Uno era secretario de Pyme del gobierno de la Alianza entre el radicalismo y el Frente País Solidario (Frepaso) el 20 de diciembre de 2001. Frepasista, Enrique Martínez había llegado al cargo cuando José Luis Machinea era ministro de Economía y siguió cuando Domingo Cavallo volvió a ese cargo. Después Martínez se peleó con Cavallo y el entonces presidente Fernando de la Rúa lo mandó bajo la órbita del Ministerio de Trabajo, que conducía Patricia Bullrich. Después, entre 2002 y 2011 presidió el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Ahora coordina el Instituto para la Producción Popular, de la asociación civil Construcción Colectiva.
El otro era el director del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI) el 20 de diciembre de 2001, Claudio Loser, que como argentino tenía la particularidad de monitorear la negociación con su país, otra negociación, como la de ahora. Loser se desempeñó en ese cargo desde 1994 hasta 2002, desde que la Argentina se erigía como modelo del FMI hasta su debacle, lo que precipitó su jubilación. Hoy es socio de una consultora en Washington, Centennial Group, que asesora en política y estrategia.
Martínez y Loser, ambos de 78 años, eran funcionarios en 2001, pero con visiones bien distintas. Y hoy en día piensan aún más diferente. Uno desde su casa en Lobos, la cuna de Juan Domingo Perón, y otro desde su residencia en la capital de Estados Unidos recuerdan en conversaciones por separado por Zoom con elDiarioAR desde la desconexión de De la Rúa de la realidad hasta los insultos de Cavallo. Y proponen soluciones contrapuestas al atolladero al que se enfrenta la Argentina por el préstamo récord que el gobierno de Mauricio Macri tomó del FMI en 2018.
¿Qué recuerdan de aquellos tiempos?
Claudio Loser: Es un aniversario triste, dado que en 20 años daría la impresión que la Argentina no ha aprendido o no ha podido salir de sus problemas, aunque los problemas de hoy son ligeramente distintos. Ciertamente hay que reconocer que esa fue una situación terrible, donde las condiciones o las razones por las que el país entró en esa crisis tan grande fueron totalmente generadas internamente. Esa es la diferencia. De alguna manera, el día de hoy yo diría que el gran porcentaje es generado internamente, aunque la pandemia también agravó la situación.
Enrique Martínez: Yo fui secretario de Pyme, nombrado por José Luis Machina. Continué en el fugaz ministerio de (Ricardo) López Murphy y también en el gabinete de Cavallo, aunque con un serio conflicto con Cavallo, que motivó que el presidente De la Rúa pasara la Secretaría al Ministerio de Trabajo. Los últimos meses del Gobierno de De la Rúa fui también secretario de Empleo.
¿Por qué fue una relación tensa con Cavallo?
Martínez: Cavallo, para decirlo lisa y llanamente, porque me parece que es momento de hablar en castellano básico, no entendía absolutamente nada del mundo pyme. Lo primero que hice cuando asumió Cavallo fue pedirle una reunión para preguntarle cuál era su política para la Secretaría Pyme. Y me dijo que había una sola, que era conseguir que los empresarios pyme estuvieran en blanco. Cualquier política de promoción pyme entraba en colisión con la ignorancia absoluta de Cavallo al respecto. Así fue que al poco tiempo Cavallo pidió al presidente que me removiera del cargo porque entendía que no estaba dentro de la política que él pretendía.
Entonces pasó a la órbita de Bullrich…
Martínez: Fue todo un goce transitar por esos ministerios.
