El partido de Emmanuel Macron y sus aliados no repetirán mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. Con 244 diputados, según las primeras proyecciones, la coalición presidencial Ensemble se queda lejos de los 289 escaños necesarios. Un revés para el presidente, que esperaba mantener el control del Parlamento y poder llevar a cabo sus grandes reformas sin necesidad de llegar a acuerdos con el resto de fuerzas políticas.
La estrategia de ser “al mismo tiempo de derechas y de izquierdas” que ha mantenido el jefe de Estado desde su llegada al poder no ha funcionado esta vez. Después de un primer mandato orientado hacia la derecha –con dos primeros ministros procedentes del partido Los Republicanos–, el giro a la izquierda que supuso el nombramiento de Élisabeth Borne como primera ministra no ha sido suficiente para frenar a la alianza de fuerzas progresistas forjada en torno a Jean-Luc Mélenchon, que obtendría 149 escaños. Se trata de estimaciones realizadas por los institutos de demoscopia, basadas en los resultados oficiales de una representación de colegios electorales que cerraron antes de las 19 horas, elegidos por ser representativos de la sociedad (en base a características geográficas, sociales y políticas). Son indicaciones fiables, aunque no son exactas ni se trata de resultados oficiales.
La Agrupación Nacional de Marine Le Pen contará, por primera vez desde 1986, con un grupo propio en la Asamblea, pasando de 8 diputados a 89, según las proyecciones. “Hemos logrado el grupo más numeroso de la historia de nuestra familia política”, ha celebrado Le Pen después de conocer los resultados nacionales y su propia reelección en su circunscripción del Pas-de-Calais. “Hemos logrado los tres objetivos que nos habíamos propuesto: convertir a Emmanuel Macron en un presidente en minoría; continuar la recomposición política y constituir un grupo de oposición decisivo contra los destructores; los de arriba, la 'macronía', y los de abajo, la extrema izquierda”.
Por primera vez desde 1989, el partido de extrema derecha Agrupación Nacional que lidera Marine Le Pen, rival derrotada por Macron en el balotaje presidencial, contará con un bloque propio en la Asamblea Nacional.
Aunque el aumento de la abstención en Francia es una constante en las últimas décadas, esta vez los franceses parecen particularmente desinteresados en las elecciones legislativas. Según los datos de Ipsos-Sopra Steria para la radio y la televisión públicas, la abstención en la segunda vuelta se ha situado en el 54%, lo que supone un aumento en comparación con la primera vuelta (52,5%) y marca un máximo histórico.
Campaña anestesiada
Emmanuel Macron y Élisabeth Borne habían apostado por una campaña discreta en el mes previo a las elecciones, evitando los temas más delicados como la reforma del sistema previsional y de la edad jubilatoria, que tienen prevista para esta legislatura. Una discreción que desde el propio Gobierno han calificado como “respiro democrático” tras las elecciones presidenciales. Borne y sus ministros solo han entrado en campaña con más fuerza en la última semana, con una estrategia de comunicación centrada en la oposición contra “los extremismos” , que apuntaba a los candidatos de Francia Insumisa (el partido de Mélenchon) y a la Agrupación Nacional de Marine Le Pen.
Con una Le Pen mucho menos presente que en la campaña presidencial, Jean-Luc Mélenchon y su apuesta por un resultado que obligase a Macron a nombrarle primer ministro han logrado poner a la Nupes en el centro de los debates y aumentar el número de diputados de las fuerzas progresistas de 64 en 2017 a 149 en esta ocasión. Para las fuerzas de izquierdas, estas elecciones han permitido movilizar un frente “anti-Macron” y erigirse como contrapoder, apuesta que les ha valido situarse como principal partido de la oposición.
Legislatura incierta
Una de las razones que los especialistas señalan como causa de la baja participación es la verticalidad del poder en el actual sistema. En los primeros cinco años de mandato de Emmanuel Macron, el poder ha estado en el Elíseo y en el Gobierno, que acaparan la mayoría de iniciativas legislativas. La Asamblea Nacional había perdido también su labor de control con una oposición en manos de la derecha de Los Republicanos, alineados en muchos casos con las políticas presidenciales. Por otro lado, la ausencia de debates –especialmente en televisión– no ha permitido tratar grandes cuestiones de fondo en la campaña, como la ecología, la educación, la salud, la seguridad o la inmigración.
Ahora queda por ver cómo el Gobierno va a manejar la nueva situación. Para aprobar las leyes, el partido presidencial tendrá que mirar a otras fuerzas políticas, como la derecha gaullista de Los Republicanos, que habrían obtenido 78 diputados. Si bien estas elecciones han conducido a un reparto más justo de las fuerzas políticas en relación a su porcentaje de voto nacional, se plantea la cuestión de la legitimidad de una Asamblea Nacional elegida con la participación de menos de la mitad del electorado.
La capacidad del Parlamento para implicar a los ciudadanos en sus decisiones plantea dudas de cara a los grandes proyectos legislativos previstos en este mandato. El antecedente más relevante en este sentido fue la votación de la limitación de velocidad a 80 km/h y el impuesto sobre el carbono, aprobados por la mayoría presidencial bajo el impulso del ejecutivo y que sirvieron de detonante para las protestas de los chalecos amarillos.
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