El pánico dentro del Partido Demócrata fue evidente desde que Joe Biden bajó los peldaños del escenario en el estudio de televisión de CNN después de ser arrollado por su rival Donald Trump en el debate entre los dos candidatos a la Presidencia de Estados Unidos el pasado jueves. Las voces que pedían su partida eran eso, sólo voces. Pero este miércoles, The New York Times publicó el testimonio anónimo de un “aliado clave” de Biden al cual el presidente le dijo que es consciente de que quizás no pueda salvar su candidatura si, en los próximos días, no consigue convencer a sus seguidores de que puede seguir adelante. El influyente periódico también cita a un asesor de Biden, quien –de forma anónima– asegura que el presidente “es consciente de los retos políticos a los que se enfrenta”. La Casa Blanca ya salió a desmentir las declaraciones asegurando que no son ciertas.
Según The New York Times, varios aliados de Biden, que se reunieron con la familia y los asesores desde el debate del jueves, subrayaron que el presidente todavía está en “la lucha de su vida política” y ve este momento como “una oportunidad de volver a ser tenido en cuenta”, como lo hizo muchas veces a lo largo de su medio siglo de carrera política.
Desde que terminó el debate en CNN, Biden se encuentra en una especie de búnker, rodeado por su familia y su círculo íntimo, que lo anima a seguir en la carrera electoral, especialmente su esposa, Jill Biden. Su equipo puso en marcha una campaña de contención de daños, en la que el demócrata intentó ofrecer la imagen enérgica y despierta que no supo dar el pasado jueves por la noche. En cada uno de los actos que protagonizó en Carolina del Norte, Nueva Jersey y Virginia, Biden insistió en que sólo se trató de “una mala noche”. Aun así, la bola de nieve se fue haciendo más grande y este miércoles Biden se reune con los gobernadores demócratas y los líderes del Congreso estadounidense para tratar de convencerlos de que está en plena forma.
El congresista demócrata de Texas Lloyd Doggedtt fue el primero este martes en dirigirse directamente al candidato para pedirle lo que muchos otros piensan, pero no se atreven a decir: que renuncie a la candidatura. “Represento el corazón de un distrito que una vez fue representado por [el expresidente] Lyndon Johnson. En circunstancias muy diferentes, él tomó la dolorosa decisión de retirarse. El presidente Biden debería”, dijo Doggett en un comunicado que recoge la CNN. “Reconociendo que, a diferencia de Trump, el primer compromiso del presidente Biden siempre fue con nuestro país, no con él mismo, tengo la esperanza de que tome la dolorosa y difícil decisión de retirarse. Respetuosamente, le pido que lo haga”. La llamada de Doggett refleja las fricciones internas que empiezan a cristalizarse dentro del partido Demócrata.
En un principio, el equipo de Biden había justificado la voz ronca de su candidato debido a un supuesto resfrío. Ahora, el propio Biden dijo que se debió al cansancio por los viajes internacionales en las semanas previas al debate. “Decidí viajar alrededor del mundo un par de veces poco antes del debate, no escuché a mi personal… y entonces casi me quedo dormido en el escenario. No es una excusa, sino una explicación”, dijo Biden en un acto de recaudación de fondos en Virginia. Ahora bien, cabe mencionar que “poco antes del debate” no quiere decir que bajara del Air Force One y fuera directamente al estudio de CNN en Atlanta. Todo lo contrario. La semana antes del debate, Biden estuvo encerrado en la residencia de Camp David (Maryland) preparándose con su equipo.
Una hidra de tres cabezas
Ahora mismo el equipo del presidente no tiene sólo un frente abierto, sino tres: tiene que convencer a la opinión pública de que su candidato está capacitado para llevar adelante la campaña –y un segundo mandato, si fuera reelegido–; tiene que apagar las voces internas como la de Dogget, que creen que el presidente debe apartarse; y tiene que tranquilizar a los donantes que desde el jueves por la noche no paran de preguntar: “¿Y ahora qué?”. Lo que parecía un único problema para Biden (frenar la fuga de votos) se convirtió en una hidra de tres cabezas por el miedo de los donantes y unas divisiones internas que deberían resolverse antes de la convención demócrata de agosto. Es decir, en un mes.
Uno de los golpes más duros para Biden fue el editorial del viernes de The New York Times, que pedía su retirada. “El mayor servicio público que el Sr. Biden puede hacer ahora es anunciar que no seguirá postulándose para la reelección”, afirmaba. Aunque en las horas posteriores al debate, columnistas de otros medios afines al Partido Demócrata habían publicado artículos similares, el viernes era el consejo editorial de una de las cabeceras más influyentes del país quien firmaba el texto.
La presión sobre el candidato también está llegando en forma de encuestas, que ya empiezan a cuantificar la magnitud del desastre. El fin de semana posterior al debate, una encuesta encargada por la cadena CBS a YouGov mostraba que el 72% de los votantes creen que Biden no debería presentarse a la reelección. Se trata de nueve puntos más en comparación al mes de febrero de este año, cuando un 63% ya lo pensaba. Este martes, una encuesta publicada por CNN iba por el mismo camino: el 75% de los votantes cree que los demócratas tendrían más opciones de ganar si presentaran un candidato alternativo.
Dentro del baile de nombres para sustituir a Biden, uno de los más sonados y que parece el más lógico es el de su vicepresidenta Kamala Harris. A pesar de que Harris no consiguió la popularidad que se esperaba –siendo la primera mujer afroamericana en llegar a ser vicepresidenta–, es una de las caras más conocidas. Así, la encuesta muestra cómo Harris, en un hipotético duelo con Trump, seguiría quedándose por detrás del republicano, con una diferencia de dos puntos porcentuales: 45% de los votos frente al 47%. Eso sí, mejoraría el resultado que esa misma encuesta prevé para Biden: 43% de los votos frente al 49% de Trump.
El respaldo de los donantes será clave
La espiral del silencio que acalla las críticas en las filas del partido –aunque poco a poco se va resquebrajando– también se impuso entre los grandes donantes del Partido Demócrata. Algunos de ellos piensan que Biden debería renunciar, pero no se atreven a decirlo en público. Según The New York Times, muchos de los grupos que financian la campaña demócrata están manteniendo llamadas y encuentros privados para evaluar qué hacer mientras siguen muy de cerca las encuestas. El medio cita un encuentro a puerta cerrada en el Hotel Jerome de Aspen, en el que se reunieron casi 50 donantes demócratas y donde casi todos los presentes levantaron la mano cuando se les preguntó si Biden debía retirarse.
El apoyo de los donantes también es un indicador clave para calibrar la capacidad de Biden para resistir. En momentos complicados, los candidatos acostumbran a citar el respaldo de los donantes. Eso fue lo que hizo Trump después de ser condenado por el caso Stormy Daniels, cuando aseguró que había conseguido recaudar casi 35 millones de dólares en donaciones poco después de que se diera a conocer la sentencia. En un momento como este y con los últimos meses de campaña por delante, la financiación de la campaña demócrata será clave para poder intentar revertir la crisis de popularidad en la que se ve sumida ahora su candidato.
ACF/CRM