han comenzado a mejorar en los últimos meses respecto del año pasado: las de autos nuevos y usados, las de los shoppings o las de pequeños comercios de alimentos —en 2023 se veían perjudicados porque los supermercados ofrecían Precios Cuidados y ellos no—, las de ropa, las de calzado y las de materiales de la construcción. Sin embargo, todavía caen en las cadenas supermercadistas y en los chinos. En la consultora de consumo Moiguer le ponen números: la capacidad de compra está 48% peor que hace un año en el 48% de los hogares argentinos, según una encuesta del tercer trimestre a 1.300 personas en la capital, el conurbano, el interior bonaerense, Córdoba, Mendoza y Salta. En el primer trimestre, sin embargo, era el 56%. En el 24% ya está mejor, contra sólo el 16% en enero-marzo. Sin embargo, esa mejoría no es igual en toda la población.
Los que progresan son sobre todo los de la clase alta: 11 puntos, llegando al 25%; en la media se elevan 8 puntos hasta el 23% y en la baja, siete puntos hasta el 26%. El optimismo a un año vista no para de crecer entre los más ricos: del 52% al 59% entre principios de 2024 y la actualidad; mientras que en el segmento medio apenas se incrementa del 48% al 50% y entre los pobres baja del 46% al 41%. “La clase baja la deja de ver”, advierte el director de investigación de la consultora Moiguer, Martín Eandi, usando el modismo del presidente Javier Milei.
“El humor social y el consumo muestran leves signos de recuperación, con mayor fuerza en los niveles socioeconómicos altos”, concluye la consultora que dirige Fernando Moiguer. “La desaceleración de la inflación y el congelamiento del dólar empiezan a repercutir positivamente en la percepción del presente: caen las expectativas de una crisis económica y empieza a surgir una visión más optimista sobre la situación del país”, agrega. Calcula que hasta el tercer trimestre de 2024 los salarios formales están 5% por debajo de la evolución de la canasta básica respecto de como lo dejó el gobierno anterior en noviembre pasado y los informales, 20%, pero mejorando 23% en relación al primer trimestre.
“Si bien en términos de consumo se mantienen las restricciones, se empiezan a ver signos de recuperación en el acto de compra, especialmente en clase alta”, señala Moiguer. A principios de año, sólo la mitad de la población había hecho consumos considerados “suntuarios”, como salidas, ropa o electrodomésticos, mientras que en el tercer trimestre se llegó al 59%. Si a comienzos de 2024, el 51% usaba ahorros para sobrevivir, ahora es el 48%. Los endeudados descendieron del 56% al 50%.
En 2023, sólo el 18% evitaba ajustar su presupuesto personal. En el primer trimestre de 2024, el 20%; en el segundo, el 26% y en el tercero, el 34%. Pero no en todas las clases sociales pueden darle rienda suelta al consumo de la misma manera: en la alta, el 51% dejó de podar, 17 puntos más que al inicio de año; en la media, el 36%, 14 puntos por encima; y en la baja, sólo el 22%, 7 puntos más.
Pese a la relajación del bolsillo de un tercio de los argentinos, todavía el consumo en supermercados no reacciona. Tanto es así que hasta los mayoristas organizaron en conjunto desde este lunes una “black week”, una semana de ofertas. Esta merma tiene que ver no sólo con la pérdida salarial —que está morigerándose— sino también con que la población debe destinar más recursos al pago de las tarifas de servicios públicos que al del changueo.
En diciembre pasado, se destinaba el 5,9% del salario promedio a abonar agua, luz, gas y transporte público mientras que en octubre se llegó al 12,2%, el doble, según el Observatorio de Tarifas y Subsidios de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Igual estamos mejor que en junio, cuando se alcanzó el 14,5%. A su vez de los cuatro servicios mencionados, el transporte es el que más pesa: 42% del subtotal.
A Luis Campos, del Observatorio de la Deuda Social de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), no le sorprende la evolución cada vez más desigual del consumo: “Shocks inflacionarios sin políticas compensatorias conducen a eso. Los sectores de mayores recursos tienen muchas más herramientas para cubrirse, algo que no existe en los sectores de menores recursos. Lo ves también en el fuerte salto que tuvo el indice de Gini este año. De ahí a que el impacto sobre el consumo sea diferente en los distintos estratos de ingresos hay un solo paso”.
Ese indicador de desigualdad creció de 0,417 en el segundo trimestre de 2023 (el máximo desnivel es 1 y el mínimo, 0) a 0,436 en el mismo periodo de 2024, un elevado salto del 4,5%. “Dada la desigual trayectoria de los ingresos reales, suena razonable la disparidad del consumo”, opina Mariana González, del Centro de Investigación y Formación (Cifra) de la CTA. Pero hace unas semanas Milei puso tono burlón para referirse a quienes hablan del Gini: “Ahí van a venir a hinchar las pelotas con el coeficiente de Gini y la desigualdad, pero los que capturan los grandes beneficios van a hacer que Argentina sea un país grande”.
En una de las grandes cadenas de supermercados señalan que las sucursales de los barrios de todos los segmentos sociales bajan en ventas, pero las que menos se resienten son las de zonas medio altas. “Pero incluso entre los segmentos medio altos hay migración a marcas más económicas, sin que se afecte el volumen. En eso ahorran. En los estratos medios y bajos, además de bajar a terceras o cuartas marcas, dejan de comprar cosas”, cuentan en la empresa.
Hay clientes que prefieren ir a almacenes para no tentarse con otros productos en los súper y comprar lo justo y necesario. Al contrario del año pasado, otros prefieren no consumir hoy porque piensan que mañana puede estar más barato.
Pese a la aún exigua recuperación en el consumo, la desigualdad sigue marcando el pulso de la economía argentina en la era Milei. Mientras algunos segmentos logran aliviar su poder adquisitivo, otros continúan atrapados en una espiral de ajuste. La desconexión entre clases sociales es cada vez más evidente, y las políticas económicas del gobierno de La Libertad Avanza no logran mitigar las diferencias. En un país con inflación persistente y tarifas al alza, el consumo esá dividido entre el optimismo de pocos y la restricción de muchos.
AR/JJD