'Flee', el documental animado sobre un refugiado gay que ha hecho historia en los Oscar

Javier Zurro

elDiario.es —

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En septiembre de 2015, una fotografía conmocionaba a todo el mundo. Era la de Aylan Kurdi, un niño sirio de tres años cuyo cuerpo fue hallado sin vida en la costa de Turquía. Es imposible olvidar su camiseta roja. Su pantalón azul. Su rostro hundido en la arena. Era una imagen que simbolizaba el fracaso de Occidente. Aquella fue la primera vez que se supo el nombre de uno de los refugiados que huyen de sus países y mueren en el mar. Hasta entonces habían sido cifras. Números de cadáveres en las noticias. Durante unos meses su nombre llenó telediarios por la culpa y la vergüenza, pero poco después los refugiados pasaron de nuevo al olvido. Volvieron a ser un dato más que leíamos en los periódicos.

Contra esa deshumanización lucha Jonas Poher Rasmussen en Flee, el conmovedor documental que ha hecho historia en los Oscar al estar nominado en las categorías de Mejor documental, Mejor película internacional y Mejor película de animación. Un hecho único que reconoce a esta historia sobre Amin, amigo real del director, que huyó de Afganistán siendo un niño. Una historia sobre la identidad, también la sexual, ya que Amin también tuvo que vivir con las miradas y los señalamientos por ser homosexual.

Amin no es un personaje inventado, sino que es un amigo real del director. “Le conocí cuando teníamos 15 o 16 años. Apareció una mañana en la pequeña ciudad de Dinamarca donde vivíamos. Él vivía al otro lado de la manzana, y nunca quería hablar de estos temas. Yo lo respetaba, pero era una caja negra en nuestra amistad que estuvo cerrada durante muchos años”, cuenta Jonas Poher Rasmussen a elDiario.es. Su amistad se fue consolidando, y hace 15 años el director le dijo que quería hacer un documental sobre él. Dijo que no, pero sí que le aseguró que cuando estuviera preparado para contar su historia lo harían juntos.

Ese momento llegó hace unos años, cuando tras un taller de animación para desarrollar ideas para documentales, se le ocurrió que quizás así su amigo se atreviera a contar por fin su historia. “A él le pareció interesante poder mantener su anonimato gracias a la animación, porque si no, le hubiéramos colocado en el foco con la película”, explica. Ser su amigo ha tenido sus pros y sus contras. “Las conversaciones han sido más fáciles, porque tenemos confianza y puedo preguntarle por asuntos difíciles, pero la preocupación es mayor, porque es un amigo tuyo y debe reconocerse en la historia. Si la película salía mal podía destruir una amistad, pero él fue muy generoso conmigo y me dijo que él ya había decidido hacerla y que confiaba en mí”.

A pesar de la dureza de la historia, la película navega entre el humor, lo dramático y lo emotivo. Descubrimos la sexualidad de Amin cuando él se imagina a Jean-Claude Van Damme guiñándole un ojo desde la televisión. “Necesitábamos esa parte divertida, porque la película está contada desde nuestra amistad”, confiesa el director sobre algo que siempre tuvo claro. “No es una historia solo sobre refugiados. Claro que él lo fue, pero eso no te marca, una persona es mucho más. Él es académico, gay, tiene una casa, ama a los gatos, le gusta Van Damme y quería que todo eso estuviera en la película porque eso te conecta con él. Compartir una risa crea una conexión y es bonito, generas empatía”.

El problema está desde que lo llamamos crisis de refugiados, cuando realmente es una crisis humanitaria. La palabra refugiado pone una distancia

Flee llega en el momento oportuno. Un tiempo en el que derechos que parecíamos asegurados vuelven a estar amenazados por el auge de la extrema derecha, que ha colocado en su punto de mira a los inmigrantes y al colectivo LGTB. El propio director reconoce que su propia perspectiva sobre su película “ha cambiado”. “Al principio era una película sobre mi amigo, era 2013. De repente, en 2015, explota la crisis de los refugiados en Europa. Incluso en Dinamarca había refugiados durmiendo en las autovías, y me di cuenta de que había que poner cara a esa gente de la que solo hablábamos por ser refugiados o por las cosas que necesitaban. Ser refugiado no es una identidad, y quería mostrar eso, y es algo que le puede pasar a todo el mundo. No puedes poner a la gente en cajas y hacer titulares en los que todo sea blanco o negro, y espero que mi película dé perspectiva a este asunto”.

Para el director, el cambio pasa por el propio lenguaje, por cómo nos referimos a cada realidad y la imagen que crea en la gente. “El tema de los refugiados no se ha manejado bien en Europa, pero creo que realmente el problema es cómo hablamos de las cosas. Creo que tiene que ver con las historias que contamos, que son todas blancas o negras. El problema está desde que lo llamamos crisis de refugiados, cuando realmente es una crisis humanitaria, y en cuanto decimos la palabra refugiado ponemos una distancia sobre ello. Si contamos historias que humanicen, será mas difícil que ellos los deshumanicen”.

Una historia que ha calado desde su primer paso por Sundance hace más de un año. Desde entonces no ha parado de ganar premios hasta llegar a esas históricas nominaciones a los Oscar. Jonas Poher Rasmussen reconoce que confiaban en lograr al menos una, y que si no hubiera llegado “sí que hubiera estado un poco decepcionado, pero es muy loco pensar que una película pequeña esté ahí y decir que me hubiera decepcionado, pero es la realidad”. Eso sí, “cuando llegó la primera me alivió, me relajé y luego llegaron las otras dos. Es surrealista”. Si tuviera que quedarse con una, apuesta por la de Mejor documental porque “la animación realmente es una técnica, una forma de contar la historia, pero cualquiera sería bonita”. La respuesta, el próximo 27 de marzo en una ceremonia en la que puede seguir haciendo historia.

JZ