Para que nadie la vea y después la amenacen, una vecina boliviana de la villa 1-11-14 prefiere hablar en forma anónima sobre la vereda del Nuevo Gasómetro, el estadio del que San Lorenzo quiere mudarse para volver a Boedo pero por ahora no tiene con qué. Enfrente está la parroquia Madre del Pueblo, con la imagen pintada del papa Francisco, el mismo que hace ocho años advirtió sobre la “mexicanización” de la Argentina a partir de lo que sucedía en este barrio que él visitaba cuando era arzobispo de Buenos Aires.
“Antes de que llegara la Gendarmería a la villa (en 2011) e instalara ese puesto delante de la parroquia, eso era un dormitorio de narcos”, cuenta la vecina. Son las 10 de la mañana y varios grupos de cuatro gendarmes cada uno salen de allí con cascos y chalecos antibala para hacer caminatas por este barrio, rebautizado Padre Rodolfo Riccardelli, antiguo párroco. La presencia de los uniformados de verde se reforzó y se la ve en forma constante en calles y pasillos desde los saqueos que ocurrieron hace una semana y media aquí y en otros rincones del país.
En abril pasado, ella y otros vecinos cortaron allí mismo la avenida Varela para protestar contra el plan de retirar la Gendarmería para poner la Policía Metropolitana. “Los gendarmes limpiaron bastante el narco desde que llegaron, los capos están presos o volvieron a su país, quedaron narcos menores, pero creció el choreo”, admite sobre los crecientes robos, sobre todo de teléfonos celulares.
“Los saqueos no fueron para robar comida sino para robar de todo”, reflexiona la vecina, en coincidencia con otras. Descreen de la hipótesis de que hayan buscado quedarse con la ropa, los electrodomésticos o los accesorios de celulares que saquearon para después revenderlos y hacerse de dinero para comprar alimento: “¿A quién se lo van a vender si no se está vendiendo nada?”. El indicador de consumo de la Cámara Argentina de Comercio (CAC) registró en julio el segundo mes consecutivo de baja -esta vez, del 1,6%- y en agosto se teme que caiga más por las remarcaciones de precios aceleradas que siguieron al salto poselectoral del dólar oficial.
“Los resultados electorales adversos al oficialismo no pueden disociarse de la crisis de ingresos que azota a la economía argentina desde el ocaso del gobierno anterior y que el actual no logró modificar”, advierte el nuevo informe de coyuntura del Centro de Investigación y Formación de la Central de Trabajadores de Argentina (Cifra-CTA), elaborado por Pablo Manzanelli y Leandro Amoretti. Allí señalan que aún en el primer semestre de 2023 el consumo crecía, pero sobre la base de una mayor desigualdad: compraban más las clases media alta y alta al tiempo que se creaban nuevos empleos, asalariados o cuentapropistas. La gente debe tener más trabajos para sobrevivir.
Frente a la parroquia, la vecina explica el contexto en que se produjeron los saqueos del 22 de agosto: “El dólar estaba subiendo mucho (no sólo el oficial, que impacta directo en precios, sino también el blue, que influye también), los comerciantes empezaron a remarcar o no te vendían ni aceite ni arroz porque no tenían precio. La papa llegó a $1.000 el kilo. Entonces vinieron en motos, en grupos de a 10 o 15, y empezaron a robar. Son narcos y chorros, algunos que vienen de los barrios Rivadavia e Illia II, donde alquilan por un tiempo y se van”.
Otros vecinos creen que son de la misma 1-11-14. Los saqueadores asolaron las calles San Jorge y San Juan, allí donde se suceden locales de ropa, un Western Union para transar en divisas, una barbería, una vendedora ambulante que ofrece a viva voz papas rellenas o empanadas, una pescadería que vende pejerrey, merluza e ispi, pececito codiciado en Bolivia y Perú, y obras de AySA -la empresa que preside Malena Galmarini, esposa de Sergio Massa- para instalar cloacas. Aquí, a diferencia de los barrios Rodrigo Bueno y El Playón de Chacarita, apenas llegaron los planes de reurbanización de villas de Horacio Rodríguez Larreta.
