Micaela Vita: “Es hermoso ofrecer un espacio donde nos sentimos en trinchera”
En “Raíces” repasamos algunas novedades de la música de raíz de por acá nomás. Lo hacemos a través de entrevistas a músicxs cuya labor queremos visibilizar y creemos fundamental en el panorama actual. Nuestra undécima entrevistada de esta etapa es Micaela Vita, cantante de Duratierra y Triángula.
Micaela Vita es menuda y habla suave. Pero cuando sube al escenario, crece con la fuerza del público y asume con soberanía el papel de voz principal de esa originalísima banda que es Duratierra. La “tribu”, como el grupo dio en llamar a sus seguidores, la adora y ella se entrega cada vez como si no hubiera un mañana.
Juntxs cantan canciones que se fueron convirtiendo en clásicos en los casi 20 años de trayectoria de la agrupación. En la renovación del ritual, serán las más nuevas, las de La Fuerza, el disco que está en plataformas desde el 16 de junio y que este 5 de agosto tendrá su presentación oficial en La Trastienda.
Duratierra, el septeto que Vita integra junto a Juan Saraco, Valen Bonetto, Nicolás Arroyo, Silvia Aramayo, Martín Bekerman y Tomás Pagano, construyó, canción a canción, esa trinchera de amor desde la que ahora llama a resistir: ante el patriarcado, la destrucción del medio ambiente, el capitalismo, el odio. Lo hizo con mucho de música latinoamericana pero también con mucho de folklore argentino, de rock, de pop, de jazz, de los más nuevos géneros urbanos. Siempre experimentando, intercambiando, compartiendo.
Hace algunas semanas, la cantante volvió por unos días desde Córdoba a la Ciudad de Buenos Aires, de donde es oriunda, y elDiarioAR aprovechó para charlar con ella.
-¿Cuándo empezaste a cantar?
-La verdad es que yo canté siempre. Siempre cantar, bailar, actuar y todo ese mundo formaba parte de los juegos que a mí me gustaba encarar de niña. Y después, cuando estaba en la primaria, entré en el coro de la escuela y ahí tuve mis primeras experiencias de cantar delante de otras personas. Empecé a estudiar un poquito de piano y creo que fue a los 14 que dije “yo quiero cantar y voy a cantar”. Nunca pensé en otra opción. Ahí empecé a estudiar canto, ya un poco más entendiendo de qué se trataba. Y de ahí en más, siempre me dediqué a esto. Tuve el privilegio de tener una familia que, si bien no es para nada del palo de la música, supo acompañar mi deseo. Todavía no había terminado la secundaria y entré a la Escuela de Música Contemporánea, acá en el centro porteño. Y ahí se desplegó el mundo para mí. Ya estaba laburando en restaurantes o en fiestas, cantando jazz, tenía una banda de rock. Y cuando entré a la Escuela de Música Contemporánea y a través de algunos maestros -Willy González, Mario Gusso, Pepe Luna- vino o llegó a mí o yo llegué o no sé (risas), nos encontramos con la música latinoamericana y ahí para mí fue contundente. Además ahí conocí a mis compañeros de Duratierra. A dos de ellos. En realidad tres, pero uno después cambió. Pero a Juan y a Nico los conocí en esa escuela cursando un ensamble de música latinoamericana. Y marcó mi vida, porque esos vínculos son los que me hicieron tener el presente artístico que tengo hoy, que me hace muy feliz.
-Y cuando crearon Duratierra, en el 2004, ¿se imaginaban esto?
-No, porque partió de un ámbito estudiantil, de esta cosa de que estábamos con mucho entusiasmo con lo que estábamos aprendiendo, con las músicas que estábamos tocando, con el enganche que estábamos teniendo: sentir esa química musical que había aparecido, encontrarte con otras personas en los deseos artísticos. Y fue como: “che, juntémonos a tocar, a jugar con estas herramientas”. Nunca imaginamos en ese momento que Duratierra iba a ser lo que es hoy para nosotres.
-¿Por qué Juan y vos se mudaron a Córdoba?
