La cantora riojana La Bruja Salguero tiene disco nuevo y lo presentará en vivo este sábado 13 de julio en La Trastienda. Mujer de albahaca contiene diez canciones, entre clásicos y temas nuevos, y cuenta con invitados como Lito Vitale, Lisandro Aristimuño, Enrique Espinosa, Lula Bertoldi y Raly Barrionuevo.
Se trata del noveno disco solista de esta artista, que en sus más de 30 años de carrera se convirtió en una de las referentes de las nuevas generaciones de artistas populares. Este nuevo trabajo, que amalgama sonoridades tradicionales con otras más nuevas con la dirección musical de Gabriel Pedernera, es el reflejo de una búsqueda permanente que lleva adelante la cantora.
En esta charla con elDiarioAR, repasa sus inicios, la lucha contra sus miedos y la plenitud con que abraza el presente.
—¿Cómo llega la música a tu vida y cuándo te diste cuenta que ibas a ser cantora?
—En las provincias del norte no vamos a aprender a cantar o a tocar un instrumento o a bailar. Se da en lo cotidiano esa transmisión empírica. Yo era chiquitita y mi papá, que era albañil, cantor, guitarrero, me enseñó, porque a pesar de no haber tenido ni siquiera la primaria, sabía de todo. Él me dio las primeras herramientas para mover esto, las cuerdas vocales: cómo respirar, cómo expandir el pulmón, cómo pararse. Y prácticamente llegué con esas herramientas hasta que me trasladé acá a Capital y me hice cargo del canto y empecé a estudiar. A los artistas también nos descubren las maestras de la primaria. Yo estaba en todos los actos de la primaria cantando. Me acuerdo cuando tenía nueve años, era el día de la madre, y levanto la vista y veo una mamá llorar. Y otra más. Yo era muy niña y me di cuenta que esto que me había enseñado mi papá no era algo que me pertenece a mí, sino que era algo que provocaba algo, que tenía un ida y vuelta. Y eso me impactó. He sido una niña muy tímida, muy huraña. Y para mí cantar era el momento en el que podía expresarme. Cargaba con mucha data de opresión. Mi papá siempre me decía: “usted no se junte con los ricos porque los ricos le van a hacer daño, quédese a cantar, agache la cabeza, trabaje”. Eran cosas que cuando empecé a crecer me hacían ruido. Y así empecé a a elegir las canciones: qué decir. O sea, siempre me gustó mucho la poesía, más que nada. Y él me decía inclusive en algún momento: “fíjese usted bien qué va a decir, porque va a tener una herramienta muy importante que es el micrófono”. Y eso me quedó dando vueltas siempre. En la secundaria también cantaba pero elegí estudiar danza porque amaba bailar. Sin embargo, siempre me han elegido para cantar. Pero es como que nunca me hacía cargo de esa parte. Entonces cuando fui mamá a los 19 y grabé el primer disco en el 95, que fue un cassette, ahí es cuando cuando empiezo a darme cuenta de que este don también era para compartir. Y así como había provocado emociones en las madres cuando era chiquita, podría también movilizar emociones. Quería un mundo para mi hija en el que ella pudiera hacer todo lo que quisiera más allá de si fuera rica, si fuera pobre. Siempre trato de que este don movilice las mejores sensaciones humanas. Estoy constantemente buscando algo que movilice más las tripas y que tratemos de hablar un mismo idioma.
—¿Y cuándo te mudaste a Buenos Aires?