Alertados por Whatsapp de que también vendrían asaltantes de Villa Soldati y el barrio Carrillo, los vecinos, muchos de ellos comerciantes, se prepararon con palos. Uno de los delicuentes acabó con la cabeza ensangrentada y otro, desnudo y molido a golpes, hasta que los gendarmes los arrestaron. A partir de lo sucedido, los vendedores han puesto alarmas que activan por control remoto y cámaras de seguridad para monitorear en guardias de 12 horas cada uno. Los narcos también tienen sus cámaras y hasta rejas para controlar quiénes entran y salen a determinados pasillos.
Nadie se atreve a apuntar a ningún grupo opositor como agitador de los saqueos, aunque después hayan sacado réditos de ellos y advierten que solos no se organizan. Pero más allá de los robos en masa, hay un caldo político, económico y social. “Hay jóvenes, hijos de paisanos míos, que entendieron que si gana (Javier) Milei van a pasar de cobrar 150.000 pesos a 150.000 dólares, y con eso van a poder irse de la villa y estudiar en un colegio privado, en la universidad, pero ahora están decepcionándose porque él está aclarando que puede tardar dos años en hacerlo”, cuenta la vecina frente a la parroquia. “Mucha gente quiere terminar ya con este gobierno porque no se puede comprar más. Antes no se llegaba con plata al día 20, hoy no llegás al día 10. La gente busca otros laburos, pero no hay. Traigo tela para hacer ropa, pero no vendo nada o la gente te quiere poner el precio y no saco ganancia. Por eso, la gente está yendo más a los comedores. O tenés que irte afuera del barrio a comprar porque en Coto el atún está a 480 pesos y acá, a 800”, compara los supermercados donde rigen los Precios Justos con los comercios de la villa. Lleva 35 años viviendo en la 1-11-14, recuerda que en aquellos primeros tiempos estaba peor, sin luz ni agua, sobreviviendo con la olla popular del padre Ricciardelli. Aunque milita en una organización social opositora, admite que los mejores tiempos fueron con Cristina Fernández de Kirchner como presidenta. Ahora que es vice ya no. “Hay trabajo, pero no alcanza”, reflexiona en esta villa con trabajadores de limpieza, seguridad, enfermeros, costureros, verduleros, albañiles y cocineros, pero también con algunos hijos médicos, contadores, abogados u odontólogos.
Después de zizgaguear por la calle San Juan y un par de pasillos, se sube por una escalera de escalones angostos, como todos en las villas, y se llega a casa de la inmigrante paraguaya Blanca Arce, que tiene dos hijos graduados universitarios, coordina el comedor Estrella del Sur y militó en las primarias por Larreta y Martín Lousteau. “No fueron saqueos, fueron robos piraña y no es la primera vez que pasa; pasa desde el año pasado y es constante. Los ladronzuelos, que necesitan plata para pagar droga, aprovecharon que estaban saqueando en otras partes del país. Pero nos alertaron por Whatsapp y los vecinos estábamos organizados. Esto no es como en 2001, que te tocaban la puerta y decían: 'Vengan a saquear'. Si este gobierno no fuera peronista, sería un caos pero, como son peronistas, no quieren hacerlo caer. Acá no hay hambre. El que no tiene laburo recibe ayuda del Estado o viene a los comedores. Acá atendemos gente las 24 horas, que te vienen con la botellita cortada para que le pongas pollito”, cuenta Blanca.