-El deseo personal de salir un poco de la experiencia de la vida acá en Buenos Aires estaba. Tenemos con Juan un hijo de 10 años, Astor. Y desde antes de que naciera era algo que ya habíamos estado conversando. Pero, justamente, por Duratierra y luego también por Triángula, era muy difícil pensar en poder hacerlo. Y con la pandemia hubo algo que lo posibilitó. Primero que no sabíamos qué iba a pasar con el mundo y algo de empezar a usar las herramientas de la virtualidad y entender que podíamos llegar a encontrar dinámicas de trabajo creativo en la distancia y demás lo volvió posible. Y ahí dijimos: “che, ¿y si es ahora?” Entonces, en el segundo año de la pandemia, nos fuimos a vivir a las Sierras Chicas de Córdoba. Caímos ahí porque hace muchos años tenemos una amistad muy cercana, mucho amor, con Raly Barrionuevo, que vive en Unquillo y a partir de esa amistad empezamos a ir mucho a su casa y a conocer esa zona preciosa y a sentir: “ah, puede ser acá”. Allá hay una tribu hermosa de artistas y amigues y de gente vinculada a la cultura popular que queremos mucho y que nos quieren mucho también. Así que armamos los petates, subimos todo a un camión y nos fuimos a vivir a la única casa que encontramos disponible para alquilar, que es en Mendiolaza, una localidad que no habíamos pisado nunca. Y ahí seguimos. Fue un cambio muy grande.
-Pero además incorporaron a tres músicos más. ¿Cómo fue?
-El inicio de todo es que hace muchos años nuestra cabeza artística pedía tímbricas nuevas. Teníamos ganas de que la banda suene más grande en vivo. Hay muchas cosas de las que grabamos en los discos anteriores, con capas y capas de cosas, que después en vivo no las podés reproducir con esa misma cantidad de gente. Y en algún lado estaba guardadito ese deseo de ampliar la banda. Con la pandemia y con esto de irnos a Córdoba, caímos en una crisis fuerte, que derivó en una terapia grupal. Y eso fue algo que nos hizo muy bien, que nos hizo limpiar la canaleta que se había llenado de hojas sucias después de 19 años de tocar juntes y de ser una familia, porque realmente tenemos una dinámica, una amistad muy de familia después de tanto tiempo. En ese momento quien era el tecladista de los últimos años, Mati Zapata, decidió dar un paso al costado y fue un poco lo que terminó de consolidar la idea. Decidimos sumar a tres personas que ya venían estando en el radar nuestro, gente que queremos mucho, que ya había compartido con nosotres, que pensarla dentro de la banda era muy natural. Porque no se puede en un proyecto como el nuestro sumar a cualquier persona. Eso fue un aprendizaje también de este tiempo, por el tipo de dinámica amorosa y de cercanía que tiene. Necesitábamos que fuera gente con la que sintiésemos afinidad humana y ganas de compartir un proyecto autogestivo como el nuestro, que requiere de mucho contacto, de estar muy en un mismo eje, mirando al mundo desde un lugar similar. Así que los nombres de Valen Bonetto, Martín Bekerman y Silvia Aramayo cayeron en un instante. No hubo dudas. Eran esas tres personas y sólo fue cuestión de levantar el teléfono con un poco de temor y decir: “tenemos esta idea, ¿vos te sumarías?” Y del otro lado escuchar gritos y euforia y un sí gigante y mucha celebración. Y eso fue una inyección de energía que reforzó mucho la identidad de la banda. Fue un aire fresco total.
-Y ahí surgió el disco nuevo que salió ahora y que están presentando. ¿Qué tiene este disco de diferente?
-La diferencia contundente es haber ampliado el espectro tímbrico, creativo y humano. Esas tres cosas están muy presentes en este disco, que decidimos llamar La Fuerza, porque una de las cosas hermosas que nos pasa es que sentimos en esta renovación cómo la potencia de la banda creció muchísimo. Ya desde el primer ensayo escuchar sonar un septeto automáticamente nos llevó a sentir esa cosa más vital, más enérgica, que empezó a suceder muy naturalmente. Y también es un disco que tiene encima muchos años de haber juntado canciones. El último disco que habíamos hecho fue Cría, en el 2017. Después sacamos un EP y música suelta, pero la idea de la obra, de un álbum entero, era algo que nos venía pisando los talones hace mucho tiempo. Entonces fue también como un proceso de condensación de muchos años. Siento que es un disco que tiene la carga de mucho deseo de hacerlo. Un disco alegre, un disco festivo, para el goce, para disfrutar. Después de Cría, que para nosotros fue un disco medio bisagra, porque mucha más gente se acercó a Duratierra, sentir que ahora sacamos otro y que está encontrando en la gente ese lugar, que nos escriben todo el tiempo personas diciendo: “no puedo parar de escucharlo”, “el día de hoy ya lo escuché mil veces”. Empezar a ver cómo ya la música es de otras personas termina de completar ese ciclo que es necesario para la creación y para que siga rodando la cosa.