¿Cómo veía la política económica de entonces? Porque había un consenso hasta del Frepaso en favor de la convertibilidad…
Martínez: Fue una trampa el tema de la convertibilidad, en la que cayó buena parte del del espectro político. Yo recuerdo claramente que los argumentos de buena parte del Frepaso y de la gente del peronismo era que la convertibilidad estaba generando serios problemas, pero no había más remedio que darle continuidad. Sólo hubo algunas voces disidentes como la de Héctor Valle, que era el compañero de Mercedes Marcó del Pont en su trabajo profesional. Buena parte de quienes lo acompañábamos coincidíamos con él en prácticamente todo y lo criticábamos en eso, cuando en realidad él tenía razón. Yo me considero y me consideré toda la vida un productivista, no un experto en macroeconomía o un experto en economía financiera, y fuimos comprendiendo la importancia de haber seguido una política absolutamente más soberana en relación al manejo de la divisa. Hoy queda claro que un país que no maneje de manera soberana su propia moneda tiene dificultades muy serias de tener una política de crecimiento independiente.
No era sólo la convertibilidad: tampoco el progresismo cuestionaba el modelo neoliberal en su totalidad.
Martínez: No creo que ese sea un pecado de ese momento y de ese gobierno. Yo creo que tal vez ese fue un punto límite de la progresiva desaparición, como elemento de presión intelectual, de aquellos que creían en una estructura productiva distinta. Digamos que los economistas que consideran que la macroeconomía es la que ordena el país ya tenían hegemonía desde la época de Cavallo (que había sido ministro de Economía del gobierno de Carlos Menem de 1991 a 1996).
¿Qué autocrítica hace usted, Loser, sobre su papel y el del FMI?
Loser: El Fondo tuvo su evaluación de la situación, que hizo en la Oficina Independiente de Evaluación, donde básicamente se dijo que el Fondo tendría que haber exigido un movimiento del tipo de cambio o tendría que haberse ido de la Argentina antes de lo que lo hizo. Contrariamente a lo que gente importante como Cavallo dijo, de que el Fondo tendría que haber continuado prestando a la Argentina. Si se hubiera hecho eso en ese momento, ¿se hubiese solucionado la situación? En términos personales, por supuesto, fue una situación difícil. Yo era un poco el jamón del sandwich. Por un lado en la Argentina o los argentinos diciendo de que yo en mi posición de director del Departamento de Hemisferio Occidental no me jugaba por la Argentina y en el Fondo diciendo que, “como argentino, no sé si le tenemos la suficiente confianza para ser totalmente objetivo”. Algunos de la gente técnica del Fondo decían: “Tenemos que ayudar, pero no se puede en estas condiciones”.
¿Se quedó con ganas de hacer algo que no pudo hacer?
Loser: Había ciertas cosas que decíamos algunos que tenían un efecto traumático: mover el tipo de cambio antes de lo que se hizo y no de la manera en que se hizo. Después de la crisis de diciembre de 2001, me hubiera gustado continuar trabajando para ver cómo el gobierno de (Eduardo) Duhalde podía salir de la situación. Ahí hubo obstáculos más bien del Fondo. En ese momento se me pidió primeramente que dejara de trabajar en la Argentina. No había suficiente confianza como para ayudar y lo que pasó de alguna manera a mí me frustró y lo reflejé en un libro que escribimos con Ernesto Tenembaum, ‘Enemigos’. En última instancia me jubilé, algunos dirían me jubilaron, pero lo fundamental era que el director gerente del Fondo, el señor (Horst) Koehler, en aquel momento decía: “No, no, no podemos entrar hasta que no estén claras las reglas del juego”. Contrariamente a lo que hace normalmente y aún hoy el Fondo, de meterse en el baile. A la larga terminó perdiendo el Fondo porque los distintos países grandes lo presionaron a que entrara en un programa que no era necesariamente el mejor (el de 2003) y que no tuvo toda la participación necesaria por parte del personal del Fondo.
