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Elisa Loncón, la académica mapuche que liderará la discusión por la nueva constitución chilena

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Resulta contraintuitivo, pero la Región de Araucanía, en Chile, es un bastión de la derecha. Así que Elisa Loncón, nacida en la comunidad mapuche araucana de Lefweluan, conoce desde que abrió los ojos el ambiente, las ideas, y el proceder de la formación política que siempre fue la mitad del país, y que en tiempos de Augusto Pinochet (1973-1989) fue la mitad que mandó. Durante la dictadura, funcionarios del régimen redactaron la Constitución plebiscitada sin alternativa en 1981, y aún vigente con modificaciones. El domingo, la convencional Loncon fue la elegida. Será la presidenta de la Convención Constitucional que durante nueve meses debatirá, redactará y aprobará una nueva Constitución. Presidirá al centenar y medio de convencionales, mayoritariamente de izquierda, independientes o representantes con cupo de pueblos originarios, que harán tabla rasa del texto pinochetista. La mitad de Chile oscurecida y humillada dotará al país de una Ley Fundamental para iniciar una vida política democrática. Una mujer, india, mapuche, universitaria representa todos los niveles del universo nacional que Pinochet calló con el golpe de 1973.

La Convención Constituyente está formada por 77 mujeres y 78 hombres; de estos 155 delegados, 48 son independientes, 37 de la coalición de derechas cercana al Gobierno de Piñera, 17 pertenecen a los pueblos originarios y el resto a la izquierda y centroizquierda. Elisa Loncon es la primera convencional, cara, rostro, proa, figura mundial del futuro Chile sin el lastre de la 'democracia controlada' por las Fuerzas Armadas de la transición al primer gobierno elegido por el voto después de década y media de dictadura. Pero también será quien presida a un cuerpo que dejará asimismo atrás a treinta años de hegemonía de una Concertación de centro-izquierda tan ausente en la nueva asamblea constituyente, la primera del mundo con paridad de género, como las fuerzas y votos de la derecha histórica heredera del gobierno militar de facto. es todo un símbolo.

“Es algo totalmente futurista, es como el sueño de transformación más profunda que necesita este país... Pasar de este país homogéneo, elitista, uninacional, a reconocer su diversidad... Que sea mujer y que sea mapuche es como un símbolo de la esperanza”, afirma por su parte Teresa Valdés, socióloga y coordinadora del Observatorio de Género y Equidad. “Esto es una subversión inconmensurable del orden y del imaginario para una sociedad tradicional chilena”.

Sus padres eran campesinos y carpinteros, la de Elisa fue la primera generación que estudió, ella la pionera en la educación superior, en completar sus años en la Universidad de La Frontera con un diploma de profesorado de Inglés. Más todavía, hizo su posgrado en la capital institucional holandesa, La Haya, donde de la lingüística se desplazó a las Ciencias Sociales. Que la llevaron a la Universidad canadiense de Regina, a un master, nuevamente en el área de Lingüística, en la Universidad Autónoma mexicana de Iztapalapa, a un doctorado en Humanidades de regreso en Holanda, en la Universidad de Leyden, y a un segundo y más especializado título doctoral en Literatura, ya repatriada, en la Pontificia Universidad Católica santiaguina. En el discurso breve, elocuente, firmemente argumentado de la aceptación del cargo al que las discusiones y votaciones de la Convención la habían elevado, usó un idioma ostensiblemente bilingüe: saludó a las poblaciones y naciones de Chile, al “pueblo de Chile desde el norte hasta la Patagonia, desde lafken (el mar) hasta la cordillera”. De este modo dejó en claro que con la redacción de una nueva Carta Fundamental, que reemplace a la sellada durante la dictadura de Pinochet, Chile inicia el camino hacia un cambio de fondo.

Contra el orden de la dictadura, contra la partidocracia que la sucedió, y que preservó, pese a todo, una ideología donde el crecimiento económico era un bien y un objetivo tan primero y valioso que hizo que tres décadas de gobiernos de centro izquierda y centro derecha estuvieran dispuestos a pagar por él con una mayor, y progresivamente más afincada, desigualdad social, se dirigía la violencia de la demanda y el reclamo del estallido social de octubre de 2019, donde se sucedieron protestas que pedían un modelo socioeconómico más justo y que dejaron más de 30 muertes y miles de personas heridas y detenidas.

La nueva Constitución fue la forma con la que el Gobierno de Sebastián Piñera trató de aplacar las protestas. En referendo, esta forma de Constitución fue aprobada en octubre de 2020 por más de un 80 % de quienes fueron a votar. En mayo de este año, se votaron quiénes son quienes deben escribirla. Que Elisa Loncón presida la Convención es un gesto importante para Andrés Cuyul, académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de la Frontera, miembro de una organización mapuche, que se dedica relaciones interculturales en el campo de la salud. “Es un reconocimiento a más de 200 años de demandas al Estado chileno, por el reconocimiento de los derechos políticos y territoriales. Encauza una demanda que es la construcción de un país plurinacional, nunca más sin pueblos originarios”, ha dicho en conversación con la agencia alemana DW.

Aymaras -como lo es el expresidente boliviano Evo Morales, como lo es el actual vicepresidente David Choquehuanca- y mapuches quieren ver consagrado en la Constitución un Estado plurinacional como la asamblea constituyente de Bolivia lo hizo en 2009. Antes de la ceremonia de asunción de Loncón, que es una mujer elegida convencional en virtud de la paridad y del cupo indígena, este electorado hasta ahora subrepresentado en todas las instituciones chilenas, y culturalmente subordinado cuando no marginado, organizó cantos y bales espirituales en las calles vecinas a la antigua sede del Congreso, en Santiago de Chile. Ya el lugar es otro desafío al respeto a las decisiones de Pinochet todavía vigentes. Porque el dictador había decidido irradiar el Poder Legislativo de la ciudad capital nacional, y lo había trasladado a la ciudad portuaria de Valparaíso. Donde todavía sesiona. Por cuánto tiempo, lo decidirá una Convención Constitucional que preside una académica mapuche.

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