Aunque habitualmente se menciona en singular, los virus del papiloma humano (VPH o HPV) son muchos: hay más de 200 tipos. Y son los responsables de las infecciones de transmisión sexual más frecuentes en todo el mundo. Tales infecciones están asociadas con uno de cada veinte casos de cáncer en seres humanos, una cifra que se duplica si se considera solo a las mujeres: la relación aparece en uno de cada diez casos.
De los dos centenares de VPH existentes, solo algo más de cuarenta afectan a la zona genital. Se dividen en dos grandes grupos: de bajo riesgo y de alto riesgo. Los de bajo riesgo son la mayoría y pueden producir lesiones benignas –como verrugas– en zonas como los genitales, el ano, la boca o la garganta. Sin embargo, en la mayor parte de los casos, estos tipos de virus no provocan síntomas ni problemas.
El problema está dado por los VPH de alto riesgo. En proporción, no son muchos. Pero suman al menos catorce y según los estudios son responsables de virtualmente todos los casos de cáncer de cuello de útero. Dos tipos del virus, los llamados VPH16 y VPH18, son los causantes del 70% de ese total y de la misma proporción de lesiones precancerosas en esa parte del cuerpo. Además, como añade la Organización Mundial de la Salud (OMS), “hay datos que relacionan los VPH con cánceres del ano, vulva, vagina y pene”.
Una infección presente en casi todas las personas
Los VPH son tan comunes que –apunta la OMS– la mayoría de las personas se infectan con ellos poco después de iniciar su vida sexual. Y de acuerdo con el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, alrededor de la mitad de esas infecciones se deben a un virus de riesgo alto. Por fortuna, en la mayoría de los casos el sistema inmunitario del cuerpo humano las controla y, gracias a eso, no se produce cáncer ni otras consecuencias importantes.
El problema surge cuando una de esas infecciones persiste durante muchos años. Lo que suele suceder en esos casos es que se producen cambios celulares, los cuales –si no se tratan– con el tiempo empeoran y se convierten en cáncer. Por ello, las pruebas y controles para la detección temprana de estos problemas son claves para los eventuales tratamientos y evitar, de esa manera, el desarrollo de la enfermedad.
¿Se puede prevenir la transmisión de los VPH?
Los VPH se transmiten a través de las relaciones sexuales, tanto vaginales como anales y orales. Y si bien el uso de preservativos y barreras bucales disminuye el riesgo, no lo anula por completo. De hecho, los virus pueden transmitirse hasta por el contacto íntimo de piel con piel.
De modo que, en este sentido, la única forma de prevención 100% efectiva sería evitar las relaciones sexuales. Pero la abstinencia puede generar otras consecuencias negativas de modo que no se contempla como solución viable. El método de prevención más recomendado es la vacuna.
La vacuna se recomienda para adolescentes preferentemente a los once años. ¿Por qué a tan corta edad? Pues porque la vacunación es más eficaz si se realiza antes de producida la infección.
Y como esta casi siempre se produce al poco tiempo de iniciar la vida sexual, si la vacuna se aplica a esa edad sus efectos preventivos serán superiores. Así, un estudio de gran escala publicado el mes pasado por científicos de Suecia corroboró que la aplicación de la vacuna contra los VPH reduce de manera sustancial la incidencia del cáncer de cuello uterino.
El trabajo, que analizó datos de casi 1,7 millones de mujeres de entre diez y treinta años de edad durante un periodo de once años (entre 2006 y 2017), destacó la eficacia de la vacuna cuando se aplica antes de los 17 años: en esos casos, las probabilidades de padecer ese tipo de cáncer disminuyen en alrededor del 90%.
Datos sobre la vacuna
No obstante, más allá de la conveniencia de administrar la vacuna durante la preadolescencia o adolescencia, a lo largo de la vida sexualmente activa el riesgo de adquirir infecciones nuevas se mantiene, debido a la gran variedad de tipos de VPH que existen.
Por eso la aplicación de la vacuna, si bien no es tan efectiva después del comienzo de la vida sexual, sigue teniendo justificación. Existen tres tipos de vacunas con los VPH: Gardasil, Cervarix y Gardasil 9. Las tres vacunas actúan generando protección contra los dos tipos más nocivos del virus, los ya señalados VPH16 y VPH18.
La Gardasil 9, de más reciente desarrollo, amplía su cobertura: alcanza, según los expertos, al 90% de los virus. Además, esta última y la anterior Gardasil protegen también de los virus de bajo riesgo, los que generan verrugas y otras lesiones benignas.
Prevención secundaria y tratamiento
La vacunación es, por tal motivo, el método más efectivo para la prevención primaria de la transmisión de los VPH. Una forma de prevención secundaria es la ya citada detección precoz de las lesiones precancerosas. Esta detección temprana se realiza en general a través de dos pruebas: la específica del VPH y la citología convencional, también conocida como Papanicolaou.
Por lo demás, una infección por VPH en sí misma no puede ser tratada. Sí se puede actuar contra sus consecuencias. En el caso de lesiones precancerosas, así como verrugas y otras lesiones benignas, se pueden aplicar medicamentos tópicos (cremas) o procedimientos de extirpación, como la escisión quirúrgica, la criocirugía y la extirpación electroquirúrgica con asa (conocido por sus siglas en inglés como LEEP). En general resultan eficaces y seguros.
Cuando el cáncer ya se ha desarrollado, los tratamientos son por lo general similares a los tipos de cáncer no relacionados con VPH. Esto es así casi siempre, salvo en ciertos casos particulares, como suele ser el cáncer de orofaringe.
C.V.