Al FMI se lo critica también porque su receta siempre consiste en ajuste fiscal, reformas laboral y previsional…
Loser: En la crisis de 2001 había claramente un desajuste fiscal importante. Había falta de competitividad, las exportaciones estaban sufriendo, no había financiamiento externo. Por supuesto, se dice que hay que ajustar la parte fiscal dependiendo de las circunstancias. Hay que ajustar el tipo de cambio dependiendo de las circunstancias. Hay que ver la expansión monetaria. Uno se sienta y discute con las autoridades, mucho más negociado de lo que se piensa. En la Argentina se dice que es una receta. Hay muchas recetas para hacer pan, pero hay que hacer el pan. Y el tema es que de alguna manera a nivel político en la Argentina decían: “Tenemos que hacer el pan, pero sin ponerle harina”. Cuando hay desajuste fiscal, cuando no se le quiere prestar al país, pueden hacerse reestructuraciones de deuda, como a la larga se hizo en la Argentina, pero hay que poner la casa en orden. Y eso pasa con el Fondo o sin el Fondo. En cuanto a temas como la reforma laboral, la previsional, eso no es necesariamente parte de un programa con el Fondo. Depende de la capacidad del país de proteger a su gente mayor, que termina siendo más protegida que los jóvenes muchas veces. Cuando se habla de reforma laboral se dice que se quiere menos protección a los trabajadores, pero en el caso argentino muchas veces se protege a los trabajadores que están en los sindicatos y no a la mayoría de la gente que está en el mercado negro.
¿Qué causó la crisis de 2001, Martínez?
Martínez: La principal fue la pérdida de peso progresivo del gobierno de la Rúa, de la figura del presidente, incluso que nunca tuvo una figura respetada, ni siquiera el interior de la coalición. La política de De la Rúa era confiar en los planes de salvataje financiero. Se notaba tan débil, tan angustiada, la actitud del presidente que inexorablemente arrastró toda posibilidad de ejercer una política de consenso en el país. Ni siquiera los mismos radicales creían en él, al punto tal que el 19 y 20 de diciembre De la Rúa no tenía prácticamente ningún correligionario al lado. Agreguemos las muy descabelladas medidas de Cavallo, que con el corralito y toda la historia terminó de subordinarse a la patria financiera y eso aceleró el desastre.
¿Pero usted cree que la causa fue más política que económica?
Martínez: La crisis económica era profunda, el plan de salvataje fue un manotazo. El Fondo Monetario tenía un destrato notable por la Argentina. Yo, francamente, no me animo a sostener cuál hubiera sido en ese momento la salida, pero claramente lo dominante fue político. Si hubiera habido una figura política fuerte que hubiera declarado el default, como después hizo (Adolfo) Rodríguez Saá, probablemente hubiéramos tenido solución.
¿Se arrepiente de haber participado de aquel gobierno?
Martínez: Fui casi fruto de las circunstancias. Siempre traté de poner lo mío. Cuando me nombraron secretario Pyme, había muchísimo por hacer. Está claro que con la mirada global, creo que aquello fue un fracaso grosero. El conjunto de la acción. Pero no me preocupa que alguna eventual imagen mía haya quedado vinculada a eso, porque uno conoce para qué está en la vida y cuál es su pasado, su presente y su futuro, ¿no?
¿Recuerdan alguna anécdota de aquellos días?
Martínez: Tengo una anécdota muy categórica. El 19 de diciembre fue el día de los saludos de los funcionarios del Ejecutivo al presidente, como sucede todos los años antes de Navidad, todos van a la Casa de Gobierno y lo saludan. Estábamos saludando cuando empezaron a aparecer los rumores, ruidos, llamados de la radio, de los incidentes en las calles. Me llamó un periodista de Radio Mitre y me la pasé en pleno Patio de las Palmeras casi gritando, diciendo que era urgente que Cavallo renunciara al cargo. ¡Fíjese qué loco!, ¿no es cierto? Con lo cual me quedé casi último en la fila de saludo al presidente. Éramos dos o tres que quedábamos y le dije que era muy importante que se interviniera en eso, que estaban pasando cosas muy graves, que había que resolver urgente el problema de los alimentos. Y el presidente, con una aparente calma, no sé si era real o aparente, me dijo: “¿A qué se refiere con esos disturbios?”. “Presidente, no son disturbios, son problemas muy serios”, le dije. “No, hable con el secretario si quiere ayudar en la mesa chica de alimentos, pensemos soluciones, pero no me parece que sea tan delicado el tema”, contestó. Se acabó la reunión y es la última vez que vi a De la Rúa en mi vida. Eso da una medida del desconcierto.