—Grababa cada tanto, cantaba cada tanto. El canto siempre estaba ahí dando vueltas y siempre eligiendo las canciones que quería grabar. Hace 17 años ya que me traslado a Capital. Me vine porque quedé embarazada del más pequeñito. Mi compañero se había venido a trabajar acá y nos vinimos con todos los chicos, cuatro: tres de panza, uno del corazón. Y yo creo que ahí la vida dijo: ya está, hiciste todo lo que quisiste, hacete cargo. Ahí empecé a estudiar canto profesionalmente, con fonoaudiología inclusive, que todavía a diario practico. Y también a hacer terapia. Porque esa niña tímida, huraña, cuando cantaba siempre vivía una transformación muy linda. Por ahí siempre pienso es el apodo de La Bruja, porque yo era tan tímida, tan huraña, que el momento de cantar era como esta soy yo, esto soy. Y se daba una transformación muy linda. Y ahí en la secundaria me pusieron La Bruja. Entonces acá me empecé a hacer cargo también de la parte psicológica. Limpiar muchas cosas. Muchas trabas que tenía. Y por supuesto también empezando una carrera tenía que conectarme con músicos nuevos, con gente nueva y a mí no me gustaba. Allá, por ejemplo, le huía a los asados, a las reuniones, pero acá ya era otra cosa. Quien era mi compañero se hizo cargo de ser mi productor. Y él siendo periodista, siendo locutor, tenía una prestancia muy particular que intentaba trasladarme. Y después de años de terapia me diagnosticaron fobia social. Ya pasaron 12 años más o menos desde que empecé la terapia y ahí muchas cosas se quebraron y pude empezar a verlas de otra manera. Fue muy lindo, muy liberador a la hora de poder expresarme. Y empecé a soltar el cuerpo. Entonces ahora ya canto y bailo. Y desde entonces las cosas han ido muy rápido. Todo fluyó. Llegaron los premios. Y ahora lo disfruto. Pero sí creo que cada premio, cada reconocimiento que te van dando es una gran responsabilidad. Son muchos ojos más que se posan en vos.
—Y estás ahora presentando un disco nuevo. Tenés un poco de lo más nuevo, de lo más viejo. ¿Cómo armaste toda esa amalgama?
—Creo que cada disco representa una fotografía de este momento. ¿Hoy qué necesito expresar? ¿Qué necesito compartir? ¿Qué necesito movilizar? Y es ahí en donde empiezo a a bucear. Siempre primero busco las canciones conocidas. Está bueno cada tanto traer un clásico de allá atrás, que tiene una poesía que es actual y es necesario volverla a sacudir. Me moviliza eso por un lado. Por otro lado, también el amor, la pasión que tenemos nosotros en las provincias por nuestra cultura, por nuestra historia. Es algo que amamos, nos sentimos recontra orgullosos. Entonces también ese es otro eje que a la hora de de armar un disco siempre lo traigo. Este disco tiene algo de clásicos, algunas poesías que había que traer. Por ejemplo, un Atahualpa Yupanqui presente con “Caminito del Indio”, que es una canción que habla con orgullo y con honor de lo que sentimos en las provincias. Después, zambas que estaban allá en el tiempo, quedadas, de compositores que marcaron una etapa muy fuerte del folklore como es el caso de Arsenio Aguirre. Y canciones nuevas que escuché. Me gustó “Saravá”, que es de Juan Saraco de Duratierra. Me encantó lo que dice. Por ahí me preguntan: ¿y qué consejo le daría a las generaciones nuevas? Que las canciones tengan fundamento. Esto es lo más lindo. Esta canción tiene mucho de mensaje para las generaciones que vienen. Y también mixturando con poesía, que es algo que estilamos en La Rioja. Nosotros estilamos cantar y recitar. Esto nos enseñó el Chito Zeballos y todos nuestros maestros que tenemos en la provincia. Lo mixturé con un poema de Atahualpa Yupanqui que es “El Destino del Canto”, en el que habla de un canto sincero, que no busca luces, que acompaña al sentimiento del pueblo. Nosotros sabíamos tener hace muchos años en Córdoba un encuentro de músicos independientes en el que había pichones de Raly Barrionuevo, Sergio Galleguillo, Luna Monti, Juan Quintero, Topo Encinar. Éramos chiquititos, teníamos 19, 20 años y hacíamos esos encuentros. Era una generación que continúa todavía, que es un canto auténtico, que sale de las tripas. Son canciones y poesías hermosas. Y de repente nos hemos visto en un escenario con luces. Estamos en un lugar en el que es el momento de decir cosas. Y esta canción, “Saravá”, habla un poco de esto, de ese destino, de esa canción con fundamento. El final del poema -“Y al llegar al final, tendrán su premio. Nadie los nombrará, pero ninguna tumba guardará su canto”- me parece fantástico.
