Horas después de que Luiz Inácio Lula da Silva ganara la segunda vuelta electoral, Noruega y Alemania anunciaron la reactivación de las inversiones del Fondo Amazonia. Los aportes de esta institución, dedicada al cuidado ambiental, habían quedado suspendidos de manera indefinida después del primer año de gestión de Jair Bolsonaro. “Noruega espera revitalizar la amplia asociación climática y forestal con Brasil”, anunció el ministro de Medio Ambiente de Noruega, Espen Barth Eide, el lunes siguiente a la segunda vuelta electoral.
La decisión de Noruega tiene una explicación. Durante el primer mandato de Lula, Brasil inauguró un plan para el control de la deforestación en la Amazonia Legal, es decir, el área integrada por nueve estados brasileños y que abarca casi el 60% del territorio. El programa creado por decreto presidencial en 2003 unió a 13 ministerios para combatir la deforestación y los delitos ambientales. “La innovación consistió en crear 'unidades de conservación', para impulsar el uso sostenible de los recursos naturales y el respeto por las comunidades tradicionales que viven en la zona”, explica Claudia Gaigher, periodista especializada en medioambiente y desarrollo social sostenible y autora del libro 'Diario de una reportera en el Pantanal'.
Una década después de la llegada de Lula al poder, el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) registró la tasa de deforestación más baja en la historia de la Amazonia. La ministra de Medio Ambiente de ese momento, Izabella Teixeira, llegó a decir con optimismo que la deforestación había pasado de un pico en de 27.000 kilómetros cuadrados en 2004 a 6.418 en 2012.
Después de cuatro años de Bolsonaro, el regreso de Lula inaugura un nuevo momento en la política medioambiental del país. El desafío será recuperar los años perdidos y ampliar los límites de los tres mandatos anteriores del Partido de los Trabajadores (PT). “La señal es de esperanza e ilusión para los activistas medioambientales. Es un reinicio de la política medioambiental en un sentido amplio. También del papel de liderazgo que el país siempre ha desempeñado en este ámbito a nivel internacional”, dice Suely Araújo, especialista en políticas públicas del Observatorio del Clima de Brasil.
El nuevo presidente de Brasil sabe de símbolos. Por eso eligió que su primera visita al exterior como presidente electo fuera a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en noviembre pasado. En la COP27 de Egipto, Lula selló su compromiso con los pueblos indígenas, los activistas ambientalistas y los distintos actores internacionales. En ese sentido, el nuevo presidente ha cumplido con su promesa de crear un Ministerio de los Pueblos Indígenas, que estará dirigido por la líder indígena Sonia Guajajara.
El líder del PT sabe que una política activa en la lucha contra el cambio climático también es una manera de que Brasil recupere protagonismo en el mundo. “Para Lula, el medioambiente será el tema clave para restaurar la reputación de Brasil en la escena internacional”, dice Hayley Stevenson, directora de los posgrados en Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella y autora de 'Global Environmental Politics'. Lula sabe que Brasil es una parte esencial para resolver la crisis climática planetaria.
Recuperar la confianza
“Brasil ha vuelto”. Estas tres palabras salieron de la boca de Lula, más de una vez, en el discurso ante decenas de seguidores en la ciudad de Sharm el-Sheikh, en el Mar Rojo, en noviembre pasado. La seguridad de las Naciones Unidas debió cerrar las puertas de una sala repleta de gente que esperaba escuchar al próximo presidente de Brasil.
Las expectativas son altas después de los años de un presidente que negaba el cambio climático como era Jair Bolsonaro. El antiguo líder de Brasil llegó a la presidencia con la promesa de eliminar varias normas ambientales que se consideraban un freno al desarrollo. “Debilitó el Ministerio del Medio Ambiente, cortó su presupuesto, nombró un ministro con una agenda anti-ambientalista y transfirió la autoridad para monitorear la deforestación al Ministerio de Agricultura. Se eliminaron muchas regulaciones ambientales y se dejó de aplicar el sistema de multas para la violación de normas ambientales”, enumera Stevenson.
Pero Bolsonaro intentó en campaña revertir desde el discurso los malos años de gestión. “Durante el Gobierno de Lula se deforestó el doble que en el mío”, le dijo Bolsonaro al candidato del PT en un debate presidencial en octubre pasado. Bolsonaro le pidió a la audiencia que hicieran una búsqueda en Internet. “Busque: 'deforestación de 2003 a 2006', en los cuatro años de Gobierno de Lula. Luego busque 'deforestación de 2019 a 2022'”, desafió el entonces presidente.
Para el que quiera hacer el intento, la curva es clara: Lula llegó al Gobierno en 2003 con más de 25.000 kilómetros cuadrados de deforestación, que consiguió bajar de manera progresiva cada año, hasta llegar a los 4.500 kilómetros cuadrados en 2012, un récord histórico. Esa misma curva repuntó con fuerza a partir del 2019, cuando Bolsonaro llegó al Gobierno: arrancó ese año con 7.536 y terminó con 11.568 kilómetros cuadrados de deforestación, según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales.