-Y decías que es un disco de celebración y ustedes además, y su público, manejan estos conceptos de trinchera, tribu, la turba del bien. ¿Cómo se hace para mantener ese espíritu en un mundo que está como está?
-Creo que se hace buscando la gente afín para construirlo y para poder crear espacios donde la ternura, la amorosidad y el respeto y todas las luchas que nos atraviesan puedan estar arriba de la mesa. Es loco esto, pero también siento que es un disco para los tiempos que van a venir, que seguramente tendrán grandes desafíos. Va a ser un disco muy compañero. A veces pienso y sigo confirmando con los años que la música va antes que los procesos que hacemos y me da la impresión de que este es un disco que va a acompañar, que está un poquito más adelante y, no sé, nosotros miramos como desde ese lugar, desde la amorosidad. Somos una banda que cuida mucho. Entre nosotres, el respeto con el público. Se arma una familia hermosa con la gente. Nos encontramos con todas las personas que vienen y cada concierto es muy emocionante lo que está pasando. Cada vez que sucede me quedo llena de amor, porque siento que la gente que se acerca a Duratierra encuentra no solo la música y no solo a nosotres quizás como referentes de algo posible, sino que se encuentra con otras personas que están vibrando en esa misma búsqueda o en esa misma forma de mirar, de desear, de denunciar todo eso que no queremos más de este mundo. Como dice la Susy Shock: no queremos ser más esta humanidad. Y también poder poner el foco en las cosas que sí, en donde sí construir, de qué manera. Así que me parece que eso es hermoso también, poder ofrecer un espacio en los conciertos donde nos sentimos cuidades, en comunión, en trinchera, en tribu. Y donde pueden estar les niñes y donde pueden venir todes. Creo que ámbitos así son muy necesarios, son la fuente de todo y va a ser muy necesario de aquí en adelante reforzarlos.
-También está atravesado todo por un mensaje político: el transfeminismo, el ambientalismo... ¿Lo sienten como una responsabilidad?
-Creo que ninguna de las personas que somos parte de esta banda, podríamos hacer música que no nos represente enteramente. Yo no me lo bancaría. Entonces, por lo pronto, me siento bien conmigo de estar haciendo algo que considero que es cierto, que es verdad, es música y está diciendo cosas. No está inventado, no está inflado, que ya creo que es un montón en este mundo donde todo está tuneado, filtrado, digitado de alguna u otra manera. Intento no sentirlo como una responsabilidad, pero lo siento como una responsabilidad. Siento que subirse a un escenario es un lugar de privilegio, que decir cosas en ese espacio tiene un peso, que hay mucha gente que lo está escuchando y lo está recibiendo y desde ese lugar lo estamos haciendo con conciencia. Lo estamos haciendo para hacer las cosas como nosotros pensamos que hay que hacerlas. No estamos paveando, digamos. Lo que estamos diciendo nos atraviesa y ahí sí siento como algo de responsabilidad con la honestidad, responsabilidad con la obra artística, responsabilidad con nuestro público, con cuidarles, con darles lo mejor que tenemos para darles.
-Cómo se hace para llevar adelante un proyecto así independiente, autogestivo, en la Argentina de hoy.
- A pura garra, realmente. Haciendo malabares con todas las otras cosas de la vida, invirtiendo, endeudándonos. Sí, la verdad es que sí, es súper cuesta arriba esa parte, pero qué lindo es también. Después de los conciertos el pecho queda inflado de belleza y de un alivio de encontrarnos. Así que, bueno, aprendiendo. No dejamos de aprender. Hemos armado en estos años un equipo de trabajo increíble. Entonces no es que estamos trabajando solamente nosotres siete, sino que trabajamos con Diego Knoblovits, que es nuestro productor y y un compañerazo que labura hace muchos años y que rema increíblemente y apuesta por los proyectos así, horizontales, colectivos, cooperativos. Y alrededor toda la gente que labura en la técnica de Duratierra: sonidista, iluminadores, directora escénica. Toda la gente que construye con nosotres es parte de esto y hace que las cargas se repartan y que entonces todo sea más liviano. Un pedazo de ese remo va repartido entre todas las personas que trabajamos en este proyecto, que no somos solo las siete personas que nos subimos al escenario. Es una familia expandida que trabaja así, en forma comunitaria colectiva.
