La demanda de un mayor compromiso de los varones con las tareas de cuidado suele decodificarse casi exclusivamente como un reclamo de las mujeres, que apunta a desarmar un privilegio de los varones. Sin embargo, se puede ver de otra manera: también se trata del derecho de los padres a estar más presentes en la vida de sus hijos e hijas, algo que muchas veces forma parte de su deseo pero se ve obturado por factores culturales o normativos. Alcanza un ejemplo: la Ley de Contrato de Trabajo les otorga una licencia por paternidad de dos días.
De acuerdo con los lineamientos de un trabajo del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) titulado “¿El mejor regalo para papá? Este domingo y todos los días, el derecho a cuidar”, la mayor participación de los padres en la crianza dispararía también un efecto virtuoso en el bienestar social porque contribuiría a resolver un fenómeno de los últimos años, que se puede definir como una “revolución asimétrica”: el ingreso masivo de las mujeres en ámbitos masculinizados como el mercado laboral no fue acompañado de un fenómeno inverso que involucrara a los padres de forma equivalente en la esfera doméstica, lo que terminó por generar una situación de “doble trabajo” para las mujeres, dentro y fuera del hogar.
“Pese a los avances de los últimos años, la tenencia de hijos e hijas es todavía uno de los determinantes clave del sostenimiento de las brechas”, señala el documento elaborado por Florencia Caro Sachetti y Julián Echandi, coordinadora y analista, respectivamente, del programa de Protección Social de Cippec.
Dentro del universo de mujeres, las madres registran una tasa de participación laboral y de empleo que supera la de aquellas que no son madres. Asimismo, su tasa de desocupación es sensiblemente menor: en la actualidad, alcanza al 11% de las mujeres madres, en comparación con el 15% de aquellas sin hijos o hijas. Estos datos pueden asociarse a la necesidad de las madres de contar con más recursos económicos para sostener el hogar. Sin embargo, en la comparación por género, surge un escenario distinto: las brechas son mucho mayores entre madres y padres que entre mujeres y varones sin hijos. Hoy, por cada 100 padres en edad activa que participan del mercado de trabajo, 66 madres lo hacen. En cambio, por cada 100 varones sin hijos, participan laboralmente 82 mujeres. En la misma línea, la brecha en la tasa de desocupación es mayor en la población con menores a cargo.
En los últimos años las mujeres aumentaron su participación como sostén económico de las familias. Así, su rol exclusivo en el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado fue cediendo lugar a un doble papel, que incluye también la generación de ingresos en el mercado laboral. En 2003, el 43% de los hogares contaba solo con un proveedor varón. Hoy, ese guarismo desciende a 29%. En cambio, la proporción de familias con una mujer como proveedora exclusiva creció del 25% al 32%, mientras que el porcentaje de hogares con dos proveedores aumentó 10 puntos porcentuales
Sin embargo, los hogares con niños, niñas y adolescentes que tienen solo a una mujer como sostén económico se encuentran sobrerrepresentados en los quintiles más bajos de la distribución del ingreso. De cada 100 familias con niños o niñas donde ellas son la única proveedora, 54 pertenecen al 40% más pobre de la población. En cambio, esta proporción disminuye a 46 de cada 100 cuando un varón es el único sostén económico y a 22 cuando hay dos proveedores.
El ingreso masivo de las mujeres en ámbitos masculinizados como el mercado laboral no fue acompañado de un fenómeno inverso que involucrara a los padres de forma equivalente en la esfera doméstica
Los factores que explican esta situación son muchos. Dentro del mercado laboral, uno de ellos es la brecha de ingresos entre varones y mujeres, que no ocurre principalmente por discriminación explícita en la remuneración sino como producto de las condiciones diferenciales de la inserción laboral por género. Desde 2003 a la actualidad se registra una tendencia decreciente en la brecha, pero que se reduce a mejor ritmo entre la población sin hijos.
De acuerdo con el informe de Cippec, hoy una madre gana, en promedio, 38% menos que un padre, mientras que una mujer sin hijos recibe ingresos 28% inferiores a los de un varón en la misma condición. Esta “brecha salarial” se asocia a las circunstancias en las que las personas se insertan en el mercado de trabajo: ellas suelen ocuparse en sectores peor remunerados, ser minoría en puestos de decisión, desempeñarse en la informalidad sin acceso a la seguridad social y trabajar menos horas. Estas condiciones más precarias de trabajo se refuerzan con la maternidad debido a la necesidad usual de tener que conciliar el trabajo remunerado con el no remunerado. En cambio, los varones tienen acceso a mejores salarios, condiciones y trayectorias laborales, oportunidades que no se ven afectadas por la tenencia de hijos o hijas.
Como una de las contribuciones a esta situación, los autores consideran imperativo avanzar en un sistema integral y federal de cuidados, fundamentado en varios pilares. Primero, tiempo para cuidar a través de un régimen de licencias por nacimiento o adopción universal, adaptable a las necesidades de las familias y que promueva la corresponsabilidad.
En ese sentido, integrantes de diferentes colectivos de masculinidades lanzarán el domingo próximo, Día del padre, la campaña “Paternar” con el objetivo de ampliar la licencia por paternidad a 30 días con carácter obligatorio y remunerado. “Interpelados por la cuarta ola feminista, los varones nos empezamos a hacer preguntas, reflexiones acerca de nuestros roles, complicidades, privilegios y empezamos a repensar nuestras prácticas”, explicó a la agencia Télam Julián Novo, referente del colectivo “Desarmarnos”.
Como segundo pilar, el informe sugiere que las familias deben contar con recursos económicos para cuidar, los cuales pueden garantizarse a través del fortalecimiento del sistema de transferencias monetarias para los hogares con niños, niñas y adolescentes. Tercero, es necesario expandir la cobertura de espacios de crianza, enseñanza y cuidado de calidad para la primera infancia, un sector particularmente perjudicado durante las medidas de aislamiento. “Estas políticas podrían traer aparejados retornos económicos positivos y una mayor equidad en la organización social del cuidado de manera simultánea”, apunta.
DT