“El mayor logro de los gobiernos del PT ha sido la reducción de la deforestación en la Amazonia en un 83% entre 2004 y 2012. Luego comenzó a aumentar un poco, pero siempre lejos de la tragedia que resultó el Gobierno de Bolsonaro”, explica Araújo. En los últimos cuatro años, Bolsonaro priorizó el negocio extractivista a la política ambiental y negó la amenaza climática. Para la especialista en políticas ambientales, ha sido incluso el propio Ministerio de Medio Ambiente el que defendió en el Congreso una agenda que implicó un retroceso en la legislación ambiental. Bolsonaro no sólo niega el cambio climático, según Araújo: tampoco acepta la política ambiental o “mantener el bosque en pie”.
El incremento de la deforestación en la Amazonia Legal superó los 12.200 kilómetros cuadrados en 2022 mientras que en 2012 no llegaba a los 5.000 kilómetros cuadrados, según el monitoreo satelital de deforestación. La Amazonia contiene casi el 30% de las especies conocidas de la flora y de la fauna del planeta en sus 5,5 millones de kilómetros cuadrados. Su preservación es crucial no solo para Brasil sino para el equilibrio ambiental en el mundo.
Felipe Milanez, profesor en la Universidad Federal de Bahía y coordinador del grupo de trabajo de Ecología Política en el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, va un paso más allá. Para Milanez, Bolsonaro se ha asociado con el crimen organizado que extrae recursos de la Amazonía. “Bolsonaro se ha asociado con las milicias que operan en la extracción de la minería de oro ilegal, que llamamos en Brasil garimpeiro. También con las organizaciones de tala ilegal, las mismas milicias que han matado al indigenista brasileño Bruno Pereira y al periodista británico Dom Phillps en la Amazonia. Bolsonaro ha intensificado el crimen extractivista en asociación con el Estado”, dice Milanez.
La distancia entre los años de gestión de Bolsonaro con Lula son abismales. En su primer mandato, Lula nombró a Marina Silva para el Ministerio de Medio Ambiente, que creó grupos de trabajo entre la sociedad local, las instituciones públicas y los representantes empresariales para pensar proyectos relacionados con el medioambiente. Después de 20 años, Marina Silva vuelve a ser la ministra de Medio Ambiente de Brasil. El anuncio de la designación de Silva, histórica rival electoral de Lula, se considera una muestra de la política de acuerdo amplio del nuevo presidente.
Pero el camino no es sencillo para el nuevo Gobierno. “No será fácil reconstruir las instituciones para investigar los canales de la economía ilegal, promocionada en los últimos seis años, incluso antes de Bolsonaro pero intensificada por él. Ese es un gran desafío del próximo Gobierno y de la sociedad brasileña en general, que es de una cierta manera, recuperar un control del Estado de derecho en el país”, dice Milanez.
Más allá de Lula
Pero además de revertir la gestión de Bolsonaro, el nuevo Gobierno tendrá el reto del crecimiento económico. “Los años de Lula han mostrado una política medioambiental con las contradicciones propias de un país agro-minero extractivista. Lula gestionaba en plena superabundancia de la explotación de las materias primas”, dice Milanez.
Para Suely Araújo, el Gobierno de Lula tuvo logros importantes en temas vinculados al medioambiente, pero también generó controversias en ciertas decisiones. “El anterior Gobierno del PT ha dejado marcas fuertes en el despliegue de una visión desarrollista que terminó por priorizar el desarrollo económico en lugar de la protección del medioambiente”, dice la especialista, quien recuerda la construcción de la represa de Belo Monte, una central hidroeléctrica ubicada en el estado de Pará, un proyecto muy cuestionado por el impacto social y ambiental negativo que provocó.
De la llegada de Lula en 2003 al 2023 han pasado dos décadas. Por eso algunos analistas perciben un proceso de aprendizaje del presidente en los reclamos medioambientales. “Estoy segura de que el presidente trabajará duro para ello, porque de ello depende parte de su Gobierno, está apostando políticamente por la cuestión climática”, dice Araújo.
El medioambiente como puerta al mundo
En la apertura de la última cumbre de líderes de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Al Gore, el exvicepresidente de Estados Unidos y activista contra el cambio climático, mencionó a Lula da Silva: “El pueblo brasileño optó, hace unos días, por dejar de destruir la Amazonia”.
La vuelta del PT es vista, no solo puertas adentro sino a nivel internacional, como un respiro para el medioambiente. También como un modo de regreso de Brasil al mundo, después de cuatro años de aislamiento.
“En el Gobierno de Bolsonaro, el país pasó a ser tratado como una especie de paria. En las reuniones, Bolsonaro usaba al medioambiente casi como un chantaje: 'Si no me das recursos, degradaré el bosque'. Y esto tuvo repercusiones muy negativas en el ámbito diplomático. Brasil se convirtió en una especie de paria”, dice Suely Araújo.
Durante el primer año del mandato de Bolsonaro, la comunidad internacional quedó horrorizada por las imágenes del Amazonas en llamas. “Todos los años hay incendios, pero en 2019 vimos el número más elevado en 10 años. En el contexto de impunidad que caracterizó el mandato de Bolsonaro, no fue sorprendente pero sí muy preocupante dado la importancia que el Amazonas tiene para absorber el dióxido de carbono y regular los sistemas climáticos”, dice Stevenson.
En los años del PT, Brasil mantuvo una postura activa en las negociaciones climáticas internacionales. “En el escenario internacional, podemos esperar una postura mucho más cooperativa y proactiva bajo el mandato de Lula, pero esto no significa que sea fácil restaurar todas las protecciones perdidas bajo Bolsonaro. Hay fuertes intereses en expandir la industria agrícola a costa de la conservación ambiental”, dice Stevenson.