Chelsea Manning (Oklahoma, 1987) lleva cinco años libre. En 2017, Barack Obama conmutó la pena de 35 años de cárcel que le impuso un tribunal por una de las mayores filtraciones de documentos de la historia de EEUU. Había entregado a Wikileaks un CD con más de 700.000 documentos clasificados de las guerras de Irak y Afganistán, algo que pagó con siete años en prisión. De aquella época habla poco, pero se filtró que intentó suicidarse dos veces y Amnistía Internacional denunció que sufrió maltrato.
Ella siempre dice que las amenazas no procedían de otros compañeros, sino de los guardias. Una intimidación que se vio agravada cuando la exanalista de inteligencia del Ejército comenzó su transición de género en una cárcel militar para hombres, donde entre otras cosas no le permitían dejarse crecer el pelo y seguían refiriéndose a ella en masculino. “Me siento presionada desde arriba”, reconoció una vez.
Ahora le parece otra vida. La soledad y la incertidumbre de esos años explotaron su sentimiento de comunidad y por eso es activista a tiempo completo en contra del estado de vigilancia de EEUU y por los derechos trans. En calidad de ello viajó al festival Culture & Business Pride, en Tenerife, España, a recibir el premio Alan Turing, y a participar en la mesa Derechos Humanos Hoy, moderada por elDiario.es. Allí ha hablado de su labor, de la transformación que vivió en prisión y del futuro violento que le vaticina al colectivo queer y transexual.
“La cárcel cambió por completo mi percepción del mundo y mis valores”, dice Manning. “Ahora aprecio mi tiempo y mi relación con los demás frente a una vida esencialmente materialista. En la cárcel también se generan entornos comunitarios sin tener acceso a una casa, a un coche ni a riquezas”, asegura, pero sin dejar de reivindicar que “la gente no quiere vivir en jaulas, desconectada”. La imposibilidad de asociarse con otros, expresarse libremente y luchar fue “un paso atrás para tomar perspectiva”.
Manning fue condenada en 2013 por espionaje después de haber proporcionado más de 700.000 documentos secretos del Departamento de Estado y el Pentágono a WikiLeaks. “Como dijo una vez el ya fallecido Howard Zinn, no existe bandera lo bastante grande como para tapar el asesinato de gente inocente”, escribió en un comunicado antes de entrar en la cárcel. Pero no le gusta ahondar en la filtración ni en la figura de Julian Assange, en parte por su necesidad de mirar al futuro y en parte porque hay documentos e información que han sido reclasificados por EEUU.
“2010 es una era distinta. Me suelen preguntar por lo que pasó entonces, por el secretismo y por la censura de la información. Pero es que ahora nos enfrentamos al problema contrario. Hay muchísima información y es muy complicado interpretarla: falta de información, desinformación, alteración de la información, sesgo de información. Hay que identificar qué es preciso y qué es útil porque económicamente es muy importante. Hay que replantear su perspectiva política y en términos de los derechos humanos”, defiende.
Me preguntan por lo que pasó [con Wikileaks], por el secretismo y por la censura de la información. Pero es que ahora nos enfrentamos al problema contrario: hay demasiada información
Su preparación le ha permitido especializarse en la red y los algoritmos. “La Inteligencia Artificial se está usando para crear pequeñas burbujas donde la gente interactúa entre sí sin darse cuenta de que una máquina les está dictando las normas. Terminas creyéndote la información que te proporciona esa máquina”, critica. Cree que los algoritmos son una parte causante de la radicalización del mundo y de “generarnos ansiedad y miedo solo para que volvamos a nuestros teléfonos a dejar nuestra información personal”.
Su proyecto político frustrado
En 2018, Chelsea Manning se presentó como candidata al Senado por Maryland. Su programa incluía cerrar cárceles, liberar reclusos, eliminar las fronteras nacionales y reestructurar el sistema judicial penal. Aquel intento político no salió adelante y siempre dice que creía saber más de lo que en realidad sabía, pero no se arrepiente. Ahora bien, con perspectiva, sabe que “cambiar el sistema desde dentro es un tema mucho más profundo que conseguir representatividad”.
“La idea de que si hubiera más mujeres o personas trans en las instituciones mejorarían las cosas es una falacia. He visto a mujeres y minorías –trans o personas racializadas– llegar al poder dentro de este sistema y hacer lo mismo. El establishment les vuelve incapaces de parar el daño y la destrucción. EEUU no se va a convertir en una nación más pacífica por tener un piloto trans de drones o una mujer presidenta”, asegura. “Las normas siguen existiendo, lo que hay que hacer es plantearse reestructurarlas de forma distinta”.
La idea de que si hubiera más mujeres o personas trans en las instituciones mejorarían las cosas es una falacia
Un ejemplo es que después de la legislatura de Donald Trump, con el Partido Demócrata en el Gobierno, algunos estados están retrocediendo en derechos fundamentales ya alcanzados, como el aborto. “Desde hace 50 años, la ultraderecha ha ido acumulando muchísimo dinero y ha respaldado al establishment para lanzar paquetes de medidas vinculados a su ideología y para eliminar determinados derechos. Este proyecto tiene una financiación enorme y el respaldo de figuras públicas como en su día Ronald Reagan o Donald Trump”, explica la exanalista.
Manning avisa de que su enfoque es muy “americanocentrista”, pero que las estrategias que usa la extrema derecha en su país se reproducen en distintas culturas y diferentes idiomas. “Oímos por todas partes términos como wokeness, cultura de la cancelación o fake news. Son las mismas políticas reaccionarias que usan lenguajes testados para minar los movimientos progresistas que puedan emerger”, compara. Por eso hay alianzas de partidos de extrema derecha, procedentes de regiones distintas y que tienen enfoques distintos en muchas cosas, “pero que se han dado cuenta de que les interesa compartir estrategias y explotar sus espacios en internet y los medios de comunicación”.
Mientras tanto, asegura volviendo a EEUU, el Partido Demócrata “no aboga tanto por el progreso, sino por mantener un 'statu quo' de centro donde todo permanezca invariable”. Recuerda que el lema de Joe Biden en la campaña electoral de 2020 era Build Back Better, reconstruir el pasado. “Cuando ven que hay un terreno progresista que amenaza con emerger, lo vuelven a acallar porque no les interesa”, replica.
Manning defiende que la comunidad LGTBI, en especial la trans, vive en la cuerda floja. “Cada día salen por lo menos 12 propuestas y contrapropuestas para perseguirnos y dos tercios de los estados de EEUU están cuestionando actualmente los derechos trans, los de las mujeres y alentando guerras culturales”. Pero lo que más le angustia a este respecto es la escalada de violencia.
“Hay una facción militarizada de la extrema derecha que apuesta por amenazar a la gente. Eso se solapa con la increíble militarización de la policía. No estoy diciendo que el cuerpo entero sea de extrema derecha. Algunos sí, pero como institución son de centro-derecha. Pero van armados hasta los dientes y en breve habrá una escalada de violencia contra la comunidad queer y trans. Lo estoy advirtiendo”, se lamenta.
Preguntada por las alternativas, se queda pensativa. “No me gusta vivir en un país donde cualquiera puede acceder a todo tipo de armas y herramientas. Pero cuando ocurre y tus oponentes están armados hasta los dientes, deberías poder protegerte por algún medio”, dice, sin atreverse a ahondar en el asunto. “Es una posición muy incómoda y muy rara para alguien que es vulnerable y necesita defenderse. No me gusta. No creo que sea el enfoque más saludable, pero ¿qué se supone que tienen que hacer las personas queer y trans cuando las instituciones están controladas por estos tipos?”, concluye.