Ya pasaron los tiempos en los que el católico Jair Messias Bolsonaro podía contar en los ecos religiosos que despertaba su segundo nombre, en los firmes lazos con el mundo evangélico de su esposa y de sus hijos y en el apoyo cristiano que lo había sostenido en tiempos de su cruzada contra la “comunista y bandida” Dilma Rousseff, como la llamaba. Hoy el propio Bolsonaro es el objetivo de una campaña de impeachment, que busca hacerlo caer con la misma velocidad con que cayó la última presidenta del Partido de los Trabajadores (PT) en 2016. Sólo que las acusaciones son más graves que una pedalada fiscal, que un maquillaje cosmético de las cuentas del Estado. Es una acusación cercana a un crimen de lesa humanidad, al declararlo responsable de una gestión de salud pública en la crisis de la pandemia del Covid-19 en Brasil que dejó casi 9 millones de casos y 220 mil muertes, el segundo país en el mundo después de EEUU en el número de víctimas fatales.
Es la primera vez que representantes del segmento religioso dirigen una denuncia contra el presidente por el causal que en portugués se llama técnicamente crime de responsabilidade. El pedido está basado en la denuncia de crímenes de responsabilidad referentes al área de salud y a las políticas sanitarias durante la pandemia.
Firman el documento religiosos críticos al gobierno de derecha del presidente Bolsonaro. En la lista de los firmantes hay pastores evangelistas, luteranos, metodistas, bautistas y sacerdotes católicos y anglicanos. Todavía sin el apoyo formal de las jerarquías eclesiásticas a las que pertenecen, el grupo de firmantes cuenta con el respaldo de otras organizaciones como la Comisión Brasileña Justicia y Paz de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB) y la alianza de Bautistas de Brasil.
En una rueda de prensa, la dirigente del Consejo Nacional de Iglesias Cristianas de Brasil, Romi Márcia Bencke, explicó: “Tenemos conciencia de que no todas las personas de nuestras iglesias son favorables a la acción que estamos emprendiendo, pero es importante destacar esa pluralidad y las contradicciones que existen en el ámbito del cristianismo. No todo el cristianismo es bolsonarista”. Explicó también que la acción que emprendieron es el resultado a una inacción: la del Ejecutivio brasileño ante la crisis sanitaria es el motivo de esta solicitud de moción. “El motivo principal de esta petición es la ausencia total de iniciativas por parte del Gobierno para disminuir o contener los impactos de la pandemia”, añadió.
Cualquier decisión sobre impulsar en su sede constitucional correspondiente un impeachment contra Bolsonaro es del presidente de la Cámara de Diputados. Quien ocupa el cargo es Rodrigo Maia, del partido Demócratas, aliado del Gobierno. Maia está a favor de que el titular del Ejecutivo brasileño rinda cuentas finalmente por sus decisiones, indecisiones, idas y vueltas, y omisiones en torno a la crisis del Covid-19. Pero a la vez está persuadido de que un impeachment en estos momentos sería políticamente catastrófico y sanitariamente genocida, porque frenaría la acción del Estado y la dejaría detenida cuando más se la necesita.
La prudencia que guía a Maia parece ser el reflejo de la sociedad brasileña. Según un sondeo de Datafolha dado a conocer el viernes, el rechazo al presidente cayó a un 40% desde un 32% registrado en diciembre. Además del manejo sanitario, en el rechazo pesa que los subsidios para desempleo y estímulo económico, que fueron millonarios en 2020, este año no estén ni contemplados en el presupuesto. Para Maia, el número clave es otro. En el mismo mes de 2020, el porcentaje de brasileños, según la misma encuesta, que se oponía a un impeachment era del 50%, mientras que ahora quienes estiman que no debe iniciarse el juicio político a Bolsonaro subió a un 53 por ciento.
Los pedidos formales de impeachment del presidente no provienen sólo de iniciativas ciudadanas. Han llegado a la clase política, y a la oposición parlamentaria. La semana pasada, un bloque opositor ya planteó que Bolsonaro se sometiese a un proceso de impeachment. Durante los últimos meses, se han presentado 61 solicitudes de juicio político contra Bolsonaro; cinco fueron rechazadas, 56 aguardan ser rechazadas a su vez. La insostenible situación del sistema sanitario en la zona amazónica fue la principal razón que expusieron todos ellos.
El miércoles se agravó el desborde sanitario en el Amazonas. En la capital Manaos los hospitales no pueden recibir pacientes, porque no tienen tubos de oxígeno para hacerlos respirar. En el resto del estado las situación es peor. Se ha importado oxígeno desde la vecina Venezuela, el país que Bolsonaro usó siempre como contra-modelo de lo que nunca querrían ser los brasileños, o sus votantes entre todos ellos.