En Estrella del Sur reparte 600 raciones diarias, pero llegan hasta 1.000 personas a pedir. “Les das un paquete de arroz o de yerba que tengas”, cuenta la referente de la Manzana 21 de la 1-11-14. “Acá las redes sociales hacen todo: por ahí invitaban a saquear, por ahí nos alertaron y por ahí se mostró cómo el Gobierno actuó rápido, los metió presos y les sacó el plan social”, valora. “Hoy hay changas, pero ganan poco. Tampoco les alcanza con el plan social. Por eso hay esperanza en lo que no se conoce, porque estos y los anteriores defraudaron. Me da pena ver así a la Argentina: cuando yo vine, hace 30 años, era otro país”, recuerda. Eran los principios de los 90, cuando el plan de los ídolos de Milei, Carlos Menem como presidente y Domingo Cavallo como ministro de Economía, derrotaba la hiperinflación atando el peso al dólar, pero con el correr de esa década los logros de ese esquema se diluyeron y comenzó otra crisis que estalló en 2001.
“No es casual que justo pase esto en la campaña, todos los barrios estaban alborotados”, advierte Alejandra López, encargada del comedor San Jorge, que milita con Patricia Bullrich y Jorge Macri. “Antes, en el barrio nadie decía que era del PRO y hasta las últimas elecciones nadie decía que votaba a Milei, pero fue cambiando”, acota. En su comedor se reparten 350 raciones diarias, pero además hay una lista de espera que creció de 40 personas hace un año a 72 actuales. “Es por la situación económica del país. Tenés gente sin trabajo o con doble trabajo, pero aun así no les alcanza. Tenemos muchas mujeres cabeza de familia que casi no ven a sus hijos porque deben trabajar por hora (como empleadas de casas particulares) y nos los dejan acá hasta la merienda. Si no, no comen”, cuenta Alejandra. En su espacio también se dictan talleres de capacitación laboral y se vincula a los que los cursan con empresas que necesitan personal. “Se habla mucho de inseguridad, pero la base está en la droga. Los pibes que consumen, roban porque no se los ayuda.”, advierte la referente del comedor que fundó Adrián Garay y a donde llega el aroma a comida peruana de un restaurante vecino, ambos sobre la avenida Varela.
Gabriela Mamani Heredia termina uno de sus dos trabajos a las 19 y recién entonces puede atender el teléfono para conversar con elDiarioAR, que la llamó temprano por la mañana. Milita en Barrios de Pie, organización social oficialista, es promotora de salud y auxiliar de enfermería. “Aquí hubo algo de política, porque hay que organizar para hacer daño; no sé si hubo algo de necesidad, porque la situación social no da para mucho, nadie llega a fin de mes, ni con los refuerzos que da el Gobierno, pero tampoco salieron a saquear alimento y venían bien vestidos; y hubo algo de delincuentes que no les importan los vecinos, no tienen empatía”, analiza Gabriela, de 29 años, que tenía siete en 2001 pero recuerda como “horrible” aquel tiempo entre “tiros y caballos de policía”. “Nunca pensé que íbamos a volver a eso. Fue inesperado. Buscaron generar temor en la sociedad y lo lograron. Ahora los comerciantes cierran a las 19, no a las 23, o abren con la persiana a la mitad. Pero nadie quiere que el país se venga abajo”, concluye.
“Hay mucho pendejito sin código, que roba adentro del barrio, algo les habrán ofrecido para salir a robar”, comenta otra joven que milita también en el oficialismo y prefiere mantenerse en el anonimato. “Está todo carísimo, todos los meses suben los precios, hay gente con bronca, pero no hay hambre ni los robos tuvieron que ver con eso”, reflexiona ella, que suele discutir con contemporáneos votantes de Milei: “Hablan mal del peronismo, de Cristina, se creyeron ese video de Tik Tok de que van a cobrar en dólares, o que la beca de estudio (Progresar) se va a dolarizar. Unos está muy convencidos, a otros los podemos hacer pensar”. Pero descree que la política esté detrás de los saqueos. Tienen más que ver con vidas saqueadas.
AR /DTC