—También hay mucho de La Rioja en el disco.
—Tenemos una fiesta ancestral, la chaya, en donde más allá del jolgorio y de la alegría, de toda la cosa linda que tienen las fiestas populares, hay un mensaje muy interesante, que si durante el año por ahí te vas detrás de diferentes cosas o mirando tu propio ombligo o te peleás con alguien, tenemos el tiempo de la chaya para volver a unirnos en una misma energía, en esa esencia de comunidad. Cuando te llenan de harina ya no sabes si sos rico, si sos pobre, si sos niño, viejo, adulto, anciano. Volvés a ser una misma energía y tenés el permiso de volver nuevamente. Tenemos esta fiesta que año a año nos recuerda la idea de estar juntos, de comunidad, de la misma energía, la misma esencia. Y eso que es tan hermoso que es una fiesta popular, que habla de nuestro folklore, que tiene muchos rituales y demás, está reflejado también en, por ejemplo, una selección de coplas populares, que es un poco también esta cuestión del canto, que se va pasando de manera empírica, de manera anónima. Y también “El Camión de Germán”, que es una canción que cuenta mucho y que la hice en otro tiempo de las versiones que son conocidas para que se pueda degustar la poesía. Tiene mucho de paisaje, mucho de algo que tiene que ser escuchado detenidamente para ver la magia. Dentro de la historia de las provincias del Norte hay luchas que todavía son actuales. La más fuerte es el federalismo y la cuestión del unitarismo que todavía existe, que todavía hay que hacer mucho ruido para que se nos escuche. Y no hay nada más lindo que hacer ruido con lo nuestro.
—¿Qué canciones completan el disco?
—Canciones de esperanzas, como “Así sea”, que es una canción que le pertenece a un compositor, que estaba en aquellos encuentros de músicos independientes que es el Topo Encinar, un tucumano que tiene una pluma y unas melodías bellísimas. Es una canción de esperanza en esos estos tiempos, necesaria, importantísima. Y hace poquito en pandemia empecé a escribir y ya en el disco anterior había logrado engarzar lo que es algo nuevo para mí. Siempre he sido tan respetuosa de los poetas, pero llegó un momento en el que también necesitaba decir cosas que no encontraba cuando buscaba. Entonces empecé a escribir como suelto, libre, las estructuras todavía no las manejo muy bien. Pero sí pude acomodar con la ayuda de Bruno Arias y de Ramiro (González), una canción que salió en el disco anterior. Y en este caso junto al Bruno hicimos una nueva canción que también está inspirada en las bailarinas. Amo bailar, entonces amo a las bailarinas. Y particularmente a bailarinas de mi provincia, La Rioja, un par de mujeres que conozco, que amo, que admiro y que están pasando ipor enfermedades muy duras. Una en su cuerpo, otra en en su familia. Y conozco los dolores de muchas bailarinas. Y siempre es una cosa que está abajo con todo su dolor y todas sus luchas y demás. Y cuando suben al escenario a bailar es como que se prende una magia muy especial. Entonces para ellas le dediqué esta canción que se llama “Negra de albahaca”.
—¿Cómo fue que conociste a Lula Bertoldi y empezaron a hacer cosas juntas?