Loser: El diálogo se había cortado para el 20 de diciembre. Hubo diálogos muy intensos durante todo el período, desde junio de 2001 hasta diciembre, con Cavallo. Cavallo se enojaba mucho con nosotros porque decía: “¡Lo que tienen que hacernos es prestarnos, con eso se soluciona el problema!”. Yo no estaba directamente a cargo de la negociación, un poco por mi argentinidad. Los dos momentos más tristes fueron: en septiembre la misión a la Argentina, cuando se le dijo a Cavallo y al presidente, separadamente, que no podíamos seguir así, no podíamos seguir prestándoles porque no tenían reservas, tenían un déficit muy grande, no lo podían corregir y no se tapaba con un poquito más de dinero. Eran 1.200 o 1.500 millones de dólares. Recuerdo haber tenido una conversación con el entonces embajador argentino en Washington, mandando un mensaje a través de él directo al presidente diciéndole “mire, la situación está muy mal”. Cavallo en ese momento quería que toda la información pasara a través de él y que él la presentara a su manera al presidente. Esos fueron momentos muy difíciles y cuando se instaló el corralito, que no nos avisaron, también fue un momento muy difícil, por supuesto.
Cavallo era de gritar…
Loser: Sí, era efusivo en estas discusiones, como yo puedo ser efusivo en mi familia cuando me encuentro con algún problema. Él y la gente que trabajaba con él me insultaron directamente más de lo que me han insultado en ningún otro país. En otros países me decían muchas cosas, pero nunca me gritaron. Cuando en algún momento en 2001 dije que había que ver el tipo de cambio, Cavallo me gritó delante del director gerente. Y en otras oportunidades también decía que yo no ayudaba a la Argentina. Debo decir hoy en día que, a pesar de que él tiene ciertos enojos conmigo y me lo ha dicho, somos buenos amigos y conversamos. No lo veo seguido, pero conversamos bastante.
¿Qué piensan que hay que hacer para evitar otro 2001 en Argentina?
Martínez: No creo que no haya otro 2001 en la Argentina porque en aquel entonces el sistema financiero era tan endeble que permitía que apareciera cualquier aventurero como Cavallo e hiciera lo que hizo. Me parece que desde entonces lo que se hizo fue, no reforzar a toda la sociedad, sino reforzar a los bancos. En consecuencia, no puede haber una disparada bancaria o una crisis financiera de esa naturaleza. Lo que sí puede haber es la acumulación de falta de soluciones al 45% de la pobreza, que recordemos que cuando De la Rúa cayó era del 25%. Vamos a un país resignado a que la mitad sea pobre o a fuertes discusiones al interior del campo popular que permitan conseguir nuevas alianzas de gobierno que le den prioridad a la lucha contra la pobreza más que al equilibrio macroeconómico.
¿Cómo ven la negociación del acuerdo con el FMI?
