La secuencia típica en nuestro país es: sube el dólar, sube el precio de los alimentos y otros bienes que se exportan o importan, más inflación, disminución del poder de compra de salarios y jubilaciones, caída del consumo y recesión.
El aumento del dólar oficial, el que se usa para importar y exportar, tiende a provocar subas de precios en:
- Bienes y servicios importados;
- Bienes y servicios producidos localmente, pero que compiten con los importados: al subir de precio los importados, los productos competitivos tienen más demanda, y eso permite aumentar su precio.
- Bienes y servicios que se exportan, especialmente si son fácilmente exportables (como los productos agropecuarios, mineros y combustibles): porque, al recibir mayor precio (en pesos) por las exportaciones, quienes los venden sólo estarán dispuestos a venderlos en el mercado interno si obtienen la misma rentabilidad que si lo exportan.
- Bienes y servicios que utilizan como insumos a algunos de los productos listados previamente, ya que sus costos se encarecen.
En Argentina, los alimentos suelen ser exportables, o usan como insumo fundamental un bien que se exporta (carne, maíz, trigo, etc.). Entonces, una devaluación lleva a una suba de precio de alimentos, que constituyen una parte importante del gasto de los asalariados.
Este aumento de precios afecta negativamente a todo aquel que percibe ingresos fijados en pesos, típicamente los asalariados, jubilados, pensionados y perceptores de planes sociales.
Si la devaluación es acompañada por un aumento de la cantidad de dinero en similar proporción, los asalariados reclamarán y, en alguna medida, podrían obtener, aumentos de sus remuneraciones que hagan que el impacto sea transitorio, de modo que puedan, luego de un tiempo, recuperar su poder adquisitivo. Pero esa sería una devaluación no exitosa, en el sentido de que no lograría aumentar el valor real del dólar, que es el objetivo de toda devaluación.
Lo que típicamente se hace es tratar de imponer un techo a los aumentos salariales, o mantener el aumento de la cantidad de dinero bien por debajo de la devaluación (lo que se haría en esta oportunidad). De esa forma, no habrá dinero suficiente para pagar un aumento de precios y salarios generalizado, y se producirá un cambio de precios relativos: los bienes comercializables internacionalmente (importados, competitivos de éstos y exportables) aumentarán más, y los no comercializables (como los salarios y la generalidad de los servicios) lo harán menos.
En otras palabras, disminuirá el poder adquisitivo de los perceptores de ingresos fijos, lo que los obligará a disminuir su consumo. Pero esa disminución no se focalizará necesariamente en los bienes cuyo precio más aumentó, porque en muchos casos se trata de bienes imprescindibles para la vida, como los alimentos. Así, la reducción del consumo impactará en gran medida en los bienes no comercializables, de producción nacional.
Esa reducción lleva a una baja en la producción, que tiene efectos en cadena: al disminuir sus ventas, caen los ingresos de quienes participan en su producción, provocando una nueva disminución de la demanda, que afecta más a los bienes y servicios no comercializables, que constituyen la mayor parte de la producción del país. De ese modo, casi todas las devaluaciones importantes han traído recesiones. Las mismas han contribuido a disminuir el déficit externo, ya que cuanto menor es la producción, menores son las importaciones. La clave es el cambio de precios relativos, en perjuicio de asalariados en general, jubilados, pensionados y perceptores de planes sociales, y en beneficio de los sectores exportadores.