En la Argentina, las tareas de cuidado se entienden como una responsabilidad privada, que se resuelve puertas adentro, y no como un derecho que debe garantizar el Estado. Esa concepción, derivada de modelos cada vez más inhallables en la realidad (la familia tipo; una madre cuidadora, un padre proveedor) termina por sobrecargar a las mujeres, que en las última décadas han sumado roles sin desprenderse de la obligación de ninguno ni acceder a políticas que les permitan conciliarlos.
Sobre este eje girará la XV Conferencia Regional de la Mujer de América Latina y el Caribe que comienza el 7 de noviembre en Buenos Aires, organizada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres).
Natalia Gherardi es directora ejecutiva del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), organización que participa del evento, y fue asesora en la redacción del proyecto de ley de para crear un Sistema Integral de Políticas de Cuidados en Argentina, presentado en el Congreso en mayo pasado por el Ejecutivo, sin ningún avance.
En diálogo con elDiarioAR, asegura que las políticas de cuidado pueden pensarse también como una palanca para el desarrollo económico y por eso deben ser incorporadas a cualquier plan de gobierno.
–¿Por qué los cuidados deberían ser una prioridad en la agenda pública?
–Porque sin resolver el tema de los cuidados no podemos acompañar el desarrollo. Es muy difícil acompañar el desarrollo personal, familiar, social y del país si no abordamos el tema de los cuidados. Dejar las cosas como están tiene un impacto en las brechas de desigualdad tanto de género como socioeconómicas.
–Aparecen las desigualdades en el acceso a los cuidados como base de otras desigualdades.
–Exacto. Las desigualdades en el acceso a las posibilidades de cuidados impacta en la desigualdad social, política y económica. No solamente en términos de género, porque impacta más en las mujeres, sino también en términos socioeconómicos, porque perjudica mucho más a las mujeres más pobres y reproduce la pobreza. Al no tener políticas de cuidado, lo que se hace es profundizar el subdesarrollo y la vulnerabilidad.
–Para pensarlo con un ejemplo: una mujer que no puede encontrar cierto relevo en la infraestructura de cuidados del Estado se queda cumpliendo esa función en su casa y eso afecta su posibilidad de acceso al trabajo remunerado y determina los ingresos de su familia.
–Y no solamente los ingresos presentes, sino también la construcción social futura. Es pobreza hoy y es pobreza para el futuro. Es una mujer que no va a tener acceso a una jubilación, a una cobertura de salud, y eso va a impactar en su bienestar personal y en el de su grupo familiar.
–¿El hecho de que falte un sistema nacional e integral de cuidados tiene que ver con que en la Argentina entendemos todavía los cuidados como un problema personal y no una responsabilidad del Estado?
–Sí, en la Argentina y en la región lo entendemos como una responsabilidad privada. Es algo que se resuelve al interior de los hogares y entonces desatendemos el punto de en qué hogares se resuelven las cosas de qué manera. Sin políticas públicas de cuidado cada hogar resuelve las necesidades de cuidado lo mejor que puede con los recursos que tiene a mano. Quien tiene más recursos materiales y simbólicos a disposición puede acceder a ciertos servicios remunerados, y quienes no deberán resolverlo familiarmente o comunitariamente. Lo que hace es generar una gran desigualdad.
–Ahora se escucha mucho esto de las “tribus de crianza”, sobre todo en las clases medias. ¿Son formas que se van encontrando desde la organización social de suplir esa falta de acompañamiento de parte del Estado?
–Sí, no hay una única manera de criar. Pero primero pensemos que los temas de cuidado generalmente tienen más visibilidad respecto de la primera infancia, pero no es el único momento en el que hay una demanda intensa en este sentido. También pueden ser necesarios hacia el final de la vida o frente a situaciones puntuales de enfermedades, accidentes o de particular vulnerabilidad física o emocional. Las personas con discapacidad tienen necesidades especiales de apoyos a lo largo de la vida, más o menos intensas, que también requieren apoyos para el ejercicio de su propia autonomía. A lo largo de la vida cuidamos y recibimos cuidados. Ahora, no hay una única manera de hacer esto. Lo que necesitamos de parte del Estado es un abanico de opciones para que cada familia y cada persona elija lo que mejor se adecua a su ideario. Entonces las tribus de crianza que se pusieron de moda en las clases medias, pero también las opciones más comunitarias en el ámbito rural, por ejemplo, son formas perfectamente valiosas para criar. El punto es que no sea la única opción; tenés que poder elegir.