-¿Cómo van a ser los shows?
-Alucinantes, tengo unas ganas de que sean ya. Estas ganas que te digo que venimos cargando y que cada concierto se potencian en vez de vaciarse, están muy exacerbadas para lo que va a ser el 5 de agosto acá en La Trastienda, porque va a ser la primera vez de tocar esas canciones en vivo y de compartirlas con la gente después de que hayan escuchado el disco. Estamos armando un concierto alucinante, con mucho despliegue. Va a haber sorpresas. Estamos trabajando con una directora escénica que es una genia absoluta. Hay un planteo muy potente que me parece que a la gente le va a encantar. Así que va a ser una celebración fuerte, vamos a bailar un montón. Por supuesto va a estar toda la música del disco y van a pasar otras cosas también. Y, bueno, se subirán algunas personas más al escenario, que serán sorpresa. Es parte de lo que van a tener que venir a descubrir en vivo.
-¿Tienen otras fechas previstas?
-Sí, hacemos una gira que se está terminando de diseñar pero iremos a Córdoba, Rosario Santa Fe, Bahía Blanca, Santa Rosa, estamos cerrando San Luis, Tandil quizá también, La Plata. Vamos a intentar ir a todos lados.
-Y desde hace algunos años vos también integrás Triángula. ¿Cómo nació ese proyecto?
-Triángula nació de Duratierra. Es como un brote que por suerte desarrolló una vida propia y una estética propia, que no tiene nada que ver con Duratierra. Pero se inició cuando convocamos a Nadia (Larcher) y a Noe (Noelia Recalde) a cantar “Marzo” en Cría. Y, bueno, nos pusimos a cantar juntas y dijimos: “esto lo queremos hacer toda la vida”. Y ahí arrancó primero muy desde el juego y desde la exploración de empezar a mostrarnos las canciones y a tocar un poquito así todo muy mínimo, a jugar con la tecnología, ponernos pedaleras y micrófonos. Nos juntamos en una sala a disfrutar de eso, sin ningún tipo de idea hacia adelante. Y después nos llegó una propuesta de (el periodista) Gaby Plaza, que nos invitó a formar parte de un ciclo en el Recoleta. La idea era gente que sea amiga pero que no tenga un proyecto profesional artístico. Y fuimos y armamos una banda con Juan (Saraco), con Jony (Jonatan Szer) y con Lucas (Bianco). Y empezamos. Ahí armamos algo y un año después de eso, Juan dijo: “che, ¿qué tal si grabamos eso que hicimos el año pasado?” Y nos metimos en un estudio en Traslasierra, grabamos un video-álbum y de ahí creció. Ahora estamos trabajando en un disco nuevo. Ya lo tenemos ahí. Quizás a fin de año, principio del año que viene ya se graba y sale.
-¿Cómo te imaginás tu vida en la música de acá en más?
-Ojalá que así. Yo cada día más -y siento que es un aprendizaje también que fueron dando los años- le voy entregando todo lo que soy y lo que tengo a la música. Es mi lugar feliz. Para mí cuando me subo el escenario, cuando estoy en el estudio, cuando estoy componiendo, son lugares donde un montón de otros aspectos complejos de mi persona, como tenemos todas las personas, se aquietan o encuentran un vehículo hacia algo que me hace muy bien. Entonces la verdad es que quisiera que mi vida siga siendo esto para siempre. Con Duratierra hay muchas sorpresas para este año todavía que no puedo develar, pero sí decir que además de esto que la gente ya está disfrutando, que es La Fuerza, van a pasar otras cosas y va a haber mucha más música, así que van a tener que prestar atención. Te lo tiro con risa misteriosa, pero sí, mucha música, así que van a tener que quedarse cerca.
“Raíces” fue un programa radial dedicado a la música de raíz de Argentina y Latinoamérica que la periodista entrerriana Blanca Rébori condujo durante más de 30 años en diferentes emisoras. Titulamos esta columna con ese nombre en homenaje a su labor.
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Raíces 2023
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