El Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) informó este miércoles el dato de pobreza correspondiente al primer semestre del año y, como suele pasar por el rezago temporal de las estadísticas oficiales, esos números parecen decir poco del presente. Mientras la organizaciones sociales de izquierda acampan en la 9 de Julio en reclamo de más ayuda social y alimentos para los comedores, se informó una mejora en el indicador de pobreza, que bajó de 37,3% al 36,5% –0,6 puntos porcentuales– en el primer semestre de 2022. Si se compara contra el mismo semestre de 2021, la baja es de 4,1 puntos porcentuales.
Este número significa que 16,8 millones de personas no contaron con los ingresos necesarios para cubrir la canasta básica de consumo. La situación más grave sigue siendo la de los menores de 15 años: más de la mitad (50,9%) son pobres. Los aglomerados con mayor incidencia de pobreza fueron Gran Resistencia (49,9%), Concordia (49,2%), y los partidos del Gran Buenos Aires (42%).
El dato de indigencia, que identifica a las personas que no tienen el dinero necesario para comprar los alimentos mínimos para subsistir, fue más crudo. Pasó del 8,2% en el segundo semestre de 2021 a 8,8% en el primer semestre del año. Son más de 4,1 millones de argentinos y argentinas no contaron con el dinero necesario para comer.
Este aumento de la indigencia se explica, sobre todo, por la disparada de los precios de los alimentos, reflejados en la Canasta Básica Alimentaria (CBA). Respecto del semestre previo, la canastas alimentarias regionales se encarecieron en promedio 33,8%, por encima del 29% que aumentaron las canastas que incluyen también bienes y servicios básicos. En promedio, la comida aumentó más que cualquier otra cosa.
La baja en el dato de pobreza, que puede resultar sorpresiva si se contrasta con la sensación efectiva de los bolsillos, se explica por el primer trimestre del año, en el que la inflación todavía no era tan elevada respecto de lo que vendría después. En marzo los precios marcaron un pico de 6,7% y el dato intermensual ya nunca volvió al orden del 4% previo.
Si bien el indicador se comunica por semestre, si se miran los períodos intermedios –en los que es posible reconstruir la tasa de pobreza a partir del cruce de los informes oficiales de ingresos y del valor de la canasta básica– se advierte que se tocó cierto techo de mejora entre fines de 2021 y principios de 2022, punto desde el que luego se empezó a desmejorar.
Según calculó Leopoldo Tornarolli, economista del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas), en el semestre octubre 2021 - marzo 2022 la pobreza habría sido 35,2%. Después de ese mínimo, el 36,5% representa un cambio de tendencia. Un ejercicio similar hizo el economista Martín Rozada del Departamento de Economía de la Universidad Di Tella, que en el período noviembre 2021 - abril 2022 calculó un índice de pobreza de 35,1%, su nivel más bajo desde diciembre de 2019.
La pandemia disparó la pobreza al 42% en 2020, número que empezó a bajar al año siguiente pero sin llegar a alcanzar los niveles de 2019, en torno al 35%. Hacia adelante, los especialistas prevén que se incrementará la pobreza producto de la suba de precios de los bienes y servicios de primera necesidad.
“No sería raro que en el semestre intermedio abril-septiembre ya estemos por encima del 38%, incluso cerca de 39%, lo que nos dejaría a final de año cerca del 40%”, dijo a elDiarioAR Tornarolli. “Para volver a los niveles pre-pandemia de forma sostenible, lo principal es que los ingresos vuelvan a recuperar el poder adquisitivo de entonces: necesitamos bajar la inflación y que la economía crezca sosteniblemente”.
La baja de la tasa de pobreza depende fundamentalmente de una suba del ingreso promedio o una mejora de la distribución. En el primer semestre del año hubo un ligero incremento del ingreso promedio y también se constata una leve mejora de los ingresos del decil 4 –donde suele ubicarse la línea de pobreza– por sobre el promedio de la población.
Para Tornarolli, la suba de los ingresos puede tener que ver con el crecimiento del empleo informal, algo que se confirmará o no con las próximas publicaciones de los microdatos. “Creo es que es posible que en gran parte esos nuevos empleados informales sean de los estratos más bajos, y principalmente ”miembros secundarios“ de los hogares (no jefes ni cónyuges) que antes no participaban de la fuerza laboral y ahora si lo hacen para complementar los ingresos de los miembros principales, al verse estos últimos debilitados en términos reales por la aceleración inflacionaria”, apuntó. A esto se suman los refuerzos de ingresos otorgados por el Estado, pero con una incidencia menor.
La semana pasada el Indec informó la mejora del dato de desempleo, que es de 6,9%. Con un nivel similar de empleo, hoy se advierte una pobreza mucho más elevada que la de 2017 (25,7%), lo que evidencia que gran parte de las personas que engrosan las filas de la pobreza son trabajadores y trabajadoras.
DT