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Hagámonos una pregunta: ¿cuántas veces hemos limpiado la heladera durante 2023? Una vez, a caso dos, y puede que ninguna en más casos de los imaginables. Muchos de nosotros pensamos que la heladera no se limpia, que no se ensucia. Craso error. Porque en la heladera tanto los pasadores como las paredes y superficies interiores son una de las zonas más sucias de nuestra casa.
Así lo revela un estudio de 2004 de la Universidad de Bristol, que encontró en una selección de distintos refrigeradores bacterias como Listeria spp., coliformes, enterococos, Staphylococcus aureus y Bacillus cereus entre otras. Todos ellos capaces de provocar intoxicaciones.
Por descontado, a muchas de las personas propietarias de frigoríficos no se les pasa por la cabeza este hecho y creen que sus aparatos están impolutos. Aplican, seguramente, la máxima del “si no lo veo es que no existe”.
Pero sí existen y, según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) debemos limpiar nuestra heladera por lo menos una vez al mes. El motivo es que las contaminaciones suelen esconderse en los lugares más recónditos: crecen sobre pequeños restos olvidados, casi imperceptibles al ojo humano, o proliferan en diminutas charcas de líquido segregado por alguna carne, fruta o verdura mal guardada.
Entre los patógenos más frecuentes en heladera se encuentra la bacteria fecal Echerichia coli, que suele venir del exterior mediante la contaminación de las bolsas de plástico que guardan el alimento, y especialmente si han estado en contacto con bolsas de la compra reutilizables.
Otra bacteria común en los espacios fríos es Aeromonas hydrophila, que prospera en el pescado y el marisco cuando comienzan a segregar líquidos. Y también Listeria monocytogenes, encontrada en el estudio arriba citado, que puede aparecer en el queso fresco, los embutidos, las carnes y la leche que pasa demasiado tiempo abierta. Para terminar el recuento, Yersinia enterocolitica se puede dar en productos elaborados con carne de cerdo.
Cómo limpiar la heladera en ocho pasos
- Desenchufaremos el aparato de la corriente. Al menos, lo desconectaremos parcialmente dejando el congelador en funcionamiento. De este modo podremos trabajar cómodamente sin gastar energía y sin el estresante pitido que nos avisa de que la puerta lleva demasiado tiempo abierta. De todos modos, este punto es opcional si nos resulta incómodo acceder al enchufe.
- Dispondremos una solución de vinagre aguado y varios trapos limpios. Se usa este producto porque es un desinfectante natural y no deja restos químicos ni sintéticos en la heladera tras su limpieza. Si por culpa de manchas o incrustaciones nos vemos obligados a usar amoníaco o lejía, inmediatamente después empaparemos la zona con agua y vinagre y luego la secaremos bien. También debemos evitar el estropajo que usamos en la cocina, que suele estar bastante contaminado.
- Empezaremos abriendo la puerta de la heladera y estudiando el estado de las gomas. Es muy importante fijarse en ellas y limpiarlas con abundante agua y vinagre, pues son la principal barrera a la entrada de calor en el frigorífico. Unas gomas sucias tenderán a resecarse y corroerse, con lo que perderán su elasticidad y eficiencia.
- Tras dar un buen repaso a las gomas, pasaremos a vaciar el frigorífico. Aprovecharemos para retirar productos que lleven mucho tiempo sin usarse, como las mermeladas con más de seis meses, los restos de verdura y hortalizas que estén ya secos o descompuestos, naranjas y otras frutas que presenten mohos y contaminaciones acuosas. Y lo mismo haremos con el kétchup, la mostaza y otras salsas. Si decidimos que alguno de estos productos puede volver adentro tras la limpieza, es fundamental lavarlos bien por su cara exterior con agua y vinagre y secarlos de modo que eliminemos las excrecencias de los tapones y las tapas, ya que son una fuente contaminante. También los frescos que regresen deberán hacerlo ordenadamente, limpios, secos y separados en bolsas transpirables o táperes.
- Una vez vaciado el frigorífico, desmontaremos, estantes, hueveras, cajones y cajas de lácteos. Una vez fuera, los frotaremos con un trapo limpio aplicando vinagre aguado y tras esta operación los secaremos con otro trapo que no presente humedad y que destinaremos exclusivamente a los secados, ya que su contacto con los restos de vinagre nos asegura su ausencia de contaminaciones.
- Mientras los elementos desmontables se secan, nos meteremos a fondo con vinagre. Procuraremos repasar todos los rincones de la heladera que no se nos antojen lo bastante blancos. Después, los secaremos a conciencia. Es mejor evitar estropajos para no dañar la superficie y dejar microsurcos donde podrían asentarse nuevas poblaciones microbianas.
- Ya limpio el interior, volveremos a colocar todos los elementos en su sitio adecuado y cerraremos. Antes de enchufar de nuevo, daremos un repaso a la cara exterior, sobre todo a las asas de apertura, que es donde va la contaminación de las manos. Aquí sí podemos usar productos de limpieza estándar, pues no interfieren con los alimentos.
- Después desplazaremos el frigorífico un poco para comprobar que no haya debajo huevos de cucaracha. Si los encontrásemos, deberemos dar la vuelta al aparato —siempre estando desenchufado, pues de lo contrario puede estropearse— y mirar en la parte trasera. En caso de encontrar una población próspera de cucarachas, la mejor solución es aplicar algún plaguicida que vendan en ferreterías o llamar a un profesional.
El siguiente vídeo explica cómo hacerlo de un modo sencillo con solo un par de trapos y una botella de vinagre.