El sistema está organizado sobre la base de la existencia de una familia nuclear estable, duradera, que tiene un varón proveedor y una mujer cuidadora
–¿La “crisis de cuidados” se da porque la organización actual del sistema está configurada en relación con un modelo de familia que ya no existe o que ya no es el predominante? Es decir, que tal vez funcionó en un momento, pero ya no.
Sí, la sociedad cambió y entonces las políticas tienen que cambiar con la sociedad y también la mirada cultural tiene que cambiar y tiene que estar más a tono. El sistema está organizado sobre la base de la existencia de una familia nuclear estable, duradera, que tiene un varón proveedor y una mujer cuidadora. Todo el sistema de trabajo y las leyes laborales se organizan bajo ese precepto. Así, el varón trabajador tiene posibilidades para poner su fuerza de trabajo a disposición del empleo sin restricciones, porque alguien se ocupará de las necesidades de cuidado de la familia. Y también los derechos de protección social están pensados como derivados de la condición de empleo: tenés acceso a una licencia solo si sos empleado en relación de dependencia, la jubilación es en base a los años de aportes. El sistema de cuidados está derivado de la condición de empleo formal y de una familia nuclear estable y duradera. Bueno, eso ya no existe. El sistema de mercado de trabajo es distinto. La familia cambió su composición; más de la mitad de los matrimonios terminan en divorcio, las familias se ensamblan, hay parejas del mismo sexo. Entonces si la sociedad cambia, el mundo del trabajo cambia, las familias cambian, la legislación y políticas públicas tienen que adecuarse a lo que somos hoy.
–Participaste del diseño del proyecto de ley para un Sistema Integral de Políticas de Cuidados en Argentina, que fue enviado por el Ejecutivo al Congreso hace seis meses pero no llegó ni siquiera al debate en comisiones. ¿Por qué te parece que no se avanza?
–Creo que es una gran pérdida y un error porque el proyecto lo que propone es un piso básico de conversación que habrá que enriquecer con el debate público y la presentación de argumentos y la revisión de evidencia y probablemente mejorarlo con el aporte de distintas fuerzas políticas. Por ahora ha primado la desarticulación y falta de colaboración entre las fuerzas políticas y creo que eso impidió que se sentaran a conversar, aún dentro de las mismas fuerzas políticas. Pero confío en que la conferencia regional de la semana próxima va a servir para poner en evidencia la centralidad de esta agenda como un aspecto central de una agenda de desarrollo. Cualquier persona que pretenda ser candidata a la presidencia en las elecciones del año que viene debería reconocer la centralidad de esta agenda para un proyecto de país. Si lo que se va a discutir el año que viene en campaña es cuál es el proyecto de país, de desarrollo para la Argentina, deberían acompañar eso con una propuesta concreta sobre políticas de cuidado. Si no, lo que va a suceder es que se van a profundizar las desigualdades, estancar al país evitando que la mitad de la población se inserte sólidamente en el mundo del trabajo.
–Es una manera más productivista de mirarlo; pensar que la inversión que hace el Estado hace en infraestructura de cuidados “le vuelve”.
–La inversión que se hace en la creación de infraestructura y la implementación de políticas de cuidado tiene, definitivamente, un retorno. Le vuelve al Estado en creación de empleo, en progreso y en desarrollo económico.
–¿En toda esta discusión hay lugar para pensar el autocuidado o siempre se considera al cuidado en relación con otros?
–Sí, porque la definición misma del cuidado desde un enfoque de derechos lo incluye. El autocuidado es la forma de cuidado que más descuidamos quienes cuidamos a otros. Por ejemplo, la mujer se dedica a buscar turnos y a llevar y acompañar algunas cuestiones médicas y le cuesta encontrar tiempo para su propia atención de la salud. El autocuidado es, sin duda, una parte central. Hay tres pilares de las políticas de cuidado: tiempo, dinero e infraestructura o servicios y cuando pensamos, por ejemplo, en las licencias laborales, se debería incluir también tiempo de autocuidado y tiempo para las propias consultas médicas.
DT