Martínez: Yo estoy atento a la negociación, no me parece que todos debamos ser ministro de Economía o presidente en las sombras. Aventuré en las últimas semanas la idea de que la dimensión de la deuda con el Fondo Monetario era enorme para nosotros, pero era casi una propina para el intercambio comercial chino en el mundo, con lo cual se podía intentar una negociación con los chinos para que a través de exportaciones incrementales a lo largo de una década, por ejemplo, se le podría devolver a China una eventual cancelación del pasivo con el Fondo, con lo cual nos ahorraríamos tener al Fondo encima. Una cosa bastante parecida a la que el empresario Gerardo Ferreyra propuso hace dos semanas. Yo sigo insistiendo en que, con o sin acuerdo, hay que transformar la deuda financiera en deuda comercial porque el horizonte de un país, con mucha o poca deuda con el Fondo, pero gobernado cultural y presupuestariamente por las decisiones del Fondo no es positivo. No es la institución, sino su pensamiento. La lógica neoliberal es una carga absolutamente pesada, que deja fuera la mitad de la población. Hace 20 años dejaba fuera a un cuarto. Me pregunto cuándo descubriremos que hay que actuar de otra manera. ¿Cuántos tienen que quedar afuera para que eso pase?
Loser: Es una tragedia que la Argentina sea el país latinoamericano que más programas ha tenido en los últimos años con el Fondo. Por lo menos desde que volvió la democracia a la Argentina. Y siempre se complica. Acá el elemento político, lamentablemente, crea muchos problemas. ¿Por qué? Yo no tengo información interna del Fondo, pero el equipo argentino habría llegado, me imagino, a un acuerdo en la parte fiscal que estaba reflejada en el presupuesto 2022. Para el Fondo, era muy importante que hubiera un entendimiento acerca de la necesidad de ajustar. Evidentemente la oposición está jugando un juego político diciendo “ustedes tienen que hacernos caso, no pueden venir con una cosa y nosotros lo aprobamos así nomás”. Me imagino que el ministro dirá: “Vamos a poner el presupuesto 2021”, al que nadie va a creer, el Fondo tampoco, y tendrán que sentarse a negociar internamente. Es complicado a la larga. Interpreto esto como fuegos artificiales e internos de parte de la oposición, que está utilizando su nueva fuerza en el Congreso. No estoy opuesto a eso, pero evidentemente va a afectar.
¿Habrá acuerdo con el FMI?
Loser: Esto lo complica, pero yo creo que va a haber acuerdo porque no hay alternativa seria. Muchos argentinos dicen: “Si no le pagamos, no llegamos a un acuerdo, el que se embroma es el Fondo”. El Fondo tiene toda la capacidad de aguante. La Argentina es el principal deudor, pero es sólo 5% o 6% de la capacidad de préstamos del Fondo. Entonces, si no le pagan, va a crear problemas, va a crear mucho enojo, porque los otros países van a decir que sus contribuyentes tienen que pagar por los errores de la Argentina, pero la Argentina entraría en una situación de no tener nada de dinero, no tener reservas, no poder ganar por ninguna parte y que se le corten los préstamos que con el Fondo entrarían, que son los de Club de París, los bilaterales, el Banco Mundial e incluso el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), por mencionar algunos.
¿Pero Estados Unidos, la Unión Europea y Japón no tienen un interés geopolítico por acordar para evitar que la Argentina recurra a la ayuda de China?
Loser: Creo que eso es importante. Lo que quiero decir es es otra cosa. Yo no creo que los chinos ayuden a la Argentina. ¿Por qué? Porque creo que China en esto ha aprendido algunas lecciones, no necesariamente con la Argentina, sino con el mundo. Dio préstamos a diestra y siniestra por razones geopolíticas y se quemó muchas veces. Tiene problemas serios de deudas que no se pueden pagar en China. No entrarían a prestarle en forma masiva a la Argentina si no hay un acuerdo con el Fondo. Por otro lado, el Fondo quiere sacarse el problema encima, así que yo diría que el programa desde un punto de vista conceptual probablemente sea no muy fuerte. El Fondo estaría dispuesto a aceptar un programa, a juicio de uno, mediocre, pero que de alguna manera ayudaría a la Argentina a salir. No hay alternativa a esto. Y la oposición y el kirchnerismo van a tener que entender eso, van a tener que entender que es necesario encontrar algún tipo de unidad implícita para funcionar.
AR