—En el caso de Lula, nos conocimos con Eruca Sativa cuando fuimos al Cosquín Folklore. Hubo mucho ruido, pero yo creo que hay una generación del Chango Farías Gómez para adelante que abrieron muchas fronteras. Entonces cuando fuimos al Cosquín hubo como un poco de ruido pero la verdad que la recepción del público fue excepcional, muy linda. Y de ahí ellos me invitaron al Cosquín Rock. Y fue también igual, que nuestros públicos puedan degustar estas diferentes aristas de la música argentina, que en realidad tienen los mismos mensajes. De ahí surgió una amistad, una energía muy particular con la Lula. Entonces hicimos un espectáculo ya hace un tiempo, en el que teníamos un repertorio variado. Hicimos por ahí en provincia de Buenos Aires, algunos shows. Hemos preparado un espectáculo de folclore, de rock, en donde nos cruzamos en estas energías y es algo hermoso. Y después ella es una amante de la historia y las luchas, particularmente las luchas de las provincias. Ama la historia de La Rioja, conoció y salió súper enamorada de lo que es la cantata riojana “Padrecito de los Pobres”. Y ahí hicimos un espectáculo también dedicado a las mujeres, mujeres de La Rioja, mujeres argentinas, mujeres laburantes, luchadoras. Y, bueno, a la hora de grabar el disco dije: tiene que estar la Lula. Entonces la pusimos en esta chacarera, que es de “Los amanecidos”.
—Hablame de los otros invitados en el disco.
—El disco encierra esta idea de cruzar sonidos, ritmos, voces, coloraturas, de hablar de música argentina. Quizás sin darme cuenta con estos sacudones políticos que hemos tenido es como decir: estos somos, vamos para adelante, nos juntemos, nos unamos. Y es así como llegaron invitados de diferentes aristas, como Lula, como Lito Vitale, que participa en una canción también dedicada a mi padre, que es el que me dio todo esto, “Caminito del Indio”, porque él la sabía cantar cuando era joven. Y en el caso de Lisandro (Aristimuño) es un artista que más allá de sus melodías, su voz, su poesía, todo lo que es él como artista, es una persona muy sensible y que yo siempre iba registrando cómo está constantemente atento a los artistas que hay en el país, acompañándolos. Y es así que lo conocí por primera vez en el estudio de grabación y fue hermoso. Es una persona muy sencilla, muy humilde. Necesitaba traerlo para cantar esta canción de esperanza, “Así sea”, con su esencia, con su alma. Y el Raly Barrionuevo fue traerlo de aquellos encuentros de músicos independientes en Córdoba a grabar esta chacarera que es de Ica Novo, “Yo toco solo bombo”, que era otro más de los compositores que se cruzaban en aquellos encuentros. En aquella época fue como una especie de nuevo cancionero, solo que nadie nos conocía. Pero se ha gestado algo muy fuerte. Hoy ya estamos en el escenario y cada uno por su lado va contando sus cosas y movilizando esto tan lindo.
—¿Y Enrique Espinosa?
—Nosotros tuvimos nuestros maestros. Mercedes, por supuesto, impulsándonos y acompañándonos y mostrándonos este camino de la canción con fundamento, la canción que deja un mensaje. Dentro de las mujeres, admiro muchísimo a Tona Páez, que es una cantora de La Rioja, una cantora de tripa que nunca aprendió canto. Amo la voz de Julia Zenko y la enseñanza de Mercedes. Y en la parte masculina para mí dos grandes íconos son el gordo Alfredo Ábalos y Enrique Espinosa. Cuando cantaba Enrique Espinosa la verdad es que enamoraba. A veces los planetas se van alineando para que algo se de. Quería que estuviera en este disco hablando de esas bellezas, de ese folklore bien de raíz, bien decidor y con esta voz que para mí era la voz argentina. Y elegimos una de Arsenio Aguirre (“Cuando la tarde”). Y la verdad que él tiene 86 años y hasta el día de hoy día a día hace sus ejercicios foniátricos. Y eso por supuesto también es una enseñanza. La verdad que este disco me dio grandes alegrías. Esa niña, esa joven, esa mujer que tenía fobia social ahora puede disfrutar mucho de esas conexiones.
“Raíces” fue un programa radial dedicado a la música de raíz de Argentina y Latinoamérica que la periodista entrerriana Blanca Rébori condujo durante más de 30 años en diferentes emisoras. Titulamos esta columna con ese nombre en homenaje a su labor.
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